Loading...
Larger font
Smaller font
Copy
Print
Contents
  • Results
  • Related
  • Featured
No results found for: "".
  • Weighted Relevancy
  • Content Sequence
  • Relevancy
  • Earliest First
  • Latest First
    Larger font
    Smaller font
    Copy
    Print
    Contents

    Capítulo 19

    Reavivamiento en el mar – Llegada a Nueva York – Barcos Betel y reuniones – Jóvenes sin amigos – Llegada a New Bedford – Reforma de Temperancia – Fin del viaje

    Durante nuestro viaje a casa, nuestra tripulación parecía más pensativa y atenta a la instrucción religiosa que procurábamos impartirles. Era evidente que el Espíritu del Señor estaba trabajando en nuestro medio. Un James S. dio buena evidencia de una conversión completa a Dios, y estaba muy feliz en nuestro viaje a casa. La religión parecía su único tema. Una noche, en su guardia en cubierta, mientras me relataba su experiencia, me dijo: “¿Recuerda la primera noche de nuestro viaje desde casa, cuando llamó a todos los tripulantes a la cubierta de popa, y les dio reglas para el viaje?” “Sí,” contesté. “Pues, señor, yo estaba en ese momento al timón, y cuando usted terminó y se arrodilló en el alcázar y oró con nosotros, si en ese momento usted hubiera tomado una vara y me tumbado del timón, no me habría sentido peor, pues nunca había visto algo semejante antes”. Thomas B. también profesó una conversión en ese entonces.AJB 171.1

    Nuestro viaje a casa fue placentero, con la excepción de una fuerte tempestad que nos preocupó un poco, pero el buen Dios nos libró de su influencia abrumadora, y pronto después llegamos con toda seguridad al puerto de la ciudad de Nueva York. La primera noticia de casa era, que mi honorable padre había fallecido unas seis semanas antes de mi llegada. Esto fue una prueba de la Providencia para la que no me había preparado. Él había vivido casi setenta y nueve años, y yo siempre lo había encontrado en su lugar a la cabeza de su familia después de mis largos viajes, y nunca imaginé no verlo otra vez allí si vivía para regresar a casa.AJB 171.2

    Mientras estuve en la ciudad, tuve el placer de estar presente en una reunión vespertina, una reunión de oración Betel, a bordo de un barco amarrado en el muelle. Lo gocé mucho. Tales reuniones estaban en ese entonces en su infancia, pero desde ese tiempo es común ver la bandera de Betel el domingo de mañana a bordo de barcos para reuniones, tanto del lado este como del lado norte del río, para el beneficio de marineros y jóvenes que a menudo dan vueltas por la ciudad sin hogar o amigos. Sin duda, muchos se han salvado de la ruina por los esfuerzos de los que se ocupaban de esas instituciones benevolentes, mientras otros sin hogar, que no tuvieron tales influencias para refrenarlos han sido llevados a actos de desesperación, o cedieron a sentimientos de desánimo. La experiencia difícil de mis días tempranos me familiarizó con tales escenas.AJB 171.3

    En uno de mis viajes previos, convencí a un joven que me acompañara a su casa en Massachusetts. Y mientras estaba en la ciudad esta vez, al pasar por el parque, entre las muchas personas que vi, había un joven sentado a la sombra, con apariencia muy triste, parecida a la del que recién mencioné, y no lejos del mismo lugar. Me senté a su lado, y le pregunté por qué se veía tan triste. Al principio vaciló, pero pronto comenzó a informarme que estaba en una situación precaria, sin nada para hacer, y sin tener adónde ir. Dijo que su hermano lo había empleado en su farmacia en la ciudad, pero que éste recientemente había fracasado y quebrado, y dejado la ciudad, y que ahora él estaba sin hogar y sin amigos. Le pregunté dónde vivían sus padres. Contestó que en Massachusetts. “Mi padre”, dijo, “es un predicador congregacionalista, cerca de Boston”. Lo invité a venir a bordo de mi barco, y ser uno de mis tripulantes. Rápidamente aceptó mi oferta, y al llegar a New Bedford, Massachusetts, su padre vino por él, y me expresó mucha gratitud por su retorno y por el privilegio de encontrarse otra vez con su hijo.AJB 172.1

    A nuestra llegada a Nueva York, mi tripulación, con una excepción, eligió permanecer a bordo y descargar nuestra carga, y no tener su licencia, como era la costumbre al llegar de un puerto extranjero. Prefirieron continuar en sus lugares hasta que llegáramos a New Bedford, donde el Empress sería preparado para otro viaje. Después de bajar nuestra carga, zarpamos y llegamos a New Bedford como el 20 de junio de 1828, veintiún años desde el momento en que salí desde allí en mi primer viaje a Europa, como ayudante de cabina.AJB 172.2

    Algunos de mis hombres preguntaron cuándo saldría en otro viaje, y expresaron el deseo de esperarme, y también su satisfacción acerca de que el último había sido su mejor viaje. Me daba cierta satisfacción saber que los hombres de mar eran susceptibles a una reforma moral en el océano (como se comprobó en este caso) así como en tierra; y yo creo que tales reformas pueden lograrse cuando los oficiales están listos y dispuestos a entrar en ella. Demasiados han alegado que los marineros continúan adictos a tantos malos hábitos que es casi inútil intentar su reforma. Yo creo que se puede decir sin temor a equivocarse, que el uso habitual de bebidas embriagantes es el más degradante y formidable de todos sus hábitos. Pero si los gobiernos, los dueños de navíos, y los capitanes, no hubieran siempre provisto bebidas embriagantes a bordo de sus barcos de guerra y comercio, como un artículo de consumo, decenas de miles de jóvenes inteligentes y emprendedores se hubieran salvado, y llegado a ser grandes bendiciones para sus amigos, su país, sus iglesias, como granjeros, médicos, abogados, y otros profesionales y hombres de negocios como otros lo fueron.AJB 172.3

    Teniendo algún conocimiento de estas cosas, resolví en el temor de Dios intentar una reforma, aunque las sociedades de temperancia estaban en ese tiempo en su infancia, y los barcos temperantes eran desconocidos. Y cuando hice el anuncio al comienzo de nuestro último viaje de que no habría bebidas embriagantes a bordo, solo lo que habría en el botiquín de los remedios, y uno de ellos gritó que estaba “contento con eso”, esa voz solitaria en el océano en favor de esta obra de reforma, de un extraño, manifestando su gozo porque no habría licor a bordo para tentarlo, me alegró, y era una evidencia del poder de la influencia humana. Yo creo que él también quedó profundamente afectado, y no puedo recordar que la usara de ningún modo mientras estuvo bajo mi mando, ni ninguno de los otros, excepto un William Dunn, a quien reprendí una vez o dos durante el viaje por beber mientras hacía trabajos en tierra.AJB 173.1

    Por lo tanto, lo que se había considerado un artículo muy necesario para estimular a los marineros en la realización de sus deberes, demostró no solo ser innecesario, sino que su ausencia probó ser una gran bendición en nuestro caso.AJB 173.2

    Algún tiempo después de este viaje, estaba en compañía del dueño de un barco en New Bedford, que estaba personalmente interesado en adecuar sus propios barcos y cargarlos con provisiones, licores, y todo lo necesario para viajes largos. Habíamos estado discutiendo la importancia de la reforma contra las bebidas fuertes, cuando él observó: “Entiendo, capitán Bates, que usted realizó su último viaje sin el uso de bebidas espirituosas”. “Sí, señor”, repliqué. Él dijo: “El suyo es el primer navío temperante de que haya oído”.AJB 173.3

    Mi hermano F. ahora tomó el mando del Empress y zarpó otra vez hacia Sudamérica, estando preparado el barco para realizar el viaje sobre los principios de la temperancia, como en su viaje anterior. Durante mi último viaje había reflexionado mucho acerca de los gozos de la vida social con mi familia y amigos, de los que me había privado por tantos años; y deseaba estar más exclusivamente ocupado para mejorar mi condición, y la de aquellos con quienes fuera llamado a asociarme, sobre el tema de la religión y la reforma moral.AJB 173.4

    Larger font
    Smaller font
    Copy
    Print
    Contents