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    Capítulo 17

    Reavivamiento religioso – Bautismo – Se une a la iglesia – Sociedad de Temperancia – Ejército del agua fría – Otro viaje – Reglas para el viaje – Viaje de temperancia – Altar de oración a bordo – Periódico semi semanal en el mar – Culto dominical – Llegada a Sudamérica – Paraíba – Bahía – Pirata – Sta. Catalina

    Durante la primavera del año 1827 fuimos bendecidos con un reavivamiento espiritual en Fairhaven, especialmente en la iglesia Cristiana. En esta temporada mi propia mente estaba más o menos agitada respecto de unirme a alguna denominación cristiana. Mi compañera había sido miembro de la iglesia cristiana varios años antes de nuestro casamiento. Al asistir con ella, después de nuestro casamiento, cuando estaba en casa, me había relacionado algo con su forma de ver la Biblia. Ellos tomaban las Escrituras como su única regla de fe y práctica, renunciando a todos los credos.AJB 153.1

    Mis padres eran miembros de muchos años de la iglesia congregacional, con todos sus hijos convertidos hasta entonces, y ansiosamente esperaban que nosotros también nos uniéramos con ellos. Pero ellos aceptaban algunos puntos en su fe que yo no podía comprender. Nombraré solo dos: su modo de bautizar, y la doctrina de la trinidad. Mi padre, que había sido diácono por mucho tiempo entre ellos, procuró convencerme que ellos estaban en lo cierto en cuanto a puntos de doctrina. Le informé que mi mente estaba inquieta en relación con el bautismo. Él dijo: “Te hice bautizar cuando eras un infante”. Yo respondí que todo eso podía estar en armonía con su fe; pero la Biblia enseñaba que debemos primero creer y luego ser bautizados (Marcos 16:16; 1 Ped. 3:21), y que yo que no era capaz de creer cuando era un infante. Respecto de la trinidad, llegué a la conclusión de que era una imposibilidad para mí creer que el Señor Jesucristo, el Hijo del Padre, era también el Todopoderoso Dios, el Padre, uno y el mismo ser. Le dije a mi padre: “Si puedes convencerme que nosotros somos uno en este sentido, de que tú eres mi padre, y yo tu hijo; y también que yo soy tu padre, y tú eres mi hijo, entonces puedo creer en la trinidad”.AJB 153.2

    Nuestra discusión en este asunto me llevó a hacer de mi deber un tema especial de oración, particularmente en relación con el bautismo; después de lo cual, al abrir la Biblia, mi ojo reposó en el Salmo 27. Cuando terminé de leer el último versículo, dije: “Señor, ¡lo haré! Si espero en ti de acuerdo con tu palabra, debo ser sumergido, sepultado con Cristo en el bautismo”. Colosenses 2:12. Dios fortaleció mi corazón y me liberó desde ese momento, y mi deber era perfectamente claro. Su promesa era dulce y poderosa. En unos pocos días fui bautizado por inmersión, y me uní a la iglesia cristiana.AJB 154.1

    El mismo día, mientras nos estábamos cambiando la ropa, le pedí al pastor M., que me bautizó, que me ayudara a formar una Sociedad de Temperancia. Como mi mente estaba ahora libre con respecto a este último deber, quedé impresionado muy fuertemente de que debía unir mis energías con las de otros, para frenar, si era posible, los estragos crecientes de la intemperancia. Siendo que yo había dejado de usar bebidas embriagantes, me veía impelido a considerarlo como uno de los pasos más importantes que alguna vez di. Por ello deseaba ardientemente la misma bendición para los que me rodeaban. El pastor M. fue la primera persona a la que le pedí que me ayudara en esta empresa; al no conseguir su ayuda, seguí solo, y presenté mi propuesta pidiendo suscritores. El pastor G., el ministro congregacional, sus dos diáconos, y unos pocos, doce o trece, de los hombres principales del lugar, alegremente y bien dispuestos firmaron sus nombres, y de inmediato se llamó a una reunión, y se organizó la “Sociedad de Temperancia de Fairhaven”.AJB 154.2

    La mayoría de los pocos que éramos, habíamos sido capitanes de barcos, y habíamos visto la influencia degradante que las bebidas ardientes ejercían sobre quienes las usaban, afuera y en casa. Por lo tanto, ellos parecían más listos para dar sus nombres e influencia para frenar este vicio monstruoso. El pastor G. exclamó: “¡Bien, capitán Bates, esto es justo lo que he estado queriendo ver!” La reunión fue organizada y se eligió al capitán Stephen Merihew, presidente, y al Sr. Charles Drew, secretario. Quedó pendiente la discusión de adoptar un estatuto, se votó que nos comprometeríamos a abstenernos del uso de bebidas embriagantes. No teniendo antecedentes ante nosotros, finalmente votamos que el ron, el gin, el aguardiente y el whisky, eran bebidas prohibidas. El vino, la cerveza, y la sidra se usaban tan libremente como bebida, que la mayoría de nuestros miembros en ese momento se oponían a incluirlos en la lista. Algunas dudas surgieron con la minoría, si debíamos ser capaces de sostener el espíritu de nuestros estatutos sin abstenernos de todas las bebidas embriagantes. Uno de nuestros miembros, que era conocido por su hospitalidad, dijo: “Sr. Presidente, ¿qué debo hacer cuando mis amigos vienen a visitarme desde Boston?” “Haz como yo hago, capitán S.”, dijo otro. “Yo no he ofrecido a mis amigos ningún licor para beber en mi casa estos diez años”. “Oh, usted está equivocado”, dijo el presidente, “¡son veinte años!” Sin duda se dijo esto, porque el hombre había dejado de seguir la moda de ofrecer licor a sus amigos antes de que otros estuvieran listos para unirse a él.AJB 154.3

    Se preguntó luego si se conocía alguna Sociedad de Temperancia. Se afirmó que ciertas personas en Boston habían concordado juntos, que en lugar de comprar su licor en pequeñas cantidades en los negocios, los obtendrían por barriles, y lo beberían en sus propias casas. Esta asociación se llamó “La asociación del barril”. No sabíamos de ninguna Sociedad de Temperancia que se hubiera organizado alguna vez, anterior a la de Fairhaven. Poco después de nuestra organización, se informó que uno de nuestro grupo había violado su compromiso. Él lo negó. “Pero, usted estaba borracho”, dijimos nosotros. Él declaró que no había bebido nada sino sidra, y eso estaba permitido. (Se nos dijo que su esposa decía que ella prefería que él bebiera aguardiente, porque cuando se emborrachaba con sidra se ponía igual de mal.) Durante el juicio de este miembro, él seguía declarando que no había violado la letra de los estatutos. Pero era evidente para la Sociedad que él había violado la intención y el espíritu de ellos, lo que él no estaba dispuesto a admitir, o siquiera prometer reformarse. Por lo tanto, fue expulsado.AJB 155.1

    La Sociedad aquí vio la necesidad de enmendar los estatutos y eliminar las palabras “bebidas espirituosas”, e insertar en su lugar, “todas las bebidas embriagantes”, o algo parecido que sostuviera y ayudara a la causa. A partir de esto, se introdujo una reforma que finalmente resultó en el rechazo de todas las bebidas embriagantes, excepto por propósitos medicinales. Esta reforma nos dio el nombre de “Teetotalers”, es decir, “Abstemios”.AJB 155.2

    Antes de esto, nuestra Sociedad de Temperancia había llegado a ser sumamente popular. Nuestras casas de reuniones a su vez, estaban atestadas con toda clase de personas para escuchar las conferencias sobre el tema, y los conversos, tanto hombre como mujeres, alegremente se comprometían por veintenas a seguir los Estatutos de Temperancia. Muchos de los ciudadanos de New Bedford que vinieron para escuchar, también se unieron a nosotros. De allí, se organizó una sociedad en su pueblo y también en otros. Pronto se hicieron arreglos, y se organizó una Sociedad de Temperancia del Condado de Bristol, y pronto siguió la Sociedad de Temperancia del Estado de Massachusetts. Periódicos de temperancia, folletos y conferenciantes, se multiplicaron por el país, y la oposición comenzó a rugir como las olas del mar, haciendo que la marea de la Temperancia disminuyera por un tiempo. Entonces vino “El Ejército del Agua Fría”, formado por niños desde los cuatro años en adelante¸ mezclando sus cantitos sencillos para alabar el agua —agua fría y pura—, nada mejor que el agua fría sin mezclas. Sus apelaciones sencillas y emocionantes¸ especialmente cuando estaban en asamblea en las reuniones de su sociedad, parecían dar un nuevo ímpetu a la causa, y volver a animar a sus padres a la obra de la abstinencia total de todas las bebidas embriagantes. Al examinar mis papeles el otro día, vi el libro que contenía los nombres de cerca de trescientos niños que habían pertenecido a nuestro “Ejército del Agua Fría” en Fairhaven.AJB 155.3

    En medio de nuestras labores de temperancia, mi hermano F. llegó de Sudamérica en el Empress. Pronto lo cargamos otra vez con una carga variada bajo mi mando, y sacamos papeles para ir a Sudamérica. Zarpamos de New Bedford en la mañana del 9 de agosto de 1827. Encontré mucho más difícil separarme de mi familia y amigos esta vez que nunca antes.AJB 156.1

    Nuestro piloto ahora nos dejó con una fuerte brisa que nos sopló una vez más al océano tempestuoso para un largo viaje. Como de costumbre, nuestras anclas estaban ahora guardadas y todo asegurado en caso que nos encontráramos con una tempestad. Al hacerse de noche y apartarnos del Faro Gay Head, distante unos veintiocho kilómetros [quince millas], todos los tripulantes fueron llamados a reunirse en el puente de mando. Todos menos uno eran extraños para mí, ya que habían venido de Boston el día antes. Leí nuestros nombres y el acuerdo para realizar este viaje, según los papeles de navegación, y pedí su atención mientras establecía las reglas y reglamentos que deseaba que observaran durante nuestro viaje.AJB 156.2

    Les hablé de la importancia de cultivar sentimientos bondadosos hacia los demás mientras estábamos solos en el océano, durante nuestro viaje programado. Declaré que con frecuencia había visto el surgimiento de sentimientos ásperos y odio a bordo, por no llamar a los hombres por sus nombres propios. Dije: “Aquí está el nombre de William Jones; que todos recuerden que mientras estamos realizando este viaje lo llamaremos William. Aquí está John Robinson; llámenlo John. Aquí está James Stubb; llámenlo James. No permitiremos que se llame a ninguno Bill, ni Jack, ni Jim aquí”. De la misma manera leí todos sus nombres, con el del primer y segundo maestres, y les pedí que siempre se dirigieran a los demás de una manera respetuosa, y se llamaran por sus nombres propios; y si los oficiales se dirigían a ellos de otro modo, deseaba que me informaran de ello.AJB 156.3

    Otra regla era que no permitiría juramentos durante el viaje. Dijo William Dunn: “Yo siempre he tenido ese privilegio, señor”. “Bien”, dije, “no podrá tenerlo aquí”, y cité el tercer mandamiento, y procuré mostrar cuán malo era jurar, pero él añadió: “¡No puedo evitarlo, señor!” Le contesté: “Entonces le ayudaré a evitarlo”. Él comenzó a razonar acerca de ello, y dijo: “Cuando me llaman en la noche para atar las velas superiores en mal tiempo, y las cosas no van bien, maldigo antes de pensarlo”. Le dije: “Si lo hace aquí, sé lo que haré con usted; lo llamaré y lo enviaré abajo, y dejaré que sus compañeros hagan el deber que le corresponde a usted”. Dunn vio que tal camino lo desprestigiaría, y dijo: “Trataré, señor”.AJB 157.1

    Otra regla era que no permitiríamos lavar o remendar ropa los domingos. Le dije a la tripulación: “Tengo un buen surtido de libros y papeles a los que ustedes tendrán acceso cada domingo. También procuraré enseñarles, para que puedan guardar santo el día del Señor. Tendrán todos los sábados de tarde para lavar y arreglar su ropa, tanto en el mar como en los puertos, y espero que aparezcan cada domingo de mañana con ropa limpia. Cuando lleguemos a un puerto podrán tener el mismo sábado de tarde en su turno para ir a tierra firme para ver el lugar, y conseguir lo que deseen, si vuelven a bordo de noche sobrios, porque observaremos el día de reposo a bordo en el puerto, y no les daremos ninguna libertad en tierra en domingo.AJB 157.2

    A esto Dunn recalcó otra vez: “Ese es el privilegio del marinero, y siempre he tenido la libertad de ir a tierra en domingo”. “Yo sé eso muy bien”, dije, interrumpiéndolo, “pero no puedo darle esa libertad”, y procuré mostrarles cuán malo era violar el santo día de Dios, y cuánto mejor se gozarían al leer y mejorar sus mentes, que en unirse a toda la maldad que los marineros tenían el hábito de hacer en los puertos extranjeros en ese día.AJB 157.3

    “Otra cosa que quiero decirles es, que no tenemos licor, o bebidas embriagantes a bordo”. “¡Eso me alegra!” dijo John R. Tal vez este era el primer viaje que realizaría alguna vez sin ellos. Añadí: “Tenemos una botella de aguardiente común y también una de ginebra, en el botiquín; yo los administraré, como los otros remedios, cuando crea que ustedes los necesiten. Esto es todo el licor que tenemos a bordo, y todo lo que tengo la intención de tener a bordo de este navío durante nuestro viaje; y prohíbo estrictamente a cualquiera de ustedes que traiga algo de este tipo a bordo cuando tengan la libertad de ir a tierra en puertos extranjeros. Y me gustaría poder persuadirlos de no beber nada cuando estén en tierra. Cuando se los llame a hacer su deber en las guardias abajo, esperaremos que vengan rápida y alegremente, y podrán retirarse otra vez tan pronto esté realizada su tarea, y también tener su guardia de la mañana abajo. Si cumplen estas reglas, y se portan como hombres, serán tratados bondadosamente, y nuestro viaje será muy placentero”. Luego me arrodillé y nos encomendamos al gran Dios, cuyas tiernas misericordias están en todas las obras de sus manos, para que nos proteja y guíe en nuestro camino por el océano a nuestro puerto de destino.AJB 157.4

    A la mañana siguiente, todos los hombres excepto el timonel, fueron invitados a la cabina con nosotros en nuestra oración matutina. Les dijimos que esta sería nuestra práctica mañana y tarde, y que estaríamos felices de tenerlos a todos con nosotros, para que podamos orar con ellos y por ellos. Y para animarlos más a leer, e informar sus mentes, nos propusimos publicar un diario dos veces por semana, o sea, los martes y viernes de mañana, durante el viaje. Antes de zarpar, había preparado una cantidad de libros, con los últimos periódicos, y también el último volumen de un periódico religioso semanal interesante, publicado en Boston, llamado “El Heraldo de Sion”. Comenzamos a entregar el primer número del volumen, exigiendo el retorno del último número antes de emitir el siguiente; este lo pusimos debajo del volumen, para ser recibido otra vez al final de seis meses.AJB 158.1

    La novedosa idea de un periódico bisemanal en el mar, interesó muchísimo a la tripulación, y cuando el primer número volvió a salir, y ellos comenzaron a re-leerlo, no escuché nada con respecto a que lo hubieran visto antes. Su interés en el periódico continuó durante todo el viaje. Durante la guardia de la mañana, abajo, con frecuencia caminaba hacia adelante, sin que me vieran, y escuchaba alguno de ellos leyendo en voz alta de su periódico matutino, y las observaciones que hacían.AJB 158.2

    Los domingos, cuando el tiempo lo permitía, teníamos cultos de adoración religiosos en el alcázar o cubierta de popa, si no, lo hacíamos en la cabina, cuando generalmente leíamos algún sermón selecto, y de la Biblia. Cuando estábamos en un puerto, no podíamos tener toda su atención en domingo, como cuando estábamos en el mar. A veces parecía difícil para ellos ser privados del privilegio de ir a tierra con otros grupos de marineros que nos pasaban para ese propósito. Pero gozábamos de paz y tranquilidad, mientras los otros alborotaban en tonteras y ebriedad. Después de unas pocas semanas era realmente gratificante verlos elegir sus libros de nuestra pequeña biblioteca el domingo de mañana, y leerlos, como también sus Biblias, para informar sus mentes: era tan diferente de sus prácticas anteriores a bordo del barco. También parecían alegres y dispuestos a obedecer cuando los llamábamos, y así siguieron.AJB 158.3

    Después de un viaje de cuarenta y siete días, llegamos sin dificultades a Paraíba, en la costa oriental de Sudamérica. De allí continuamos nuestro viaje a Bahía o Salvador, donde llegamos el 5 de octubre. No encontrando venta para nuestra carga, hicimos los arreglos para seguir a Sta. Catalina. La noche antes de nuestra llegada a Bahía, un corsario de Buenos Aires nos atacó a cañonazos y nos detuvo. El capitán pretendía creer que yo estaba cargado con mosquetes y pólvora para sus enemigos, los brasileños. Después de satisfacerse de lo contrario, nos liberaron.AJB 159.1

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