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A Fin de Conocerle - Contents
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    El ejemplo de Daniel de oración y confesión, 22 de septiembre

    Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza. Y oré a Jehová mi Dios e hice confesión. Daniel 9:3, 4.AFC64 273.1

    El ejemplo de Daniel de oración y confesión se ha dado para nuestra instrucción y ánimo. ... Daniel sabía que casi había terminado el tiempo del cautiverio de Israel; pero no creía que porque Dios había prometido libertarlos, ellos mismos no tuvieran que hacer su parte. Buscó al Señor con ayuno y contrición, confesando sus propios pecados y los de su pueblo.AFC64 273.2

    Daniel no pide nada basándose en sus propios méritos, sino que dice: “Inclina, oh Dios mío, tu oído, y oye; abre tus ojos, y mira nuestras desolaciones, y la ciudad sobre la cual es invocado tu nombre; porque no elevamos nuestros ruegos ante ti confiados en nuestras justicias, sino en tus muchas misericordias”. La intensidad de su deseo lo torna ferviente: “Oye, Señor; oh Señor, perdona; presta oído, Señor, y hazlo; no tardes, por amor de ti mismo, Dios mío; porque tu nombre es invocado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo”. Daniel 9:18, 19.AFC64 273.3

    ¡Qué oración notable es ésta que fue pronunciada por los labios de Daniel! ¡Cuánta humildad de alma revela! En las palabras que ascendían a Dios se advertía el calor del fuego celestial. El Cielo contestó esa oración enviando su mensajero a Daniel. En nuestros días, las oraciones que se ofrezcan en esta misma forma prevalecerán con Dios. “La oración eficaz del justo puede mucho”. Santiago 5:16. Así como en la antigüedad descendió fuego del cielo cuando se ofreció una oración, y consumió el sacrificio que estaba sobre el altar, así también el fuego celestial descenderá a nuestras almas como respuesta a nuestras oraciones. ... El Dios que escuchó la oración de Daniel escuchará las nuestras cuando acudamos a él arrepentidos. Nuestras necesidades son tan urgentes como las del profeta, nuestras dificultades son tan grandes como las suyas, y necesitamos tener su misma firmeza de propósito, y echar con fe nuestra carga sobre el gran Portador de las cargas.—The Review and Herald, 9 de febrero de 1897.AFC64 273.4

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