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El Ministerio de la Bondad - Contents
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    Capítulo 21—Los pobres de la iglesia

    Las necesidades de los domésticos de la fe—Nuestro amor hacia Dios debe expresarse haciendo bien a los menesterosos y dolientes de la familia de la fe, cuyas necesidades conocemos y debemos atender. Cada alma está bajo la obligación especial para con Dios de fijarse con compasión particular en sus pobres dignos. Por ningún pretexto debe pasárselos por alto.—Joyas de los Testimonios 2:509.MB 186.1

    “Así pues, según tengamos oportunidad, obremos lo que es bueno para con todos, y mayormente para con los que son de la familia de la fe”. Gálatas 6:10 (VM).MB 186.2

    En un sentido especial, Cristo ha confiado a su iglesia el deber de atender a los miembros necesitados. Permite que sus pobres se encuentren en el seno de cada iglesia. Siempre han de estar con nosotros, y Cristo encarga a los miembros de la iglesia una responsabilidad personal en lo que respecta a cuidar de ellos.MB 186.3

    Así como los miembros de una familia fiel cuidan unos de otros, atendiendo a los enfermos, soportando a los débiles, enseñando a los que no saben, educando a los inexpertos, así también los de “la familia de la fe” han de cuidar de sus necesitados y desvalidos. De ninguna manera han de desentenderse de ellos.—El Ministerio de Curación, 153.MB 186.4

    Dos clases que atender—Dos clases de pobres hay siempre entre nosotros: los que se arruinan por su propia conducta independiente y continúan en su transgresión, y los que por amor de la verdad han sido puestos en estrecheces. Debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, y si lo hacemos obraremos correctamente con ambas clases bajo la dirección y el consejo de la sana prudencia.MB 186.5

    No cabe la menor duda acerca de los pobres del Señor. Se les debe ayudar en todos los casos en que ello sea para su beneficio.MB 187.1

    Dios quiere que su pueblo revele a un mundo pecaminoso que no lo ha dejado perecer. Debemos esmerarnos en ayudar a aquellos que por causa de la verdad son expulsados de sus casas y obligados a sufrir. Cada vez más, habrá necesidad de corazones grandes y generosos, que, llenos de abnegación, se encarguen de esas personas a quienes el Señor ama. Los pobres que haya entre el pueblo de Dios no deben ser dejados sin que sus necesidades sean suplidas. Debe hallarse alguna manera por la cual puedan ganarse la vida. A algunos será necesario enseñarles a trabajar. Otros que trabajan arduamente y se ven recargados hasta lo sumo para sostener sus familias, necesitarán auxilio especial. Debemos interesarnos en esos casos, y ayudarles a conseguir empleo. Debe haber un fondo para ayudar a estas familias pobres, dignas, que aman a Dios y guardan sus mandamientos.MB 187.2

    Debe ejercerse cautela para que los recursos que se necesitan para esta obra no sean desviados hacia otros fines Auxiliar a los pobres que, por observar los mandamientos de Dios, se ven reducidos a padecer necesidad, es cosa muy diferente de lo que sería dejarlos en el abandono para ayudar a personas blasfemas que pisoteen los mandamientos de Dios. Y Dios ve la diferencia. Los observadores del sábado no deben pasar por alto a los dolientes y menesterosos del Señor, para asumir la carga de sostener a aquellos que continúan transgrediendo la ley de Dios, a aquellos que se han acostumbrado a esperar ayuda de cualquiera que los quiera sostener. Esta no es la debida clase de obra misionera. No está en armonía con el plan de Dios.MB 187.3

    Dondequiera que se establezca una iglesia, sus miembros deben hacer una obra fiel por los creyentes menesterosos. Pero no deben cesar con éstos. Deben ayudar también a otros, sin tener en cuenta su fe. Como resultado de un esfuerzo tal, algunos de éstos recibirán las verdades especiales para este tiempo.MB 188.1

    “Cuando hubiere en ti menesteroso de alguno de tus hermanos en alguna de tus ciudades, en tu tierra que Jehová tu Dios te da, no endurecerás tu corazón, ni cerrarás tu mano a tu hermano pobre: mas abrirás a él tu mano liberalmente, y en efecto le prestarás lo que basta, lo que hubiere menester. Guárdate que no haya en tu corazón perverso pensamiento, diciendo: Cerca está el año séptimo, el de la remisión; y tu ojo sea maligno sobre tu hermano menesteroso para no darle: que él podrá clamar contra ti a Jehová, y se te imputará a pecado. Sin falta le darás, y no sea tu corazón maligno cuando le dieres: que por ello te bendecirá Jehová tu Dios en todos tus hechos, y en todo lo que pusieres mano. Porque no faltarán menesterosos de en medio de la tierra; por eso yo te mando, diciendo: Abrirás tu mano a tu hermano, a tu pobre, y a tu menesteroso en tu tierra”. Deuteronomio 15:7-11.MB 188.2

    Por ciertas circunstancias, algunos de los que aman y obedecen a Dios, se empobrecen. Los hay que no son cuidadosos ni saben administrar sus cosas. Otros son pobres por causa de enfermedad y desgracia. Cualquiera que sea la causa, sufren necesidad y auxiliarlos es un ramo importante de la obra misionera.—Joyas de los Testimonios 2:507-509.MB 188.3

    La pobreza puede provenir de circunstancias adversas—No siempre se ha considerado como una señal de ineficacia cuando, debido a circunstancias adversas, la necesidad apremiante ha impulsado a un hermano a incurrir en deudas o sufrir por falta de alimento y vestido, aun cuando no pudiera cancelar estas deudas, luchando con todas sus fuerzas. Una mano ayudadora se ha extendido para los tales, para colocarlos sobre sus pies, libres de embarazos, para que pudieran hacer su obra en la viña del Señor y no ser oprimidos con el pensamiento de que una nube de deudas estaba pendiendo sobre ellos.—Manuscrito 34, 1894.MB 188.4

    La responsabilidad de la iglesia o iglesias—Es el deber de cada iglesia hacer cuidadosos y juiciosos arreglos para la atención de sus pobres y enfermos.—Carta 169, 1901.MB 189.1

    Dios permite que sus pobres estén dentro de cada iglesia. Siempre los habrá entre nosotros, y el Señor coloca sobre los miembros de cada iglesia una responsabilidad personal en lo referente a cuidarlos. No debemos transferir nuestra responsabilidad a otros. Debemos manifestar hacia los que están entre nosotros el mismo amor y simpatía que Cristo manifestaría si estuviese en nuestro lugar. Seremos así disciplinados y preparados para trabajar en las actividades de Cristo.MB 189.2

    El ministro debe educar a las diversas familias y fortalecer a la iglesia para que atienda a sus propios enfermos y pobres. Debe poder ejercitar las facultades que Dios ha dado a los hermanos, y si una iglesia está recargada en este respecto las otras iglesias deben acudir en su auxilio. Manifiesten los miembros de la iglesia tacto e ingenio para cuidar de estos hijos del Señor. Niéguense los lujos y adornos inútiles, a fin de poder acomodar a los menesterosos que sufren. Al hacer esto, ponen en práctica la instrucción dada en el capítulo 58 de Isaías, y recibirán la bendición pronunciada allí.—Joyas de los Testimonios 2:510.MB 189.3

    Cada miembro de iglesia ha de hacer su parte—Los hijos de Dios han de ser tan leales a los principios como el acero. El Señor ha señalado la obra que incumbe a cada miembro de iglesia. El declara que los miembros de iglesia han de hacer fielmente sus deberes para aquellos que están dentro de su alcance. Han de sostener generosamente a sus propios pobres. Han de ocuparse en obra misionera sistemática, enseñando a sus hijos a caminar en los senderos del Señor y a hacer juicio y justicia.MB 190.1

    Pero la luz que durante años ha estado delante de las iglesias ha sido desobedecida. No se ha hecho la obra que debería haberse realizado en favor de la humanidad doliente en cada iglesia. Los miembros de iglesia han dejado de prestar atención a la Palabra del Señor y esto les ha privado de una experiencia que debían haber ganado en la obra del Evangelio.—The Review and Herald, 4 de marzo de 1902.MB 190.2

    Se ha de cuidar de los pobres y de los necesitados. Estos no deben ser descuidados, no importa el costo o sacrificio que signifique para nosotros mismos.—The Youth’s Instructor, 26 de agosto de 1897.MB 190.3

    La iglesia ha de llevar la carga—Las iglesias que tienen pobres, no debieran descuidar su mayordomía y arrojar la carga de los pobres y enfermos sobre el sanatorio. Todos los miembros de las diversas iglesias son responsables ante Dios por sus afligidos. Debieran llevar sus propias cargas. Si tienen enfermos entre ellos, a quienes desean beneficiar con tratamientos, si pueden, deben enviarlos al sanatorio. Al hacer esto, no sólo favorecerán a la institución que Dios ha establecido, sino que estarán ayudando a los que necesitan auxilio, cuidando de los pobres, como Dios nos requiere que hagamos.—Testimonies for the Church 4:551.MB 190.4

    Cuando los pobres del Señor son descuidados—Cuando los pobres del Señor son descuidados y olvidados o saludados con miradas frías y palabras crueles, recuerde el culpable que está descuidando a Cristo en la persona de sus santos. Nuestro Salvador identifica su interés con el de la humanidad doliente. Así como el corazón del padre suspira, con tierna compasión, por los dolientes de su manada pequeña, así el corazón de nuestro Redentor simpatiza con los más pobres y humildes de sus hijos terrenales. El los ha colocado entre nosotros para despertar en nuestro corazón aquel amor que siente hacia los dolientes y oprimidos, y hará que sus juicios caigan sobre cualquiera que les cause perjuicios, los menosprecie o abuse de ellos.—Ibid. 620.MB 190.5

    Investigad las necesidades—Queremos agradeceros por vuestros buenos deseos, pero los pobres no pueden vivir cómodamente sólo con buenos deseos. Deben recibir alimentos y ropas como pruebas tangibles de vuestra bondad. Dios no quiere que ninguno de sus seguidores mendigue su pan. Os ha dado en abundancia para que podáis suplir las necesidades que ellos no alcanzan a suplir con su laboriosidad y estricta economía. No aguardéis a que llamen vuestra atención a sus necesidades. Obrad como Job. Lo que él no sabía, lo averiguaba. Haced una gira de inspección, y ved lo que se necesita, y cómo puede suplirse mejor.—Joyas de los Testimonios 2:42, 43.MB 191.1

    No esperemos que ellos vengan a nosotros—La pobreza y la desgracia en las familias llegarán a nuestro conocimiento y los afligidos y dolientes tendrán que ser aliviados. ... No esperéis que ellos vengan a vosotros. Examinad su vestimenta y ayudadles si necesitan ayuda. Debiéramos invertir medios para ayudar a jóvenes y señoritas a obtener una educación para llevar el Evangelio a los pobres, a fin de ayudar a los que se han aventurado por la fe, a situarse sobre la plataforma de la verdad eterna, cuando por hacer tal cosa se han colocado en una situación dificultosa. Cuando haya casos de necesidad especial, el ministro debiera estar preparado para aliviar a aquellos que están en la pobreza por causa de la verdad.—Manuscrito 25, 1894.MB 191.2

    Ayuda para los nuevos conversos que no tienen empleo—En nuestra obra de benevolencia, debería darse ayuda especial a los que, por medio de la presentación de la verdad, se han convencido y convertido. Debemos cuidar de aquellos que tienen el valor moral de aceptar la verdad, quienes, en consecuencia, pierden su situación y han renunciado al trabajo con el cual sostenían a sus familias. Debería hacerse provisión para ayudar a los pobres dignos y para proveer trabajo para aquellos que aman a Dios y guardan sus mandamientos. No se les debería dejar sin ayuda para que no se sientan forzados a trabajar el sábado o morir de hambre. Aquellos que tomen su posición del lado del Señor, deben ver en los adventistas del séptimo día un pueblo de corazón afectuoso, abnegado y que se sacrifica; que con alegría y gustosamente socorren a sus hermanos necesitados. A esta clase especial el Señor habla cuando dice: “A los pobres errantes metas en casa”. Isaías 58:7.—Testimonies for the Church 6:85.MB 192.1

    Proveed terreno para familias pobres—Donde el colegio está establecido [en Australia] debe haber terreno para huertos y jardines, donde los estudiantes puedan hacer ejercicio físico combinado con trabajo mental, y así algunos paguen la mitad o todo su curso en el colegio. También debería comprarse terreno, en el que las familias que no pueden obtener trabajo en las ciudades a causa de la observancia del sábado, puedan comprar pequeñas granjas y ganarse la vida. Esta es una real necesidad en este país. Debe darse instrucción en cuanto a labrar la tierra, y debemos esperar que el Señor bendiga este esfuerzo.—Manuscrito 23, 1894.MB 192.2

    Nuestro deber para con las familias pobres—Muchas veces se hacen preguntas referentes a nuestro deber con los pobres que aceptan el tercer mensaje; y nosotros mismos hemos deseado durante mucho tiempo saber cómo tratar con discreción los casos de familias pobres que aceptan el sábado. Pero mientras me hallaba en Roosevelt, estado de Nueva York, el 3 de agosto de 1861, me fueron mostradas algunas cosas respecto a los pobres.MB 193.1

    Dios no requiere de nuestros hermanos que se hagan cargo de cada familia pobre que acepta este mensaje. Si lo hubiesen de hacer, los predicadores dejarían de entrar en nuevos campos porque los fondos se agotarían. Muchos son pobres por falta de diligencia y economía. No saben usar correctamente sus recursos. Si se les ayudase, ello los perjudicaría. Algunos serán siempre pobres. Con tener las mejores ventajas, sus casos no mejorarían. No saben calcular y gastarían todos los recursos que podrían obtener, fuesen muchos o pocos. No saben negarse ciertas cosas y economizar para evitar deudas y ahorrar algo para los tiempos de necesidad. Si la iglesia ayudase a los tales, en vez de dejarlos fiar en sus propios recursos, les perjudicaría al fin; porque confían en la iglesia y esperan recibir ayuda de ella, y no practican la abnegación y economía cuando están bien provistos. Y si no reciben ayuda cada vez, Satanás los tienta, se ponen celosos y se erigen en conciencia de sus hermanos, pues temen que éstos dejarán de sentir su deber para con ellos. Ellos mismos son los que cometen el error. Están engañados. No son los pobres del Señor.MB 193.2

    Las instrucciones dadas en la Palabra de Dios con referencia a ayudar a los pobres no se aplican a tales casos, sino a los infortunados y afligidos. En su providencia, Dios ha afligido a ciertas personas para probar a otras. En la iglesia hay viudas e inválidos para bendición de la iglesia. Forman parte de los medios que Dios ha elegido para desarrollar el verdadero carácter de los que profesan seguir a Cristo, y para hacerles ejercer los preciosos rasgos de carácter de nuestro compasivo Redentor.MB 193.3

    Muchos que apenas pueden vivir cuando están solteros, deciden casarse y criar una familia, cuando saben que no tienen con qué sostenerla. Y lo peor es que no tienen ningún gobierno de su familia. Toda su conducta en la familia se caracteriza por hábitos de negligencia. No ejercen ningún dominio propio, y son apasionados, impacientes e inquietos. Cuando los tales aceptan el mensaje, les parece que tienen derecho a la ayuda de sus hermanos más pudientes, y si no se satisfacen sus expectativas, se quejan de la iglesia, y la acusan de no vivir conforme a su fe. ¿Quiénes deben sufrir en este caso? ¿Se debe desangrar la causa de Dios y agotar su tesorería, para cuidar de estas familias pobres y numerosas? No. Los padres deben ser los que sufran. Por lo general, no sufrirán mayor escasez después de aceptar el sábado que antes.MB 194.1

    Hay entre algunos de los pobres un mal que por cierto provocará su ruina a menos que lo venzan. Abrazaron la verdad apegados a costumbres groseras e incultas, y necesitan cierto tiempo para darse cuenta de su rusticidad y comprender que ella no está de acuerdo con el carácter de Cristo. Consideran orgullosos a los más ordenados y refinados, y a menudo, se les oye decir: “La verdad nos pone a todos en el mismo nivel”. Pero es un grave error pensar que la verdad rebaja a quien la recibe. Lo eleva, refina sus gustos, santifica su criterio, y si se vive conforme a ella, lo hace a uno cada vez más idóneo para gozar de la sociedad de los santos ángeles en la ciudad de Dios. La verdad está destinada a elevarnos a todos a un alto nivel.MB 194.2

    Los más pudientes deben actuar siempre noble y generosamente con los hermanos más pobres; han de darles también buenos consejos, y luego dejarles pelear las batallas de la vida. Pero me fué mostrado que la iglesia tiene el deber solemnísimo de cuidar especialmente de las viudas, huérfanos e inválidos indigentes.—Joyas de los Testimonios 1:93-95.MB 195.1

    Consejo en cuanto a un trabajo equilibrado—Cristo no nos ha pedido que demos toda nuestra labor y nuestros dones a los pobres. Tenemos una obra que hacer en beneficio de aquellos que están cumpliendo su comisión: “Id por todo el mundo; predicad el Evangelio a toda criatura”. El incremento del ministerio requerirá un incremento de los medios. ...MB 195.2

    Cuando gastáis dinero, considerad: “¿Estoy fomentanto la prodigalidad?” Cuando dais a los pobres y desventurados, meditad: “¿Los estoy ayudando o les estoy haciendo daño?” ...MB 195.3

    Pensad en las necesidades de nuestro campo misionero en todo el mundo. ... El tiempo presente está agobiado por intereses eternos. Hemos de desplegar el estandarte de la verdad ante un mundo que perece en el error. Dios llama a los hombres a reunirse bajo la bandera ensangrentada de Cristo, dar la Biblia a la gente, multiplicar reuniones de congresos adventistas en diferentes localidades, prevenir a las ciudades y enviar la amonestación cerca y lejos, por los vallados y por los caminos del mundo.—Manuscrito 4, 1899.MB 195.4

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