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En los Lugares Celestiales - Contents
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    Cristo, la revelación de Dios, 12 de enero

    Pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios. Juan 16:27.ELC 20.1

    Nos aterrorizamos cuando contemplamos la santidad y gloria del Dios del universo pues sabemos que su justicia no le permitirá limpiar la culpa. Pero no necesitamos permanecer en el terror pues Cristo vino al mundo a revelar el carácter de Dios, a explicarnos su amor paternal para sus hijos adoptivos. No hemos de estimar el carácter de Dios sólo por las estupendas obras de la naturaleza sino por la sencilla y amante vida de Jesús que presentó a Jehová como más misericordioso, más compasivo, más tierno que nuestros padres terrenales.ELC 20.2

    Jesús presentó al Padre como a Uno a quien podemos darle nuestra confianza y presentarle nuestras necesidades. Cuando nos aterrorizamos ante Dios y estamos abrumados por el pensamiento de su gloria y majestad, el Padre señala a Cristo como su representante. Lo que veis revelado en Jesús, de ternura, compasión y amor, es el reflejo de los atributos del Padre. La cruz del Calvario revela al hombre el amor de Dios. Cristo representa al Soberano del universo como a un Dios de amor. Él dijo por la boca del profeta: “Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia”.ELC 20.3

    Tenemos acceso a Dios por los méritos del nombre de Cristo, y Dios nos invita a llevarle nuestras pruebas y tentaciones; pues las entiende todas. Él no quiere que nosotros derramemos nuestras quejas en oídos humanos. Por la sangre de Cristo podemos llegarnos al trono de la gracia, y hallar gracia para el oportuno socorro. Con seguridad podemos allegarnos diciendo: “Mi aceptación es en el Amado”. “Por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre”.ELC 20.4

    Como un padre terrenal anima a su hijo para que vaya a él siempre, así el Señor nos anima a depositar ante él nuestras necesidades y perplejidades, nuestra gratitud y nuestro amor. Cada promesa es segura. Jesús es nuestra Garantía y Mediador, y ha colocado a nuestra disposición todos los recursos a fin de que podamos tener un carácter perfecto.—The Youth’s Instructor, 22 de septiembre de 1892.ELC 20.5

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