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En los Lugares Celestiales - Contents
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    Ansia del cielo, 27 de diciembre

    Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová; mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo. Salmos 84:2.ELC 370.1

    Cuando el pueblo de Dios aparte sus ojos de las cosas de este mundo y los ponga en el cielo y en las cosas celestiales, serán un pueblo peculiar, porque verán la misericordia, bondad y compasión que Dios ha manifestado por los hijos de los hombres. Su amor les exigirá una respuesta, y sus vidas evidenciarán a quienes los rodean que el espíritu de Dios los domina, que están poniendo sus afectos en las cosas de arriba y no en las de la tierra.ELC 370.2

    Al pensar en el cielo, podemos llevar nuestra imaginación hasta el límite más amplio y pensar los más elevados pensamientos de que seamos capaces, y nuestra mente se fatigará en el esfuerzo por comprender la anchura, profundidad y altura del asunto. Es imposible para nuestras mentes abarcar los grandes temas de la eternidad. Es imposible que nos esforcemos por comprender esas cosas sin que esto afecte todo nuestro carácter para el bien y recibamos una influencia elevadora en nuestra mente. Al pensar en cómo Cristo vino a nuestro mundo para morir por el hombre caído, entendemos algo del precio que se pagó por nuestra redención y comprendemos que no existe verdadera bondad o grandeza sin Dios.ELC 370.3

    Sólo por la luz que brilla de la cruz del Calvario sabemos a qué profundidad de pecado y degradación cayó la raza humana por el pecado. Sólo por la extensión de la cadena que desciende del cielo para levantarnos podemos conocer las profundidades en las que estuvimos sumidos. Y sólo teniendo presentes las realidades invisibles es como podemos comprender algo del maravilloso tema de la redención.—Manuscrito 17, 1888.ELC 370.4

    Estamos casi en el hogar; pronto oiremos la voz del Salvador más hermosa que cualquier música, diciendo: Tu lucha ha terminado. Entra en el gozo de tu Señor. Bendita, bendita bendición; deseo escucharla de sus labios inmortales.—Manuscrito 8, 1888.ELC 370.5

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