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En los Lugares Celestiales - Contents
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    La segura ancla de la fe, 30 de abril

    Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro. 1 Juan 3:2, 3.ELC 129.1

    Aquí el ojo de la fe es dirigido a Dios, para ver el invisible, no las cosas que ahora están a la vista. La fe vive en la expectación de un bien futuro; discierne ventajas inexpresables en el don celestial. La esperanza de la vida futura es una parte esencial de nuestra fe cristiana. Cuando permitimos que las atracciones del mundo se interpongan entre el alma y Dios, lo único que podemos ver es el mundo... Mirad más alto, fijad el ojo de la fe en las cosas invisibles y seréis fuertes en la fortaleza divina.ELC 129.2

    Nuestra fe aumenta al mirar a Jesús, que es el centro de todo lo atractivo y hermoso. Cuanto más contemplamos lo celestial, tanto menos vemos cosas deseables o atractivas en lo terreno. Cuanto más continuamente fijamos el ojo de la fe en Cristo en quien están centradas nuestras esperanzas de vida eterna, tanto más crece nuestra fe; nuestra esperanza se fortalece, nuestro amor se hace más intenso y ferviente, con la claridad de nuestra mirada interior espiritual, y nuestra inteligencia espiritual aumenta. Nos damos cuenta cada vez más de la realidad del llamado de Dios a purificarnos a nosotros mismos de las costumbres y prácticas de un mundo que no conoce a Dios ni a Jesucristo a quien envió.ELC 129.3

    Cuanto más contemplamos a Cristo, hablamos de sus méritos y relatamos su poder, tanto más plenamente reflejaremos su imagen en nuestros propios caracteres y tanto menos someteremos nuestras mentes y afectos a las influencias paralizadoras del mundo. Cuanto más nuestra mente se espacie en Jesús, tanto menos nos envolverá la neblina de la duda. Carta 30, 1893.*5—E. L. C.ELC 129.4

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