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En los Lugares Celestiales - Contents
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    Preparados para las mansiones celestiales, 5 de octubre

    A fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. Efesios 5:27.ELC 287.1

    Cristo está pronto a venir en las nubes del cielo, y debemos estar preparados para encontrarlo sin tener mancha, ni arruga ni cosa semejante... El poder transformador de Dios debe estar sobre nuestros corazones. Debemos estudiar la vida de Cristo e imitar el Modelo divino. Debemos espaciarnos en la perfección de su carácter y ser transformados a su imagen. Nadie entrará en el reino de Dios a menos que su voluntad sea puesta en cautividad a la voluntad de Cristo.—The Review and Herald, 5 de diciembre de 1912.ELC 287.2

    Los profesos cristianos se mantienen demasiado cerca de las cosas vulgares de la tierra. Sus ojos están acostumbrados a ver sólo las cosas comunes y sus mentes se complacen en las cosas que contemplan sus ojos. Su experiencia religiosa es a menudo superficial e insatisfactoria, y sus palabras son livianas y sin valor. ¿Cómo podrán los tales reflejar la imagen de Cristo? ...ELC 287.3

    El cielo está libre de todo pecado, de toda contaminación e impureza; y si deseamos vivir en su atmósfera, si deseamos contemplar la gloria de Cristo, debemos ser puros de corazón, perfectos de carácter por medio de su gracia y su justicia. No debemos embargarnos con placeres o diversiones, sino prepararnos para las gloriosas mansiones que Cristo ha ido a preparar para nosotros...ELC 287.4

    Cristo está pronto a venir en gloria; y cuando su majestad se revele, el mundo deseará haber tenido su favor. En ese momento, todos desearemos un lugar en las mansiones celestiales. Pero los que no confiesen a Cristo ahora en palabra, en vida, en carácter, no podrán esperar que él los reconozca delante de su Padre y de sus ángeles santos. ¡Oh, cuán dichosos los que estén preparados para la cena de boda del Cordero, los que estén revestidos con la justicia de Cristo!—Ibid.ELC 287.5

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