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En los Lugares Celestiales - Contents
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    La verdad, nuestra salvaguardia, 9 de diciembre

    Entonces, si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo, o mirad, allí está, no lo creáis. Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos. Mateo 24:23, 24.ELC 352.1

    En el desierto de la tentación Satanás se presentó a Cristo como un ángel de las cortes de Dios. Por sus palabras, y no por su aspecto, fue como el Salvador reconoció al enemigo.—The Review and Herald, 22 de julio de 1902.ELC 352.2

    Se acerca el tiempo en que Satanás obrará milagros ante vuestros ojos pretendiendo que es Cristo; y si vuestros pies no están firmemente asentados sobre la verdad de Dios, entonces seréis desplazados de vuestro fundamento. Vuestro único resguardo es escudriñar la verdad y sus tesoros ocultos. Cavad por la verdad como lo haríais por tesoros terrenales, y presentando la Palabra de Dios, la Biblia, ante vuestro Padre celestial decid: Ilumíname; enséñame lo que es la verdad. Y cuando su Santo Espíritu entre en vuestro corazón, para grabar la verdad en vuestra alma, no le dejaréis ir fácilmente. Habréis ganado una experiencia tal en el escudriñamiento de las Escrituras que cada punto se habrá fijado.—The Review and Herald, 3 de abril de 1888.ELC 352.3

    Si alguna vez hubo un tiempo en que tuvimos necesidad de fe e iluminación espiritual, es ahora. Los que están velando con oración y escudriñando diariamente las Escrituras con el ferviente deseo de conocer y hacer la voluntad de Dios, no serán extraviados por ninguno de los engaños de Satanás...ELC 352.4

    Tenemos necesidad de la verdad en todo punto. La necesitamos no adulterada con el error, ni contaminada por las máximas, costumbres y opiniones del mundo. Necesitamos la verdad con todas sus inconveniencias. La aceptación de la verdad incluye siempre una cruz. Pero Jesús dio su vida en sacrificio por nosotros, ¿y no le rendiremos nuestros mejores afectos, nuestras más santas aspiraciones, nuestro servicio más pleno?—The Review and Herald, 25 de agosto de 1885.ELC 352.5

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