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Cada Día con Dios - Contents
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    Cristianos resplandecientes, 3 de noviembre

    Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas. 1 Tesalonicenses 5:5.CDCD 314.1

    Conocer a Dios implica confiar plenamente en él. ¡Oh, qué opiniones albergan los hombres acerca de Dios hoy día! Los hombres necesitan una restauración que los ponga en correcta relación con Dios y consigo mismos. Es tan difícil que los hombres aprecien sus propios motivos y juzguen correctamente su propio espíritu; es tan difícil que los hombres reconozcan francamente y con todo el corazón, como David: “He pecado; he manifestado un espíritu diferente del de Cristo”.CDCD 314.2

    Los hombres que han ejercido mayor poder en nuestro mundo han vivido a la luz reflejada por la luz del Calvario. Sus confesiones surgieron de corazones llenos de pesar por causa de sus errores y equivocaciones. No hicieron valer su bondad, su inteligencia y su habilidad delante de Dios. Dijeron en cambio: “No tengo nada que ofrecerte; sólo me aferro de tu cruz”...CDCD 314.3

    Los cristianos ciertamente se oponen a la ostentación. En la medida que lo son, se revisten de humildad, y esta gracia los convierte en una luz que contrasta con las tinieblas. Si somos cristianos no trataremos de conseguir que los hombres nos alaben y nos exalten, ni seremos inducidos a abandonar la obra por dinero o por alabanzas. Los cristianos no abandonarán su puesto de deber...CDCD 314.4

    Jesús dice: “Vosotros sois la luz del mundo... Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”. Mateo 5:14, 16. Hay quienes observarán el ejemplo y sentirán la influencia de una vida cristiana consecuente. Jesús no induce al cristiano a que se esfuerce con el fin de resplandecer, sino que simplemente deje que su luz resplandezca sobre el mundo mediante rayos claros y distintos. No ocultemos la luz. No la escondamos pecaminosamente. No permitamos que la neblina y los miasmas del mundo la eclipsen. No la escondamos debajo de la cama o de un almud, sino pongámosla en un candelero para que alumbre a todos los que están en casa. No nos esforcemos para exaltarnos con el fin de resplandecer, ni nos escondamos en una cueva como Elías cuando se desanimó; en cambio, salgamos, pongámonos junto a Dios, y resplandezcamos. Dios nos intima a resplandecer, para que la luz disipe las tinieblas morales del mundo. Seamos la sal que le da sabor a la vida de los hombres.—Manuscrito 40, del 3 de noviembre de 1890, “La visión en Salamanca”.CDCD 314.5

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