Habilidad
Cabezas serenas y buen sentido—“Actualmente la causa de Dios necesita hombres y mujeres que posean raras calificaciones y buenas facultades de administración; hombres y mujeres que hagan una investigación paciente y cabal de las necesidades de la obra en los diversos campos; se necesita a quienes tengan una gran capacidad para el trabajo; quienes posean corazones cálidos y bondadosos, cabezas serenas, buen sentido y juzguen sin prejuicios; quienes estén santificados por el Espíritu de Dios, y puedan decir intrépidamente ‘No’, o ‘Sí’ y ‘Amen’ a las propuestas hechas; quienes tengan fuertes convicciones, claro entendimiento y corazones puros, llenos de simpatía; quienes practiquen las palabras: ‘Todos vosotros sois hermanos’ (Mateo 23:8); quienes procuren elevar y restaurar a la humanidad caída”.—Obreros Evangélicos, 439.LC 27.1
Inteligencia y habilidad—“El hombre que está a la cabeza de cualquier trabajo en la causa de Dios debe ser un hombre inteligente, un hombre capaz de administrar con éxito grandes intereses, un hombre de temperamento apacible, paciencia como la de Cristo y perfecto dominio propio. Sólo quien tenga su corazon transformado por la gracia de Cristo puede ser un dirigente adecuado”.—Medical Ministry, 164, 165.LC 27.2
Tacto, diligencia, entusiasmo—“Se necesita administradores en cada ramo de la obra para que ésta pueda continuar con energía y método. Si un hombre posee tacto, diligencia y entusiasmo, tendrá éxito en los negocios temporales, y las mismas cualidades, consagradas a la obra de Dios, demostrarán ser doblemente eficientes; porque el poder divino estará combinado con el esfuerzo humano. Los mejores planes, ya sea en asuntos temporales como espirituales, evidenciarán fallas en su ejecución si se los confía a manos inexpertas, incapaces”.—Testimonies for the Church 5:276.LC 27.3
Se exige habilidad evidente—“Quienes han sido encargados de la administración de los distritos más importantes deberían tener notables habilidades. Deberían ser hombres capaces de llevar responsabilidades. Sería bueno que varios hombres se hiciesen cargo de ese trabajo. No se debería dejar a un solo hombre la supervisión de esos importantes aunque descuidados campos. A pesar de los testimonios en contra, nuestros pastores han hecho caso omiso y han buscado lugares más favorables, donde ya hay iglesias establecidas. Se ha hecho un trabajo indolente”. Manuscrito 34, 1901, p. 3, (20 de abril de 1901, “Nuestros obreros de edad”).LC 27.4
La responsabilidad del liderazgo no es un juego de niños—“La posición que ocupa mi esposo no es envidiable. Requiere el cuidado y la atención más cuidadosa, y esfuerzo mental. Exige el ejercicio de una sabiduría y un juicio sólidos. Demanda abnegación propia, un corazón íntegro y una voluntad firme para hacer que las cosas funcionen. En esa importante posición, Dios quiere tener a un hombre que se aventure, que arriesgue algo; que se desplace firmemente a favor de lo justo, sean cuales fueren las consecuencias; que batalle contra los obstáculos y que nunca vacile, aunque en ello le vaya la vida”.—Testimonies for the Church 1:320.LC 28.1
¿Y qué de nuestra propia habilidad para hacer algo?—“La atmósfera de la iglesia es tan frígida, su espíritu es de tal naturaleza, que los hombres y las mujeres no pueden sostener o soportar el ejemplo de la piedad primitiva nacida del cielo. El calor de su primer amor está congelado, y a menos que sean bañados por el bautismo del Espíritu Santo, su candelabro será quitado de su lugar, si no se arrepienten y hacen las primeras obras. Las primeras obras de la iglesia se veían cuando los creyentes se buscaban amigos, parientes y conocidos, y con corazones desbordantes de amor les contaban la historia de lo que Jesús era para ellos y lo que ellos eran para Jesús. ¡Ojalá que el Señor despierte a los que ocupan puestos de responsabilidad para que no emprendan la obra confiando en su propia habilidad! La obra que salé de sus manos carecerá del molde y de la inscripción de Cristo”.—Testimonios para los Ministros, 167, 168.LC 28.2