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Testimonios para la Iglesia, Tomo 7 - Contents
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    En todos los países

    El Señor nos invita a despertar a la conciencia de nuestras responsabilidades. Dios ha dado una obra que hacer a cada ser humano. Cada uno puede vivir una vida de utilidad. Aprendamos todo lo que podamos para ser luego una bendición para los demás al impartirles el conocimiento de la verdad. Que cada uno sirva de acuerdo con sus habilidades, y que ayude a llevar las cargas voluntariamente.7TPI 59.4

    Dondequiera que uno vaya hay una tarea que realizar en favor de todas las clases sociales. Debemos acercarnos a los pobres y a los depravados que han caído por causa de su intemperancia. Y, al mismo tiempo, tampoco debemos olvidar a las clases más elevadas: abogados, ministros, senadores y jueces, muchos de los cuales son esclavos de hábitos intemperantes. No debemos escatimar ningún esfuerzo para mostrarles que la salvación de sus almas es importante, y que vale la pena luchar por la vida eterna. Debiéramos invitar a la gente que ocupa posiciones elevadas a que acepten el voto de abstinencia total, y pedirles que dediquen el dinero que normalmente gastarían en la satisfacción de los dañinos hábitos de licor y tabaco, al establecimiento de instituciones donde niños y jóvenes se puedan preparar para ocupar posiciones de utilidad en el mundo.7TPI 59.5

    Sobre nosotros ha resplandecido una gran luz. ¡Pero cuán poco reflejamos esa luz ante el mundo! Hay ángeles celestiales que esperan que los seres humanos colaboren con ellos en la obra de promover los principios de la verdad en forma práctica. Una gran parte de esta tarea será realizada por medio de las actividades de nuestros sanatorios y por otros medios diversos. Estas instituciones están llamadas a ser monumentos para Dios, donde su poder sanador alcance a todas las clases: a encumbrados y bajos, a ricos y pobres. Cada dólar que se invierta en esta obra en el nombre de Cristo se transformará en una bendición tanto para el dador como para la humanidad sufriente.7TPI 60.1

    El trabajo misionero médico es la mano derecha del Evangelio. Es una necesidad para el avance de la causa de Dios. El poder salvador de la verdad se hará evidente a medida que a través de esta tarea los seres humanos sean guiados a descubrir la importancia que tienen los hábitos correctos en la manera de vivir. Obreros entrenados para realizar un trabajo médico misionero debe establecerse en cada ciudad. Puesto que los métodos divinos para el tratamiento de las enfermedades constituyen la mano derecha del mensaje del tercer ángel, abrirán las puertas para la entrada de la verdad presente. En muchos países se deben hacer circular las publicaciones que contienen el mensaje de la salud. Nuestros médicos de Europa y de otras regiones deberían despertar a la necesidad de que hombres que sepan lo que hagan escriban obras sobre salud que puedan alcanzar a la gente con las instrucciones más esenciales y de un modo fácil de entender.7TPI 60.2

    El Señor concederá una oportunidad de colaborar con él a los sanatorios cuya obra ya esté establecida, con el fin de ayudar al establecimiento de otros centros. Cada nueva institución será considerada una hermana para ayudar en la gran obra de proclamar el mensaje del tercer ángel. A nuestros sanatorios Dios les ha dado la oportunidad de iniciar una obra semejante a una piedra dotada de vida que crece a medida que una mano invisible la hace rodar. Que esta piedra mística se ponga en movimiento.7TPI 60.3

    El Señor me ha instruido con referencia a las personas que establecerán sanatorios en nuevos lugares en el futuro, para que comiencen su trabajo con humildad, consagrando todas sus habilidades a su servicio. Los edificios que se construyan no han de ser grandes ni costosos. Se deben establecer hospitales pequeños en conexión con nuestras escuelas. Jóvenes y señoritas hábiles y consagrados debieran reunirse en estos hospitales; que sean personas que se conduzcan en el amor y el temor de Dios, jóvenes que, cuando estén listos para graduarse, no consideren que ya saben todo lo que necesitan, sino que estudiarán con diligencia las lecciones dadas por Cristo y las practicarán cuidadosamente. Delante de los tales irá la justicia de Cristo, y la gloria de Dios será su retaguardia.7TPI 61.1

    Se me ha mostrado que en muchas ciudades es aconsejable que un restaurante funcione en conexión con las salas de tratamiento. Ambas instituciones pueden colaborar en la tarea de levantar en alto los principios rectos. Junto con éstas, a veces es aconsejable tener salas que sirvan como albergues para los enfermos. Estos establecimientos servirán como semilleros para los sanatorios localizados en el campo y es mejor que se los haga funcionar en edificios alquilados. En las ciudades no debemos construir edificios grandes para el cuidado de los enfermos, porque Dios ha indicado claramente que los enfermos pueden ser cuidados con mayor eficiencia fuera de las ciudades. En muchos lugares se verá la necesidad de comenzar con el trabajo de los sanatorios dentro de las ciudades; sin embargo, en la medida de lo posible, se debiera transferir esta obra al campo tan pronto como se pueda encontrar un lugar aceptable.7TPI 61.2

    De acuerdo con la luz que he recibido, en lugar de dedicar todas nuestras energías a la construcción de unas pocas instituciones médicas enormes, debiéramos establecer muchas, aunque más pequeñas. Encontrar los talentos necesarios para dirigir como se debe un sanatorio grande, resulta casi imposible. En esos casos no todos los obreros se hallan bajo el control del Espíritu de Dios, como debieran, y entre ellos reina un espíritu de mundanalidad.7TPI 61.3

    La fuerza y el gozo de beneficiar a la humanidad no dependen de edificios costosos. Debemos recordar cuántas personas sufren por falta del alimento y el vestido necesarios. Nuestros planes de edificación no debieran verse afectados por nuestras aspiraciones de grandeza. Cumplamos nuestro deber, y dejemos los resultados con Dios, el único que puede concedemos el éxito. Cualquier otro dinero adicional que se pueda obtener gástese en la instalación de centros adecuados para la restauración de la salud. Que todos nuestros sanatorios sean erigidos para proveer salud y felicidad; háganse planes para situarlos de tal manera que los pacientes obtengan las bendiciones de la luz del sol; y arréglense de tal modo que se ahorre cada paso innecesario.7TPI 61.4

    En esta obra es mejor comenzar en forma pequeña en muchos lugares y permitir que la Providencia divina indique con cuánta rapidez se han de aumentar las instalaciones. Los centros pequeños que se establezcan crecerán hasta transformarse en instituciones grandes. Habrá una distribución de las responsabilidades y así los obreros adquirirán gradualmente una mayor fuerza mental y espiritual. El establecimiento de estas instituciones producirá mucho bien si todos los que trabajan en ellas abandonan sus ambiciones egoístas y mantienen la gloria de Dios siempre delante de ellos. Mucha de nuestra gente debería encontrarse trabajando en campos nuevos; pero que al hacerlo nadie busque sobresalir. Las mentes de los obreros deben estar santificadas.7TPI 62.1

    En todas nuestras labores recordemos que el mismo Jesús que alimentó a la multitud con cinco panes y dos pecesitos es capaz de concedernos hoy el fruto de nuestro trabajo. El mismo que dijo a los pescadores de Galilea: “Echad vuestras redes para pescar” (Lucas 5:4) y que, cuando obedecieron, permitió que se llenaran hasta romperse, desea también que su pueblo vea en este incidente una evidencia de lo que hará en favor de ellos en la actualidad. Hoy todavía vive y reina el mismo Dios que envió el maná del cielo para los hijos de Israel. El guiará a su pueblo y le dará capacidad y entendimiento para realizar la obra que les pide hacer. En respuesta a la oración ferviente, concederá sabiduría a quienes luchan por realizar su deber consciente e inteligentemente. El trabajo que llevan a cabo cobrará proporciones más grandes bajo su dirección; muchos aprenderán a llevar sus cargas con fidelidad, y el éxito coronará sus esfuerzos.7TPI 62.2

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