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Mente, Cáracter y Personalidad 1 - Contents
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    Capítulo 8—La religión y la mente1Véase el capítulo 43, La mente y la salud espiritual.

    El amor de Cristo vitaliza el ser entero—El amor que Cristo infunde en todo nuestro ser es un poder vivificante. Da salud a cada una de las partes vitales: el cerebro, el corazón y los nervios. Por su medio las energías más potentes de nuestro ser despiertan y entran en actividad. Libra al alma de culpa y tristeza, de la ansiedad y congoja que agotan las fuerzas de la vida. Con él vienen la serenidad y la calma. Implanta en el alma un gozo que nada en la tierra puede destruir: el gozo que hay en el Espíritu Santo, un gozo que da salud y vida.—El Ministerio de Curación, 78 (1905).1MCP89 65.1

    La obra de Cristo es sanar a los quebrantados de corazón—El poder sanador de Dios se hace sentir en toda la naturaleza. Si se corta un árbol, si un ser humano se lastima o se rompe un hueso, la naturaleza empieza inmediatamente a reparar el daño. Aun antes que exista la necesidad, están listos los elementos sanadores, y tan pronto como se lastima una parte, todas las energías se dedican a la obra de restauración. Lo mismo ocurre en el reino espiritual. Antes que el pecado creara la necesidad, Dios había provisto el remedio. Toda alma que cede a la tentación, es herida por el adversario, pero dondequiera que haya pecado, está el Salvador. Es obra de Cristo “sanar a los quebrantados de corazón;...pregonar libertad a los cautivos ...poner en libertad a los oprimidos”. Lucas 4:18.—La Educación, 113 (1903).1MCP89 65.2

    La receta del Salvador para los males mentales y espirituales—Las palabras de nuestro Salvador: “Venid a mí, ...que yo os haré descansar” (Mateo 11:28), son una receta para curar las enfermedades físicas, mentales y espirituales. A pesar de que por su mal proceder los hombres han atraído el dolor sobre sí mismos, Cristo se compadece de ellos. En él pueden encontrar ayuda. Hará cosas grandes en beneficio de quienes en él confíen.—El Ministerio de Curación, 78, 79 (1905).1MCP89 66.1

    El Evangelio versus la ciencia y la literatura—La ciencia y la literatura no puede llevar a la mente oscurecida de los hombres la luz que puede dar el glorioso evangelio del Hijo de Dios. Sólo él puede hacer la gran obra de iluminar el alma. No es extraño que Pablo exclamara: “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree”. Romanos 1:16. El evangelio de Cristo llega a ser personalidad en los que creen, y los hace epístolas vivientes, conocidas y leídas por todos los hombres. De esta manera, la levadura de la piedad pasa a la multitud. Las inteligencias celestiales pueden discernir los verdaderos elementos de grandeza del carácter, pues sólo la bondad es estimada como eficiencia por Dios.—The Review and Herald, 15 de diciembre de 1891; Fundamentals of Christian Education, 199, 200.1MCP89 66.2

    Sólo el Evangelio puede curar los males que maldicen a la sociedad—El único remedio para los pecados y dolores de los hombres es Cristo. Únicamente el Evangelio de su gracia puede curar los males que azotan a la sociedad. La injusticia del rico hacia el pobre, el odio del pobre hacia el rico, tienen igualmente su raíz en el egoísmo, el cual puede extirparse únicamente por la sumisión a Cristo. Solamente él da un nuevo corazón de amor en lugar del corazón egoísta de pecado. Prediquen los siervos de Cristo el Evangelio con el Espíritu enviado desde el cielo, y trabajen como él lo hizo por el beneficio de los hombres. Entonces se manifestarán, en la bendición y la elevación de la humanidad, resultados que sería totalmente imposible alcanzar por el poder humano.—Palabras de Vida del Gran Maestro, 200; 175 (1900).1MCP89 66.3

    Sólo mediante el desarrollo armonioso puede alcanzarse la perfección—El mejoramiento del espíritu es un deber que tenemos para con nosotros mismos, para con la sociedad y para con Dios. Pero nunca debemos idear medios de cultivar el intelecto a expensas de lo moral y lo espiritual. Y es únicamente por el desarrollo armonioso de las facultades mentales y morales como puede alcanzarse la más alta perfección de ambas.—Consejos para los Maestros Padres y Alumnos, 527; 418 (1913).1MCP89 67.1

    La levadura divina cambia la mente—En la parábola la mujer puso la levadura en la harina. Era necesaria para suplir una necesidad... Así obra la levadura divina... La mente es transformada; las facultades son puestas al trabajo. El hombre no recibe nuevas facultades, pero las que tiene son santificadas. La conciencia, muerta hasta entonces, se despierta. Pero el hombre no puede hacer este cambio por sí mismo. Sólo puede hacerlo el Espíritu Santo...1MCP89 67.2

    Cuando nuestras mentes son controladas por el Espíritu de Dios, entenderemos la lección que enseña la parábola de la levadura. Los que abren sus corazones para recibir la verdad percibirán que la Palabra de Dios es el gran instrumento en la transformación del carácter.—The Review and Herald, 25 de julio de 1899.1MCP89 67.3

    La verdad del evangelio proporciona un propósito firme—Cada uno de nosotros necesita tener una profunda percepción de las enseñanzas de la Palabra de Dios. Nuestras mentes deben estar preparadas para soportar toda prueba, y para resistir cada tentación, venga ésta de afuera o de adentro. Debemos saber por qué creemos como lo hacemos, y por qué estamos del lado del Señor. La verdad debe mantenerse despierta en nuestros corazones, lista para hacer sonar la alarma, y llamarnos a la acción contra todo enemigo. Los poderes de las tinieblas apuntarán sus baterías contra nosotros; y todo el que sea indiferente y descuidado, que haya puesto sus afectos en su tesoro terrenal, y que no se haya preocupado por comprender el trato de Dios con su pueblo, pronto llegará a ser una víctima. Ningún poder fuera del conocimiento de la verdad como es en Jesús, podrá mantenernos firmes; pero teniendo esto, uno hará huir a mil, y dos pondrán en fuga a diez mil.—The Review and Herald, 29 de abril de 1884; Nuestra Elavada Vocacion, 334.1MCP89 67.4

    Consagrarnos a Cristo produce paz—Todo nuestro futuro depende de nuestra acción individual en abrir nuestro corazón para recibir al Príncipe de paz. Nuestras mentes pueden encontrar reposo y quietud al dedicarnos a Cristo, en quien está la eficiencia del poder. Habiendo obtenido esa paz, ese consuelo, esa esperanza, que El ofrece a tu alma, tu corazón se regocijará en Dios nuestro Salvador por la grande y maravillosa esperanza que te ofrece como persona que reconoce el gran Don. Entonces estarás tan agradecido que alabarás a Dios por el gran amor y gracia que te otorgó.1MCP89 68.1

    Contempla a tu Ayudador, Jesucristo. Dale la bienvenida e invita a su amorosa presencia. Tu mente puede ser renovada día tras día, y es tu privilegio aceptar la paz y el descanso, elevarte por sobre las preocupaciones, y alabar a Dios por tus bendiciones. No levantes barreras con cosas objetables para mantener a Jesús lejos de tu alma. Cambia tu voz; no te quejes; expresa tu gratitud por el gran amor de Cristo que se te ha mostrado y se te sigue ofreciendo.—Carta 294, 1906.1MCP89 68.2

    Espaciarse en Cristo provee estímulo—Si permitiéramos que nuestras mentes se espacian más en Cristo y el mundo celestial, encontraríamos un poderoso estímulo y apoyo al pelear las batallas del Señor. El orgullo y el amor al mundo perderán su poder cuando contemplamos las glorias de esa tierra mejor que tan pronto será nuestro hogar. Comparadas con la hermosura de Cristo todas las atracciones terrenales parecerán de poco valor.—The Review and Herald, 15 de noviembre de 1887.1MCP89 69.1

    El conocimiento fortalece la mente y el alma—Necesitamos conocimientos que robustezcan la mente y el alma, y nos hagan mejores hombres y mujeres. La educación del corazón es mucho más importante que lo aprendido de los libros. Es bueno, hasta esencial, poseer cierto conocimiento del mundo en que vivimos; pero si no tenemos en cuenta la eternidad, experimentaremos un fracaso del cual jamás nos repondremos.—El Ministerio de Curación, 356 (1905).1MCP89 69.2

    La mente y la lucha espiritual—Nuestro progreso en pureza moral depende de la correcta manera de pensar y de actuar. “No lo que entra en la boca contamina al hombre; mas lo que sale de la boca, esto contamina al hombre”. “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios las blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre”. Mateo 15:11, 19, 20.1MCP89 69.3

    Los malos pensamientos destruyen el alma. El poder convertidor de Dios cambia el corazón, refina y purifica los pensamientos. A menos que se haga un esfuerzo decidido para mantener los pensamientos centrados en Cristo, la gracia no se puede revelar en la vida. La mente tiene que entrar en la lucha espiritual. Cada pensamiento debe ser llevado en cautiverio a la obediencia de Cristo. Todos los hábitos deben ser puestos bajo el control de Dios.—Carta 123, 1904.1MCP89 69.4

    La ocupación de la mente es una salvaguardia contra el mal—Como salvaguardia contra el mal, la mente ocupada en cosas buenas es de mucho más valor que un sinnúmero de barreras, de leyes y disciplina.—La Educación, 213 (1903).1MCP89 69.5

    Una imaginación pervertida produce oscuridad—Si el ojo de la mente contempla la excelencia del misterio de la piedad, la ventaja de las riquezas espirituales sobre las mundanales, el cuerpo entero estará lleno de luz. Si la imaginación está pervertida por la fascinación de la pompa y el esplendor terrenales hasta que la ganancia parezca piedad, el cuerpo entero estará lleno de oscuridad. Cuando los poderes de la mente están concentrados sobre los tesoros de la tierra, se rebajan y degradan.—The Review and Herald, 18 de septiembre de 1888.1MCP89 70.1

    La mente dirigida al Creador, y no a la exaltación propia—Si se concediera a este principio [trabajar para gloria de Dios] la atención que merece por su importancia, se efectuaría un cambio radical en algunos de los métodos corrientes de enseñanza. En vez de despertar el orgullo, la ambición egoísta y un espíritu de rivalidad, los maestros procurarían evocar un sentimiento de amor a la bondad, a la verdad y a la belleza; harían desear lo excelente... En vez de ser encauzado hacia las meras normas terrestres o movido por el deseo de exaltación propia que de por sí empequeñece y rebaja, el espíritu sería dirigido hacia el Creador, para conocerle y llegar a serle semejante.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 646 (1890).1MCP89 70.2

    Aguas vivas versus cisternas rotas—Jesús conocía las necesidades del alma. La pompa, las riquezas y los honores no pueden satisfacer el corazón. “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.” Los ricos, los pobres, los encumbrados y los humildes son igualmente bienvenidos. El promete aliviar el ánimo cargado, consolar a los tristes, dar esperanza a los abatidos. Muchos de los que oyeron a Jesús lloraban esperanzas frustradas; muchos alimentaban un agravio secreto; muchos estaban tratando de satisfacer su inquieto anhelo con las cosas del mundo y la alabanza de los hombres; pero cuando habían ganado todo encontraban que habían trabajado tan sólo para llegar a una cisterna rota en la cual no podían aplacar su sed. Allí estaban en medio del resplandor de la gozosa escena, descontentos y tristes. Este clamor repentino: “Si alguno tiene sed,” los arrancó de su pesarosa meditación, y mientras escuchaban las palabras que siguieron, su mente se reanimó con una nueva esperanza. El Espíritu Santo presentó delante de ellos el símbolo hasta que vieron en él el inestimable don de la salvación.—El Deseado de Todas las Gentes, 417, 418 (1898).1MCP89 70.3

    Se necesita la unión de lo divino con la iniciativa humana—El Espíritu proporciona la fortaleza que sustenta al alma que lucha y se esfuerza en toda emergencia, en medio de la hostilidad de los parientes, del odio del mundo, de la comprensión de sus propias imperfecciones y errores. La unión del esfuerzo divino y humano, la estrecha conexión, primero, último y siempre con Dios, la fuente de toda fortaleza—esto es absolutamente necesario.—The Review and Herald, 19 de mayo de 1904; Nuestra Elavada Vocacion, 153.1MCP89 71.1

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