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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 - Contents
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    Andad en la luz

    Me fue revelado que los hijos de Dios moran demasiado bajo una nube. No es voluntad de su Padre que ellos vivan en incredulidad. Jesús es luz, y en él no hay tinieblas. Sus hijos son hijos de luz. Son renovados a su imagen y llamados a salir de las tinieblas a su luz admirable. El es la luz del mundo, y lo mismo son los que le siguen. No deben andar en tinieblas, sino obtener la luz de la vida. Cuanto más lucha el pueblo de Dios para imitar a Cristo, con tanto mayor perseverancia será perseguido por el enemigo; pero al estar cerca de Cristo se fortalece para resistir los esfuerzos que hace nuestro astuto enemigo para apartarlo de Jesús.1TPI 359.3

    Me fue mostrado que establecemos un número excesivo de comparaciones entre nosotros mismos, tomando a hombres falibles por nuestro modelo, cuando tenemos un Dechado seguro e infalible. No debemos medirnos por el mundo, ni por las opiniones de los hombres, ni por lo que éramos antes de aceptar la verdad. Nuestra fe y nuestra posición en el mundo, tal como son ahora, deben compararse con lo que habrían sido si nuestra senda nos hubiese llevado siempre hacia adelante y hacia arriba desde que profesamos seguir a Cristo. Esta es la única comparación que se puede hacer sin peligro. En cualquier otra que se haga, habrá engaño. Si el carácter moral y el estado espiritual de los hijos de Dios no corresponden a las bendiciones, los privilegios y la luz que él les ha concedido, aquéllos son pesados en la balanza, y los ángeles los declaran faltos.1TPI 360.1

    Algunos parecen ignorar su verdadero estado. Ven la verdad, pero no perciben su importancia ni sus requerimientos. Oyen la verdad, pero no la comprenden plenamente, porque no amoldan su vida a ella, y por lo tanto no son santificados por la obediencia. Y sin embargo, permanecen tan despreocupados y satisfechos como si los precediese la nube de día y la columna de fuego de noche, como señales del favor de Dios. Profesan conocer a Dios, pero en sus obras lo niegan. Se declaran su pueblo escogido y peculiar, pero su presencia y poder de salvar hasta lo sumo se manifiestan rara vez en ellos. ¡Cuán grandes son las tinieblas de los tales! Sin embargo, no lo saben. La luz resplandece, pero no lo comprenden. No hay mayor engaño que pueda seducir a la mente humana que aquel de hacer creer a los hombres que están perfectamente bien y que Dios acepta sus obras cuando están pecando contra él. Confunden la forma de la piedad con el espíritu y poder de ella. Suponen que son ricos y no necesitan nada, cuando son pobres, miserables, ciegos y desnudos, y lo necesitan todo.1TPI 360.2

    Hay quienes profesan seguir a Cristo, y sin embargo, no hacen esfuerzo alguno en las cosas espirituales. En cualquier empresa mundanal realizan esfuerzos y manifiestan ambición para lograr su objeto y obtener el fin deseado; pero en la empresa de la vida eterna, donde todo está en juego y donde la felicidad eterna depende de su éxito, obran con tanta indiferencia como si no fuesen agentes morales, como si otro estuviese jugando el juego de la vida por ellos, y no tuviesen nada que hacer sino aguardar el resultado. ¡Oh, qué insensatez! ¡Qué locura! Si todos quisieran tan sólo manifestar el grado de ambición, celo y fervor para la vida eterna que manifiestan en sus empresas mundanales, serían vencedores y victoriosos. Vi que cada uno debe obtener experiencia por sí mismo, cada uno debe desempeñar bien y fielmente su parte en el juego de la vida. Satanás aguarda su oportunidad para arrebatar las gracias preciosas cuando estamos desprevenidos, y tendremos que sostener un severo conflicto con las potestades de las tinieblas para retenerlas, o para recuperar una gracia celestial si por falta de vigilancia la perdemos.1TPI 360.3

    Pero me fue mostrado que es privilegio de los creyentes obtener fuerza de Dios para retener todo don precioso. La oración ferviente y eficaz será respetada en el cielo. Cuando los siervos de Cristo toman el escudo de la fe para defenderse, y la espada del Espíritu para la guerra, hay peligro en el campamento del enemigo, y algo debe hacerse. La persecución y el oprobio acechan a aquellos que están dotados de poder de lo alto y dispuestos a ponerlo en acción. Cuando la verdad, en su sencillez y fuerza, prevalezca entre los creyentes y ejerza su influencia contra el espíritu del mundo, será evidente que no hay concordia entre Cristo y Belial. Los discípulos de Cristo deben ser ejemplos vivos de la vida y el espíritu de su divino Maestro.1TPI 361.1

    Jóvenes y ancianos tienen que sostener un conflicto, una guerra. No tienen que dormirse ni por un momento. Un enemigo astuto está constantemente alerta para descarriarlos y vencerlos. Los que creen en la verdad presente deben ser tan vigilantes como su enemigo y manifestar sabiduría para resistir a Satanás. ¿Lo harán? ¿Perseverarán en esta guerra? ¿Se apartarán cuidadosamente de toda iniquidad? Se niega a Cristo de muchas maneras. Podemos negarle hablando de una manera contraria a la verdad, hablando mal de otros, conversando insensatamente o bromeando, o mediante palabras ociosas. En estas cosas manifestamos poca perspicacia o prudencia. Nos debilitamos a nosotros mismos; nuestros esfuerzos son débiles para resistir a nuestro gran enemigo, y somos vencidos. “De la abundancia del corazón habla la boca”. Mateo 12:34. Y por nuestra falta de vigilancia, confesamos que Cristo no está en nosotros.1TPI 361.2

    Los que vacilan en cuanto a dedicarse sin reserva a Dios no siguen fielmente a Cristo. Le siguen a una distancia tan grande que la mitad del tiempo no saben realmente si están siguiendo en sus pisadas o en las del gran enemigo. ¿Por qué tardamos tanto en renunciar a nuestro interés en las cosas de este mundo, y admitir a Cristo como nuestro único interés? ¿Por qué habríamos de desear conservar la amistad de los enemigos de nuestro Señor, seguir sus costumbres y ser guiados por sus opiniones? Debemos entregarnos completamente y sin reserva a Dios, apartarnos del amor al mundo y a las cosas terrenales, o no podremos ser discípulos de Cristo.1TPI 362.1

    La vida y el espíritu de Cristo son la única norma de excelencia y perfección; y la única conducta segura que podamos seguir es la que él ejemplificó. Si así lo hacemos él nos guiará con sus consejos, y más tarde nos recibirá en la gloria. Debemos contender con diligencia, y estar dispuestos a sufrir mucho a fin de andar en las pisadas de nuestro Redentor. Dios está dispuesto a trabajar por nosotros, a darnos su Espíritu sin restricciones, si luchamos, vivimos y creemos para obtenerlo; entonces podremos andar en la luz, como él está en luz. Podremos regocijarnos en su amor y beber de su rica plenitud. 1TPI 362.2

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