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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 - Contents
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    La contraseña del cristiano

    Querido Hno. B: Se me mostró que usted actúa mayormente basado en los sentimientos en vez de los principios firmes. Le falta una experiencia profunda y completa en las cosas de Dios. Necesita ser convertido plenamente a la verdad. Cuando el corazón de un individuo está completamente convertido, éste consagra al Señor todo lo que posee. Usted todavía no ha experimentado esta consagración. Usted ama la verdad de palabra, pero no ha manifestado ese amor con sus hechos y por sus frutos. Sus acciones, sus hechos, son evidencia de su amor sincero, o de su indiferencia para con Dios, su causa y sus semejantes.1TPI 597.1

    ¿Cómo manifestó Cristo su amor por los pobres mortales? Por el sacrificio de su propia gloria, sus propias riquezas, y aun su propia vida preciosísima. Cristo consintió en vivir una vida de humillación y grandes sufrimientos. Se sometió a las crueles burlas de una multitud furiosa y criminal, y a la muerte más dolorosa en la cruz. Dijo Cristo: “Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando”. Juan 15:12-14. Damos evidencia de ser los amigos de Cristo cuando manifestamos obediencia implícita a su voluntad. No es evidencia el decir y no hacer. En cambio, la evidencia consiste en hacer, en obedecer. ¿Quiénes están obedeciendo el mandamiento de amarse unos a otros así como Jesús los ha amado? Hno. B, si usted obedece el mandamiento de Cristo debiera tener un amor más firme, profundo y abnegado de lo que jamás ha desplegado hasta ahora.1TPI 597.2

    A usted le falta benevolencia. Lucha por evitar las responsabilidades, los problemas o los gastos en favor de la causa de Dios. Usted ha invertido muy poco en la causa. Cuál sea la empresa que el hombre valora más, se deja ver en sus inversiones. Si coloca mayor estima en las cosas eternas que en las cosas temporales, lo demostrará por sus obras; invertirá y arriesgará la cantidad mayor en aquello que valore en mayor grado, y que al fin le represente la mayor ganancia.1TPI 597.3

    Algunos hombres que profesan la verdad se ocupan en empresas mundanales, invirtiendo mucho en ellas, y corriendo grandes riesgos. Si pierden casi todo lo que poseen, se entristecen profundamente, porque sienten la inconveniencia de las pérdidas que sufrieron. Pero no piensan que su conducta poco sabia privó de medios a la causa de Dios, y que, como mayordomos suyos, deben rendir cuenta de este desperdicio del dinero del Señor. Si se les exigiera que arriesgaran algo en favor de la causa de Dios, y que invirtieran siquiera la cuarta parte de lo que perdieron por invertirlo en las cosas de este mundo, sentirían que el cielo es demasiado caro.1TPI 598.1

    No se aprecian las cosas eternas. Usted no es rico, y sin embargo su corazón puede hallarse puesto en igual forma sobre lo poco que usted tiene, y puede aferrarse a ello con tanta fuerza como el millonario retiene sus tesoros. Las ganancias que usted obtenga de sus inversiones en las empresas del mundo serán pequeñas, muy pequeñas; mientras que, por otra parte, si invierte en la causa de Dios, si hace que esa causa llegue a ser parte de usted mismo, y la ama como usted se ama a sí mismo, estando dispuesto a sacrificarse por hacerla avanzar, mostrando su confianza y fe en el triunfo final, recogerá una preciosa cosecha, si no en esta vida, en la vida mejor que ésta. Obtendrá usted una recompensa eterna, la cual es de valor tanto más elevado que cualquier ganancia común y terrena, como lo inmortal se halla por encima de lo perecedero.1TPI 598.2

    Hermano B, usted parecía ansioso de saber qué se había dicho con respecto a su posición en la iglesia, y qué opinábamos nosotros de ella. Todo eso no es otra cosa que lo que acabo de escribir. Yo temía por usted, debido a lo que se me ha mostrado de sus peculiaridades. Usted actuaba por impulso. Oraba si sentía deseos de hacerlo, y hablaba si le daba la gana. Asistía a una reunión si sentía la disposición, y si no, se quedaba en casa. Le faltaba mucho espíritu de sacrificio propio. Ha consultado sus propios deseos y comodidad, y se ha agradado a sí mismo en vez de sentir que debía agradar a Dios. ¡Al deber! ¡Al deber! Manténgase siempre en su puesto. ¿Se ha alistado usted como soldado de la cruz de Cristo? Si es así, sus sentimientos no lo excusan de cumplir con su deber. Debe estar dispuesto a soportar las dificultades como un buen soldado. Salga del campamento llevando el oprobio, porque así hizo el Capitán de su salvación. Las cualidades de un obispo, un anciano o un diácono son que sea “irreprensible, como administrador de Dios; no soberbio, no iracundo, no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino hospedador, amante de lo bueno, sobrio, justo, santo, dueño de sí mismo, retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen”. Tito 1:7-9.1TPI 598.3

    Pablo enumera los preciosos dones que debemos desear, y exhorta a los hermanos: “El que reparte, [hágalo] con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría. El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno. Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros. En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor; gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración; compartiendo para las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad”. Romanos 12:8-13. “A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos; atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna”. 1 Timoteo 6:17-19. Aquí se nos propone una inversión sabia y perfectamente segura; las buenas obras se nos especifican y recomiendan para que las practiquemos, para que usted las practique. Aquí hay valiosas ganancias, sin el peligro de fracasar. Se puede asegurar un tesoro en el cielo, una acumulación constante que le dará al inversionista un título de vida eterna. Y cuando se termine su vida aquí y se cierre el tiempo de gracia, podrá aferrarse de la vida eterna.1TPI 599.1

    Hermano B, a usted no le gusta la hospitalidad; usted rechaza las cargas. Siente que es una pesada tarea alimentar a los santos y atender a sus necesidades, y que todo lo que se haga en este sentido es pérdida. Le ruego que lea los pasajes citados más arriba, y mi ferviente oración es que Dios le conceda comprensión y discernimiento. Como familia, ustedes necesitan cultivar la liberalidad y preocuparse menos de sí mismos. Aprecien la oportunidad de invitar a los hijos de Dios a su casa, y según lo requiera la ocasión, compartan con ellos alegremente aquello de lo cual Dios les ha hecho mayordomos. No hagan estos pequeños favores con desgano. Al hacer estas cosas en favor de los discípulos de Cristo, las hacéis en favor del Maestro. Del mismo modo, si escatimáis a los santos de Dios vuestra hospitalidad, se la negáis también a Jesús.1TPI 599.2

    La reforma pro salud es esencial para ustedes dos. La Hna. B ha sido lenta en esta buena obra, y ha dejado que en ella se levante oposición, sin saber a qué se estaba oponiendo. Ha resistido el consejo de Dios en perjuicio de su propia alma. El apetito intemperante ha provocado debilidad y enfermedad, debilitando los poderes morales, y haciéndola incapaz de apreciar la sagrada verdad, el valor de la expiación, que es esencial para la salvación. La Hna. B ama este mundo. En sus afectos no se ha separado del mundo para entregarse sin reservas a Dios, como él requiere. El Señor no aceptará un sacrificio a medias. Todo, todo, todo es de Dios, y se nos exige rendir un servicio perfecto. Dice Pablo: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo [no moribundo], santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”. Romanos 12:1, 2. ¡Qué privilegio se nos depara, de probar por nosotros mismos, experimentalmente, la mente del Señor y su voluntad para con nosotros! ¡Alabemos su querido nombre por este precioso don! Se me ha mostrado que, antes que la Hna. B pueda aferrarse con seguridad del mundo mejor, debe romper su asidero de este mundo.1TPI 600.1

    Hno. B, usted debe moverse con cuidado y mantener el control sobre su yo. Sea paciente, bondadoso y humilde. A la vista de Dios es de gran precio el espíritu manso y apacible. Usted debiera apreciar lo que Dios considera de valor. En la vida de ustedes dos debe cumplirse una obra definida si quieren estar a la altura de la medida de Dios. Trabajad mientras dura el día, pues viene la noche, en la cual nadie puede obrar. Colocaos ambos en la claridad de la luz, y luego podréis dejar que vuestra luz brille de tal modo que otros, al ver vuestras buenas obras, sean guiados a glorificar a vuestro Padre celestial.1TPI 600.2

    Greenville, Míchigan, 23 de enero de 1868.1TPI 600.3

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