El joven rico
Mientras me encontraba en Monterrey, Míchigan, el 8 de octubre de 1854 se me mostró en visión que la condición de muchos observadores del sábado era como la del joven rico que acudió a Jesús para averiguar lo que debía hacer a fin de heredar la vida eterna.1TPI 159.2
“Entonces vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿Qué bien haré para tener la vida eterna? El le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno si no uno: Dios. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. Le dijo: ¿Cuáles? Y Jesús dijo: No matarás. No adulterarás. No hurtarás. No dirás falso testimonio. Honra a tu padre y a tu madre; y, amarás a tu prójimo como a ti mismo. El joven le dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta? Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme. Oyendo el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.1TPI 159.3
“Entonces Jesús dijo a sus discípulos. De cierto os digo, que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Otra vez os digo, que es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios. Sus discípulos, oyendo esto, se asombraron en gran manera, diciendo: ¿Quién, pues, podrá ser salvo? Y mirándolos Jesús, les dijo: Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible”. Mateo 19:16-26.1TPI 159.4
Jesús le citó al joven rico cinco de los últimos seis mandamientos, y también el segundo gran mandamiento que sirve como base a los últimos seis. El joven pensó que había guardado los que Jesús mencionó. El Señor no habló de los primeros cuatro mandamientos, que contienen nuestro deber hacia Dios. En respuesta a la pregunta del joven: “¿Qué más me falta?” Jesús le contestó: “Si quieres ser perfecto, anda vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo”.1TPI 159.5
Ahí estaba su deficiencia. Falló en guardar los primeros cuatro mandamientos, y también los últimos seis. Falló en amar a su prójimo como a sí mismo. Jesús dijo: “Dalo a los pobres”. Jesús tocó sus posesiones. “Vende lo que tienes y dalo a los pobres”. En esta referencia directa señaló cuál era su ídolo. Su amor a las riquezas era supremo, por lo tanto era imposible que él amara a Dios de todo corazón, con toda el alma y con toda la mente. Y ese amor supremo por sus riquezas cerró sus ojos a las necesidades de sus semejantes. No amó a su prójimo como a sí mismo, y por lo tanto falló en guardar los últimos seis mandamientos. Su corazón estaba con su tesoro. Fue absorbido por sus posesiones terrenas. Amaba sus posesiones más que a Dios, más que al tesoro celestial. Escuchó las condiciones de boca de Jesús. Si vendiera sus bienes y diera el producto a los pobres, tendría tesoro en el cielo. Esa era una prueba para establecer cuánto más apreciaba la vida eterna que las riquezas. ¿Se aferró él a la posibilidad de recibir la vida eterna? ¿Luchó sinceramente por remover el obstáculo que se encontraba en el camino que debía recorrer para tener un tesoro en el cielo? Oh, no; en cambio “se fue triste, porque tenía muchas posesiones”.1TPI 160.1
Se me llamó la atención a estas palabras: “Es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios”. Jesús dijo: “Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible”. El ángel dijo: “¿Permitirá Dios a los ricos quedarse con sus riquezas y al mismo tiempo entrar en el reino de Dios?” Otro ángel contestó: “No, nunca”.1TPI 160.2
Vi que el plan de Dios es que esas riquezas se utilicen debidamente, que se distribuyan para bendición de los necesitados, y para hacer avanzar la obra de Dios. Si los hombres aman sus riquezas más de lo que aman a sus semejantes, más de lo que aman a Dios o las verdades de su Palabra, si sus corazones están con sus riquezas, no podrán tener vida eterna. Estarán más dispuestos a abandonar la verdad que a vender sus posesiones y dar el producto a los pobres. En esto se los prueba para demostrar cuánto aman a Dios, y cuánto aman la verdad; lo mismo que el joven de la Biblia, muchos se van tristes porque no pueden tener sus riquezas y también un tesoro en el cielo. No pueden tener ambas cosas, de modo que se arriesgan a perder la vida eterna por conservar las posesiones mundanales.1TPI 160.3
“Es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios”. Para Dios todo es posible. La verdad entronizada en el corazón por el Espíritu de Dios hará desaparecer el amor por las riquezas. El amor a Jesús y por las riquezas no puede permanecer en un mismo corazón. El amor de Dios sobrepasa tanto el amor a las riquezas que quien lo posee se desprende de sus riquezas y transfiere sus afectos a Dios. Mediante el amor es en adelante inducido a proveer recursos para la causa de Dios. Experimenta un placer supremo al disponer correctamente de los bienes del Señor. Predomina el amor a Dios y a sus semejantes, y todo lo que tiene no lo considera suyo propio, sino que cumple fielmente su deber como mayordomo de Dios. Así puede cumplir los dos grandes mandamientos de la ley: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente”. Mateo 22:37. “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Mateo 22:39. En esta forma es posible que un rico entre en el reino de Dios. “Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna. Pero muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros”. Mateo 19:29-30.1TPI 161.1
Aquí está la recompensa para los que se sacrifican por Dios. Reciben cien veces más en esta vida y también heredarán la vida eterna. “Pero muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros”. Se me mostró aquellos que reciben la verdad pero no viven de acuerdo con ella. Se aferran a sus posesiones y no están dispuestos a distribuir parte de sus bienes para hacer progresar la causa de Dios. No tienen fe para aventurarse y confiar en Dios. Su amor a este mundo absorbe su fe. Dios pide una parte de sus bienes, pero ellos no le obedecen. Razonan que han trabajado duramente para obtener lo que poseen, de modo que no pueden prestarlo al Señor, porque temen padecer necesidad. “Hombres de poca fe”. Lucas 12:28. El mismo Dios que cuidó a Elías en tiempo de hambre, no dejará abandonado a ninguno de sus hijos abnegados. El que tiene contados los cabellos de las cabezas de sus hijos, los cuidará y los sustentará en el día cuando haya hambre. Mientras los malvados perezcan a su alrededor por falta de pan, su pan y su agua estarán seguros. Los que sigan aferrándose a su tesoro terrenal, y no dispongan en forma adecuada de lo que Dios les ha prestado, perderán su tesoro en el cielo y también la vida eterna.1TPI 161.2
Dios en su providencia ha enternecido los corazones de algunos que poseen riquezas, y los ha convertido a la verdad, para que con sus bienes contribuyan a mantener en marcha su obra. Y si los que son ricos no hacen esto, si no cumplen el propósito de Dios, él los pasará por alto, y traerá a otros para que llenen su lugar y cumplan su propósito, y distribuyan gozosamente sus posesiones para satisfacer las necesidades de la causa de Dios. En esto serán primeros. Dios tendrá en su causa a personas que harán esto.1TPI 162.1
El podría enviar recursos financieros desde el cielo para llevar adelante su obra; pero él no trabaja en esta forma. Ha dispuesto que los seres humanos sean sus instrumentos, y que así como se efectuó un gran sacrificio para redimirlos, también ellos desempeñen una parte en esta obra de salvación, sacrificándose por los demás, y al hacerlo muestren cuánto aprecian el sacrificio que se hizo por ellos.1TPI 162.2
Se me dijo que prestara atención a lo que dice Santiago 5:1-3: “¡Vamos ahora, ricos! Llorad y aullad por las miserias que os vendrán. Vuestras riquezas están podridas, y vuestras ropas están comidas de polilla. Vuestro oro y plata están enmohecidos; y su moho testificará contra vosotros, y devorará del todo vuestras carnes como fuego. Habéis acumulado tesoros para los días postreros”.1TPI 162.3
Vi que estas temibles palabras se aplican especialmente a los ricos que profesan creer la verdad presente. El Señor los llama a usar sus recursos a fin de hacer progresar su causa. Se les presentan oportunidades, pero ellos cierran sus ojos a las necesidades de la causa, y se aferran a su tesoro terrenal. Su amor por el mundo es mayor que su amor por la verdad, su amor por sus semejantes o su amor por Dios. El pide que le den de sus bienes, pero ellos retienen lo que poseen en forma egoísta y codiciosa. Dan un poquito una vez u otra para tranquilizar su conciencia, pero no han vencido su amor por este mundo. No se sacrifican por Dios. El Señor ha traído a otros que aprecian la vida eterna, y que pueden sentir y comprender algo de lo que vale el alma, y que han dado abundantemente de sus recursos para hacer progresar la causa de Dios. La obra está por concluirse, y pronto ya no se necesitarán los recursos de los que han conservado sus riquezas, sus grandes granjas, su ganado, etc. Vi al Señor volverse airado hacia tales personas, y pronunciar estas palabras: “¡Vamos ahora, ricos!” El ha llamado, pero no habéis querido escuchar. El amor a este mundo ha ahogado su voz. Ahora ya no os necesita, de modo que os deja diciéndoos: “Vamos ahora, ricos!”1TPI 162.4
Vi que era algo terrible ser abandonado por el Señor en esa forma, que era algo espantoso aferrarse a los bienes perecederos de este mundo, cuando él ha dicho que si vendemos y damos ofrendas, podemos hacernos tesoros en el cielo. Se me mostró que al ir concluyendo la obra, y al avanzar la verdad con gran poder, esos hombres ricos traerán sus recursos y los colocarán a los pies de los siervos de Dios, rogándoles que los acepten. La respuesta de los siervos de Dios será: ¡Vayan ahora, ricos!” vuestros recursos ya no son necesarios. Los retuvisteis cuando hubiérais podido hacer bien haciendo progresar la causa de Dios. Los necesitados han sufrido, porque no han sido bendecidos con vuestros recursos. Dios no aceptará vuestras riquezas ahora. “¡Vayan ahora, ricos!”1TPI 163.1
Luego se me dijo que prestara atención a estas palabras: “He aquí, clama el jornal de los obreros que han cosechado vuestras tierras, el cual por engaño no les ha sido pagado por vosotros; y los clamores de los que habían segado han entrado en los oídos del Señor de los ejércitos” Santiago 5:4. Vi que Dios no estaba en todas las riquezas que se obtienen. Con frecuencia Satanás tiene mucho más que ver que Dios con la adquisición de propiedades. Muchas riquezas se obtienen porque no se paga con justicia a los obreros. El hombre rico naturalmente es codicioso, obtiene sus riquezas oprimiendo a sus obreros y sacando ventaja de la gente cuando quiera que puede hacerlo, con lo cual añade a un tesoro que devorará su carne como fuego.1TPI 163.2
Algunos no siguen una conducta honrada ni sincera. Los tales deben actuar en forma muy diferente y trabajar rápidamente para redimir el tiempo. Muchos observadores del sábado yerran en esto. Se aprovechan de sus hermanos pobres, y los que tienen abundancia de recursos exigen a sus hermanos que están en situación embarazosa y angustiosa por falta de recursos, un precio superior al valor real de las cosas que les venden, mucho más de lo que ellos mismos pagarían. Dios conoce todas estas cosas. Todo acto egoísta, toda extorsión codiciosa, traerá su recompensa.1TPI 163.3
Vi que es cruel e injusto no tener consideración de la situación de un hermano. Si él está angustiado y empobrecido, a pesar de hacer lo mejor que puede, se le debe hacer alguna concesión. Ni siquiera se le debe exigir el pleno valor de las cosas que compre a los ricos; sino que ellos deben manifestar compasión hacia él. Dios aprobará tales actos de bondad, y el que los haga no perderá su recompensa. Pero una terrible cuenta subsiste contra muchos observadores del sábado por actos de egoísmo y avaricia.1TPI 163.4
Me fue recordado un tiempo en el cual eran pocos los que escuchaban y abrazaban la verdad. Estos no tenían muchos bienes de este mundo. Las necesidades de la causa se dividían entre muy pocos. Entonces era necesario que algunos vendiesen sus casas y tierras, y consiguiesen otras más baratas para usarlas como refugio u hogar, mientras que prestaban libre y generosamente sus recursos al Señor para publicar la verdad y ayudar de otras maneras a hacer progresar la causa de Dios. Mientras contemplaba a estos hermanos abnegados, vi que habían soportado privaciones para beneficiar a la causa. Vi a su lado a un ángel que señalaba hacia arriba y decía: “¡Tenéis bolsas en el cielo! Tenéis en el cielo bolsas que no envejecen. Resistid hasta el fin y grande será vuestra recompensa”.1TPI 164.1
Dios ha estado obrando en muchos corazones. La verdad por la cual unos pocos se sacrificaron tanto, a fin de presentarla a otros, ha triunfado, y multitudes la han aceptado. En su providencia Dios ha obrado en ciertas personas acaudaladas, y las ha traído a la verdad a fin de que a medida que la obra crece, sean suplidas las necesidades de la causa. Muchos recursos han ingresado en las filas de los observadores del sábado, y vi que actualmente Dios no exige las casas que la gente necesita para vivir, a menos que se quieran cambiar casas costosas por otras más económicas. Pero si los que están en la abundancia no oyen su voz para separarse del mundo y no hacen un sacrificio para Dios, vendiendo parte de su propiedad y tierra, él los pasará por alto, y llamará a quienes estén dispuestos a hacer cualquier cosa para Jesús, hasta el punto de vender sus casas para satisfacer las necesidades de la causa. Dios quiere ofrendas voluntarias. Los que den deben considerar que es privilegio el poder hacerlo.1TPI 164.2
Algunos dan de su abundancia, pero no les falta nada. No se niegan especialmente de ninguna cosa por la causa de Cristo. Todavía tienen todo lo que el corazón puede desear. Dan liberalmente y de corazón. Dios los observa y conoce y percibe con exactitud sus acciones y motivos. Ellos no perderán su recompensa. Los que no pueden dar con tanta liberalidad, no deben excusarse porque no pueden hacer tanto como otros. Haced lo que podáis. Privaos de algunas cosas que no son indispensables y sacrificaos por la causa de Dios. Lo mismo que la viuda, dad vuestras dos moneditas. Y en realidad daréis más que todos los que dan de su abundancia; y sabréis cuán dulce es negarse a sí mismo para dar a los necesitados, sacrificarse por la verdad y hacerse tesoros en el cielo.1TPI 164.3
Se me mostró que los jóvenes, especialmente los varones jóvenes, que profesan la verdad, tienen que aprender una lección de abnegación. Si éstos hicieran más sacrificios por la verdad, la tendrían en más estima. Afectaría su corazón y purificaría sus vidas, y la considerarían más sagrada.1TPI 165.1
Los jóvenes no soportan la carga de la causa de Dios, ni sienten ninguna responsabilidad con respecto a ella. ¿Es porque Dios los ha excusado? Oh, no; ¡ellos se excusan a sí mismos! Ellos están aliviados y otros se encuentran cargados. No comprenden que no se pertenecen a sí mismos. Sus fuerzas y su tiempo no son suyos. Han sido comprados por un precio. Un costoso sacrificio se hizo por ellos, y a menos que posean el espíritu de abnegación y sacrificio, nunca podrán poseer la herencia inmortal. 1TPI 165.2
*****