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Manuscritos Inéditos Tomo 3 (Contiene los manuscritos 162-209) - Contents
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    Manuscrito 165 - Las relaciones Iglesia-Estado

    Dios quiere que los gobernantes de las naciones supieran que él es el Gobernante supremo. Los dignatarios terrenales han de darse cuenta de que hay un Rey de reyes. Quien no conoce a Dios como Padre, ni a Jesucristo como Hijo unigénito del Dios infinito, no puede gobernar sabiamente. El que ha sido puesto donde tiene autoridad sobre otros debería buscar al Señor para obtener sabiduría, para poder gobernar sabiamente a los súbditos del reino de Dios. Un gobernante terrenal no puede ejercer autoridad sabiamente ni dar un ejemplo seguro de obediencia, a no ser que obtenga sabiduría de Dios, el cual es demasiado sabio para errar y demasiado bueno para hacer injusticia a sus súbditos humanos.3MI 39.1

    En la ley del reino del Dios que gobierna a los inmaculados habitantes del cielo se encuentran los principios que deberían estar en los cimientos de las leyes de los gobiernos terrenales. Las leyes de estos gobiernos han de estar en armonía con la ley de Jehová, la norma por la que todos los seres creados han de ser juzgados. Nadie debería ser forzado a actuar en armonía con leyes humanas que se opongan directamente a la ley que Dios ha dado.— Carta 187, 1903, p. 5 (al pastor W. C. White, 17 de agosto de 1903).3MI 39.2

    En el sueño de Nabucodonosor, el verdadero objetivo del go- bierno está representado con belleza con el gran árbol «cuyo follaje era hermoso y su fruto abundante, en el que había alimento para todos, debajo del cual vivían las bestias del campo y en cuyas ramas anidaban las aves del cielo” (Dan. 4: 21). Ahora bien, si Dios hubiera llamado a un hombre, o a cualquier conjunto de hombres en Battle Creek, para gobernar en algún sentido, esa representación del árbol muestra el único tipo de gobierno aceptable para el Señor: un gobierno que proteja, restaure y socorra, pero nunca con dejos de opresión. Los pobres, en especial, han de ser tratados con amabilidad [...]. Ha de darse ayuda a los oprimidos, y ni una sola alma que lleve la imagen de Dios ha de ser puesta como escabel de un ser humano. Han de otorgarse la amabilidad y la libertad más grandes posibles a lo comprado por la sangre de Cristo.— Manuscrito 29, 1895, pp. 8, 9 (Se necesitan hombres convertidos en todos los Departamentos de la obra).3MI 40.1

    De noche quedé muy perpleja. Deseaba representar las responsabilidades de los gobernantes de las naciones y las de los que están unidos a ellos. El Señor me indicó explícitamente cómo hacerlo. Estos hombres son precisamente aquellos que necesitan más plenamente plasmar su docilidad a la ley de Dios y obedecer todo lo que él requiere.3MI 40.2

    Se me ha indicado que dirija a todo aquel que se encuentre en una posición de responsabilidad a la ley divina como base de toda conducta recta.— Carta 188, 1903, p. 3 (al pastor W. C. White, 25 de agosto de 1903).3MI 40.3

    Las plumas de los hombres no pueden seguir el historial de la corrupción en nuestras ciudades. Por todas partes se ven conflictos políticos, soborno y fraude. Los hombres parecen decididos a gobernar o a arruinar. Están dispuestos a maltratar e incluso a matar a los que no quieran ser gobernados por ellos. ¿Quién puede dudar que hoy existan los males que existían antes del diluvio? [...].3MI 40.4

    ¡Ay, si los que son gobernantes de naciones se dieran cuenta de la responsabilidad que descansa sobre ellos de ser representantes de Dios, de dar un buen ejemplo, de rehuir el uso del licor embriagante, para no ser pillados nunca desprevenidos. Jueces, abogados y senadores deberían dar pruebas a los que recurren a ellos en busca de guía que se hallen bajo el control de un Gobernante supremo: Cristo. Han de prestar oído a la invitación: «Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es fácil y ligera mi carga” (Mat. 11: 29, 30). Nadie que ignore sus obligaciones hacia Dios ha triunfado ni puede triunfar.— Carta 246, 1903, pp. 3, 4 (a la familia del sanatorio y de la iglesia de Battle Creek, 12 de octubre de 1903).3MI 41.1

    Los reyes y los gobernantes de la tierra, con independencia de lo grande que sea su poder, han de considerarse bajo un Gobernante que es dueño del mundo. No ha de considerarse que ningún gobernante terrenal esté por encima del Gobernante que hizo el mundo en seis días y reposó el séptimo día, santificándolo y bendiciéndolo, y dándoselo al ser humano para que fuera apartado como santo, y observado para la gloria de su nombre. Pero los sacerdotes y los gobernantes han puesto el primer día de la semana para que sea observado por los seres que Dios ha creado. Obligan a las criaturas hechas por él a transgredir la ley de su Creador. El hombre se ha erigido por encima del Señor del cielo y ha apartado a los seres humanos de la observancia del día que Dios, Creador suyo, declaró que se santificara como señal entre él y ellos en todas sus generaciones para siempre.3MI 41.2

    Cada uno de nosotros ha de elevar la mirada del hombre finito al Dios omnipotente, que es el dueño de todos a los que ha dado vida. Ellos están bajo su gobierno, y cuando los gobernantes finitos crean leyes que están reñidas con un claro «Así dice Jehová”, hemos de obedecer la ley de Dios. ¿Osará el hombre a tomar el lugar de Dios, anulando las leyes del Gobernante del universo, y poniendo en su lugar promulgaciones humanas? ¿Osará imponer la obediencia a estas leyes humanas? [...].3MI 41.3

    Cristo tiene un derecho supremo a presentar al mundo la ley que debe ser obedecida. Los que transgredan esta ley, por alta que sea su posición en este mundo, serán llamados muy pequeños en el reino de los cielos.— Carta 38, 1906, pp. 5, 6, 7 (a la familia del Sanatorio de Wahroonga, 23 de enero de 1906).3MI 41.4

    ¿Para qué es el centinela, sino para ser la voz de los vigías en los muros de Sion, para hacer sonar la señal de peligro? No debemos apocarnos y pedirle perdón al mundo por tener que decirle la verdad: debemos despreciar todo ocultamiento. Desplieguen sus colores para hacer frente a la causa de los hombres y los ángeles. Entiéndase que los adventistas del séptimo día no pueden aceptar transigencias. En las opiniones y la fe de ustedes no debe haber la menor apariencia de incertidumbres: el mundo tiene derecho a saber qué esperar de nosotros, y nos considerará deshonestos, al ocultar nuestros auténticos sentimientos y principios como táctica, si tan solo damos la apariencia de no estar comprometidos hasta que la voz popular haya señalado el camino seguro. El Consolador, el Espíritu Santo, que Cristo dijo que él enviaría al mundo, había de dar un testimonio decidido.— Manuscrito 16, 1890, p. 16 (Nuestra constante necesidad de iluminación divina, [sin fecha]).3MI 42.1

    En Babilonia, Daniel fue puesto en una posición sumamente crítica y difícil, pero aunque hizo el trabajo que se le asignó como estadista, se negó sin rodeos a realizar algún trabajo que militara contra Dios. Esta conducta provocó discusión, y así el Señor, a través de su providencia, que actúa siempre en los asuntos humanos, puso a Daniel en relación de raciocinio con el rey de Babilonia. Dios tenía luz para Nabucodonosor, y, a través de Daniel, se presentaron al rey cosas predichas contra Babilonia y otros reinos en las profecías.— Manuscrito 47a, 1898, p. 2 (Nuestra relación con el trabajo comercial, [sin fecha]).3MI 42.2

    Los hijos de Dios han sido llamados a salir del mundo para que puedan estar separados del mundo. En la política, con independencia de la preferencia que puedan tener, no les resulta seguro tomar partido. Han de recordar siempre que son uno en Cristo. Dios los llama a alistar su nombre bajo su teocracia. Él no puede aprobar a los que se alian con los mundanos. Estamos por entero fuera de lugar cuando nos identificamos con intereses de partido. No olvidemos que somos ciudadanos del reino de los cielos. Somos soldados de la cruz de Cristo, y nuestra obra es promover los intereses de su reino.— Manuscrito 67, 1900, p. 10 (Palabras de instrucción para la iglesia, mecanografiado el 19 de noviembre de 1900).3MI 42.3

    Dios ha advertido a su pueblo que no se quede absorto en la política. No podemos llevar la señal de Dios como su pueblo, observador de sus mandamientos, si nos mezclamos con las luchas del mundo. No hemos de entregar nuestra mente a asuntos políticos. El pueblo de Dios anda de forma contraria a su voluntad cuando se mezcla con la política, y los que comienzan esta obra en los Estados del Sur revelan que no son enseñados ni están dirigidos por Dios, sino por aquel espíritu que crea disensión y luchas y toda mala obra. Somos súbditos del reino del Señor, y hemos de trabajar para establecer ese reino en justicia.— Carta 92, 1899, p. 5 (Queridos hermanos, mecanografiado el 16 de junio de 1899).3MI 42.4

    El Señor ha sido muy deshonrado debido a que su pueblo haya hecho eco de los asuntos que surgen en este tiempo de prueba y de padecimiento. Su pueblo ha de mantenerse al margen de la política. Ha de ser un pueblo separado, peculiar; el nombre de Dios, nuestro Gobernante, ha de estar en su frente, mostrando a todos que él es su soberano.— Manuscrito 1, 1897, p. 7 (Mala memoria, [sin fecha]).3MI 43.1

    Ni era su trabajo ni el de ninguno de sus hermanos andar argumentando, escribiendo o tomando parte alguna en política. Dios fue deshonrado por todos los que desempeñaron algún papel en política. Dios ha escogido a un pueblo que ha de proclamar el mensaje del tercer ángel al mundo. Ha de ser un pueblo separado y peculiar en este mundo de iglesias que transgreden sus mandamientos [...].3MI 43.2

    El Señor querría que su pueblo fuera un pueblo separado y peculiar, portador de la señal y el sello del sábado, en la conservación del monumento conmemorativo, el séptimo día, en el que el Señor reposó después de su obra de creación [...].3MI 43.3

    La redención de los hombres los aparta de la lucha política y los lleva al reposo, a la paz y a la quietud en Dios.— Carta 11, 1897, pp. 1-3 (a «Querido ”, 14 de diciembre de 1897).3MI 43.4

    En todas nuestras grandes ciudades se producirá un tumulto por parte de las confederaciones y los sindicatos formados. El hombre gobernará a otros hombres y demandará mucho de ellos. La vida de los que se nieguen a unirse a estos sindicatos estará en peligro. Todo se está preparando para la última gran obra que ha de hacer Uno que es poderoso para salvar y poderoso para destruir [...].3MI 43.5

    Se me ha presentado el estado de cosas antes del diluvio. En los días de Noé existía el mismo agavillado en sindicatos que existe hoy. Pero nunca antes han tenido lugar transacciones tales como las que ahora se llevan a cabo en la selección de funcionarios para gobernar a la gente. Los que ocupan las posiciones más elevadas en los gobiernos revelan qué poca confianza puede poner Dios en su desempeño como gobernantes.3MI 43.6

    La época en que vivimos es maravillosa. Dios contempla el estado deplorable de la sociedad. Requiere que los que creen en su evangelio salgan del mundo. «Apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo impuro» (2 Cor. 6: 17).— Manuscrito 145, 1902, pp. 1-3 (Diario, 2 de septiembre de 1902).3MI 44.1

    Estos sindicatos constituyen una de las señales de los últimos días. Los hombres están siendo unidos en atados, listos para ser quemados. Puede ser que sean miembros de la iglesia, pero mientras pertenezcan a esos sindicatos, no pueden guardar los mandamientos de Dios de ninguna manera, porque pertenecer a esos sindicatos significa despreciar todo el Decálogo.3MI 44.2

    «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo” (Luc. 10: 27). Estas palabras resumen todo el deber del hombre. Implican la consagración de todo el ser: el cuerpo, el alma y el espíritu, al servicio de Dios. ¿Cómo pueden los hombres obedecer estas palabras, y al mismo tiempo prometer apoyar aquello que priva a su prójimo de la libertad de acción? ¿Y cómo pueden los hombres obedecer estas palabras, y formar combinaciones que privan a las clases más pobres de las ventajas que justamente les pertenecen, y les impiden comprar o vender, a no ser bajo ciertas condiciones? ¡Con cuánta claridad han predicho esta situación las palabras de Dios! Juan escribe: «Después vi otra bestia que subía de la tierra. Tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como un dragón. [...] Y hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiera una marca en la mano derecha o en la frente, y que ninguno pudiera comprar ni vender, sino el que tuviera la marca o el nombre de la bestia o el número de su nombre» (Apoc. 13: 11-17).3MI 44.3

    La formación de estos sindicatos es uno de los últimos esfuerzos de Satanás. Dios emplaza a su pueblo a salir de las ciudades, aislándose del mundo. Llegará el momento en que tendrá que hacer esto. Dios cuidará de los que lo aman y guardan sus mandamientos.— Carta 26, 1903, pp. 2, 3 (al Hermano J. A. Burden y su esposa, 10 de diciembre de 1902).3MI 44.4

    PATRIMONIO WHITE,

    septiembre de 1964

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