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Manuscritos Inéditos Tomo 3 (Contiene los manuscritos 162-209) - Contents
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    Manuscrito 166 - Cartas de Elena G. de White para libro de enseñanza primaria

    Estamos aquí en Washington [...]. Estaba muy cansada cuando me subí al tren. Durante uno o dos días estuve enferma; prepararme para el viaje había sido un gran esfuerzo para mí. Me quedé en mi litera todo el viaje, incorporán- dome en los otros asientos solo media hora una o dos veces.3MI 45.1

    En el vagón, todos parecíamos una familia. Aunque en ocasiones había entre treinta y cuarenta personas en el vagón, no había ningún ruido, no se levantaba la voz ni había juegos de naipes. Todos parecían conocidos, manifestando todos interés mutuo. Los pasajeros fueron muy amables conmigo.3MI 45.2

    El conductor de nuestro vagón era un hombre callado de buen aspecto. Parecía entender bien su trabajo. En una estación un hombre compró cerveza en una taberna, y la puso en una alacena en el extremo del vagón. El conductor se enteró de esto y ordenó de inmediato que se retirara la cerveza, afirmando que no toleraría tal cosa en el vagón. Durante todo el tiempo que pasamos en el tren, no me llegó tufillo de tabaco, salvo una o dos veces, cuando alguien atravesó el vagón con un cigarro encendido en la mano [...].3MI 45.3

    Tuvimos muchas conversaciones agradables con los pasajeros. Al hablar con ellos, sentí un sincero deseo de volver a verlos en alguna ocasión [...].3MI 46.1

    Cuando nos aproximábamos a Washington y nos preparábamos para salir del vagón, el conductor se pasó por cada asiento y con un cordial apretón de manos se despidió de los pasajeros. Esto era algo que yo nunca había visto hacer. Estrechamos la mano de muchos de nuestros compañeros de viaje al despedirnos. Todos expresamos buenos deseos por los demás. Parecíamos viejos amigos despidiéndose.3MI 46.2

    Habíamos pasado la mañana del domingo recogiendo nuestras pertenencias y preparándonos para salir del vagón. Apilamos en un asiento nuestras numerosas bolsas y carteras, y cuando el tren entró en la estación, Clarence se las pasó por la ventana abierta a Willie, que las puso en un furgón. Mientras hacían esto, el pastor Daniells se acercó y salimos con él de la estación, rumbo al carruaje. El carruaje es sencillo, de dos asientos con toldo. El caballo es un animal grande de aspecto noble, muy manso y perfectamente seguro. Me siento muy favorecida por poder usar este caballo y este carruaje.3MI 46.3

    Fuimos directamente de la estación a la casa que habían alquilado para nosotros en Takoma Park. Se trata de un edificio de tres plantas que se alza en aproximadamente cuatro hectáreas de terreno, y está erigido en la mayor elevación del terreno de los alrededores. Ciento cincuenta metros por debajo y a diez kilómetros de distancia está la ciudad de Washington, a la que se llega por tranvía o por ferrocarril. La casa es muy cómoda. Tengo una habitación casi tan grande como mi habitación de casa.— Carta 141, 1904, pp. 1-7 (a Edson White y su esposa Emma, 27 de abril de 1904).3MI 46.4

    Tuvimos un viaje muy agradable de San Francisco a Washington. Varias veces celebramos en el vagón un servicio de cantos y esto gustó. Muchos de los pasajeros ajenos a nuestro grupo se pusieron a cantar con nosotros.— Carta 139, 1905, p. 1 (al pastor J. A. Burden, 14 de mayo de 1905).3MI 46.5

    He hablado varias veces desde que llegué aquí. El pasado sábado el Señor me dio fuerzas para dirigirme a una congregación de más de mil personas en una gran carpa. Todos parecían asombrados de que mi voz fuera lo bastante potente como para llegar a todos en la gran carpa e incluso a los que estaban fuera de pie. Desde que llegué aquí, [...] mi salud ha sido bastante buena. Me alegro de haber venido. Todos parecen sorprendidos de que yo pueda andar por ahí tan ágil como voy [...].3MI 47.1

    Nuestro grupo tiene cuatro habitaciones en el extremo oeste del internado de varones, en la planta baja [...]. El internado es un edificio excelente. Todo en él es resistente y firme. En su construcción se hizo un buen trabajo [...].3MI 47.2

    Salimos a pasear casi todos los días en un bonito y sencillo carruaje. Se ha hecho todo lo posible para que me encuentre cómoda [...].3MI 47.3

    Hemos tenido bonitos cánticos en las reuniones y varios tipos de instrumentos musicales han producido los sonidos más dulces [...].3MI 47.4

    Durante la primera parte del congreso hubo algo de lluvia, pero llevamos días con muy buen tiempo, aunque sin calor [...].3MI 47.5

    Mabel, recuerda que Jesús es tu ayudador. El te ama, y será tu amigo, que empatiza contigo. Si pensamos en su bondad y hablamos de su poder, seremos transformados a su imagen. Intentamos obrar como Cristo obraría y, al seguir su senda, nos volvemos mansos y humildes.3MI 47.6

    Yo amo a Jesús porque él me amó a mí primero. Es preciso que todos mantengamos los ojos fijos en Cristo y que sigamos sus pisadas, dando lo mejor de nosotros mismos y recordando que así nos estamos preparando para las mansiones que fue a preparar para los que lo aman como su mejor amigo y consejero.3MI 47.7

    Estemos decididos a ser una luz para los que nos rodean, revelando a Cristo en el carácter.3MI 47.8

    Mi querida niña, ten valor en el Señor. Ora y cree, y confía en tu Salvador, y él será tu gozo y la corona de tu regocijo.— Carta 147, 1905, 1905, pp. 1-5 (a «Mi querida niña Mabel [White]», 24 de mayo de 1905).3MI 47.9

    Mi querida hija May Lacey White y nietos Henry, Herbert y Gracie: Estamos muy bien situados aquí, pero echo de menos el hogar. ¡Quiero tanto verles a todos! Su padre ha trabajado muy duro, y quiere volver a casa tanto como ustedes. Pero el futuro de la obra aquí demandaba que nos quedáramos un tiempo. No podíamos volver antes a casa [...].3MI 47.10

    Cuando llegamos a Paradise Valley encontramos a los obreros ocupados cavando un pozo en la parte más baja del terreno. Esta obra ha avanzado con éxito, sin accidente de ningún tipo, y me alegra poder decirles que se ha hallado un buen suministro de agua pura. Los obreros ahondaron hasta veintisiete metros, y una mañana, al ponerse a trabajar, encontraron cinco metros de agua en el pozo, con todas sus herramientas en el fondo. Aquella mañana el hermano Palmer y el padre de ustedes entraron a mi habitación, con el rostro iluminado con una sonrisa, para contarme lo del agua en el pozo. Ojalá pudieran ustedes haber visto el gozo reflejado en su rostro.3MI 48.1

    El problema ahora era sacar el agua del pozo. Los obreros pusieron de inmediato un motor de bombeo a funcionar, pero descubrieron que esto hacía descender el agua muy lentamente. Así que fueron por un cilindro mayor y un tubo más grueso, y por fin lograron sacar el agua por bombeo [...].3MI 48.2

    Ya hay una paciente en el Sanatorio Paradise. Parece una mujer muy agradable. Otros pacientes aguardan, y vendrán tan pronto como esté listo el edificio. La noche antes de irnos, Sara me dijo: «Esta noche vienen dos pacientes más». «¿Dónde los ponemos?», pregunté. «En el establo, supongo», fue su respuesta. Entonces explicó que estas dos pacientes eran las dos vacas que alguien había dado al sanatorio. Las vacas fueron traídas por vía terrestre en una gran carreta tirada por cuatro caballos [...].3MI 48.3

    Niños, sean serviciales con su madre. Obedezcan su palabra prontamente, y el Señor les bendecirá. Dios dijo: «Yo sé que” —¿engatusará?—, no: «que mandará a sus hijos, y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová haciendo justicia y juicio» (Gén. 18: 19). En el supuesto caso de que su padre y su madre les permitieran hacer cosas malas sin corregirlos, desagradarían a Dios. El Señor quiere que ustedes, Henry y Herbert, se comporten como pequeños caballeros. Cuando hablan palabras amables y hacen lo correcto, están formando caracteres que Dios puede aprobar. Le complacerá llamarles corderos de su rebaño, y él los bendecirá.3MI 48.4

    Los ángeles del cielo les guardan y les guían constantemente, cuidándolos siempre del daño y del peligro. Oro para que sus palabras y actos puedan ser tales que Dios pueda considerarlos con aprobación. Queridos niños, no consientan hacer una mala acción. Sus padres les aman, pero ellos no pueden amar las malas acciones. Se entristecen mucho cuando hacen algo malo. ¿No procurarán recordar esto? ¿No tratarán de superar sus defectos, porque aman a Jesús, que dio su vida por ustedes? [...].3MI 48.5

    Su padre y su madre están procurando criarlos para que sean generosos, veraces, amables y bondadosos. Quieren ayudarlos a alistarse para las mansiones que Cristo ha ido a preparar para ustedes. Él prometió volver y llevarlos con él, para que donde esté él, también estén ustedes. Entonces, desechen todo defecto, y prepárense para ser recibidos en el hogar celestial, donde serán felices por los siglos de los siglos.— Carta 319, 1904, pp. 3-6 (a May Lacey White e hijos, 4 de diciembre de 1904).3MI 49.1

    Les contaré lo que vi en la calle viniendo a este lugar. Un chico estaba maltratando a un perro. Era un niño pequeño, pero pensé: Ese niño se está educando a sí mismo en la crueldad. Pensé cómo me dolería el corazón si uno de ustedes hiciera lo que hacía él. Pasé por otra calle y un hombre bien vestido, que parecía un caballero, conducía un bonito caballo. El viento hizo volar un trozo de papel bajo los cascos del caballo y este se asustó y saltó a un lado. Eso fue todo, pero el hombre que parecía un caballero fustigó al caballo con crueldad. Pero no se contentó con esto. Se alteró cada vez más hasta que montó en cólera. Saltó del carruaje, agarró el bocado y sacudió la cabeza del caballo hacia atrás y luego dio patadas al caballo varias veces con su pesada bota. Pensé que era probable que aquel hombre comenzara sus actos de crueldad como el niñito: contra animales pequeños. Actuó como un tirano para las indefensas criaturas de Dios hasta que el temperamento y el espíritu estuvieron educados en la crueldad. Ese hombre no podría ser un padre paciente, amable y afectuoso. Cultivaba rasgos de carácter que causarían dolor a otros y harían de él un miserable.3MI 49.2

    Un hombre no puede ser cristiano y consentir que su temperamento se enardezca con cualquier pequeño accidente o molestia que pueda encontrar, mostrando que Satanás, no Jesucristo, está en él. A menudo se exhibe en las calles hacia las criaturas de Dios la fustigación enardecida de animales o la disposición a demostrar que el hombre es el amo. Esto supone descargar su propia ira o su impaciencia en seres indefensos que demuestran que son superiores a sus amos. Lo soportan todo sin represalias. Niños, sean cariñosos con los animales irracionales. Jamás les provoquen dolor innecesario. Fomenten hábitos de bondad. Entonces esto se volverá habitual. Les enviaré un recorte de un periódico y podrán decidir si algunas bestias irracionales no son superiores a algunos hombres que han consentido embrutecerse por su cruel comportamiento hacia los animales irracionales.— Carta 26, 1868, pp. 2, 3 (a Edson y Willie White, 16 de diciembre de 1868).3MI 49.3

    Estamos de nuevo en casa. Estamos agradecidos por esto. El jueves cabalgamos cien kilómetros. Había un gran espesor de nieve; en muchos lugares estaba casi tan alta como las casas. Mientras intentábamos pasar con el trineo un árbol caído, se partió el tiro (la vara de enganche) y nos quedamos tirados. Tuvimos que salir, hundiéndonos en la nieve, descargar el trineo y levantar la caja de los patines. Precisamente entonces apareció un hombre en el bosque y nos ayudó a apalancar el trineo. Lo atamos con correas y proseguimos. Estuvimos de pie en la nieve más de media hora.3MI 50.1

    Hacia las diez empezó a nevar y siguió cayendo nieve hasta las doce. ¡Caían grandes copos muy deprisa! Nunca antes la habíamos visto así. Se amontonaron sobre nosotros y en torno a nosotros en el trineo pulgadas de nieve. Para empeorar más las cosas, comenzó a llover. Pero seguimos cabalgando, acercándonos más a casa cada hora, y nos alegraba aminorar la distancia.3MI 50.2

    Cuando estábamos a menos de seis kilómetros de casa, tuvimos la mala suerte de meternos por una carretera abierta varios kilómetros, pero completamente bloqueada e infranqueable por el otro extremo. Los caballos retrocedieron. Temíamos que se hundieran. Tras atravesar unos campos, alguien nos dijo que no había ninguna posibilidad de pasar y tuvimos que volver. Salimos pasando sobre la nieve, aligeramos el trineo y de nuevo nos abrimos paso, mientras llovía sin parar. Después de esto ya no tuvimos dificultades especiales.3MI 50.3

    Llegamos a casa más o menos cuando oscurecía. Corliss había estado atento todo el día a nuestra llegada y con tristeza había desistido de que llegáramos. Nos alegró entrar en nuestra propia casa. Encontramos cartas tuyas y de muchas otras personas. Debes escribirnos más a menudo.3MI 50.4

    Familiarízate con la Biblia [...]. Que tu elevado objetivo sea la gloria de Dios. Escudriña atentamente tu propio corazón. Me esperan. Escribe.— Carta 8, 1868, pp. 1, 2 (a Edson White, 9 de marzo de 1868).3MI 50.5

    Recibimos una carta tuya [...] poco después de echar al correo la carta que te dirigimos. Fuiste bastante locuaz en esta ocasión. Gracias por todos tus favores. Si supieras cuánto estimamos una o varias cartas tuyas, escribirías con presteza. No encuentro ninguna tacha en ti; todo lo has hecho bien.3MI 51.1

    La mañana del pasado jueves cabalgamos veintinueve kilómetros a Athens. Descubrimos que la gente tenía gran necesidad de ayuda. Hablé el domingo por la mañana, luego tuvimos un encuentro especialmente con la iglesia, después un momento de oración con la familia con la que nos habíamos alojado [...]. A las cinco nos pusimos en camino rumbo a Norridgwock. El hermano Ira Rodgers nos había llevado en una carreta. La cambió por un trineo, dado que la noche anterior tuvimos una nevada con entre cinco y ocho centímetros de espesor. Hacía muchísimo frío, y un trineo resultaba preferible a una carreta. Íbamos envueltos en la ropa que teníamos. Avanzamos veintiún kilómetros en hora y media. A veces parecía que casi volábamos sobre el suelo. Pero hacía un frío intenso y casi nos congelamos. Nos entretuvimos con el hermano Cyphers para calentarnos. Mis dedos sufrían terriblemente, pero no estaban congelados. Los últimos ocho kilómetros fueron siguiendo el curso del río. Nos soplaba directamente en la cara una brisa cortante. Tuve la desgracia de que se me helara la cara de bastante consideración. Me dolía mucho.3MI 51.2

    Esta mañana nos subimos al tren, pero no podíamos calentarnos por ningún medio. El aire circulaba entre los pies, helándolos. Ahora estamos en el acogedor hogar del hermano Howland. Ahora estamos sentados frente a una chimenea. Hemos acercado mi pupitre al fuego y te escribo [...].3MI 51.3

    Tu padre y el hermano Andrews están hablando tan rápido como pueden hablar. Addie Chamberlain está tejiendo a ganchillo junto a mi pupitre. El hermano Howland está metiendo un gran trozo de leña para que dé calor. Beckie está de pie detrás de mí desenredando una maraña de estambre.3MI 51.4

    Willie, por favor, escríbeme cómo empleas la mente. ¿Qué progreso realizas en la escuela de Cristo? ¿Buscas la humildad? ¿Procuras hablar y actuar de forma que aumente tu confianza en Dios? ¿Oras? «Velad y orad para que no entréis en tentación” (Mar. 14:38). Ahora, querido hijo, vela y ora. Si hay chicos o chicas que sabes que son malos, deberías mantenerte alejado de ellos: no te asocies con ellos.3MI 51.5

    Busca siempre ejercer una buena influencia para que Dios pueda aprobar tus obras. Recuerda que estás formando un carácter para el cielo o para la destrucción. ¡Ojalá puedas formar un buen carácter cristiano! Cada día estampas un apunte de tu vida por tu línea de conducta aquí. Que tus actos sean tales que no te avergüences de enfrentarte a ellos en el juicio. El ojo de Dios nunca dormita ni duerme. Este ojo que todo lo ve está siempre sobre ti.3MI 52.1

    Ahora, querido niño, que nadie te descarríe. Mientras te relaciones con Johnny, intenta llevarlo a Dios. Habla con él sobre su deber de amar a Dios. Pero en ningún caso permitas que Johnny ejerza influencia sobre ti para desviar tu mente de la rectitud o el deber. Espero que Johnny sea conducido a dar su corazón a Dios y a dedicar su vida a su servicio.3MI 52.2

    Espero que George y tú se fortalezcan mutuamente en hacer el bien, [...] en el amor por la oración, el amor por cumplir con su deber, el amor por la fidelidad, la honestidad y la rectitud. Tengo gran confianza en George. Es un chico de buenos principios. Apréciense mutuamente, ayúdense entre ustedes, oren juntos y el uno por el otro. Ejerce una buena influencia en los miembros más jóvenes de la familia. Que el Señor te bendiga.— Carta 16, 1867, pp. 1-4 (a «Querido hijo Willie» [W. C. White], 10 de diciembre de 1867).3MI 52.3

    ¡Cuán complacidos hemos de estar de ver tu agradable semblante, de oír tu voz y de ver a los niños: Henry, Herbert y Grace! Queridos niños: Deben procurar ayudar a su madre todo lo que puedan; porque su padre no está en casa para darle ánimo y ayudarla a sobrellevar las responsabilidades. Oro por todos ustedes, y los quiero a todos. Oro para que el Señor Jesús los haga amables, pacientes, dulces y obedientes. A su padre le complacería estar con ustedes. Disfrutaría muchísimo la compañía de su madre y de sus hijos. Pero hay muchas cosas que hay que hacer en este tiempo que su padre puede hacer. Tan pronto como hayamos hecho lo que hay que hacer, volveremos a nuestro hogar en St. Helena.3MI 52.4

    Henry y Herbert, ya son lo bastante mayores como para poder estudiar, capaces de ejercitar sus facultades físicas y mentales. Han de aprender a orar y ser obedientes. Así podrán ser una gran bendición para su madre, y ella no estará tan afligida por la ausencia de su padre. Al Señor Jesús le complacerá que procuren ser sus propios niñitos. Han de ser siempre veraces, y siempre amables, agradables, dulces y obedientes a su querida madre. No hagan ni digan nada que aflija su corazón.3MI 52.5

    Anhelamos el momento en que el Salvador venga en las nubes del cielo a reunir sus joyas para sí. Oro para que ustedes, queridos nietos, estén entre los que serán llamados verdaderos, puros y fieles, aptos para convertirse en miembros de la familia real.3MI 53.1

    Ahora ya tienen suficiente edad para saber qué significa ser obedientes a su padre y a su madre. Oro para que siempre recuerden que el Hijo de Dios los amó de tal manera que murió para que pudieran tener vida eterna. Pero si ustedes no aman a Jesús, si no intentan hacer aquellas cosas que le agradan, sus caracteres no serán puros ni fieles.3MI 53.2

    Recuerden cómo las madres llevaban sus niños a Jesús para que los bendijera. Al principio había solo una o dos madres. Otras se juntaron con ellas, y cuando llegaron hasta Jesús había un número considerable de madres y de niños. Estaban cansados y polvorientos, pero, ¡tan deseosos de llegar a la presencia de Cristo y recibir su bendición! Cristo se había fijado en estas madres y sus pequeños en todo su recorrido. Oyó a los discípulos prohibiéndoles acercarse a él, y dijo: «Dejad a los niños venir a mí y no se lo impidáis, porque de los tales es el reino de los cielos» (Mat. 19: 14). Y tomó a los niños en sus brazos, cerca de su gran corazón amante, y los bendijo.3MI 53.3

    Estos niños nunca olvidaron las palabras amables y dulces que el Salvador les habló. Las madres nunca se cansaron de repetir estas palabras. Tanto para las madres como para los niños, el incidente fue una fuente constante de alegría. Niños, sus padres procuran darlo todo de sí por ustedes. Intentan impedir que ustedes hagan lo que desagradará al Señor Jesús. Los presentan al Salvador para que él pueda apartarlos de todo mal. Han de recordar cada día que están bajo el poder protector de Aquel que ve todo lo que ustedes hacen o dicen. Deben procurar ayudarse ustedes mismos haciendo aquellas cosas que serán agradables a los ojos de Dios, que es demasiado puro y santo para considerar con aprobación nada semejante a la falsedad o el engaño. Ahora ya ustedes son lo bastante mayorcitos como para intentar hacer lo correcto [...].3MI 53.4

    Ahora debo parar. Aquí les dejo esta carta, y les pido que reflexionen en lo que he escrito y que obedezcan mis palabras.— Carta 189, 1904, pp. 1-3 (a «Mi querida hija May Lacey White», [esposa de W. C. White], 6 de junio de 1904).3MI 53.5

    PATRIMONIO WHITE,

    septiembre de 1964

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