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El Cristo Triunfante - Contents
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    Los castigos de Dios son preferibles a los de los mortales, 25 de mayo

    “Entonces David dijo a Gad: En grande angustia estoy; caigamos ahora en mano de Jehová, porque sus misericordias son muchas, mas no caiga yo en manos de hombres”. 2 Samuel 24:14.CT 154.1

    David ofendió a Dios al censar a Israel. El Señor le reprochó esto al monarca pues se hizo a sí mismo como Dios, como si pudiera determinar la fuerza de los ejércitos de Israel por su número. “Esta es la palabra de Jehová a Zorobabel, que dice: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos.” Dios no considera el número con los que cuenta Israel para determinar el éxito de su obra. Sus ejércitos son millares de millares y diez mil veces diez mil. Estos colaboran con el pueblo que estrechamente relacionado con Dios ha de ser un canal de luz.—Manuscrito 17, 1898.CT 154.2

    El alma que es consciente de tener intenciones sinceras y honestas tendrá menos que temer de Dios que de aquellos que tienen un corazón de acero. El alma desgarrada por la aflicción humana se aparta de los juicios errados y de la condenación de personas que no pueden leer el corazón, pero se arrogan el derecho de juzgar a sus asociados. Se vuelve a Uno en el que no hay sombra de error y que conoce todos los impulsos del corazón, que está familiarizado con toda clase de tentaciones. Dios conoce cada acto de la vida pasada y, a pesar de todo esto, el alma atormentada decide confiarle su caso, sabiendo que es misericordioso y compasivo.CT 154.3

    Cuando a David se lo instó a escoger el castigo por su pecado, dijo: “Caigamos ahora en mano de Jehová, porque sus misericordias son muchas, mas no caiga yo en manos de hombres.” El sintió que Dios conocía la aflicción y la angustia que embargaban su alma. Cuando las personas pueden tener una vislumbre del carácter de Dios, no perciben en él un espíritu vengativo como el que se manifiesta en los agentes humanos; comprenden que la aflicción y la prueba son los medios que Dios tiene para disciplinar a sus hijos, para enseñarles su camino, para que puedan aferrarse de su gracia...Cuando estas pobres almas que han caído son conducidas al caudal del amor de Dios, exclaman, “Cuando él me pruebe, saldré refinado como oro”. Aquellos que padecen se tornan así pacientes, confiados, triunfantes en Dios en medio de las circunstancias adversas...CT 154.4

    Cuando los seres humanos finitos y propensos a errar, tienden a creer que son de gran importancia para Dios; cuando se consideran justos, aunque no manifiestan la ternura de espíritu que caracterizó la vida de nuestro Señor Jesús, podemos estar seguros que a menos que se arrepientan, el candelero será rápidamente removido de su lugar.—Manuscrito 7, 1895.CT 154.5

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