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El Cristo Triunfante - Contents
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    La fe pura y altruista es honrada por el cielo, 22 de agosto

    “Entrando Jesús en Capernaum, vino a él un centurión, rogándole, y diciendo: Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado. Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré”. Mateo 8:5-7.CT 243.1

    El centurión sentía su indignidad. Aunque tenía autoridad, revelaba un espíritu contrito. Se sentía indigno de tener a Jesús, con su poder de realizar milagros, bajo el techo de su morada. Sin embargo, era posible que todo lo que se necesitara fuera la palabra del Maestro, así como el centurión le decía a los soldados bajo sus órdenes: Vé, y él va; digo al otro: Ven, y él viene; y digo a mi siervo: Haz esto, y él lo hace.CT 243.2

    Él tenía confianza en que la palabra de Cristo podía restaurar a su siervo. Cuando Jesús oyó esto, se maravilló: “De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe”...CT 243.3

    La nación judía no recibió al Mesías prometido cuando éste vino en la forma como las profecías anunciaban que lo haría. He aquí ahora un hombre, que no profesaba la fe de Israel; no había tenido las oportunidades que Israel había disfrutado en abundancia, quien con fe y aprecio por Cristo, superó las manifestaciones de Israel, a quien el Señor había hecho depositario de la verdad más sagrada y preciosa.CT 243.4

    ¿Quiénes eran israelitas en realidad? ¿Judíos, gentiles, bárbaros, cintios, esclavos o libres? Jesús “en el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron”. Juan 1:10, 11. Pero este romano, un comandante en pleno ejercicio de su cargo, acudió a Jesús con una petición ferviente en favor de uno de sus siervos quien había enfermado de parálisis y se encontraba atormentado por el dolor. En toda su sencillez la manifestación de su fe era pura y altruista. No le solicitó a Jesús, “Muéstrame una señal del cielo”, sino le solicitó que sanara los padecimientos que afligían a su siervo. Le dijo que se sentía indigno de tenerlo bajo su techo. Pero Aquel que mora en la altura y la eternidad, vino a morar con el humilde y contrito de corazón...CT 243.5

    Déjese que el pueblo reciba la luz así como se presenta en la Palabra de Dios, en verdad y habrá firmeza de propósito que los capacitará para estar inconmovibles, con independencia moral en medio de las dificultades y los peligros. El carácter que se forma, amurallado por la verdad, ha de ser un carácter que soportará el día de prueba que vendrá, no importa cuán grande sea la presión y cuán severa la tribulación que el día de Dios ha de traer. El principio de justicia opera desde el interior hacia fuera, y se hace sentir.—Carta 114, 1895.CT 243.6

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