La ayuda del cielo
El que trabaja en un país extranjero debe llevar en su corazón la paz y el amor del cielo; porque ésta es su única seguridad. En medio de la perplejidad y las pruebas, el desaliento y los sufrimientos, con la consagración de un mártir y el valor de un héroe, debe aferrarse a la mano que nunca lo suelta, diciendo: “Nunca desmayaré ni me desalentaré.” Debe estudiar la Biblia con atención, y entregarse a menudo a la oración. Si antes de hablar con otros, busca ayuda de lo alto, puede tener la seguridad de que los ángeles del cielo estarán con él. Puede ser que a veces anhele sentir la simpatía humana, pero en su soledad puede sentir consuelo y ánimo por la comunión con Dios. Anímese por las palabras del Salvador: “He aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” De este Compañero divino recibirá instrucción en la ciencia de salvar almas.OE 484.3
Se necesitan energía y abnegación en el campo misionero. Dios pide hombres que promuevan los triunfos de la cruz, hombres que perseveren bajo desalientos y privaciones; hombres que tengan el celo, la resolución y la fe indispensables en el campo misionero. Mediante una labor perseverante y una firme confianza en el Dios de Israel, los hombres resueltos y valerosos lograrán prodigios. Difícilmente podrá hallarse límite a lo que pueden lograr los esfuerzos dirigidos por un criterio iluminado y sostenido por ferviente empeño.OE 485.1
Regocijémonos de que se haya hecho en los campos extranjeros una obra que Dios puede aprobar. Elevemos nuestras voces para alabar a Dios y darle gracias por los resultados de la obra hecha en los países extranjeros. Y nuestro General, quien no comete nunca yerro, nos dice todavía: “Avanzad, entrad en nuevos territorios; enarbolad el estandarte en todo país. ‘Levántate, resplandece; que ha venido tu lumbre, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti.’”OE 485.2
Ha llegado el tiempo en que, por medio de los mensajeros de Dios, se está desenvolviendo el rollo ante el mundo. La verdad contenida en los mensajes del primero, segundo y tercer ángel, debe ir a toda nación, tribu, lengua y pueblo; debe iluminar las tinieblas de todo continente, y extenderse hasta las islas de la mar. No debe dejarse dilatar esta obra de gran importancia.OE 485.3
Nuestro santo y seña debe ser: ¡Adelante, siempre adelante! Los ángeles de Dios irán delante de nosotros para prepararnos el camino. Nunca podremos deponer nuestra preocupación por las regiones lejanas antes de que toda la tierra esté iluminada con la gloria del Señor. OE 486.1
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Cuando se establece una misión en una ciudad, nuestro pueblo debe interesarse en ella, manifestando ese interés de una manera práctica y tangible. Los obreros de la misión trabajan ardua y abnegadamente, y no reciben ingentes salarios. No crean nuestros hermanos que el dirigir misiones urbanas es una obra fácil o que reporte ganancias pecuniarias. Muchas veces, las misiones urbanas son sostenidas sin recursos a la vista, por hombres y mujeres que día tras día ruegan a Dios que les envíe recursos con que hacer progresar la obra. OE 486.2
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Dios no acepta el servicio más espléndido a menos que el yo esté puesto sobre el altar, como sacrificio vivo que ha de ser consumido. La raíz ha de ser santa; de lo contrario no puede haber fruto santo, el cual es lo único que Dios puede aceptar.... Mientras que las ambiciones mundanas, los proyectos terrenales y los mayores planes y propósitos de los hombres, perecerán como la hierba, “los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan a justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad.”—Testimonies for the Church 7:248, 249.OE 486.3