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Sermones Escogidos Tomo 2 - Contents
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    31—Todo el que ofrece alabanzas glorifica a Dios

    «ASÍ HA DICHO JEHOVÁ: “Guardad el derecho y practicad la justicia, porque cerca de venir está mi salvación y de manifestarse mi justicia” Bienaventurado el hombre que hace esto, el hijo del hombre que lo abraza: que guarda el sábado para no profanarlo, y que guarda su mano de hacer lo malo. Que el extranjero que sigue a Jehová no hable diciendo: “Me apartará totalmente Jehová de su pueblo”, ni diga el eunuco: “He aquí, yo soy un árbol seco”. Porque así dijo Jehová: “A los eunucos que guarden mis sábados, que escojan lo que yo quiero y abracen mi pacto, yo les daré lugar en mi casa y dentro de mis muros, y un nombre mejor que el de hijos e hijas. Les daré un nombre permanente, que nunca será olvidado. Y a los hijos de los extranjeros que sigan a Jehová para servirle, que amen el nombre de Jehová para ser sus siervos; a todos los que guarden el sábado para noSE2 291.1

    _______________

    Sermón presentado en la capilla del Sanatorio de Santa Helena, California, el sábado lº de agosto de 1903. Manuscrito 80, 1903. profanarlo, y abracen mi pacto, yo los llevaré a mi santo monte y los recrearé en mi casa de oración; sus holocaustos y sus sacrificios serán aceptados sobre mi altar, porque mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos”. Dice Jehová el Señor, el que reúne a los dispersos de Israel: “Aún reuniré en él a otros, junto con los ya reunidos”» [Isa. 56: 1-8].

    «Y abracen mi pacto”. Hay mucho más en esas palabras de lo que la mayoría capta en una primera lectura. Cuando el Señor dio su ley a los hijos de Israel que estaban acampando al pie del Monte Sinaí, el pueblo prometió como un solo hombre: «Obedeceremos y haremos todas las cosas que Jehová ha dicho”. A cambio de su lealtad, el Señor prometió llevarlos a salvo a la tierra prometida y prosperarlos más que cualquier otra nación. «He aquí”, declaró el Señor, «Yo envío mi ángel delante de ti, para que te guarde en el camino y te introduzca en el lugar que yo he preparado. [...] Pero si en verdad oyes su voz y haces todo lo que yo te diga, seré enemigo de tus enemigos y afligiré a los que te aflijan. [...] Pero serviréis a Jehová, vuestro Dios, y él bendecirá tu pan y tus aguas. Yo apartaré de ti toda enfermedad» [Éxo. 23: 20, 22, 25].SE2 292.1

    Durante los cuarenta años que su pueblo vagó por el desierto, el Señor fue fiel al pacto que había hecho con él. Los que fueran obedientes recibirían las bendiciones prometidas. Este pacto aún sigue vigente. Mediante la obediencia podemos recibir las ricas bendiciones del cielo.SE2 292.2

    En el momento de su bautismo, los que afirman ser seguidores de Cristo se comprometen a obedecer. Cuando descienden al agua realizan el compromiso en la presencia del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo: de allí en adelante morirán al mundo y a sus tentaciones. Se levantarán de la tumba líquida para andar en novedad de vida: una vida de obediencia a los requisitos divinos.SE2 292.3

    El apóstol Pablo en su Epístola a los Colosenses les recuerda su voto bautismal, diciendo: «Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra, porque habéis muerto y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios». ¡Cuánto mejor es buscar las cosas de lo alto que procurar las cosas de este mundo, amoldando nuestros caracteres a la semejanza mundana!SE2 292.4

    Muy a menudo pienso en las ricas promesas que se nos ofrecen en la Palabra respecto al poder de Dios para guardamos. Su poder nos sostiene. ¡Qué razonable es entonces que caminemos siguiendo las pisadas de Jesús! Él dice: «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida». Además afirma de los que caminan en esa luz: «Vosotros sois la luz del mundo [...] Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos».SE2 292.5

    Cuando nos mezclamos con el mundo y cedemos a la atracción de sus placeres y diversiones, pensaremos menos en Dios de lo que se supone en caso que estuviéramos siguiendo a Jesús en la senda de la negación propia que él ha trazado para nosotros. Mantengamos nuestras mentes en una correcta relación con las promesas de Dios; él nos guardará y nosotros veremos su salvación.SE2 293.1

    Muchas son las promesas dadas por el Señor para nuestro consuelo. En todo momento deberíamos estar listos para mostrar nuestro aprecio por ellas, expresando gratitud por las mismas. Deberíamos agradecer al Señor por lo que él nos ha concedido. Todos reciben dones de su parte; pero, ¿cuántos son los que de la mañana a la noche piensan lo suficiente en Dios como para agradecerle por esos favores?SE2 293.2

    Intentamos ser amables con todos y les enseñamos a nuestros hijos que cuando estén en compañía de los demás deben ser amables, educados, llenos de gozo y corteses. El Señor desea que seamos corteses al relacionamos con los demás. ¿Podríamos actuar de alguna otra forma luego de que captemos los divinos rayos del Sol de Justicia? Si la luz de la presencia de Cristo brilla sobre nosotros y recibimos las riquezas de su gracia, ¿no seremos corteses con Dios? Él ha hecho por nosotros mucho más de lo que cualquier ser humano puede realizar: nos ha comprado por un precio, ¡y qué precio!SE2 293.3

    En los concilios del cielo, antes de la creación del mundo, cuando se hicieron planes para que el hombre habitara la tierra surgió una pregunta: ¿Qué sucederá si el hombre peca, al igual que Satanás? Cristo contestó dicha pregunta. En caso que el hombre pecara el eterno hijo de Dios se comprometió a entregar él mismo su vida, como rescate por la raza caída haciéndose responsable por la transgresión de los seres humanos. El inocente llevaría los pecados de los culpables y comparecería ante Dios para interceder en favor del transgresor.SE2 293.4

    Adán cayó. Cristo cumplió su promesa de redimir la raza perdida. Mediante su sacrificio entramos en una obligación eterna con respecto a Dios. Debemos servirlo de todo corazón. «No sois vuestros [...]. Pues habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios». Con ese fin debemos emplear toda fuerza que Dios nos concede y desarrollar nuestros talentos al máximo. Los talentos que Dios nos ha confiado deberían ser mejorados a través de su uso y cultivo. Mediante el fiel uso de toda nuestra capacidad para glorificar a Dios, podremos cumplir su propósito para nosotros.SE2 293.5

    Un talento de gran valor, y que prácticamente todo el mundo posee, es el del habla. Seamos cuidadosos para no utilizarlo incorrectamente. No hablemos en forma áspera ni descuidada. No debemos ofender a nadie, ni siquiera a los niños pequeños. Cristo dice: «Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos». Los ángeles que cuidan de los niños llevan al cielo cada palabra, ya sea de ánimo o de desánimo, que les es dirigida.SE2 294.1

    Nuestro Padre celestial mantiene una conexión viva con los seres humanos. Si hay alguien en el universo a quien debemos respetar es a nuestro Padre que está en los cielos: «De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna”.SE2 294.2

    Algunos pudieran decir: «Pero es que tenemos tantas pruebas y dificultades. ¿Cómo es que podemos obtener este don y ser triunfadores?». «Fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado». ¿Por qué entonces no decidimos fortalecernos en contra de toda influencia que Satanás pueda ejercer en contra nuestra con el fin de impedir la formación de un carácter semejante al de Cristo? El enemigo no podrá tomar posesión de nosotros a menos que se lo permitamos. Si estamos conectados con el Dios del cielo su protección nos cubrirá. Por amor a Cristo comencemos a formar caracteres que él podrá aprobar. No posterguemos esa tarea hasta poco antes de su aparición, cuando será demasiado tarde para que comencemos la misma.SE2 294.3

    En este mundo se nos concede un tiempo de prueba, un tiempo en el cual podemos ser transformados a la semejanza divina. Ese periodo de prueba no se nos ha concedido sin que interviniera un elevadísimo costo: Cristo se humilló a sí mismo hasta los niveles más bajos con el fin de redimirnos.SE2 294.4

    Dejando a un lado su honra y gloria celestial, su manto y corona reales, Cristo revistió su divinidad de humanidad y vino a este mundo como un bebé; para vivir aquí, desde la infancia hasta la edad adulta, la vida que todo ser humano debería experimentar.SE2 294.5

    A cambio de un sacrificio tan infinito, ¿qué estamos dispuestos a hacer por Cristo? El Padre ha entregado todo el cielo a su Hijo y a nosotros se nos garantizan los más ricos dones del cielo, para que tengamos la oportunidad de vencer al enemigo. A nosotros se nos garantizan los más ricos dones del cielo, ¡pero cuán a menudo fracasamos al no apropiarnos de ellos mediante una fe viva! Tendríamos muchas más fuerzas para resistir las tentaciones sí ejerciéramos una mayor fe. Debe-ríamos apreciar y cultivar la fe que obra por amor y purifica el alma.SE2 294.6

    Hay un cielo que ganar. Por nosotros Cristo abandonó sus riquezas y gloria y se hizo pobre, para que mediante su pobreza seamos ricos. ¿No aprovecharemos esa oportunidad para enriquecemos en vez de asumir la actitud de que haremos lo que nos venga en gana? Estaremos bajo el control de Cristo o de Satanás, tomando en cuenta el dueño al que aceptemos servir en forma voluntaria. Todo indica que aquellos que no están dispuestos a entregar sus corazones y sus mentes a Jesús tampoco estarán dispuestos a actuar en forma razonable respecto al futuro, colocándose por lo tanto bajo el control del príncipe de las tinieblas. Si continúan su senda errada, la eternidad en la que están entrando no será una eternidad de vida, sino de muerte.SE2 295.1

    Si nos entregamos al que dio su vida por nosotros, se nos integrará a una relación con él mismo en calidad de hijos. Su vida será nuestra vida. «Salid de en medio de ellos y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo impuro; y yo os recibiré y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso» [2 Cor. 6: 17, 18].SE2 295.2

    No podremos estar conectados íntimamente con las cosas del mundo sin que adoptemos el espíritu de los mundanos que no tienen respeto por Cristo ni por el cielo. No les decimos: «Sepárense ustedes de los hombres y mujeres mundanos de forma tan completa que ustedes no puedan ejercer influencia alguna sobre ellos. No; sino que al asociarse con ellos, aprópiense de Cristo y hablen de él a menudo». Presenten a Cristo a sus amigos. Díganles que ustedes desean presentarle a alguien que es el Príncipe de la vida, el Señor de la gloria, y que a ustedes les gustaría que ellos se familiaricen con él. Extiendan esa invitación a todos aquellos que sufren y están en perplejidad. Él dice: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar».SE2 295.3

    No hay condiciones ni añadidos en esta promesa. Se les asegura un descanso a todos los que acuden. «Llevad mi yugo sobre vosotros» no implica un yugo pesado y cruel, sino uno que trae la paz del espíritu. «Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas». En el mismo acto de tomar el yugo —el yugo de la obediencia—, se recibe el descanso. El descanso que encontraremos en nuestra experiencia. Luego reconoceremos más plenamente la verdad de las palabras que siguen a esta invitación: «Porque mi yugo es fácil y ligera mi carga».SE2 295.4

    Tan pronto como sometamos nuestra voluntad a la voluntad de Dios, nuestros corazones serán llenados con la plenitud de su amor. ¡Cuánto anhelo que hombres y mujeres entiendan esto! ¡Cuánto anhelo señalar al hermoso, al más apuesto «entre diez mil»! ¡Cuánto anhelo presentarlo en su grandeza y bondad para luego mostrar lo que él ha sufrido por nosotros!SE2 296.1

    Él fue «herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados. Por damos la paz, cayó sobre él el castigo, y por sus llagas fuimos nosotros curados”, sanados de nuestros pecados.SE2 296.2

    Amo a Jesús. Cumplí once años de edad antes de que la luz inundara mi corazón. Tenía padres consagrados que de diferentes maneras intentaron familiarizamos con nuestro Padre celestial. Cada mañana y cada tarde orábamos en familia. En nuestro hogar cantábamos alabanzas a Dios. Éramos ocho hijos y toda oportunidad era aprovechada por nuestros padres para que entregáramos nuestros corazones a Jesús. Yo era impactada a diario por las oraciones que se elevaban a Dios. Todas esas influencias iban influyendo en mi corazón, y en mis tempranos años a menudo procuraba la paz que hay en Cristo; pero no me parecía encontrar la libertad que deseaba. Una horrible sensación de tristeza y angustia llenaba mi corazón. No podía pensar en nada que fuera motivo de mi tristeza; pero me parecía que no era lo suficiente buena y que nunca llegaría al cielo. Yo creía que eso era algo demasiado grande como para que yo lo recibiera.SE2 296.3

    La angustia mental que sufrí durante aquel período fue tremenda. Yo creía en un infierno que ardía por la eternidad, y pensaba en la triste condición del pecador que sin esperanza no tiene a Dios; me encontraba en una profunda angustia. Creía que me iba a perder y que viviría por toda la eternidad sufriendo una muerte en vida. Pero aprendí algo mejor. Aprendí que yo tenía un Dios que era demasiado misericordioso como para perpetuar las vidas de los seres que había creado para su gloria, y que en lugar de aceptar al Salvador habían muerto sin arrepentirse, condenados y sin ser perdonados.SE2 296.4

    Aprendí que los malvados serán consumidos como la paja y que serán como cenizas bajo nuestros pies en la tierra nueva, como si jamás hubieran existido. No existe un infierno que arde por toda la eternidad; no habrá seres vivos que estarán sufriendo un tormento eterno.SE2 296.5

    Cuando mi madre me dijo: «Elena, el pastor dice que hemos estado equivocados; que no existe un infierno eterno». Yo le respondí: «¡Oh mamá, no se lo digas a nadie porque creo que entonces nadie buscará al Señor!».SE2 297.1

    Durante algún tiempo ni un solo rayo de luz penetraba la negra nube que me rodeaba. Mi angustia era enorme. ¡Cuán preciosa me parecía la esperanza cristiana en ese entonces! Noche tras noche, mientras mi hermana gemela dormía, yo me levantaba y me arrodillaba ante el Señor al lado de mi cama, implorando misericordia. Las únicas palabras que podía pronunciar con plena confianza eran: «Señor, ten misericordia». Esa total desesperanza me embargaba y caía sobre mi rostro con una sensación de agonía que no se puede describir. Al igual que el pobre publicano, no me atrevía siquiera a levantar mis ojos hacia el cielo. Perdí mucho peso. Mis amigos veían cómo me desgastaba.SE2 297.2

    Finalmente, tuve un sueño que me brindó una débil esperanza de que podría ser salva. Poco después asistí a una reunión de oración y, cuando los demás se arrodillaron para orar, yo me postré con ellos toda temblorosa. Después de que dos o tres hubieron orado, abrí mis labios casi sin darme cuenta de ello. Las promesas de Dios aparecieron ante mí como si fueran innumerables perlas preciosas que podían ser recibidas si tan solo las solicitábamos. Mientras oraba, la sensación de agonía que había experimentado por tanto tiempo desapareció; la bendición de Dios descendió como un suave rocío, y le di la gloria a Dios por lo que había experimentado.SE2 297.3

    Perdí la noción de todo excepto de Jesús y de su gloria, y no era consciente de lo que estaba sucediendo a mi alrededor. Me pareció estar a los pies de Jesús y que la luz de su presencia estaba brillando sobre mí con toda su intensidad.SE2 297.4

    Durante algún tiempo permanecí en aquella situación, y cuando recuperé la noción de lo que sucedía a mi alrededor todo me parecía glorioso y nuevo, como la idea de sonreír y alabar a Dios. A partir de aquel momento estuve dispuesta a confesar a Jesús en todo lugar. Me parecía estar encerrada en un lugar, a solas con Dios. ¡Qué gran efecto tuvo en mí esa visión de un Cristo sonriente! El sacrificio que mi Redentor había hecho para salvar al pecador de la muerte, me parecía realmente inmenso. No podía pensar en ello sin que comenzara a llorar. Durante seis meses ni una nube cruzó por mi mente. ¡Oh, cuánto amaba a Jesús!SE2 297.5

    Hoy amo tanto a mi Salvador como lo amaba entonces. He experimentado mucha tristeza y sufrimientos. Hace apenas una semana pensé que iba a quedar paralítica el resto de mi vida. Las enfermedades que he sufrido durante veinticinco años comenzaron a preocuparme y llegué a la conclusión de que pronto quedaría paralítica. Pero continué orando y pidiendo fuerzas. Me dije: «Seguiré presentando mi petición delante de ti, de ti, Señor del cielo, hasta que tu remuevas toda dificultad”. Y me place decir esta mañana, para su gloria, que él ha contestado mi oración. El Dr. Kellog me escribió diciendo que había enviado por correo urgente un aparato para que yo lo utilizara junto con el tratamiento de corrientes eléctricas, y que esperaba que me ayudaría; sin embargo, el problema ha desaparecido.SE2 298.1

    No hace mucho pensé que estaba perdiendo la vista. Me preocupaba mucho el dolor que sentía en los ojos, y durante algún tiempo tuve que ser cuidadosa respecto a la forma en que los utilizaba. Por lo general me levanto muy temprano; a menudo a las dos de la madrugada, y rara vez después de las tres. Mientras los demás duermen, mi pluma está trazando en el papel las instrucciones que el Señor me da para su pueblo. A menudo escribo veinte páginas o más de materiales para mis libros, en un mismo día. Pero cuando mis ojos comenzaron a fallar, únicamente podía escribir sufriendo un gran dolor.SE2 298.2

    Le conté eso al Señor. Supliqué: «Señor, necesito mi vista, sin ella no puedo escribir. Deseo comunicar al pueblo la luz que me has revelado”. Él escuchó mi oración, y misericordiosamente me restauró la vista. Mis ojos no son fuertes. Los utilizo tanto que son débiles; pero cada día el Señor los fortalece lo suficiente para el trabajo de ese día y por eso le doy gracias. ¡Oh, le doy gracias al Señor con mi alma, corazón y voz!SE2 298.3

    Amo al Señor. Anoche, mientras estábamos reunidos en nuestra sala de estar para el culto, me pareció que el Señor Jesús estaba se encontraba realmente entre nosotros y mi corazón se llenó de amor por él. Lo amo porque él me amó primero. Él dio su vida por mí. Anoche sentí el deseo de que todo lo que tuviera aliento alabara al Señor. Me pareció que debíamos tener momentos de alabanza, y que constantemente nuestros corazones debían estar llenos de gratitud a Dios, al punto que debían estar rebosantes de expresiones de alabanzas y actos de amor. Deberíamos cultivar un espíritu de gratitud.SE2 298.4

    A los padres y madres que están presentes quisiera decirles: Eduquen a sus hijos para la vida futura e inmortal. Edúquenlos para que vean la belleza que hay en una vida de santidad. Tráiganlos al pie de la cruz. Traten de enseñarles lo que significa creer en Jesús y aceptarlo como nuestro mejor amigo. Ayúdenlos a entender que él asumió la naturaleza humana con el fin de quedar al frente de la humanidad y para familiarizarse con nuestras luchas y aflicciones. Él pudo haberse rodeado de ángeles de gloria, pero condescendió a ser uno con sus hermanos. Cristo no vino al mundo como un príncipe, sino que tuvo padres muy humildes. Él entiende las aflicciones de los pobres. Él conoce todas las tentaciones que enfrentamos a diario. Podemos colocar nuestra confianza en él con toda seguridad.SE2 298.5

    Me siento agradecida, ¡muy agradecida!, porque tenemos un Salvador que puede comprendernos a causa de todo lo que tenemos que sufrir. Él nos ama con un amor infinito. ¿Acaso no nos relacionaremos con él para que pueda cumplir su propósito en nuestras vidas? Él desea limpiamos de pecado. Mientras Juan el Bautista predicaba y bautizaba en las márgenes del Jordán, vio que Cristo se acercaba. Al reconocerlo como el Salvador exclamó: «¡Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!». ¿No le permitiremos a Cristo que limpie nuestros pecados? ¿Constituye el pecado un placer tan grande para nosotros que hemos decidido seguir ofendiendo a Aquel cuyo corazón rebosa de un amor infinito por nosotros? ¿Por qué no dejamos de pecar? Podemos hacerlo por fe si nos aferramos a las promesas de Cristo y le decimos: «No te traigo ni oro ni riqueza; únicamente a tu cruz me aferro, en busca de pureza”.SE2 299.1

    Cristo pide que lo amemos. ¿Acaso no lo merece? ¿No nos ha dado él instrucciones a cada paso? Él dice: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”. Él llevó la cruz de la negación y el sacrificio propio. Él venció en el terreno en el que Adán había caído. Nuestros primeros padres fueron colocados en el Edén y rodeados de todo aquello que los llevarían a obedecer a Dios.SE2 299.2

    Cristo asumió nuestra naturaleza caída y fue sujeto a toda tentación que el hombre sufre. Incluso en su niñez fue tentado a menudo. A través de su vida permaneció fiel ante toda incitación a cometer algún pecado. Cuando en su juventud sus compañeros intentaban inducirlo a hacer lo malo, él comenzaba a entonar alguna dulce melodía, y antes de que se hubieran dado cuenta ellos se unían a él en aquel canto. Ellos participaban de su espíritu y el enemigo era derrotado. Amigos míos, ¡Cristo es el más apuesto entre diez mil! ¡Alabemos en nombre del Señor!SE2 299.3

    Estamos esforzándonos por obtener la vida eterna en el reino de gloria. La podremos tener si vencemos, al igual que Cristo venció. Tenemos en el cielo un Abogado que conoce cada una de nuestras debilidades y que contestará nuestras oraciones en las que pedimos fortaleza para resistir al enemigo. En algún momento llegué a pensar que si experimentaba el sentimiento de que mis pecados habían sido perdonados mientras oraba pidiendo perdón por mis pecados, sabría que mi oración había sido contestada. Ya no espero sentir eso para abrigar dicho sentimiento. Oro de todo corazón y luego trato de vivir de acuerdo con esa oración. Después de pedirle Cristo que haga ciertas cosas por mí, me levanto y voy a trabajar realizando el esfuerzo necesario. Luego la dulce influencia del Espíritu de Dios me embarga con tanto poder que siento el deseo de comenzar a cantar, de cantarle alabanzas. Él es bueno, y le debemos brindar nuestras alabanzas.SE2 299.4

    Cristo es nuestro gran Médico. Muchos hombres y mujeres acuden a esta institución médica con la esperanza de recibir tratamientos que prolonguen sus vidas. Ellos realizan un considerable esfuerzo para acudir aquí. ¿Por qué no todo aquel que acude al sanatorio en busca de ayuda física, acude también a Cristo en busca de ayuda espiritual? ¿Por qué no puedes tú, mi hermano y hermana, abrigar la esperanza de que si aceptas a Cristo el añadirá su bendición a los medios utilizados para restablecer tu salud? ¿Por qué no puedes tener fe para creer que él cooperará con tus propios esfuerzos para recuperarte, tomando en cuenta que él desea que recobres la salud? Él desea que tengas una mente despejada para que puedas apreciar las realidades eternas. Cristo quiere que tengas músculos y nervios saludables para que glorifiques su nombre, utilizando tus fuerzas en su servicio.SE2 300.1

    Esas bendiciones físicas no pueden ser obtenidas por los intemperantes. Aquel que desea recuperar la salud debe evitar cualquier compañía que lo lleve abusar de la cerveza, vino o de otros licores intoxicantes. No podemos permitimos el lujo de ser intemperantes. Alcemos nuestras voces en contra de la maldición que representa la embriaguez. Esforcémonos por advertir al mundo en contra de sus influencias seductoras. Presentemos ante jóvenes y ancianos los terribles resultados de abusar del apetito. El hombre que entra a una cantina en plena posesión de todas sus facultades, en el transcurso de una hora o dos sale de allí como alguien cambiado. Sus pasos son tambaleantes; su habla apenas se entiende; sus ideas confusas; sus sentimientos están adormecidos. En resumen, ha malogrado temporalmente la imagen de Dios. La embriaguez es un horrible mal.SE2 300.2

    En todo lugar adonde he viajado, he considerado que es un privilegio hablar de la temperancia. Por lo general comienzo estableciendo una base estimulando a los padres a que enseñen hábitos de moderación a sus hijos. Enfatizo la necesidad de utilizar todo talento dado por Dios para su gloria, de forma que podamos cumplir su voluntad en todo lo que digamos y hagamos.SE2 300.3

    Quizá podrían pensar que no van a ser felices si intentan servir a Cristo; pero puedo testificar que ustedes van a sufrir un agradable desengaño. Si deciden obedecer al Señor y unirse a él, reconocerán que la luz de su rostro brillará sobre ustedes y que cuando regrese podrán verlo según él es. Él será parte de los pensamientos de ustedes, y sus corazones estarán llenos de gozo.SE2 301.1

    Después de recomendar a sus discípulos que guardaran sus mandamientos, Jesús añadió: «Estas cosas os he hablado para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea completo». Él no se agrada al vemos en una condición miserable, sino que se complace al observar que vivimos con alegría. Consideremos esos puntos. Son tan sencillos que fácilmente podremos recordarlos. Mi hermano, mi hermana, a diario eleven sus corazones a Dios en oración. Digan: «Enséñame, guíame, dirígeme”. Si llega la aflicción y sienten dolores, díganle que lo necesitan aún más y que no pueden permitir que él se marche; que necesitan tener la seguridad de su presencia. El Salvador todo lo conoce respecto a las pruebas de ustedes. Él es el segundo Adán y nos redimió de sufrir los resultados de aquella trágica caída. En todo aspecto venció al enemigo y mediante su fortaleza podemos ganar la recompensa de los triunfadores: la vida eterna.SE2 301.2

    Si meditáramos en esos temas, podríamos oír muchas más expresiones de gratitud que se elevarían a Dios. Aquellos que reconocen lo que él está dispuesto a hacer en su favor lo alabarán de todo corazón, mente y alma. Se entregarán a Dios por completo, con el fin de que él pueda cooperar con ellos en la obra de perfeccionar un carácter cristiano.SE2 301.3

    A los pacientes que han acudido aquí en busca de tratamiento les diría: «Familiarícense con Cristo mientras estén aquí. Recíbanlo como el Salvador de ustedes. Vengan a sus pies y digan: “Señor, si quieres, puedes limpiarme”». Deseamos ver al gran Médico obrando en esta institución y no deseamos dejarlo fuera. Entréguenle a él cada uno su caso». Él es el gran Médico misionero. Aprendamos de él, hagamos sus obras para que lo glorifiquemos.SE2 301.4

    Armemos nuestras carpas a un día menos de viaje de nuestro hogar. Tomemos una decisión al decir: «Limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”. Acudamos a las aguas de vida y bebamos gratuitamente de la corriente de salud. Que Dios nos ayude a ir a la raíz del asunto. Corremos el riesgo de contentamos con una obra superficial, pero no debe-ríamos descansar hasta que nos gocemos en el Señor. Entonces, cuando estemos por trabajar a favor de la salvación de los demás, que ellos también puedan recibir lo que hemos recibido del Dador de la vida.SE2 301.5

    Cristo es el Dador de la vida y de toda corona. «Al vencedor le concederé que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono”. ¡Gracias a Dios por un Salvador así! Agradézcanselo de todo corazón y con toda su alma, y a gran voz.SE2 302.1

    Invito a toda la congregación a cantar el hermoso himno «Amoroso Salvador”.SE2 302.2

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