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Consejos para la Iglesia - Contents
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    Capítulo 32—La música

    El arte de la melodía sagrada era diligentemente cultivado [en las escuelas de los profetas]. No se oía el frívolo vals ni la canción petulante que ensalzaba al hombre y apartaba la atención de Dios, sino sagrados y solemnes salmos de alabanza al Creador, que engrandecían su nombre y repetían sus obras maravillosas. De ese modo se hacía servir a la música para un propósito santo: dirigir los pensamientos hacia lo que era puro, noble y elevador y despertar en el alma devoción y gratitud hacia Dios.1La Educación Cristiana, 262, 263.CPI 306.1

    La música forma parte del culto tributado a Dios en los atrios celestiales, y en nuestros cánticos de alabanza debiéramos procurar aproximarnos tanto como sea posible a la armonía de los coros celestiales. La educación apropiada de la voz es un rasgo importante en la preparación general, y no debe descuidarse. El canto, como parte del servicio religioso, es tanto un acto de culto como lo es la oración. El corazón debe sentir el espíritu del canto para darle expresión correcta.2Historia de los Patriarcas y Profetas, 645.CPI 306.2

    Se me ha mostrado el orden perfecto del cielo, y he quedado arrobada al escuchar la música perfecta que se oye allí. Después de salir de la visión, el canto terrenal me pareció muy áspero y discordante. He visto compañías de ángeles dispuestos en cuadros, cada uno con un arpa de oro. En el extremo del arpa había un instrumento para dar vuelta, acomodar el arpa, o cambiar la melodía. Sus dedos no recorrían descuidadamente las cuerdas, sino que tocaban distintas cuerdas para producir diferentes sonidos. Hay un ángel que siempre guía, que toca primero el arpa y da el tono; luego todos se unen para producir la rica y perfecta música del cielo. Es indescriptible esa melodía celestial y divina, que vibra mientras todo rostro refleja la imagen de Jesús, cuya gloria resplandece con brillo inefable.3Joyas de los Testimonios 1:46.CPI 306.3

    Se me mostró que los jóvenes deben elevarse y hacer de la Palabra de Dios su consejera y guía. Les incumben responsabilidades solemnes que ellos consideran livianamente. La introducción de la música en sus hogares, en vez de incitarlos a la santidad y la espiritualidad, ha contribuido a distraer de la verdad sus espíritus. Los cantos frívolos y la música popular parecen cuadrar con su gusto. Se ha dedicado a los instrumentos de música el tiempo que debiera haberse dedicado a la oración. Cuando no se abusa de la música, ésta es una gran bendición; pero mal empleada, es una terrible maldición. Excita, pero no comunica la fuerza y el valor que el cristiano puede hallar tan sólo ante el trono de la gracia cuando humildemente da a conocer sus necesidades, y con fuertes clamores y lágrimas ruega al Cielo que le fortalezca contra las poderosas tentaciones del maligno. Satanás está llevando a los jóvenes cautivos. ¡Oh! ¿qué puedo decir para inducirlos a quebrantar el poder de él para infatuarlos? Es un hábil encantador para seducirlos y llevarlos a la perdición.4El hogar adventista (1894), 370, 371.CPI 307.1

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