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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 - Contents
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    Número 19—Testimonio para la iglesia

    Mensaje a los ministros

    Estimados hermanos,

    El 25 de octubre de 1868 se me mostró que no todos los que profesan ser llamados para enseñar la verdad están capacitados para esta obra sagrada. Algunos están en abierto desacuerdo con el propósito y la voluntad de Dios. Algunos son perezosos en las cosas temporales, y su vida religiosa está marcada por una pereza espiritual. Donde falta una energía perseverante y una esmerada dedicación en los asuntos temporales y las transacciones comerciales, la misma deficiencia se notará en las cosas espirituales.2TPI 442.1

    Algunos de vosotros sois jefes de familia, y vuestro ejemplo e influencia moldean los caracteres de vuestros hijos. Ellos seguirán vuestro ejemplo en mayor o menor grado, y vuestra falta de entereza está dando un mal ejemplo a los demás. Pero vuestras deficiencias se sienten más sensiblemente, con mayor resultado, en la causa y la obra de Dios. Vuestras familias han sentido esta deficiencia y han sufrido por causa de ella; les han faltado muchas cosas que un trabajo diligente y la perseverancia podrían haberle provisto. Pero esta deficiencia se ha visto y sentido en la causa y la obra de Dios en tanto mayor grado cuanto su causa y obra son de mayor importancia que las cosas relativas a esta vida.2TPI 442.2

    La influencia de algunos ministros no es buena. No han controlado cuidadosamente el uso de su tiempo, dando así a la gente un ejemplo de laboriosidad. Pasan momentos en la indolencia y horas que, una vez registradas para la eternidad con sus resultados, nunca se pueden recuperar. Algunos son naturalmente indolentes, lo que les hace difícil completar con éxito cualquier empresa a que se aboquen. Esta deficiencia se ha visto y sentido a través de toda su experiencia religiosa. En este caso los culpables no son los únicos perjudicados; hacen sufrir a otros con sus deficiencias. En esta etapa tardía de sus vidas, muchos tienen lecciones que aprender, que debieran haber aprendido mucho antes.2TPI 442.3

    Algunos no estudian la Biblia cuidadosamente. No sienten inclinación por el estudio diligente de la Palabra de Dios. Como consecuencia de este descuido han trabajado en condiciones de gran desventaja y en sus esfuerzos como ministros no han logrado realizar ni una décima parte de la obra que podrían haber hecho si hubieran visto la necesidad de dedicar sus mentes al estudio minucioso de la Palabra. Hubieran llegado a estar tan familiarizados con las Escrituras, tan firmes en los argumentos bíblicos, que podrían enfrentar a los contrarios y presentar las razones de nuestra fe de tal modo que la verdad triunfaría y silenciaría su oposición.2TPI 443.1

    Los ministros de la Palabra deben tener un conocimiento tan completo de ella como les sea posible obtener. Deben estar continuamente investigando, orando y aprendiendo, o el pueblo de Dios avanzará en el conocimiento de su Palabra y voluntad, y dejará a estos profesos maestros muy atrás. ¿Quién instruirá al pueblo cuando están más adelantados que sus maestros? Todos los esfuerzos de tales ministros son infructuosos. Es necesario que el pueblo les enseñe la Palabra de Dios más perfectamente antes que sean capaces de instruir a otros.2TPI 443.2

    Algunos ya habrían podido ser obreros cabales si hubieran hecho buen uso de su tiempo, sabiendo que tendrían que dar razón ante Dios de los momentos malgastados. Han desagradado a Dios porque no han sido trabajadores. La complacencia propia, el amor propio, y el amor egoísta a la comodidad han mantenido a algunos alejados de lo bueno, les han impedido obtener un conocimiento de las Escrituras a fin de que pudieran estar enteramente preparados para toda buena obra. Algunos no aprecian el valor del tiempo y han permanecido ociosos en la cama en horas que podrían haber empleado en el estudio de la Biblia. Hay unos pocos asuntos en los que se han espaciado mayormente, con los que están familiarizados, y de los que pueden hablar de un modo aceptable; pero en gran medida se han quedado en esto. No se han sentido completamente satisfechos consigo mismos, y a veces se han dado cuenta de sus deficiencias; sin embargo no han tomado real conciencia del crimen de descuidar el conocimiento de la Palabra de Dios, la cual profesan enseñar. Por causa de su ignorancia el pueblo está desengañado; no reciben el entendimiento que podrían obtener de ellos y que esperan obtener de parte de ministros de Cristo.2TPI 443.3

    Levantándose temprano y aprovechando sus momentos, los ministros pueden encontrar tiempo para una investigación detallada de las Escrituras. Deben tener perseverancia, y no perder su objetivo, sino persistentemente emplear su tiempo en el estudio de la Palabra, ayudándose con las verdades que otras mentes, por medio del trabajo agotador, han traído a la luz para ellos, y con diligente y perseverante esfuerzo, han puesto a su alcance. Hay ministros que han estado trabajando por años, enseñando la verdad a otros, mientras que ellos mismos no están familiarizados con los puntos fuertes de nuestra posición. Les ruego a los tales que terminen con su holgazanería. Es una continua maldición para ellos. Dios les requiere que cada momento fructifique con algo bueno para ellos mismos o para los demás. “En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor”. Romanos 12:11. “También el que es negligente en su trabajo es hermano del hombre disipador”. Proverbios 18:9.2TPI 444.1

    Es importante que los ministros de Cristo vean la necesidad de ser autodidactas, con el fin de dar lustre a su profesión y mantener una conveniente dignidad. Sin una disciplina mental ciertamente fracasarán en todo lo que emprendan. Se me ha mostrado que hay una clara deficiencia en los que predican la Palabra. Dios no se siente complacido con su comportamiento e ideas. Su modo descuidado de citar las Escrituras es un deshonor para su profesión. Dicen ser maestros de la Palabra, y sin embargo no logran repetir los textos correctamente. Los que se dedican de lleno a predicar la Palabra no debieran citar ni un texto incorrectamente. Dios requiere escrupulosidad de parte de todos sus siervos.2TPI 444.2

    La religión de Cristo será ejemplificada en la’vida, en la conversación, en las obras del que la profesa. Sus firmes principios llegarán a ser un ancla. Los que son maestros de la Palabra debieran ser modelos de piedad, ejemplos para la manada. Su ejemplo debiera reprender la holgazanería, la pereza, la falta de laboriosidad y economía. Los principios de la religión requieren diligencia, laboriosidad, economía y honestidad. Todos escucharán pronto: “Da cuenta de tu mayordomía”. Hermanos, ¿cómo rendiríais cuenta si el Amo apareciera ahora? No estáis listos. Así como es cierto que los siervos perezosos existen, también es cierto que vosotros seríais contados entre ellos. Tenéis por delante preciosos momentos. Os insto a redimir el tiempo.2TPI 445.1

    Pablo exhortó a Timoteo: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad”. “Pero desecha las cuestiones necias e insensatas, sabiendo que engendran contiendas. Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él”. 2 Timoteo 2:15, 23-26.2TPI 445.2

    A fin de llevar a cabo la obra que Dios les requiere, los ministros deben estar preparados para su función. El apóstol Pablo, en su carta a los Colosenses, habla del siguiente modo con respecto al ministerio: “De la cual (la iglesia) fui hecho ministro, según la administración de Dios que me fue dada para con vosotros, para que anuncie cumplidamente la palabra de Dios, el ministerio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este ministerio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria, a quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre; para lo cual también trabajo, luchando según la potencia de él, la cual actúa poderosamente en mí”. Colosenses 1:25-29.2TPI 445.3

    No es menor el aprecio y la devoción hacia la obra del ministerio que Dios requiere de sus siervos que viven tan cerca del fin de todas las cosas. No puede aceptar el trabajo de los obreros a menos que la vida y el poder de la verdad que presentan a otros sea una realidad en sus propios corazones. No aceptará nada que no sea una obra seria, activa, llevada a cabo por un corazón celoso. Se requiere vigilancia y fecundidad para esta gran obra.2TPI 445.4

    Hermanos, os falta devoción y consagración a la obra. Vuestros corazones son egoístas. Debéis corregir vuestras deficiencias, o dentro de poco tiempo os sentiréis fatalmente defraudados: perderéis el Cielo. Dios no pasa por alto el descuido en el cumplimiento fiel de la obra que ha encomendado a sus siervos. Muchos que trabajan en el ministerio carecen de energía perseverante y una confianza constante en Dios. Como resultado de esta carencia los pocos que poseen estas cualidades están sobrecargados de trabajo y tienen que compensar las deficiencias tan evidentes de los que podrían ser obreros capacitados si así lo quisieran. Hay unos pocos que trabajan día y noche, negándose el descanso y la recreación social, exigiendo el máximo a su cerebro, cada uno llevando a cabo la obra de tres hombres, desgastando sus valiosas vidas para hacer la obra que otros podrían hacer, pero que descuidan. Algunos son demasiado haraganes como para hacer su parte; muchos ministros se protegen cuidadosamente evitando responsabilidades, permaneciendo en un estado de ineficiencia, y realizando casi nada. Por lo tanto, los que se dan cuenta del valor de las almas, los que aprecian cuán sagrada es la obra y piensan que debe progresar, están trabajando de más, haciendo esfuerzos sobrehumanos, y consumiendo la energía de su cerebro para mantener la obra en marcha. Si el interés en la obra y la devoción por ella estuvieran repartidos de igual modo, si todos los que profesan ser ministros dedicaran diligentemente su interés por completo a la causa, sin mezquinar su colaboración, los pocos obreros firmes y temerosos de Dios, quienes están rápidamente consumiendo sus vidas, se verían aliviados de estas grandes presiones que los agobian y podrían preservar su fuerza de modo que, cuando realmente se necesite, tendría un doble poder, y daría mucho mayores resultados que los que ahora pueden verse al estar ellos bajo la presión de una abrumadora preocupación y ansiedad. El Señor no se complace con esta desigualdad.2TPI 446.1

    Muchos que profesan ser llamados por Dios para ministrar en la palabra y la doctrina no se dan cuenta de que no tienen derecho de considerarse maestros a menos que estén firmemente respaldados por un serio y diligente estudio de la Palabra de Dios. Algunos no se han preocupado por obtener un conocimiento de las simples ramas de la educación. Algunos ni siquiera saben leer correctamente; algunos citan mal las Escrituras; y algunos, al dejar ver su falta de preparación para la obra que tratan de hacer, perjudican la causa de Dios y deshonran la verdad. Estos no ven la necesidad de cultivar el intelecto, de fomentar especialmente el refinamiento sin afectación, y de tratar de lograr la verdadera elevación del carácter cristiano. El medio cierto y efectivo para lograr esto es rendir el alma a Dios. El dirigirá el intelecto y los afectos de modo que se centren en lo divino y lo eterno, y entonces poseerán energía sin llegar a ser arrebatados, puesto que todas las facultades de la mente y de todo el ser serán elevadas, refinadas y dirigidas hacia el más alto y santo canal. De los labios del Maestro celestial se escucharon las palabras: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. Marcos 12:30. Cuando nos entregamos a Dios de este modo, la humildad adornará cada acción, mientras que al mismo tiempo los que así estén aliados con Dios y sus ángeles celestiales poseerán una decorosa dignidad que anticipa el cielo.2TPI 447.1

    El Señor manda que sus siervos sean activos. No le agrada verlos apáticos e indolentes. Profesan tener la evidencia de que Dios los ha seleccionado especialmente para enseñar a la gente el camino de la vida; sin embargo frecuentemente su conversación no es provechosa, y muestran que no sienten la responsabilidad de la obra sobre ellos. Sus propias almas no reciben energía de las poderosas verdades que presentan a otros. Algunos predican estas verdades de tan grande importancia, de un modo indolente que no puede influir en la gente. “Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas”. Eclesiastés 9:10. Los hombres a los que Dios ha llamado deben prepararse para ser esforzados, para trabajar firmemente y con incansable celo para él, para sacar a las almas del fuego. Cuando los ministros sientan el poder de la verdad en sus propias almas, estremeciendo su propio ser, entonces poseerán poder para influir en los corazones, y demostrar que creen firmemente las verdades que predican a otros. Debieran tener presente en sus mentes el valor de las almas, y la incomparable profundidad del amor del Salvador. Esto despertará el alma de modo que pueda decir con David: “Se enardeció mi corazón dentro de mí; en mi meditación se encendió fuego”. Salmos 39:3.2TPI 447.2

    Pablo exhortó a Timoteo: “Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu y pureza. Entre tanto que voy, ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza”. “Ocúpate en estas cosas; permanece en ellas, para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos. Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren”. 1 Timoteo 4:12-13, 15-16. ¡Qué gran importancia se confiere aquí a la vida cristiana del ministro de Dios! ¡Cuánto necesita un estudio fiel de la Palabra, para que él mismo pueda ser santificado por la verdad y pueda ser hecho apto para enseñar a otros.2TPI 448.1

    Hermanos, se requiere que ejemplifiquéis la verdad en vuestras vidas. Pero no todos los que piensan que es su misión enseñar a otros la verdad están convertidos y santificados por la verdad. Algunos tienen ideas erradas acerca de lo que significa ser cristiano y de los medios por los que se obtiene una firme experiencia religiosa; mucho menos entienden los requisitos que Dios exige que sus ministros cumplan. Estos hombres no están santificados. Ocasionalmente tienen un acceso de sentimentalismo y sienten la impresión de que son realmente hijos de Dios. Esta dependencia de las impresiones es uno de los engaños de Satanás. Los que se acostumbran a esto hacen de la religión algo circunstancial. Necesitan un principio firme. Nadie es un cristiano vivo a menos que tenga una experiencia diaria en las cosas de Dios y practique diariamente la abnegación al llevar alegremente la cruz y seguir a Cristo. Cada cristiano ha de avanzar diariamente en la vida divina. Mientras avanza hacia la perfección, experimenta cada día una conversión a Dios; y esta conversión no es completa hasta que logra la perfección del carácter cristiano, una preparación completa para el toque final de la inmortalidad.2TPI 448.2

    Dios debiera ser el más alto objeto de nuestros pensamientos. Meditar en él y suplicarle a él, eleva el alma y estimula los afectos. El descuido de la meditación y la oración seguramente traerá como resultado un deterioro en los intereses religiosos. Luego se notará descuido y pereza. La religión no es meramente una emoción, un sentimiento. Es un principio que está entrelazado con todas las tareas diarias y las transacciones de la vida. No hay nada que se desee, ni negocio que se emprenda que no pueda regirse por este principio. Para mantener una religión sin mancha, es necesario ser trabajadores y perseverar en el esfuerzo. Debemos hacer algo por nosotros mismos. Nadie sino nosotros mismos puede obrar nuestra salvación con temor y temblor. Esta es precisamente la obra que el Señor nos ha encomendado que hagamos.2TPI 449.1

    Algunos ministros que profesan ser llamados por Dios tienen la sangre de las almas en sus vestiduras. Están rodeados por descarriados y pecadores, y sin embargo no sienten la responsabilidad por sus almas; manifiestan indiferencia por su salvación. Algunos están tan adormecidos que parecen no tener conciencia de la tarea de un ministro del evangelio. No consideran que como médicos espirituales se requiere que sean capaces de administrar sanamiento a las almas enfermas de pecado. La obra de advertir a los pecadores, de llorar por ellos y rogar con ellos se ha descuidado al punto que muchas almas ya no pueden ser sanadas. Algunos han muerto en sus pecados, y en el juicio reprocharán por su culpabilidad a los que podrían haberlos salvado, pero que no lo hicieron. Ministros infieles, ¡qué retribución os espera!2TPI 449.2

    Los ministros de Cristo necesitan un nuevo ungimiento para poder discernir más claramente las cosas sagradas, y tener una clara conciencia del carácter santo e inmaculado que deben formar con el fin de ser modelos para la grey. Nada que podamos hacer nosotros mismos nos elevará al nivel donde Dios nos puede aceptar como sus embajadores. Solamente una firme confianza en Dios, y una fe fuerte y activa, llevará a cabo la obra que él requiere que se haga en nosotros. Dios necesita a hombres que trabajen. Un continuo hacer el bien forma caracteres para el Cielo. Con sencillez, fidelidad y amor debemos ungir a la gente para que se preparen para el día de Dios. A algunos habrá que instarlos con firmeza para lograr que se conmuevan. Que nuestro trabajo se caracterice por la mansedumbre y la humildad, mas que tenga la firmeza necesaria para hacerles comprender que estas cosas son una realidad, y que deben elegir entre la vida y la muerte. La salvación del alma no es un asunto para tratar con ligereza. La conducta del obrero de Dios debiera ser seria y caracterizarse por la sencillez y la verdadera cortesía cristiana, sin embargo el obrero debiera trabajar con una tremenda seriedad haciendo la obra que el Maestro le ha dejado para hacer. Una decidida perseverancia en una conducta justa, disciplinando la mente por medio de una práctica religiosa que fomente la devoción y las cosas celestiales, traerá la más grande felicidad.2TPI 449.3

    Si hacemos de Dios nuestra confianza, tendremos el poder de controlar la mente en estas cosas. Por medio de un continuo ejercicio se fortalecerá para luchar contra los enemigos internos y para refrenar al yo, hasta que haya una completa transformación, y las pasiones, los apetitos y la voluntad queden en perfecta sujeción. Luego habrá una constante piedad en el hogar y fuera de él, y cuando nos ocupemos de trabajar por las almas, un poder nos ayudará en nuestros esfuerzos. El cristiano humilde tendrá períodos de devoción que no serán espasmódicos, vacilantes o supersticiosos, sino calmos, tranquilos, profundos, constantes y firmes. El amor de Dios, la práctica de la santidad, serán placenteros cuando haya una perfecta entrega a Dios.2TPI 450.1

    La razón por la que los ministros de Cristo no tienen más éxito en su trabajo es que no están generosamente dedicados a la obra. El interés de algunos está dividido: son hipócritas. Les atraen los intereses de esta vida y no se dan cuenta de cuán sagrada es la obra del ministro. Estas personas pueden quizá quejarse de las tinieblas, del gran descreimiento, de la infidelidad. La razón de esto es que no están bien con Dios; no ven la importancia de llevar a cabo una completa consagración a él. Sirven un poco a Dios, pero mucho a sí mismos. Oran muy poco.2TPI 450.2

    La Majestad del cielo, mientras se ocupaba de su ministerio terrenal, oraba mucho a su Padre. Frecuentemente pasaba toda la noche postrado en oración. A menudo su espíritu se entristecía al sentir los poderes de las tinieblas de este mundo, y dejaba la bulliciosa ciudad y el ruidoso gentío, para buscar un lugar apartado para sus oraciones intercesoras. El monte de los Olivos era el refugio favorito del Hijo de Dios para sus devociones. Frecuentemente después que la multitud le había dejado para retirarse a descansar, él no descansaba, aunque se sentía agotado por la labor del día. En el Evangelio según San Juan leemos: “Cada uno se fue a su casa; y Jesús se fue al monte de los Olivos”. Mientras la ciudad estaba sumida en el silencio, y los discípulos habían regresado a sus hogares para un reparador descanso, Jesús no dormía. Sus divinos ruegos ascendían a su Padre desde el monte de los Olivos para que sus discípulos pudieran ser guardados de las malas influencias que enfrentarían a diario en el mundo, y para que su propia alma pudiera ser fortalecida y vigorizada para enfrentar las obligaciones y las pruebas del día siguiente. Mientras que sus discípulos dormían, su divino Maestro pasaba toda la noche orando. El rocío y la escarcha de la noche caían sobre su cabeza inclinada en oración. Ha dejado su ejemplo para sus seguidores.2TPI 450.3

    La Majestad del cielo, mientras se ocupaba de su misión, se dedicaba frecuentemente y sinceramente a la oración. No siempre visitaba el monte de los Olivos pues sus discípulos conocían su refugio favorito, y a menudo lo seguían. Elegía la quietud de la noche cuando no sería interrumpido. Jesús podía sanar a los enfermos y levantar a los muertos. El mismo era una fuente de bendición y fuerza. Mandaba aun a las tempestades, y ellas le obedecían. No había sido mancillado por la corrupción, ni tocado por el pecado; sin embargo oraba, y a menudo lo hacía con profundo llanto y lágrimas. Oraba por sus discípulos y por sí mismo, identificándose así con nuestras necesidades, nuestras debilidades y nuestros fracasos, que son tan característicos de nuestra condición humana. Pedía con poder, sin poseer las pasiones de nuestra naturaleza humana caída, pero provisto de debilidades similares, tentado en todo según nuestra semejanza. Jesús sufrió una agonía que requería ayuda y apoyo de su Padre.2TPI 451.1

    Cristo es nuestro ejemplo. ¿Los ministros de Cristo son tentados y fieramente abofeteados por Satanás? Así también lo fue el que no conoció pecado. Se volvió a su Padre en estas horas de angustia. Vino a la tierra para proveer un modo por el que pudiéramos encontrar gracia y fortaleza para ayudarnos en cada momento de necesidad, al seguir su ejemplo de orar frecuente y sinceramente. Si los ministros de Cristo imitan este ejemplo, serán imbuidos de su espíritu, y los ángeles ministrarán en su favor.2TPI 451.2

    Los ángeles ayudaron a Jesús, mas su presencia no facilitó su vida ni la libró de duras luchas y fieras tentaciones. Fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Si los ministros, mientras están haciendo la obra que el Maestro les ha mandado que hagan, tienen pruebas, perplejidades y tentaciones, ¿debieran sentirse descorazonados, cuando saben que hay Uno que ha sufrido todas estas cosas antes que ellos? ¿Debieran perder su confianza porque sus esfuerzos no rinden los frutos que ellos esperaban? Cristo trabajó firmemente por su propia nación; pero sus esfuerzos fueron despreciados precisamente por los que él vino a salvar, y mataron al que vino a darles vida.2TPI 452.1

    Hay un número suficiente de ministros, pero una gran escaces de obreros. Los obreros, los colaboradores de Dios, tienen conciencia del carácter sagrado de la obra y de los severos conflictos que tienen que enfrentar con el fin de llevarla adelante con éxito. Los obreros no desmayarán ni se desanimarán ante el trabajo, no importa cuán arduo sea. En la Epístola a los Romanos Pablo dice: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado”. Romanos 5:1-5. En él están todos los tesoros de la sabiduría y el conocimiento. No tenemos excusa si no nos valemos de las amplias provisiones hechas para nosotros, para que no nos pudiera faltar nada. El evadir las penurias y quejarse de las tribulaciones hace a los siervos de Dios débiles e ineficientes para llevar las responsabilidades y cargas.2TPI 452.2

    Todos los que se mantienen intrépidamente en el frente de batalla deben sentir la lucha especial de Satanás en contra de ellos. Cuando se dan cuenta de sus ataques, escapan a la Fortaleza. Sienten la necesidad del vigor especial que viene de Dios, y trabajan con su fuerza; por consiguiente las victorias que ganan no los exaltan a ellos, sino que los llevan en fe a apoyarse con más seguridad en el Poderoso. En sus corazones despierta una profunda y ferviente gratitud a Dios, y están gozosos en la tribulación que experimentan mientras se sienten acosados por el enemigo. Estos siervos bien dispuestos están logrando una experiencia y formando un carácter que honrará la causa de Dios.2TPI 452.3

    Este es un momento de solemne privilegio y responsabilidad sagrada para los siervos de Dios. Si estos deberes se cumplen fielmente, la recompensa del siervo fiel será grande cuando el Amo diga: “Da cuenta de tu mayordomía”. La dedicación seria, el trabajo generoso, el esfuerzo paciente y perseverante, serán abundantemente recompensados; Jesús dirá: Por tanto no os llamo siervos, sino amigos, invitados. El Amo no da su aprobación porque el trabajo realizado sea grande, porque se han obtenido muchas cosas, sino por la fidelidad aun en las cosas pequeñas. No son los grandes resultados que podamos obtener, sino los motivos que nos impulsan a actuar, los que tienen valor para Dios. El aprecia la bondad y la fidelidad más que la grandeza de la obra realizada.2TPI 453.1

    Me fue mostrado que muchos corren el gran peligro de fracasar en el logro de la perfecta santidad en el temor del Señor. Los ministros están en peligro de perder sus propias almas. Algunos de los que han predicado a otros serán ellos mismos rechazados porque no han perfeccionado un carácter cristiano. A pesar de su esfuerzo no salvan almas, ni aun salvan la suya propia. No ven la importancia del conocimiento y del control propios. No velan y oran, para no entrar en tentación. Si velaran, reconocerían sus puntos débiles, donde seguramente la tentación los atacará. Al velar y orar pueden proteger de tal modo sus puntos más débiles que se transformarán en los más fuertes, y pueden enfrentar la tentación sin ser vencidos. Cada seguidor de Cristo debiera examinarse diariamente, para que pueda conocer perfectamente su propia conducta. Casi todos descuidan el examen propio. Este descuido es por cierto peligroso en el que profesa ser un portavoz de Dios, ocupando la tremenda posición de responsabilidad de recibir la Palabra de Dios para darla a su pueblo. La conducta diaria de una persona que actúa de tal modo tiene gran influencia en los demás. Si tiene éxito en su trabajo, rebaja a sus conversos a su nivel, y muy rara vez se elevan a un nivel más alto. La conducta del ministro, sus palabras, sus gestos y modales, su fe y su piedad se consideran como ejemplo de estos adventistas observadores del sábado; y si imitan al que les ha enseñado la verdad, piensan que están cumpliendo con su obligación.2TPI 453.2

    Hay mucho en la conducta de un ministro que él puede mejorar. Muchos ven y sienten sus carencias, pero parecen desconocer la influencia que ejercen. Tienen conciencia de sus acciones en el momento de realizarlas pero las dejan caer en el olvido y por lo tanto no se reforman. Si los ministros meditaran con atención en las acciones de cada día y las revisaran con cuidado, con el fin de llegar a conocer sus propios hábitos de vida, se conocerían a sí mismos mejor. Al hacer un recuento de su vida diaria en todas las circunstancias conocerían sus propios motivos, los principios que los impulsan. Esta revisión diaria de nuestros actos, para ver si la conciencia aprueba o condena, es necesaria para todos los que desean llegar a la perfección del carácter cristiano. Muchos actos que son considerados buenas obras, aun actos de benevolencia, cuando se los investiga detalladamente, se encontrará que están impulsados por motivos equivocados. Muchos reciben aplausos por virtudes que no poseen. El que escudriña los corazones examina los motivos, y a menudo los actos que son muy aplaudidos por los hombres, Dios los registra como hechos que tienen su origen en motivos egoístas y en una deshonesta hipocresía. El que escudriña los corazones juzga cada acto de nuestras vidas, ya sea digno de encomio o de censura, de acuerdo con los motivos que lo impulsaron.2TPI 454.1

    Aun algunos ministros que defienden la ley de Dios tienen muy poco conocimiento de sí mismos. No meditan en los motivos de sus acciones ni los examinan. No ven sus errores y pecados, porque no consideran su vida, sus actos y su carácter, con sinceridad y seriedad, separadamente y en conjunto, ni los comparan con la sagrada y santa ley de Dios. No comprenden realmente los requerimientos de la ley de Dios, y diariamente viven en transgresión al espíritu de esa ley que profesan reverenciar. “Por medio de la ley -dice Pablo- es el conocimiento del pecado”. “Yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás”. Romanos 3:20; 7:7. Algunos que trabajan en la Palabra y la doctrina no tienen una comprensión práctica de la ley de Dios y sus santos requerimientos, ni de la expiación de Cristo. Ellos mismos necesitan convertirse antes que puedan convertir a los pecadores.2TPI 454.2

    No se presta atención al fiel espejo que puede revelar los defectos del carácter; por lo tanto la deformidad y el pecado existen, y son evidentes para los demás, aunque los que están en el error no se den cuenta de su existencia. El odioso pecado del egoísmo existe en gran proporción, aun en algunos que profesan estar dedicados a la obra de Dios. Si compararan su carácter con sus requerimientos, especialmente con la gran norma, su santa, justa y buena ley, se cerciorarían, si se examinaran seria y honestamente, de que son tremendamente deficientes. Pero algunos no están dispuestos a ir lo suficientemente lejos y penetrar lo suficientemente profundo como para ver la maldad de sus propios corazones. Son deficientes en muchos aspectos; sin embargo permanecen en una voluntaria ignorancia de su culpabilidad, y están tan empeñados en cuidar de sus propios intereses que Dios no se interesa por ellos.2TPI 455.1

    Algunos no tienden naturalmente a la devoción, y por lo tanto debieran fomentar y cultivar el hábito de examinar detalladamente sus propias vidas y motivos y debieran fomentar de un modo especial el amor por los ejercicios religiosos y por la oración secreta. Frecuentemente se los escucha hablar de dudas y descreimiento, y se espacian en las tremendas luchas que han tenido que librar con sentimientos ateos. Se detienen en las influencias desalentadoras que afectan de tal modo su fe, esperanza y valor en relación con la verdad y el éxito final de la obra y la causa a la que están entregados, que la duda se transforma en una virtud especial. A veces parece que realmente se complacieran en insistir en la posición del infiel y fortalecer su descreimiento con cada caso que puedan encontrar como excusa de sus tinieblas. A los tales les diría: Sería mejor que bajaran y dejaran los muros de Sion hasta que lleguen a ser hombres convertidos y buenos cristianos. Antes que toméis la responsabilidad de ser ministros, Dios requiere que os separéis del amor por este mundo. La recompensa de los que continúan en esta posición dudosa ser la que reciban los temerosos e incrédulos.2TPI 455.2

    Pero ¿cuál es la razón de estas dudas, de esa oscuridad y descreimiento? Respondo: Estos hombres no están bien con Dios. No son honestos y sinceros con su propia alma. Han descuidado el cultivo de la piedad personal. No se han separado de todo egoísmo, y del pecado y de los pecadores. No han estudiado la vida de abnegación de nuestro Señor, ni han logrado imitar su ejemplo de pureza, devoción y renunciamiento. El pecado que fácilmente ataca, ha sido fortalecido por la indulgencia. Por su propia negligencia y pecado se han separado de la compañía del divino Maestro, y él se ha adelantado a ellos un día de camino. Tienen de compañeros a los indolentes, los perezosos, los descarriados, los incrédulos, los irreverentes, los desagradecidos, los impíos, y a sus asistentes, los malos ángeles. ¿Por qué maravillarse de que tales personas estén en tinieblas, o de que tengan dudas doctrinales? “El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios”. Juan 7:17. Tendrá certeza acerca de este asunto. Esta promesa debiera ahuyentar todas las dudas e interrogantes. Es la separación de Cristo lo que trae dudas. A él lo siguen los fervientes, los honestos, los sinceros, los fieles, los humildes, los mansos y los puros, a quienes los santos ángeles, vestidos con los atavíos celestiales, están santificando, iluminando, purificando y protegiendo; pues van en dirección al cielo.2TPI 456.1

    No se necesita mayor evidencia de que una persona está muy lejos de Jesús, y está descuidando la oración secreta y la piedad personal, que el hecho de que exprese dudas y descreimiento porque está en un ambiente desfavorable. Tales personas no tienen la religión pura, verdadera, inmaculada de Cristo. Tienen un objeto espurio que el proceso de refinación consumirá completamente como escoria. Tan pronto como Dios los prueba, y prueba su fe, ellos vacilan, inclinándose primero a un lado y luego al otro. No tienen el objeto genuino que Pablo poseía, quien podía gloriarse en la tribulación “sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones”. Romanos 5:3-5. Tienen una religión circunstancial. Si todos a su alrededor son fuertes en fe y confianza en el éxito final del mensaje del tercer ángel, y no reciben ninguna influencia en contra, entonces, parecen tener alguna fe. Pero tan pronto como la causa parece sufrir alguna adversidad, y el trabajo avanza lentamente, y se necesita la ayuda de todos, estas pobres almas, aunque sean profesos ministros del Evangelio, esperan que todo termine en la nada. Son un obstáculo en vez de una ayuda.2TPI 456.2

    Si surge la apostasía, y se manifiesta la rebelión, no se les escucha decir, con palabras de aliento y buen ánimo: hermanos, no desmayéis, tened buen ánimo. “Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos”. 2 Timoteo 2:19. Los hombres a quienes las circunstancias afectan de este modo debieran permanecer en sus hogares y emplear su fuerza física y mental en un puesto de menor responsabilidad, donde no estén expuestos a tan fuerte oposición. Si todo va bien, pueden pasar por hombres muy buenos y devotos. Pero estos no son los que el Maestro enviará a hacer su obra, pues los emisarios de Satanás se oponen a ella. Satanás también, y su hueste de ángeles malos, se organizarán en contra de ellos. Dios ha hecho provisión para que los hombres a los que ha llamado a realizar su obra, puedan salir vencedores en cada enfrentamiento. Los que siguen sus indicaciones nunca serán vencidos.2TPI 457.1

    El Señor, hablando a través de Pablo, en (Efesios 6:10-18), dice cómo fortalecernos en contra de Satanás y sus emisarios: “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por lo tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos”.2TPI 457.2

    Estamos ocupados en una exaltada y sagrada obra. Los que profesan ser llamados a enseñar la verdad a los que están en tinieblas no debieran ser ellos mismos seres descreídos y en tinieblas. Debieran vivir cerca de Dios, donde pueden ser todos luz en el Señor. La razón por la que no son así es que ellos mismos no obedecen la Palabra de Dios; por lo tanto expresan dudas y desalientos, cuando debieran expresar sólo palabras de fe y santa alegría.2TPI 458.1

    Lo que necesitan los ministros es religión, una conversión diaria a Dios, un interés indiviso y sin egoísmo en su causa y en su obra. Debe haber autohumillación, dejar todo el celo, mala sospecha, envidia, odio, malicia y descreimiento. Se necesita una completa transformación. Algunos han perdido de vista a nuestro Modelo, el doliente Hombre del Calvario. Al servirle no podemos esperar desahogo, honor y grandeza en esta vida; pues él, la Majestad del Cielo, no los recibió. “Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto”. “Herido fue por nuestras rebeliories, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” Isaías 53:3, 5. Con este ejemplo ante nosotros, ¿elegiremos rehuir la cruz y ser desviados por las circunstancias? Nuestro celo, nuestro fervor, ¿serán encendidos sólo cuando estemos rodeados por los que están despiertos y son celosos en la obra y la causa de Dios?2TPI 458.2

    ¿No podemos apoyarnos en Dios, aunque lo que nos rodee sea siempre tan desagradable y desalentador? “¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, y que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”. Romanos 8:31-39.2TPI 458.3

    Muchos ministros no tienen un interés indiviso en la obra de Dios. Han invertido muy poco en su causa, y por cuanto se han interesado tan poco en el avance de la verdad son fácilmente tentados en cuanto a ella y apartados de ella. No son firmes, fuertes, estables. El que conoce bien su propio carácter, que sabe cuál es el pecado que lo acosa más fácilmente, y las tentaciones que más probablemente lo vencerán, no debiera exponerse innecesariamente e invitar a la tentación a colocarse en el campo del enemigo. Si el deber lo llama a donde las circunstancias no son favorables, recibirá ayuda especial de Dios, y así irá completamente armado para el conflicto con el enemigo. El conocimiento de sí mismo salvará a muchos de caer en dolorosas tentaciones, y les evitará a muchos una ignominiosa derrota. Con el fin de conocernos a nosotros mismos, es esencial que investiguemos fielmente los motivos y principios de nuestra conducta, comparando nuestras acciones con el modelo de conducta revelado en la Palabra de Dios. Los ministros debieran fomentar y cultivar la benevolencia.2TPI 459.1

    Se me mostró que algunos de los que han estado empleados en nuestra oficina de publicaciones, en nuestro Instituto de Salud y en el ministerio, han trabajado solamente por la paga. Hay excepciones; no todos son culpables en esto, pero pocos parecen haberse dado cuenta de que deben dar cuenta de su mayordomía. Los recursos que habían sido consagrados a Dios para el avance de su causa han sido malgastados. Familias pobres, que habían experimentado la influencia santificadora de la verdad y que por lo tanto la apreciaban y se sentían agradecidas a Dios por ella, pensaron que podían y debían privarse de lo necesario para la vida con el fin de traer sus ofrendas a la tesorería del Señor. Algunos se han privado de artículos de vestir que realmente necesitaban para sentirse cómodos. Otros han vendido su única vaca y han dedicado a Dios el producto de la venta. Con el alma sincera, con muchas lágrimas de gratitud por el privilegio de hacer esto para la causa de Dios, se han postrado ante el Señor con su ofrenda y han invocado su bendición sobre ella al entregarla, orando para que pudiera ser el medio de llevar el conocimiento de la verdad a las almas en tinieblas. A los fondos así dedicados no siempre se les dio el destino que los abnegados donantes deseaban. Hombres codiciosos y egoístas, sin espíritu de abnegación y renunciamiento, han utilizado deslealmente los bienes traídos de ese modo a la tesorería; y han robado los recursos de Dios al recibir dinero que no habían ganado justamente. Su administración imprudente y falta de consagración han malgastado y desparramado fondos que habían sido consagrados a Dios con oraciones y lágrimas.2TPI 459.2

    Se me mostró que el ángel registrador toma nota fiel de cada ofrenda que se dedica a Dios y se entrega en la tesorería, y también de los resultados finales de los medios así ofrendados. El ojo de Dios observa cada centavo que se dedica a su causa, igualmente como la actitud regocijada o mezquina del dador. También se registra el motivo de la dádiva. Las personas abnegadas y consagradas que le devuelven a Dios lo que le pertenece, del modo como él lo requiere, serán recompensadas de acuerdo con sus obras. Aunque se gastaran equivocadamente los medios así consagrados, y que no cumplieran los propósitos para los cuales el dador los había destinado -la gloria de Dios y la salvación de las almas-, los que realizaron el sacrificio con sinceridad, con el fin único de glorificar al Señor, no perderán su recompensa.2TPI 460.1

    A los que han dado un uso equivocado a los fondos dedicados a Dios se les requerirá que den un informe de su mayordomía. Algunos han tomado recursos egoístamente por causa de su amor a la ganancia. Otros no tienen una conciencia sensible, ha sido caracterizada por un egoísmo largamente acariciado. Consideran las cosas sagradas desde una perspectiva inferior. A través de un continuo proceder equivocado, su sensibilidad moral está paralizada. Parece imposible elevar sus opiniones y sentimientos al exaltado nivel claramente evidenciado en la Palabra de Dios. A menos que experimenten una transformación completa por medio de la renovación de la mente, esta clase de creyentes no encontrará lugar en el cielo. Los que han procedido egoísta y equivocadamente, sin considerar sagrada ni aun la tesorería de Dios, no podrían apreciar la pureza y santidad de los santos en el reino de los cielos, ni el valor de la rica gloria, de la recompensa eterna reservada para los fieles vencedores. Su mente ha corrido tanto tiempo por un canal bajo y egoísta que no pueden apreciar las cosas eternas. No valoran la salvación. Es imposible elevar sus almas para estimar correctamente el plan de salvación o el valor de la expiación. Intereses egoístas han absorbido su ser entero, como un imán atraen la mente y los afectos, sujetándolos a un nivel bajo. Algunas de estas personas nunca alcanzarán la perfección del carácter. Sus mentes no se pueden elevar de modo que se encanten con la santidad. El amor a sí mismos y los intereses egoístas han dominado de tal modo el carácter que no pueden discernir entre lo sagrado y eterno y lo común. La causa de Dios y su tesorería no son más sagrados para ellos que los negocios y los bienes comunes destinados a fines mundanos.2TPI 460.2

    Todos los que profesan ser seguidores de Cristo tienen deberes ineludibles en este sentido. La Ley de Dios especifica su deber hacia sus semejantes: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Al menospreciar la justicia, la misericordia y la benevolencia hacia sus semejantes, algunos han endurecido tanto el corazón que pueden ir aun más allá, y hasta robar a Dios sin sentir remordimiento de conciencia. Esas personas ¿cierran los ojos y el entendimiento al hecho de que Dios sabe, que él ve cada acción de ellos y el motivo que los impulsó a realizarlas? Su recompensa viene con él, y su paga delante de su rostro, para dar a cada uno según sus obras. Toda buena obra y toda mala acción y su influencia sobre otros, es rastreada por el Escudriñador de los corazones, ante quien queda revelado todo secreto. Y la recompensa será de acuerdo con los motivos que impulsaron cada acción.2TPI 461.1

    A pesar de las repetidas advertencias y reprensiones que el Señor les ha enviado, los que han ocupado puestos de responsabilidad han seguido sus propios caminos y han sido guiados por su propio juicio no santificado, y en consecuencia, la causa de Dios ha sufrido, y las almas se han apartado de la verdad. Todos los que de este modo son culpables se encontrarán con un terrible registro en el día de la retribución final. Si llegaran a ser salvos, será por un esfuerzo nada común de su parte; su vida pasada debe ser revisada por ellos y redimida. Si esta obra se hace con sinceridad, y se sigue con perseverancia e incansable seriedad, será un completo éxito; pero muchos no tienen éxito, porque la seriedad con que empiezan la obra se desvanece, y se transforma en apatía y descuido. Sus esfuerzos son correctos al principio, mientras tienen alguna conciencia de su condición; pero tratan de olvidar el pasado, y lo pasan por alto sin quitar las piedras de tropiezo ni hacer una obra minuciosa. No expresan su arrepentimiento con una tristeza genuina por haber deshonrado a Dios con su influencia y haber permitido que las almas por las que Cristo murió se hubieran perdido. Hacen esfuerzos espasmódicos y se emocionan en gran manera; pero el hecho de que los esfuerzos cesan, que este sentimiento pronto pasa y es reemplazado por una apática indiferencia, demuestra que Dios no está plenamente en la obra. Por un tiempo los sentimientos fueron moldeados; pero la obra no llegó bien hondo para cambiar los principios que gobernaban sus acciones. Están tan expuestos a ser llevados de nuevo por el mismo rumbo equivocado como al principio; pues no tienen fuerza para resistir los ardides de Satanás, sino que están sujetos a sus estratagemas.2TPI 461.2

    La vida de un verdadero cristiano es siempre hacia adelante. No hay detenciones ni retrocesos. Es vuestro privilegio ser “llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual; para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios; fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad; con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz”. Colosenses 1:9-12.2TPI 462.1

    Insto a todos, especialmente a los que ministran en palabra y doctrina, a rendirse sin reservas a Dios. Consagrad vuestra vida a él, y sed por cierto ejemplos para la grey. No os conforméis más con permanecer enanos en las cosas espirituales. Que vuestra meta no sea nada menos que la perfección del carácter cristiano. Que vuestra vida sea sin egoísmo, intachable, que pueda ser un vivo reproche para los egoístas, cuyos afectos parecen estar en su tesoro terrenal. Que Dios os conceda el ser fortalecidos conforme a las riquezas de su gloria “con poder en el hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios”. Efesios 3:16-19.2TPI 462.2

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