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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 - Contents
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    Un sueño impresionante

    Mientras visitaba Battle Creek en agosto de 1868, soñé que estaba con una gran compañía de gente. Una parte de esta congregación empezó a prepararse para un viaje. Teníamos carretas muy cargadas. Mientras viajábamos, parecía que el camino ascendía. A un lado de este camino había un profundo precipicio; al otro había un alto y liso muro blanco, con la terminación dura de paredes revocadas.2TPI 526.1

    A medida que avanzábamos, el camino se hacía más angosto y empinado. En algunos lugares parecía tan estrecho que no podíamos ya viajar con las carretas cargadas. Entonces desatamos los caballos, tomamos parte del equipaje de las carretas, lo colocamos sobre los caballos, y viajamos a caballo.2TPI 526.2

    A medida que avanzábamos la senda seguía estrechándose. Nos vimos obligados a marchar muy cerca del muro, para evitar caer del angosto camino en el profundo precipicio. Cuando hacíamos esto, el equipaje que llevaban los caballos presionaba contra la pared y nos impelía hacia el precipicio. Temíamos caer y estrellarnos contra las rocas. Entonces soltamos el equipaje de los caballos, que cayó al precipicio. Seguimos a caballo, y cuando llegábamos a los lugares más angostos del camino, sentíamos gran temor de perder el equilibrio y caer. En esos momentos, parecía que una mano tomaba la brida y nos guiaba en el camino peligroso.2TPI 526.3

    Como la senda se hacía más angosta, decidimos que ya no podíamos seguir a caballo con seguridad. Dejamos los caballos y continuamos a pie, en una sola fila, cada uno siguiendo las pisadas del otro. En este punto, pequeñas cuerdas descendieron desde lo alto del muro blanco; nos asimos de ellas firmemente, para ayudarnos a mantenernos en equilibrio sobre la senda. Mientras avanzábamos, el cordón avanzaba con nosotros. Finalmente la senda se hizo tan angosta que llegamos a la conclusión de que viajaríamos más seguros sin zapatos, así que los quitamos y continuamos sin ellos. Pronto vimos que podíamos viajar más seguros sin las medias; nos las quitamos y seguimos descalzos.2TPI 526.4

    Entonces pensamos en los que no estaban acostumbrados a las privaciones y penurias. ¿Dónde estaban ahora? No estaban en el grupo. A cada cambio algunos quedaban atrás, y sólo seguían los que se habían acostumbrado a soportar penurias. Las privaciones del camino sólo los hacía más deseosos de esforzarse hasta el final.2TPI 527.1

    El peligro de caer de la senda aumentaba. Nos apoyábamos fuertemente contra el muro, sin embargo no podíamos apoyar nuestros pies del todo sobre la senda, porque era demasiado angosta. Entonces suspendíamos casi todo nuestro peso de las cuerdas y exclamábamos: “¡Nos sostienen desde arriba! ¡Nos sostienen desde arriba!” Toda la compañía que avanzaba por la senda angosta pronunció las mismas palabras. Cuando escuchamos las risas y la jarana que parecían venir del abismo nos estremecimos. Escuchamos canciones de guerra y canciones de danza. Escuchamos música instrumental y fuertes risas, mezcladas con maldiciones, gritos de angustia y amargos lamentos, y nos sentimos más ansiosos que nunca de seguir en nuestro angosto y difícil camino. Gran parte del tiempo nos veíamos obligados a suspender todo nuestro peso de las cuerdas, que aumentaban de tamaño a medida que avanzábamos.2TPI 527.2

    Noté que el hermoso muro blanco estaba manchado de sangre. Daba lástima ver el muro así manchado. Sin embargo, ese sentimiento duró sólo un momento, pues pronto pensé que todo estaba bien. Los que vienen detrás sabrán que otros han pasado por el camino angosto y difícil antes que ellos, y llegarán a la conclusión de que si otros pudieron avanzar, ellos podrán hacer lo mismo. Y cuando sus doloridos pies sangren, no desmayarán desalentados, sino que al ver la sangre sobre el muro, sabrán que otros han soportado el mismo dolor.2TPI 527.3

    Al fin llegamos a un gran abismo, donde terminó nuestra senda. Ahora no había nada allí que guiara nuestros pasos, nada donde descansar nuestros pies. Toda nuestra dependencia estaba en las cuerdas, que habían aumentado de tamaño hasta llegar a ser tan grandes como nuestro cuerpo. Aquí por un tiempo nos sentimos perplejos y angustiados. Preguntamos en temerosos susurros: “¿A qué está sujeta la cuerda?” Mi esposo estaba justo delante de mí. Grandes gotas de sudor caían de su frente; las venas del cuello y las sienes habían aumentado al doble de su tamaño normal, y sofocados y agonizantes lamentos brotaban de sus labios. El sudor corría por mi rostro, y sentí tal angustia cual nunca había sentido antes. Nos esperaba un tremendo esfuerzo. Si fallábamos aquí todas las dificultades de nuestro viaje habrían sido en vano.2TPI 527.4

    Ante nosotros, del otro lado del abismo, había un hermoso campo de verde gramilla de más o menos quince centímetros de alto. No veíamos el sol, pero suaves y brillantes rayos de luz semejantes a oro y plata finos descendían sobre esta campiña. Nada que hubiera visto jamás sobre la tierra podía compararse en belleza y gloria con esta pradera. Pero ¿podríamos alcanzarla? era nuestra inquietante pregunta. Si la cuerda se rompía, moriríamos. De nuevo se escucharon angustiosos susurros: “¿Cómo se sostiene la cuerda?” Por un momento vacilamos antes de aventurar una respuesta. Luego exclamamos: “Nuestra única esperanza consiste en confiar plenamente en la cuerda. Hemos dependido de ella durante todo el difícil trayecto. Ahora no nos fallará”. Aún la duda nos angustiaba. Entonces escuchamos las palabras: “Dios sostiene la cuerda y no hay por qué temer”. Luego los que venían detrás repitieron las mismas palabras y agregaron: “El no nos fallará ahora, puesto que hasta aquí nos ha traído a salvo”.2TPI 528.1

    Mi esposo entonces se abalanzó sobre el tremendo abismo y saltó a la hermosa campiña que estaba más allá. Inmediatamente lo seguí yo. ¡Oh, qué sensación de alivio y gratitud a Dios sentimos! Escuché voces que se elevaron en triunfante alabanza a Dios. Era feliz, perfectamente feliz.2TPI 528.2

    Desperté, y sentí que a causa de la ansiedad que había experimentado en mi marcha por la difícil ruta, cada nervio de mi cuerpo se estremecía. Este sueño no necesita comentario. Impresionó de tal modo mi mente que probablemente cada detalle permanecerá vívido mientras tenga memoria.2TPI 528.3

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