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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 - Contents
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    La reforma en el hogar

    Hno. M,

    De acuerdo con lo que me ha sido mostrado, se debe hacer una gran obra en su favor antes que usted sea aceptado a la vista de Dios. El yo es demasiado prominente en usted. Posee un temperamento rápido y apasionado, y es arbitrario y exigente con los miembros de su familia. La Hna. M es desaliñada y descuidada en el manejo de su casa. Su administración carece de orden y limpieza. Pero puede mejorar en estas cosas. Hno. M: usted censura a su esposa y actúa dictatorialmente, y no posee el amor que debería tener. Ella teme su actitud opresora, pero no hace lo que podría para corregir sus malos hábitos, por cuya causa su hogar es tan desagradable.2TPI 77.3

    Hno. M: usted no ha seguido una conducta juiciosa con respecto a su familia. Sus hijos no lo aman. Odian más de lo que aman. Su esposa no lo ama. Su conducta no inspira amor en nadie. Es extremista. Es severo, exigente y arbitrario con sus hijos. Habla acerca de la verdad con ellos, pero no aplica sus principios a su vida diaria. No es paciente, tolerante y perdonador. Por tanto tiempo se ha entregado a su propia manera de ser, está tan dispuesto a explotar si se lo provoca, que resulta sumamente dudoso que vaya a hacer los esfuerzos necesarios para alcanzar la norma de Cristo. No posee ni paciencia, ni tolerancia, ni amabilidad, ni amor. Debe poseer estas gracias antes de ser verdaderamente cristiano. Usted reserva sus palabras de ánimo, sus actos bondadosos, para los que no lo merecen tanto como su esposa y sus hijos. Cultive las palabras amables, las miradas agradables, el encomio y la aprobación en beneficio de su propia familia, porque de ese modo estará efectivamente influyendo sobre su propia felicidad. No permita que salgan jamás de sus labios palabras de censura o de reproche. Domine ese deseo de gobernar y de oprimir con ese talón de hierro. Su actitud es desagradable, estrecha. Con algunos es egoísta y mezquino; pero con otros que espera tengan una elevada opinión de usted, es capaz de sacrificarlo todo, inclusive lo que le hace falta a su propia familia. Es generoso cuando necesita la alabanza y la estima de los hombres. Si pudiera adquirir el cielo mediante un gran sacrificio realizado en favor de aquellos con quienes quiere ser generoso, ciertamente lo lograría. No tiene reparos en pasar por grandes incomodidades con el fin de beneficiar a los demás, si al hacerlo consigue exaltarse a sí mismo. En estos asuntos usted diezma el eneldo y el comino, mientras pasa por alto asuntos más importantes, es a saber, la justicia y el amor de Dios.2TPI 78.1

    No es justo con su familia. Tiene una obra que hacer en este aspecto. Primero consiga que su esposa se sienta cómoda y feliz; y a continuación considere la situación de sus hijos. Proporcióneles alimentos y ropas adecuados. Después, si le es posible, sin que sufran su esposa y sus hijos, ayude a los que más lo necesitan, y prodigue sus favores donde sean más apreciados; en ese caso será digno de encomio el hecho de que usted sea generoso. Pero su primer deber, y el más sagrado, consiste en atender a su familia. No debe robarles a ellos para favorecer a los demás. Su generosidad se debe manifestar en el seno de su propia familia. Déle pruebas tangibles de su afecto, interés, cuidado y amor. Esto tiene mucho que ver con su felicidad. Deje de buscarle faltas y de retar a su esposa, porque este proceder sólo le dificultará las cosas a usted, y le creará un infierno a ella.2TPI 78.2

    Los ángeles de Dios no harán su morada en el seno de su familia hasta que no cambien las cosas allí. No son sus medios económicos lo que se necesita. No obstante, cuando se lo ha reprendido, usted ha creído que lo que la iglesia necesitaba era su dinero. Se equivoca en esto. Ha sido demasiado generoso con sus medios por la misma razón de que usted creía que de ese modo podía obtener la salvación para usted, y comprar un puesto en la iglesia. ¡No, por cierto! A usted se lo necesita, no los pocos medios que posee. Si desea ser transformado por la renovación de su entendimiento, y convertirse, sea honesto con su propia alma. Eso es todo lo que la iglesia requiere. Usted se ha engañado a sí mismo. Si alguien que parece ser religioso no le pone freno a la lengua, la religión de ese hombre es vana. Trate a su familia de tal manera que el Cielo lo pueda aprobar, y que haya paz en su casa. Hay que hacerlo todo en favor de su familia. Sus hijos han recibido su mal ejemplo; usted ha censurado y acusado y manifestado una actitud apasionada en su hogar, mientras al mismo tiempo se dirigía al trono de la gracia, asistía a las reuniones y daba testimonio en favor de la verdad. Este espectáculo ha inducido a sus hijos a despreciarlo, como asimismo la verdad que usted profesa. No tienen confianza en su cristianismo. Creen que usted es hipócrita, y en verdad es un hombre tristemente engañado. No podrá entrar en el Cielo sin que se produzca en usted un cambio total, como tampoco lo pudo Simón el Mago, que creía que el Espíritu Santo se podía adquirir con dinero. Su familia ha visto su actitud aprovechadora, su disposición a sacar ventajas en perjuicio de los demás, su espíritu mezquino con los que a veces tienen que tener tratos con usted, y lo desprecian por eso; no obstante, seguramente seguirán sus pisadas y llegarán a obrar mal.2TPI 79.1

    Su manera de tratar a los demás no es lo que debería ser. Es difícil para usted tratar con justicia y amar misericordia. Ha deshonrado la causa de Dios en su vida. Ha contendido por la verdad, pero sin una actitud correcta. Ha impedido a algunas almas abrazar la verdad, en circunstancias que lo habrían hecho si las cosas hubieran sido diferentes. Se han justificado a sí mismas señalando los errores y equivocaciones de los profesos observadores del sábado diciendo: “No son mejores que yo; mienten, hacen trampas, exageran, se enojan y ostentosamente se alaban a sí mismos; no necesito esa religión”. De ese modo las vidas no consagradas de estos deficientes observadores del sábado, los convierten en piedras de tropiezo para los pecadores.2TPI 80.1

    La obra que tiene ante usted debe comenzar en el seno de su familia. Usted ha tratado con empeño de mejorar exteriormente; pero la tarea realizada ha sido superficial, externa, y no del corazón. Ponga su corazón en orden, humíllese delante de Dios, e implore su gracia, que le puede ayudar. No haga cosas, como el hipócrita fariseo, para parecer devoto y justo a los ojos de los demás. Quebrante su corazón delante de Dios y entérese de que le es imposible engañar a los santos ángeles. Sus palabras y actos están a la vista para que ellos los inspeccionen. Sus motivos, y las intenciones y propósitos de su corazón, aparecen revelados a su vista. Las cosas más secretas no les están ocultas. ¡Oh, entonces, quebrante su corazón y no se preocupe demasiado de hacer creer a sus hermanos que usted es justo cuando no lo es! Sea discreto con su familia. Usted está listo para observar los errores de los demás, pero no lo vuelva a hacer. La obra que tiene que hacer ahora consiste en vencer sus propios errores, en luchar contra sus poderosos enemigos internos. Trate justamente a la viuda y al huérfano; no arroje sobre sus actos la tenue cubierta del engaño, teniendo en vista a los que usted espera con ansias que crean que usted es justo, en circunstancias que ni sus motivos ni sus acciones tienen el contenido que usted espera se les atribuyan.2TPI 80.2

    Ponga fin a toda contienda, y trate de ser pacificador. Ame, no de palabra, sino en hechos y en verdad. Sus obras deberían estar en condiciones de soportar la inspección del juicio. ¿No obrará lealmente con su propia alma? No se engañe a sí mismo. ¡Oh, recuerde que Dios no puede ser burlado! Los que posean la vida eterna harán todo lo posible para poner sus respectivas casas en orden. Deben comenzar en sus propios corazones, y proseguir la obra hasta lograr victorias, verdaderas victorias. El yo debe morir, y Cristo debe vivir en usted, y ser en usted una fuente de agua que salte para vida eterna. Dispone ahora de preciosas horas de prueba que se le conceden para que forme un carácter recto aun a su avanzada edad. Se le ha concedido cierto período para que redima el tiempo. No puede, con sus propias fuerzas, poner a un lado sus errores y equivocaciones; han estado desarrollándose en usted por años, porque no los ha visto en toda su repugnancia, y no se ha decidido a ponerlos resueltamente a un lado con la fortaleza de Dios. Con fe viviente debe aferrarse de un brazo que es poderoso para salvar. Humille delante de Dios su corazón pobre, orgulloso y justo según su propia opinión. Humíllese mucho, muchísimo; quebrántese al reconocer su pecaminosidad, y acuda a los pies de Jesús. Dedíquese a la tarea de prepararse. No descanse hasta poder decir en verdad: “Mi Redentor vive, y puesto que él vive, yo también viviré”.2TPI 81.1

    Si pierde el Cielo, lo pierde todo. Si obtiene el Cielo, lo logra todo. No se equivoque en esto, se lo ruego. Hay implícitos intereses eternos. Hágalo todo cabalmente. Quiera el Dios de toda gracia iluminar de tal manera su entendimiento, que usted pueda distinguir las cosas eternas, para que por medio de la luz de la verdad sus propios errores, que son muchos, puedan ser descubiertos por usted tales como son, de manera que pueda llevar a cabo los esfuerzos necesarios para eliminarlos, y para que en lugar de ese fruto maligno y amargo pueda producir fruto precioso para vida eterna. ¿Qué clase de fruto se encontrará de aquí en adelante es este árbol? El fruto que usted produzca determinará si es un buen árbol, o si en cambio el Señor tendrá que decir a su ángel: “Córtala; ¿para qué inutiliza también la tierra?” Lucas 13:7.2TPI 81.2

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