Capítulo 58—Las actividades misioneras
Una amonestación a la iglesia de Efeso
El testigo fiel se dirige a la iglesia de Efeso diciendo: “Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor. Recuerda por tanto de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido.”4TS 399.1
Al principio, lo que distinguía a la iglesia de Efeso era la sencillez y el fervor de un niño. Manifestaba un amor sentido, vivo y ferviente por Cristo. Los creyentes se regocijaban en el amor de Dios, porque Cristo estaba continuamente presente en su corazón. La alabanza de Dios estaba sobre sus labios, y su actitud de agradecimiento estaba de acuerdo con el agradecimiento de la familia celestial.4TS 399.2
El mundo conocía que habían estado con Jesús. Los hombres pecaminosos, arrepentidos, perdonados, limpiados y santificados, eran puestos en sociedad con Dios por medio de su Hijo. Los creyentes trataban fervientemente de recibir y obedecer toda palabra de Dios. Llenos de amor por su Redentor, buscaban como su más alto objeto ganar almas para Cristo. No pensaban guardar para sí el precioso tesoro de la gracia de Cristo. Sentían la importancia de su vocación, y abrumados por el mensaje: Paz en la tierra, buena voluntad para con los hombres, ardían con el deseo de proclamar las buenas nuevas hasta los confines más remotos de la tierra.4TS 399.3
Los miembros de la iglesia estaban unidos en sentimiento y acción. El amor por Cristo era la cadena de oro que los vinculaba entre sí. Continuaban conociendo al Señor siempre más perfectamente, y revelaban alegría, consuelo y paz en su vida. Visitaban a los huérfanos y las viudas en sus aflicciones, y se mantenían sin mancha del mundo. Consideraban que el dejar de hacerlo habría sido contradecir su profesión y negar a su Redentor.4TS 399.4
En toda ciudad, se llevaba adelante la obra. Se convertían almas, que a su vez sentían que debían comunicar el inestimable tesoro. No podían descansar hasta que los rayos de luz que habían iluminado su mente resplandeciesen sobre otros. Multitudes de incrédulos se familiarizaban con la razón de la esperanza del cristiano. Se hacían cálidos e inspirados llamamientos personales a los pecaminosos y errantes, a los desechados, y a aquellos que, aunque profesaban conocer la verdad, eran amadores de los placeres más que de Dios.4TS 400.1
Pero después de un tiempo, el celo de los creyentes, su amor a Dios y entre sí, empezó a disminuir. Penetró la frialdad en la iglesia. Surgieron divergencias, y los ojos de muchos dejaron de contemplar a Jesús como Autor y Consumador de su fe. Las masas que podrían haber sido convencidas y convertidas por la práctica fiel de la verdad, fueron dejadas sin amonestación. Entonces fué cuando el Testigo Fiel dirigió su mensaje a la iglesia de Efeso. Su falta de interés por la salvación de las almas demostraba que había perdido su primer amor: porque nadie puede amar a Dios con todo el corazón, la mente, el alma y las fuerzas, sin amar a aquellos por quienes Cristo murió. Dios los llamó a arrepentirse y hacer las primeras obras, no fuese que quitase su candelero de su lugar.4TS 400.2
¿No se repite el caso de la iglesia de Efeso en el de la iglesia de esta generación? ¿Cómo está empleando su conocimiento la iglesia de hoy que ha recibido el conocimiento de la verdad de Dios? Cuando sus miembros vieron por primera vez la indecible misericordia de Dios por la especie caída no podían permanecer en silencio. Estaban llenos de un anhelo de cooperar con Dios en dar a otros las bendiciones que habían recibido. Mientras impartían a otros, estaban continuamente recibiendo. Crecían en la gracia y en el conocimiento del Señor Jesucristo. ¿Qué sucede hoy?4TS 400.3
Hermanos y hermanas que habéis aseverado durante largo tiempo creer la verdad, os pregunto individualmente: ¿Han estado vuestras prácticas en armonía con la luz, los privilegios y las oportunidades que os concedió el Cielo? Esta es una pregunta grave. El Sol de Justicia ha amanecido sobre la iglesia, y es el deber de la iglesia resplandecer. Es el privilegio de cada alma progresar. Los que están relacionados con Cristo crecerán en la gracia y en el conocimiento del Hijo de Dios, hasta llegar a la plena estatura de hombres y mujeres. Si todos los que aseveran creer la verdad hubiesen sacado el mejor partido de su capacidad y oportunidad de aprender y obrar, podrían haber llegado a ser fuertes en Cristo. Cualquiera sea su ocupación—agricultores, mecánicos, maestros o pastores,—si se hubiesen consagrado completamente a Dios, habrían llegado a ser obreros eficientes para el Maestro celestial4TS 401.1
Pero, ¿qué están haciendo los miembros de la iglesia para ser designados coadjutores de Dios? ¿Dónde vemos trabajo del alma? ¿Dónde vemos a los miembros de la iglesia absortos en temas religiosos, entregados a la voluntad de Dios? ¿Dónde vemos a los cristianos sintiendo su responsabilidad de hacer de la iglesia un pueblo próspero, despierto, comunicador de la luz? ¿Dónde están los que no escatiman trabajo y amor por el Maestro? Nuestro Redentor ha de ver del trabajo de su alma y ser satisfecho; ¿qué sucederá con los que profesan seguirle? ¿Quedarán satisfechos cuando vean el fruto de sus labores?4TS 401.2
¿Por qué hay tan poca fe, tan poco poder espiritual? ¿Por qué son tan pocos los que llevan el yugo y la carga de Cristo? ¿Por qué hay que incitar a las personas a emprender su obra por Cristo? ¿Por qué son tan pocos los que pueden revelar los misterios de la redención? ¿Por qué no resplandece como luz al mundo la imputada justicia de Cristo por medio de los que profesan seguirle?4TS 401.3