Capítulo 60—El derecho de la redención
Los diezmos y las ofrendas dedicados a Dios son un reconocimiento de su derecho sobre nosotros por la creación, y son también un reconocimiento de su derecho por la redención. Por cuanto todo nuestro poder deriva de Cristo, esas ofrendas han de fluir de nosotros a Dios. Han de mantener siempre delante de nosotros el derecho de la redención, el mayor de todos los derechos, y el que entraña todos los demás. La comprensión del sacrificio hecho en nuestro favor ha de estar siempre fresca en nuestra mente, y ejercer siempre influencia sobre nuestros pensamientos y planes. Cristo ha de ser de veras como crucificado entre nosotros.4TS 420.1
¿No sabéis “que no sois vuestros? Porque comprados sois por precio.” ¡Qué precio ha sido pagado! Contemplemos la cruz, y la víctima alzada en ella. Mirad aquellas manos, atravesadas por los crueles clavos. Mirad sus pies, sujetados con clavos a la cruz. Cristo llevó nuestros pecados en su propio cuerpo. Ese sufrimiento, esa agonía, es el precio de nuestra redención. La palabra de orden fué dada: “Libra a los que bajan a perecer eternamente. Yo he hallado rescate.”4TS 420.2
¿No sabéis que él nos amó, y se dió por nosotros, para que a nuestra vez nos diésemos a él? ¿Por qué no habrían de expresar amor a Cristo todos aquellos que le reciben por la fe, tan ciertamente como su amor ha sido expresado a nosotros por quienes él murió?4TS 420.3
Se nos representa a Cristo como buscando a la oveja que se había perdido. Su amor nos circuye, trayéndonos de vuelta al redil. Su amor nos da el privilegio de sentarnos con él en los lugares celestiales. Cuando la bendita luz del Sol de Justicia resplandece en nuestros corazones, y descansamos en paz y gozo en el Señor, alabemos al Señor; alabemos a Aquel que es la salud de nuestro rostro, y nuestro Dios. Alabémosle, no sólo en palabras, sino por la consagración a él de todo lo que somos y tenemos.4TS 420.4
“¿Cuánto debes a mi Señor?” No lo podéis computar. Puesto que todo lo que tenéis es suyo, ¿retendréis de él lo que él pide? Cuando él lo pide, ¿lo asiréis egoístamente como si fuese propio? ¿Lo guardaréis y lo aplicaréis a algún otro propósito que la salvación de las almas? Es así como se pierden miles de almas. ¿Cómo podemos manifestar mejor nuestro aprecio del sacrificio de Dios, su gran don al mundo, que enviando donativos y ofrendas, con la alabanza y el agradecimiento de nuestros labios, por causa del gran amor con que nos amó, y nos atrajo a sí mismo?4TS 421.1
Mirando al cielo en súplica, presentaos vosotros mismos a Dios como siervos suyos, y todo lo que tenéis, diciendo: Señor, “lo recibido de tu mano te damos.” A la vista de la cruz del Calvario, y del Hijo del Dios infinito crucificado por vosotros, comprendiendo ese amor sin par, ese maravilloso despliegue de la gracia, sea vuestra ferviente pregunta: “Señor, ¿qué quieres que haga?” El os ha dicho: “Id por todo el mundo; predicad el evangelio a toda criatura.”4TS 421.2
Cuando veáis a las almas en el reino de Dios salvadas por vuestros donativos y servicios, ¿no os regocijaréis de que tuvisteis el privilegio de hacer esta obra?4TS 421.3
Acerca de los apóstoles de Cristo, está escrito: “Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, obrando con ellos el Señor, y confirmando la palabra con las señales que se seguían.” Sin embargo, el universo celestial aguarda los canales por los cuales los raudales de la misericordia han de fluir por el mundo. El mismo poder que tuvieron los apóstoles está ahora a la disposición de los que quieran hacer el servicio de Dios.4TS 421.4
El enemigo inventará todo ardid que esté en su poder para impedir que la luz resplandezca en nuevos lugares. El no quiere que la verdad alumbre “como una antorcha.” ¿Habrán de consentir nuestros hermanos que él tenga éxito en sus planes para estorbar la obra?4TS 422.1
El tiempo está pasando rápidamente a la eternidad. ¿Retendrá alguno de Dios lo que es estrictamente suyo? ¿Le negará alguno lo que, aunque puede ser dado sin mérito, no puede ser negado sin que ello acarree la ruina? El Señor ha dado a cada uno su obra, y los santos ángeles quieren que hagamos esta obra. Mientras veláis, oráis y trabajáis, ellos están listos para cooperar con vosotros. Cuando el intelecto siente la influencia del Espíritu Santo, todos los afectos obran armoniosamente de acuerdo con la voluntad divina. Entonces los hombres darán a Dios lo suyo diciendo: “Todo es tuyo, y lo recibido de tu mano te damos.” Que Dios perdone a su pueblo que no ha hecho esto.4TS 422.2
Hermanos y hermanas, he tratado de presentaros las cosas tal como son; pero mi intento queda muy lejos de la realidad. ¿Rechazaréis mi súplica? No soy yo la que os suplico; es el Señor Jesús, que ha dado su vida para el mundo. No he hecho sino obedecer la voluntad, el requerimiento de Dios. ¿Aprovecharéis la oportunidad de honrar la obra de Dios, y respetar a los siervos a quienes envió a hacer su voluntad guiando las almas al cielo?4TS 422.3
“Esto empero digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra en bendiciones, en bendiciones también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, o por necesidad; porque Dios ama el dador alegre. Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia; a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo que basta, abundéis para toda buena obra: Como está escrito: Derramó, dió a los pobres; su justicia permanece para siempre. Y el que da simiente al que siembra, también dará pan para comer, y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los crecimientos de los frutos de vuestra justicia; para que estéis enriquecidos en todo para toda bondad, la cual obra por nosotros hacimiento de gracias a Dios. Porque la suministración de este servicio, no solamente suple lo que a los santos falta, sino también abunda en muchos hacimientos de gracias a Dios: que por la experiencia de esta suministración glorifican a Dios por la obediencia que profesáis al evangelio de Cristo, y por la bondad de contribuir para ellos y para todos; asimismo por la oración de ellos a favor vuestro, los cuales os quieren a causa de la eminente gracia de Dios en vosotros. Gracias a Dios por su don inefable.”4TS 422.4