Capítulo 23—Avancemos
Estamos viviendo en una época en que todos debieran prestar especial atención a la orden del Señor: “Velad y orad, para que no entréis en tentación.” Tenga cada uno presente que debe ser fiel y leal a Dios, creyendo la verdad, creciendo en la gracia y en el conocimiento de Jesucristo. La invitación del Salvador es: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas.” El Señor está dispuesto a ayudarnos, a fortalecernos y bendecirnos; pero debemos pasar por el proceso de refinamiento hasta que todas las impurezas de nuestro carácter hayan sido consumidas. Cada miembro de la iglesia será sometido al horno, no para ser consumido, sino purificado.4TS 139.1
El Señor ha obrado entre vosotros, pero Satanás se ha introducido también, para producir fanatismo. Hay también otros males que deben evitarse. Algunos están en peligro de satisfacerse con las vislumbres que han tenido de la luz y el amor de Dios, y dejar de avanzar. No se ha perseverado en velar y orar. En el mismo momento en que se hace la aclamación: “El Templo de Jehová, el Templo de Jehová son éstos.” penetran tentaciones y las tinieblas—la mundanalidad, el egoísmo y la glorificación propia,—rodean el alma. Es necesario que el Señor mismo comunique sus ideas al alma. ¡Qué pensamiento! que en vez de nuestras pobres y estrechas ideas y de nuestros planes terrenales, el Señor nos comunicará sus propias ideas, sus propios pensamientos, nobles, amplios, abarcantes, que siempre conducen hacia el cielo.4TS 139.2
En esto consiste vuestro peligro, en dejar de avanzar hacia el “blanco, al premio de la soberana vocación de Dios en Cristo Jesús.” ¿Os ha dado luz el Señor? Entonces sois responsables de esa luz; no meramente mientras brillan sobre vosotros sus rayos, sino por todo lo que os ha revelado en lo pasado. Debéis entregar vuestra voluntad a Dios diariamente; debéis andar en la luz, y esperar más; porque la luz del amado Salvador ha de resplandecer en rayos más claros y distintos en medio de las tinieblas morales, aumentando en brillo hasta el día perfecto.4TS 139.3
¿Están todos los miembros de vuestra iglesia tratando de obtener maná fresco cada mañana y cada noche? ¿Estáis buscando la iluminación divina, o estáis ideando medios por los cuales podáis glorificaros a vosotros mismos? ¿Estáis, con toda vuestra alma, fuerza, mente y poder, amando y sirviendo a Dios, bendiciendo a los que os rodean, conduciéndolos a la Luz del mundo? ¿Estáis satisfechos con las bendiciones pasadas, o andáis como Cristo anduvo obrando como él obró, revelándole al mundo en vuestras palabras y acciones? ¿Estáis, como hijos obedientes, viviendo una vida pura y santa? Cristo debe penetrar en vuestra vida. El solo puede curaros de la envidia, de las malas sospechas contra vuestros hermanos; él solo puede quitaros el espíritu de suficiencia propia que algunos de vosotros albergáis, para vuestro propio detrimento espiritual. Jesús solo puede haceros sentir vuestra debilidad, vuestra ignorancia, vuestra naturaleza corrompida. El solo puede haceros puros, refinados e idóneos para las mansiones de los bienaventurados.4TS 140.1
“En Dios haremos proezas.” ¡Cuánto bien podéis hacer siendo leales a Dios y a vuestros hermanos, reprimiendo todo pensamiento falto de bondad, todo sentimiento de envidia o de importancia propia! Llene vuestra vida el ministerio de bondad hacia otros. No sabéis cuán pronto podéis ser llamados a deponer la armadura. La muerte puede llamaros de repente sin dejaros tiempo de prepararos para vuestro último cambio, ni fuerza física o mental para fijar vuestros pensamientos en Dios y hacer vuestra paz con él. Antes de mucho algunos conocerán por experiencia cuán vana es la ayuda del hombre, cuán sin valor es la importancia y justicia propias con que se satisfacían. Yo me siento instada por el Espíritu del Señor a deciros que ahora es vuestro día de privilegio, de confianza, de bendición. ¿Lo aprovecharéis trabajando para la gloria de Dios, o para intereses egoístas? ¿Os fijáis en las perspectivas brillantes del éxito mundanal, por las cuales podéis obtener complacencia propia y ganancias financieras? En tal caso, seréis amargamente chasqueados. Pero si tratáis de vivir una vida pura y santa y de aprender diariamente en la escuela de Cristo las lecciones que él os ha invitado a aprender, a ser mansos y humildes de corazón, entonces tendréis una paz que las circunstancias mundanales no podrán cambiar.4TS 140.2
Una vida en Cristo es una vida de descanso. La intranquilidad, el descontento y la agitación revelan la ausencia del Salvador. Si se deja penetrar a Jesús en la vida, esa vida quedará llena de buenas y nobles obras para el Maestro. Os olvidaréis de serviros a vosotros mismos, y viviréis siempre más cerca del amado Salvador; vuestro carácter será semejante al de Cristo, y todos los que os rodean se percatarán de que habéis estado con Jesús y aprendido de él. Cada uno posee en sí la fuente de su propia felicidad o miseria. Si quiere, puede levantarse por encima de lo bajo y sentimental que experimentan tantos; pero mientras está henchido de sí mismo, el Señor no puede hacer nada por él. Satanás presentará proyectos ambiciosos para deslumbrar los sentidos, pero debemos tener siempre delante de nosotros el “blanco,” el “premio de la soberana vocación de Dios en Cristo Jesús.” Haced en esta vida todas las buenas obras que os sea posible hacer. “Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan a justicia la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad.” 4TS 141.1
Si nuestra vida está llena de santa fragancia, si honramos a Dios teniendo buenos pensamientos hacia los demás, y realizando buenas acciones para beneficiar a otros, no tiene importancia que vivamos en una choza o en un palacio. Las circunstancias tienen poco que ver con lo que experimenta el alma. Es el espíritu que albergamos lo que da color a todas nuestras acciones. Un hombre que está en paz con Dios y sus semejantes no puede ser hecho miserable. La envidia no estará en su corazón; las malas sospechas no hallarán cabida allí; y no podrá existir el odio. El corazón que está en armonía con Dios se eleva por encima de los disturbios y las pruebas de esta vida. Pero un corazón donde no existe la paz de Cristo, es desdichado, lleno de descontento; la persona ve defectos en todo, y pondría discordia en la música más celestial. Una vida de egoísmo es una vida de maldad. Aquellos cuyo corazón está lleno de amor al yo atesorarán los malos pensamientos de sus hermanos, y hablarán contra los instrumentos de Dios. Las pasiones mantenidas vivas y candentes por los impulsos de Satanás, son una fuente amarga, que despide siempre amargos raudales para envenenar la vida de otros.4TS 141.2
Estime cada uno de los que pretenden seguir a Cristo, menos a sí mismo y más a los otros, ¡Uníos, uníos! La unión hace la fuerza y la victoria; en la discordia y división hay debilidad y derrota. Estas palabras me han sido dichas desde el cielo. Como embajadora de Dios, os las repito.4TS 142.1
Trate cada une de contestar la oración de Cristo: “Para que todos sean una cosa; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti.” ¡Oh, qué unidad es ésta! y dice Cristo: “En esto conocerán todos que sois mís discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.” 4TS 142.2
Cuando la muerte arrebata a uno de los nuestros, ¿cuáles son los recuerdos del trato que recibió? ¿Es agradable reflexionar en los cuadros grabados en las paredes de la memoria? ¿Recordamos palabras bondadosas, de simpatía, pronunciadas en la ocasión debida? ¿Apartaron sus hermanos las malas sospechas de los indiscretos entrometidos? ¿Vindicaron su causa? ¿Han sido fieles a la recomendación: “Que consoléis a los de poco ánimo, que soportéis a los flacos”? “He aquí, tú enseñabas a muchos, y las manos flacas corroborabas.” “Confortad a las manos cansadas, roborad las vacilantes rodillas. Decid a los de corazón apocado: Confortaos, no temáis.” 4TS 142.3
Cuando aquel con quien estuvimos asociados en la iglesia ha muerto, cuando sabemos que su cuenta en los libros del cielo está cerrada, y que él deberá afrontar las anotaciones en el juicio, ¿cuáles son las reflexiones de sus hermanos acerca de la condueta que siguieron para con él? ¿Cuál ha sido su influencia sobre él? ¡Cuán claramente se recuerda ahora toda palabra dura, todo acto mal aconsejado! ¡Cuán diferentemente nos conduciríamos si tuviésemos otra oportunidad!4TS 143.1
El apóstol Pablo daba gracias a Dios por el consuelo que se le daba en la tristeza, diciendo: “Bendito sea ... el Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier angustia, con la consolación con que nosotros somos consolados de Dios.” Mientras sentía el consuelo del amor de Dios en su alma, Pablo reflejaba la bendición sobre otros. Ordenemos de tal manera nuestra conducta que los cuadros colgados en las paredes de nuestra memoria no sean de un carácter cuya reflexión no podamos soportar.4TS 143.2
Después que han muerto aquellos con quienes nos asociamos, no habrá ya nunca más oportunidad de retractar alguna palabra que les hayamos dicho, o de borrar el recuerdo de alguna impresión penosa. Por lo tanto, prestemos atención a nuestra conducta, para no ofender a Dios con nuestros labios. Desechemos toda frialdad y divergencia. Enternézcase el corazón delante de Dios, mientras recordamos su trato misericordioso con nosotros. Consuma el Espíritu de Dios, con una llama santa, la inmundicia amontonada ante la puerta del corazón, y dejemos entrar a Jesús; entonces su amor fluirá hacia otros por nuestro medio, en palabras, pensamientos y actos de ternura. Entonces si la muerte nos separa de nuestros amigos, para que no los volvamos a ver hasta que estemos ante el tribunal de Dios, no nos avergonzaremos de que aparezcan las palabras registradas.4TS 143.3
Cuando la muerte cierra los ojos, cuando las manos se doblan sobre el pecho silencioso, ¡cuán prestamente cambian los sentimientos de divergencia! Ya no hay mezquindad ni amargura; se perdonan y olvidan los desprecios y perjuicios. ¡Cuántas palabras de amor se dicen de los muertos! ¡Cuántas buenas cosas de su vida se recuerdan! Entonces se expresan libremente la alabanza y el elogio; pero caen sobre oídos que no oyen, corazones que no sienten. Si estas palabras hubiesen sido pronunciadas cuando el espíritu cansado las necesitaba tanto, cuando el oído las podía oír y el corazón sentir, ¡qué cuadro agradable habrían dejado en la memoria! ¡Cuántos, mientras están, en silencio y reverencia, al lado de los muertos, recuerdan con vergüenza y pesar las palabras y los actos que produjeron tristeza en el corazón para siempre paralizado! Pongamos ahora toda la belleza, el amor y la bondad que podamos en nuestra vida. Seamos reflexivos, agradecidos, pacientes y tolerantes en nuestro trato mutuo. Y que los pensamientos y sentimientos que se expresan en derredor de los moribundos y los muertos, llenen nuestro trato diario con los hermanos y hermanas en esta vida.4TS 144.1