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Testimonios Selectos Tomo 3 - Contents
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    Capítulo 45—La prueba

    Nuestros casos se hallan pendientes en el tribunal del cielo. Día tras día estamos rindiendo allí nuestras cuentas. Cada uno será recompensado según sus obras. Los holocaustos y sacrificios no eran aceptables para Dios en los tiempos antiguos, a menos que fuese correcto el espíritu con que se ofrecía el don. Samuel dijo: “¿Tiene Jehová tanto contentamiento con los holocaustos y víctimas, como en obedecer a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios; y el prestar atención que el sebo de los carneros.” Todo el dinero de la tierra no puede comprar la bendición de Dios, ni asegurarnos una sola victoria.3TS 250.1

    Muchos harían cualquier sacrificio menos el que deben hacer, que consiste en entregarse a sí mismos, en someter su voluntad a la voluntad de Dios. Cristo dijo a sus discípulos: “Si no os volviereis, y fuereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.” Esta es una lección de humildad. Debemos todos llegar a ser humildes como niños a fin de heredar el reino de Dios.3TS 250.2

    Nuestro Padre celestial ve el corazón de los hombres, y conoce su carácter mejor que ellos mismos. Ve que algunos tienen susceptibilidades y facultades que, debidamente encauzadas, podrían ser empleadas para su gloria, para ayudar en el adelantamiento de su obra. El pone estas personas a prueba, y en su sabia providencia las coloca en diferentes posiciones y bajo diversas circunstancias, probándolas para que revelen lo que está en su corazón y los puntos débiles de su carácter, que para ellos mismos han estado ocultos. Les da oportunidad de corregir estas debilidades, de pulir las toscas esquinas de su naturaleza, y de prepararse para su servicio, a fin de que cuando él las llame a obrar estén listas y los ángeles del cielo puedan unir sus labores con el esfuerzo humano en la obra que debe ser hecha en la tierra. A los hombres a quienes Dios destina para ocupar puestos de responsabilidad, él en su misericordia les revela sus defectos ocultos a fin de que puedan mirar su interior y examinar con ojo crítico las complicadas emociones y manifestaciones de su propio corazón, y notar lo que es malo; a fin de que puedan modificar su disposición y refinar sus modales. En su providencia, el Señor pone a los hombres donde él pueda probar sus facultades morales y revelar sus motivos de acción, a fin de que puedan mejorar lo que es bueno en ellos y apartar lo que es malo. Dios quiere que sus siervos se familiaricen con la maquinaria moral de su propio corazón. A fin de producir esto, con frecuencia permite que el fuego de la aflicción los asalte para que sean purificados. “¿Y quién podrá sufrir el tiempo de su venida? o ¿quién podrá estar cuando él se mostrara? Porque él es como fuego purificador, y como jabón de lavadores. Y sentarse ha para afinar y limpiar la plata: porque limpiará los hijos de Leví, los afinará como a oro y como a plata; y ofrecerán a Jehová ofrenda con justicia.”3TS 250.3

    La purificación del pueblo de Dios no puede lograrse sin que dicho pueblo soporte sufrimientos. Dios permite que los fuegos de la aflicción consuman la escoria, separen lo inútil de lo valioso, a fin de que el metal puro resplandezca. Nos hace pasar de un fuego a otro, probando nuestro verdadero valor. Si no podemos soportar estas pruebas, ¿qué haremos en el tiempo de angustia? Si la prosperidad o la adversidad descubren falsedad, orgullo o egoísmo en nosotros, ¿qué haremos cuando Dios pruebe la obra de cada uno como por fuego y revele los secretos de todo corazón?3TS 251.1

    La verdadera gracia está dispuesta a ser probada; y si estamos poco dispuestos a ser escudriñados por el Señor, nuestra condición es a la verdad grave. Dios es el refinador y purificador de las almas; en el calor del horno, la escoria queda para siempre separada del verdadero oro y plata del carácter cristiano. Jesús vigila la prueba. El sabe lo que es necesario para purificar el metal precioso a fin de que refleje el esplendor de su amor divino.3TS 251.2

    Dios trae a los suyos cerca de sí mediante pruebas difíciles, mostrándoles su propia debilidad e incapacidad, y enseñándoles a confiar en él como su única ayuda y salvaguardia. Así logra su objeto. Así quedan preparados para ser empleados en toda emergencia, para desempeñar importantes puestos de confianza, y para lograr los grandes propósitos para los cuales les fueron dadas sus facultades. Dios pone a los hombres a prueba; los prueba a la derecha y a la izquierda, y así son educados, preparados y disciplinados. Jesús, nuestro Redentor, representante y cabeza del hombre, soportó este proceso de prueba. El sufrió más de lo que podemos ser llamados nosotros a sufrir. El llevó nuestras enfermedades y fué tentado en todo como nosotros. No lo sufrió por su propia culpa, sino por causa de nuestros pecados; y ahora, fiando en los méritos de nuestro Vencedor, podemos llegar a ser vencedores en su nombre.3TS 252.1

    La obra de refinamiento y purificación que Dios ejecuta, debe proseguir hasta que sus siervos estén tan humillados, tan muertos al yo que, cuando sean llamados al servicio activo, sean sinceros en buscar la gloria de Dios. Entonces él aceptará sus esfuerzos; no obrarán impetuosamente, por impulso; no se apresurarán y pondrán en peligro la causa del Señor, siendo esclavos de tentaciones y pasiones, ni seguirán sus propios intelectos carnales encendidos por Satanás. ¡Oh cuán terriblemente mancillada queda la causa de Dios por la perversa voluntad del hombre y su genio insumiso! ¡Cuánto sufrimiento trae él sobre sí al seguir sus propias y temerarias pasiones! Dios arroja vez tras vez a los hombres al suelo, aumentando la presión hasta que la perfecta humildad y una transformación de carácter los pongan en armonía con Cristo y el espíritu del cielo y sean vencedores sobre sí mismos.3TS 252.2

    Dios ha llamado a hombres de diferentes estados y los ha ido probando para ver qué carácter desarrollarían, para ver si se les podía confiar la guardia del fuerte en X..., y para ver si suplirían o no las deficiencias de los hombres que ya estaban allí, y si, viendo los fracasos que han hecho estos hombres, rehuirían el ejemplo de los que no son aptos para dedicarse a la sacratísima obra de Dios. El ha seguido a los hombres de X.. con continuas amonestaciones, reproches y consejos. Ha derramado gran luz sobre los que ofician en su causa allí, para que el camino les fuese claro. Pero si ellos prefieren seguir su propia sabiduría, despreciando la luz, como la despreció Saúl, se extraviarán seguramente y causarán mucha perplejidad a la causa. Delante de ellos han sido puestas la luz y las tinieblas, pero con demasiada frecuencia han elegido las tinieblas.3TS 252.3

    El mensaje de Laodicea se aplica al pueblo de Dios que profesa creer en la verdad presente. La mayor parte está constituída por tibios profesos, que tienen un nombre pero ningún celo. Dios indicó que quería, en el gran corazón de la obra, hombres que corrigiesen el estado de cosas que existía allí, y permaneciesen como fieles centinelas en su puesto del deber. Les ha dado luz en todo punto, para instruirlos, estimularlos y confirmarlos, según lo requería su caso. Pero no obstante todo esto, los que debieran ser fieles y veraces, fervientes en el celo cristiano, de espíritu misericordioso, conociendo y amando fervientemente a Jesús, se encuentran ayudando al enemigo para debilitar y desalentar a aquellos a quienes Dios está empleando para fortalecer la obra. El término “tibio” se aplica a esta clase de personas. Profesan amar la verdad, pero son deficientes en la devoción y el fervor cristianos. No se atreven a abandonar del todo la verdad y correr el riesgo de los incrédulos; pero no están dispuestos a morir al yo y seguir de cerca los principios de su fe.3TS 253.1

    Para los laodiceos la única esperanza consiste en una clara visión de su situación delante de Dios, en un conocimiento de la naturaleza de su enfermedad. No son ni fríos ni calientes; ocupan una posición neutral, y al mismo tiempo se lisonjean de que no les falta nada. El Testigo Fiel aborrece esta tibieza. Abomina la indiferencia de esta clase de personas. Dice él: “¡Ojalá fueses frío, o caliente!” Como el agua tibia, le causan náuseas. No son ni despreocupados ni egoístamente tercos. No se empeñan cabal y cordialmente en la obra de Dios, identificándose con sus intereses; sino que se mantienen apartados, y están listos para abandonar su puesto cuando lo exigen sus intereses personales mundanos. Falta en su corazón la obra interna de la gracia; de los tales se dice: “Tú dices: Yo soy rico, y estoy enriquecido, y no tengo necesidad de ninguna cosa; y no conoces que tú eres un cuitado y miserable y pobre y ciego y desnudo.”3TS 253.2

    La fe y el amor son las verdaderas riquezas, el oro puro que el Testigo Fiel les aconseja a los tibios que compren. Por ricos que seamos en los tesoros terrenales, toda nuestra riqueza no nos habilita para comprar los preciosos remedios que curan la enfermedad del alma que se llama tibieza. El intelecto y las riquezas terrenales son impotentes para suprimir los defectos de la iglesia de Laodicea, o para remediar su deplorable condición. Sus miembros eran ciegos, y sin embargo creían que nada les faltaba. El Espíritu de Dios no iluminaba sus mentes, y ellos no percibían su estado pecaminoso; por lo tanto, no sentían la necesidad de ayuda.3TS 254.1

    El no poseer las gracias del Espíritu es triste en verdad; pero es una condición aún más terrible el hallarse así destituido de la espiritualidad y de Cristo, y, sin embargo, tratar de justificarnos diciendo a aquellos que están alarmados por nosotros que no necesitamos sus temores y compasión. ¡Terrible es el poder del engaño en la mente humana! ¡Qué ceguera la que pone la luz en lugar de las tinieblas y las tinieblas en lugar de la luz! El Testigo Fiel nos aconseja que compremos de él oro afinado en el fuego, vestiduras blancas y colirio. El oro recomendado aquí que ha sido probado en el fuego, es la fe y el amor. Enriquece el corazón, porque ha sido refinado hasta quedar puro, y cuanto más probado es, tanto más resplandece. La vestidura blanca es la pureza de carácter, la justicia de Cristo impartida al pecador. Es a la verdad una vestidura de tejido celestial, que puede comprarse únicamente de Cristo, por una vida de obediencia voluntaria. El colirio es aquella sabiduría y gracia que nos habilitan para discernir entre lo malo y lo bueno, y para reconocer el pecado bajo cualquier disfraz. Dios ha dado a su iglesia ojos que él quiere sean ungidos con sabiduría para que vean claramente; pero muchos sacarían los ojos de la iglesia si pudiesen, porque no quieren que sus obras salgan a luz, no sea que resulten reprendidos. El colirio divino impartirá claridad al entendimiento. Cristo es el depositario de todas las gracias. El dice: “Yo te amonesto que de mí compres.”3TS 254.2

    Tal vez algunos digan que el esperar el favor de Dios por nuestras buenas obras es exaltar nuestros propios méritos. A la verdad, no podemos comprar una sola victoria con nuestras buenas obras; sin embargo, no podemos ser vencedores sin ellas. La compra que Cristo nos recomienda consiste tan sólo en cumplir con las condiciones que él nos ha dado. La verdadera gracia, que es de valor inestimable, y que soportará la prueba y la adversidad, se obtiene únicamente por la fe y por una obediencia humilde acompañada de oración. Las gracias que soportan las pruebas de la aflicción y la persecución, y la evidencia de su pureza y sinceridad, son el oro que es probado en el fuego y hallado puro. Cristo ofrece vender al hombre este precioso tesoro: “Yo te amonesto que de mí compres oro afinado en fuego.” El cumplimiento muerto y frío del deber no nos hace cristianos. Debemos salir de la condición tibia y experimentar una verdadera conversión, o no llegaremos al cielo.3TS 255.1

    Se me llamó la atención a la providencia de Dios entre su pueblo, y se me mostró que cada prueba del proceso de refinamiento y purificación impuesto a los que profesaban ser cristianos demostraba si algunos eran escoria. El oro fino no aparece siempre. En toda crisis religiosa, algunos caen bajo la tentación. El zarandeo de Dios aventa multitudes como hojas secas. La prosperidad multiplica una masa de personas que profesan la religión. La adversidad las elimina de la iglesia. El espíritu de esta clase no es firme en Dios. Se separan de nosotros porque no son de los nuestros; porque cuando la tribulación o la persecución surgen por causa de la palabra, muchos se escandalizan.3TS 255.2

    Recuerden los tales cuando, unos meses antes, estaban juzgando los casos de otros que se hallaban en condición similar a la que ahora ocupan. Recuerden cuidadosamente a qué dedicaron su atención respecto a aquellos que eran tentados. Si alguno les hubiese dicho que a pesar de su celo y trabajo para corregir a los otros se encontrarían a la larga en una posición similar de tinieblas, habrían dicho, como dijo Hazael al profeta: “¿Es tu siervo perro, que hará esta gran cosa?”3TS 256.1

    Se han engañado a sí mismos. Durante la calma, ¡qué firmeza manifiestan! Pero cuando se presentan las furiosas tempestades de las pruebas y las tentaciones, he aquí que sus almas naufragan. Puede que haya hombres que tengan excelentes dones, mucha capacidad, espléndidas cualidades; pero un defecto, un solo pecado albergado, resultará para el carácter en lo que resulta para el barco una tabla carcomida: en desastre y ruina completa.3TS 256.2

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