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Testimonios Selectos Tomo 3 - Contents
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    Capítulo 56—La relación de los miembros de la iglesia

    Cada hombre que está luchando para vencer, tendrá que contender con sus propias debilidades; pero como es mucho más fácil ver las faltas ajenas que las propias, debiérase manifestar más diligencia y severidad consigo mismo que con los demás.3TS 358.1

    Todos los miembros de la iglesia, si son hijos e hijas de Dios, pasarán por un proceso de disciplina antes de poder ser luces en el mundo. Dios no hará a los hombres y las mujeres conductos de luz mientras están en las tinieblas y se conforman con permanecer en ellas, sin hacer esfuerzos especiales para relacionarse con la Fuente de la luz. Los que sienten su propia necesidad, y se incitan a sí mismos a la reflexión más profunda y a la oración y acción más fervientes y perseverantes, recibirán ayuda divina. Cada uno tiene mucho que desaprender respecto de sí mismo, como también tiene mucho que aprender. Debe deshacerse de antiguas costumbres, y la victoria se puede obtener únicamente mediante ardorosas luchas para corregir estos errores, y la plena recepción de la verdad para poner en práctica sus principios, por la gracia de Dios.3TS 358.2

    Desearía poder hablar palabras que os convenciesen a todos de que nuestra única esperanza como individuos consiste en relacionarnos con Dios. Debe obtenerse pureza de alma; y debemos escudriñar mucho nuestros corazones, y vencer mucha obstinación y amor propio, lo cual requerirá oración ferviente y constante.3TS 358.3

    Los hombres que son duros y criticones, con frecuencia se disculpan o tratan de justificar su falta de cortesía cristiana porque algunos de los reformadores obraron con un espíritu tal, y sostienen que la obra que debe hacerse en este tiempo requiere el mismo espíritu; pero tal no es el caso. Un espíritu sereno y perfectamente dominado es mejor en cualquier lugar, aun en la compañía de los más toscos. Un celo furioso no hace bien a nadie. Dios no eligió a los reformadores porque eran hombres apasionados e intolerantes. Los aceptó como eran, a pesar de estos rasgos de carácter; pero les habría impuesto responsabilidades diez veces mayores si hubiesen sido de ánimo humilde, si hubiesen sometido su espíritu al dominio de la razón. Aunque los ministros de Cristo deben denunciar el pecado y la impiedad, la impureza y la mentira, aunque son llamados a veces a reprender la iniquidad, tanto entre los encumbrados como entre los humildes, mostrándoles que la indignación de Dios caerá sobre los transgresores de su ley, no deben ser intolerantes ni tiránicos; deben manifestar bondad y amor, un espíritu deseoso de salvar más bien que de destruir.3TS 358.4

    La longanimidad de Jehová enseña a los ministros y a los miembros de la iglesia que aspiran a colaborar con Cristo inequívocas lecciones de tolerancia y amor. Cristo relacionó consigo a Judas y al impulsivo Pedro, no porque Judas fuese codicioso y Pedro apasionado, sino para que pudiesen aprender de él, su gran Maestro, y llegasen a ser como él, abnegados, mansos y humildes de corazón. El vió en ambos hombres buen material. Judas poseía capacidad financiera, que habría sido valiosa para la iglesia, si hubiese recibido en su corazón las lecciones que Cristo daba al reprender todo egoísmo, fraude y avaricia, aun en los asuntos pequeños de la vida. Estas lecciones eran repetidas con frecuencia: “El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel: y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto.”3TS 359.1

    Nuestro Salvador trataba de convencer a sus oyentes de que un hombre que se aprovechase de su vecino en el más pequeño detalle, se aprovecharía en asuntos mayores, si la oportunidad le fuese favorable. El menor apartamiento de la rectitud estricta, quebranta las vallas y prepara el corazón para hacer mayor injusticia. Cristo, por su precepto y por su ejemplo, enseñó que la más estricta integridad debe gobernar las acciones que ejecutamos al relacionarnos con nuestros semejantes. “Todas las cosas que quisierais que los hombres hiciesen con vosotros, así también haced vosotros con ellos.” Cristo estaba continuamente describiendo las vidas defectuosas de los fariseos y reprendiéndolas. Ellos profesaban guardar la ley de Dios, mas en sus actos diarios practicaban la iniquidad. Robaban a muchas viudas y huérfanos de lo poco que tenían para satisfacer un avariento deseo de ganancia.3TS 359.2

    Judas podría haber sacado beneficio de todas estas lecciones si hubiese poseído en su corazón el deseo de ser recto; pero su deseo de adquirir riquezas, y el amor al dinero llegaron a ser una fuerza que le dominaban. Llevaba la bolsa que contenía los recursos destinados a llevar a cabo la obra de Cristo, y de vez en cuando se apropiaba de pequeñas sumas para su propio uso. Su corazón egoísta lamentó la ofrenda hecha por María cuando ofreció el vaso de alabastro lleno de ungüento, y la reprendió por su imprudencia. Así, en vez de aprender, quería enseñar e instruir a nuestro Señor acerca del carácter apropiado de la acción de María.3TS 360.1

    Estos dos hombres tuvieron iguales oportunidades y privilegios para aprender las continuas lecciones y el ejemplo de Cristo con el fin de corregir los rasgos pecaminosos de su carácter. Mientras oían sus eficaces reprensiones y denuncias contra la hipocresía y la corrupción, veían que los que eran tan terriblemente denunciados eran objeto de la labor solícita e incansable de Cristo para reformarlos. El Salvador lloraba por sus tinieblas y error. Manifestaba anhelos, ilimitada compasión y amor, y exclamó sobre Jerusalén: “¡Cuántas veces quise juntar tus hijos, como la gallina junta sus pollos debajo de las alas, y no quisiste!”3TS 360.2

    Pedro era pronto y celoso en su acción, audaz e intransigente; y Cristo vió en él material que sería de gran valor para la iglesia. Por lo tanto, relacionó a Pedro consigo a fin de que todo lo que era bueno y valioso pudiera conservarse, y por sus lecciones y ejemplos pudiese suavizar lo que era duro en su temperamento y en su conducta. Si su corazón quedaba verdaderamente transformado por la gracia divina, se vería un cambio externo en la verdadera bondad, simpatía y cortesía que manifestaría. Jesús no era nunca frío e intratable. Con frecuencia los afligidos penetraban en su retiro cuando él necesitaba refrigerio y descanso; pero él tenía para todos una mirada bondadosa y una palabra alentadora. Era un modelo de verdadera cortesía. Pedro negó a su Señor, pero más tarde se arrepintió y fué profundamente humillado por su gran pecado; y Cristo demostró que perdonaba a su discípulo errante, al condescender en mencionarle por nombre después de su resurrección.3TS 360.3

    Judas cedió a las tentaciones de Satanás y traicionó a su mejor amigo. Pedro aprendió y aprovechó las lecciones de Cristo, y llevó a cabo la obra de reforma que fué dejada a los discípulos cuando su Señor ascendió al cielo. Estos dos hombres representan las dos clases que Cristo relaciona consigo, dándoles las ventajas de sus lecciones, y el ejemplo de su vida abnegada y compasiva a fin de que aprendan de él.3TS 361.1

    Cuanto más considera el hombre a su Salvador, y llega a conocerle, tanto más se asemejará a su imagen, y hará las obras de Cristo. La época en que vivimos requiere una acción reformatoria. La luz de la verdad que resplandece sobre nosotros, requiere hombres de acción resuelta y valor moral íntegro, para que trabajen diligente y perseverantemente en la salvación de todos aquellos que quieran oír la invitación del Espíritu de Dios.3TS 361.2

    El amor que debe existir entre los miembros de la iglesia es con frecuencia reemplazado por críticas y censuras; y éstas se manifiestan hasta en los ejercicios religiosos, en reflexiones y severas alusiones personales. Estas cosas no deben ser apoyadas por los ministros, los ancianos o los hermanos. Los ejercicios de la iglesia deben llevarse a cabo con un sincero deseo de glorificar a Dios. Cuando los hombres, con sus peculiares disposiciones, se reúnen en la iglesia, a menos que la verdad de Dios suavice y subyugue los rasgos duros del carácter, ésta quedará afectada y su paz y armonía sacrificadas a causa de estos rasgos egoístas no santificados. Muchos, en su cuidadosa vigilancia para descubrir las faltas de sus hermanos, descuidan la investigación de su propio corazón y la purificación de su propia vida. Esto merece el desagrado de Dios. Cada miembro de la iglesia debe ser celoso de su propia alma y debe, vigilar atentamente sus propias acciones, no sea que obre por motivos egoístas y sea una causa de tropiezo para sus hermanos débiles.3TS 361.3

    Dios toma a los hombres tales como son, con el elemento humano de su carácter, y luego los educa para su servicio, si quieren dejarse disciplinar y aprender de él. La raíz de amargura, de envidia, de desconfianza, de celos y aun de odio, que existe en el corazón de algunos miembros de la iglesia, es obra de Satanás. Tales elementos tienen una influencia perniciosa sobre la iglesia. “Un poco de levadura leuda toda la masa.” El celo religioso que se manifiesta en acusar a los hermanos, es un celo que no es conforme al conocimiento. Cristo no tiene nada que hacer con un testimonio tal.3TS 362.1

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