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Testimonios Selectos Tomo 3 - Contents
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    Capítulo 30—El trabajo por los que yerran

    Cristo se identificó con las necesidades de la gente. Sus necesidades y sus sufrimientos eran los suyos. El dice: “Tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fuí huésped, y me recogisteis; desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; estuve en la cárcel, y vinisteis a mí.” Los siervos de Dios deben tener en su corazón tierno afecto y sincero amor por los discípulos de Cristo. Deben manifestar aquel profundo interés que Cristo hace resaltar en el cuidado del pastor por la oveja perdida: deben seguir el ejemplo dado por Cristo y manifestar la misma compasión y amabilidad y el mismo amor tierno y compasivo que él ejerció hacia nosotros.3TS 138.1

    Las grandes potencias morales del alma son la fe, la esperanza y el amor. Si éstas son inactivas, el predicador puede tener todo el celo y fervor que quiera, pero su labor no será aceptada por Dios y no podrá producir beneficios para la iglesia. El ministro de Cristo, que lleva el mensaje solemne de Dios a la gente, debe proceder siempre con justicia, amar la misericordia y andar humildemente delante de Dios. El espíritu de Cristo en el corazón, inclinará toda facultad del alma a nutrir y proteger las ovejas de su dehesa, como fiel y verdadero pastor. El amor es la cadena de oro que liga mutuamente los corazones en vínculos voluntarios de amistad, ternura y fiel constancia, y que liga el alma a Dios. Entre los hermanos hay una decidida falta de amor, compasión y piadosa ternura. Los ministros de Cristo son demasiado fríos e inexorables. Sus corazones no arden de tierna compasión y ferviente amor. La devoción más pura y más elevada a Dios es la que se manifiesta en los deseos y esfuerzos más fervientes por ganar almas para Cristo. La razón por la cual los ministros que predican la verdad presente no tienen más éxito, consiste en que son deficientes, muy deficientes, en fe, esperanza y amor. Todos nosotros tenemos que afrontar y soportar trabajos y conflictos, actos de abnegación y pruebas secretas del corazón. Sentiremos pesar y verteremos lágrimas por nuestros pecados; sostendremos constantes luchas y vigilias, mezcladas con remordimientos y vergüenza, por causa de nuestras deficiencias.3TS 138.2

    No olviden los ministros de la cruz de nuestro Salvador su experiencia en estas cosas, mas tengan siempre presente que son tan sólo hombres sujetos a error, y poseedores de pasiones como sus hermanos; y que para ayudar a sus hermanos, deben ser perseverantes en sus esfuerzos para beneficiarlos, teniendo el corazón lleno de compasión y amor. Deben acercarse al corazón de sus hermanos, y ayudarles en aquello en que son débiles y necesitan más ayuda. Los que trabajan en palabra y doctrina deben quebrantar su propio corazón duro, orgulloso e incrédulo, si quieren notar la misma obra en sus hermanos. Cristo lo ha hecho todo para nosotros, porque éramos impotentes; estábamos ligados en cadenas de tinieblas, pecado y desesperación, y no podíamos hacer nada por nosotros mismos. Es mediante el ejercicio de la fe, la esperanza y el amor cómo nos acercamos más y más a la norma de la perfecta santidad. Nuestros hermanos sienten la misma lastimera necesidad de ayuda que hemos sentido nosotros. No debemos recargarlos con censuras innecesarias, sino que debemos permitir que el amor de Cristo nos constriña a ser muy compasivos y tiernos, para que podamos llorar por los que yerran y los que han apostatado de Dios. El alma tiene un valor infinito, que no puede estimarse sino por el precio pagado para su rescate. ¡El Calvario! ¡El Calvario! ¡El Calvario! explicará el verdadero valor del alma. 3TS 139.1

    *****

    Debemos recordar siempre que somos todos mortales, sujetos a error, y que Cristo ejerce mucha compasión con nuestras debilidades, que nos ama aunque erremos. Si Dios nos tratase como a menudo nos tratamos unos a otros, seríamos consumidos. Mientras que los ministros predican la verdad clara y penetrante, deben dejar que sea la verdad la que corte, y no hacerlo ellos mismos. Deben poner el hacha, las verdades de la Palabra de Dios, a la raíz del árbol, y algo será hecho. Dad el testimonio tan directamente como se encuentra en la Palabra de Dios, con corazón lleno de la cándida y vivificadora influencia de su Espíritu, todo con ternura y anhelo por las almas; y la obra será eficaz entre los hijos de Dios. La razón por la cual se manifiesta tan poco del Espíritu de Dios es que los ministros aprenden a obrar sin él. Carecen de la gracia de Dios, de la tolerancia y paciencia, de un espíritu de consagración y sacrificio; y ésta es la única razón por la cual algunos están dudando de las evidencias de la Palabra de Dios. La dificultad no estriba en la Palabra de Dios, sino en ellos. Carecen de la gracia de Dios, de devoción, piedad personal y santidad. Esto los induce a ser inestables, y los arroja a menudo sobre el campo de batalla de Satanás. Vi que por mucha energía con que los hombres hayan defendido la verdad; por piadosos que parezcan ser: cuando empiezan a hablar con incredulidad respecto de algunos pasajes, sosteniendo que les hacen dudar de la inspiración de la Biblia, debemos temerlos, porque Dios está a gran distancia de ellos.”—Testimonies for the Church, 383, 384.3TS 139.2

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