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Testimonios Acerca de Conducta Sexual, Adulterio y Divorcio - Contents
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    Capítulo 37—Consejos a un presidente de la Asociación General

    Manejo imprudente de un caso difícil.*Extractos de una carta escrita desde Europa al pastor George I. Butler, relacionada con varios ministros de los Estados Unidos que habían transgredido el séptimo mandamiento.—Querido hermano: Recibí su última carta y las preguntas que me hace en relación con los hermanos T y V. No puedo responder más que con lo que he respondido. Me inclino por la misma opinión que tenía cuando le escribí a John V. Creo que el consejo que le di era bueno, y si mis hermanos hubieran actuado de acuerdo con ese consejo (que él debía ir a trabajar a Inglaterra), habrían hecho lo que agrada al Señor. Creo que ahora las cosas se presentan malas para él. Se le han confiado responsabilidades que tienden a elevarlo, aunque es posible que él no esté en mejores condiciones para ir a trabajar a un campo lejano de lo que estaba hace algunos meses.TCS 268.1

    No ha habido cambios en mi mente en cuanto a su caso. No creo que se ha manejado el asunto sabiamente, como si se hubiera tenido su alma en consideración. El propuso que lo probaran, bajo su propia responsabilidad, sin costos para la asociación, y debería haber tenido esa oportunidad.TCS 268.2

    Un sueño que anima—No creo que su manera de manejar el caso relacionado con el hermano H haya sido la más sabia. Creo que él debería haber tenido la oportunidad de su vida. Si el hombre quiere, y está deseoso de venir a Europa bajo su propia responsabilidad, quizás eso sea juicioso. Donde está, bajo las circunstancias actuales, no se podrá recuperar nunca. Tuve un sueño hace algunos meses, en el cual lo vi restaurado y la bendición de Dios reposaba sobre él. Pero no fue puesto en esa posición con su ayuda ni la del pastor Haskell sino que, en lo que a ambos se refiere, y por la actitud que los dos asumieron, habría permanecido para siempre en la oscuridad y su luz habría desaparecido en las tinieblas.TCS 268.3

    Ese sueño inspiró la carta que W. C. White le escribió al hermano H, preguntándole acerca de su venida a Europa, lo cual fue votado hace un año por la asociación que Ud. dirige. Eso era lo que debía hacer, pero Ud. cometió un error enviándolo a Oakland en vez de Europa. El debería haber venido aquí de una vez.TCS 269.1

    Decisión en relación con los consejos—No deberíamos estimular nada más en su caso, pero sí hacer lo mejor dentro de nuestras posibilidades para salvar su alma de la muerte y cubrir una multitud de pecados. A veces me siento muy perpleja, y casi he llegado a la conclusión de que, cuando me presenten casos de error o pecado grave no diré nada a mis hermanos administradores si ellos no han llegado a saber del asunto, sino que trabajaré por el errante. Lo animaré para que confíe en la misericordia de Dios y se aferre a los méritos del Salvador crucificado y resucitado, para que mire al Cordero de Dios en una actitud de arrepentimiento y contrición, y para que viva con la fuerza que procede de él. “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana”. Isaías 1:18.TCS 269.2

    No existe una combinación de elementos de carácter que pueda conducir a la misericordia, al amor de Dios y a una preciosa armonía. Hay demasiada conversación, demasiadas palabras fuertes y demasiados sentimientos duros con los cuales nada tiene que ver el Señor, y esos sentimientos influyen sobre nuestros buenos hermanos.TCS 269.3

    Compasión y simpatía; también sinceridad—Me siento compelida a tratar el pecado con franqueza y a censurarlo. Llevo esa carga sobre mi corazón, puesta allí por el Espíritu de Cristo, para trabajar con fe, tierna simpatía y compasión por los errantes. No los abandonaré: no los dejaré para que sean burla a causa de las tentaciones de Satanás. No quisiera hacer el papel del adversario de las almas, como fue representado por Josué y el ángel. Las almas costaron el precio de la sangre de mi Redentor.TCS 270.1

    Cuando los hombres, sujetos a tentaciones, errantes mortales, se sienten libres para pronunciarse sobre el caso de otra persona que se humilla hasta el polvo, y deciden, de acuerdo con sus propios sentimientos o los de sus hermanos, cuánto arrepentimiento debe manifestar el que ha errado para ser perdonado, se adjudican a ellos mismos algo que Dios no les pide. Cuando he sabido de quienes han caído en grandes pecados, pero se ha trabajado por los tales, luego Dios ha aceptado sus labores. Cuando me han pedido que les permita ir a trabajar y que no me aflija por ellos, les he dicho: “No lo abandonaré; Ud. debe juntar fuerzas para vencer”. Esos hombres están ahora en servicio activo...TCS 270.2

    No justificar el pecado sino ganar a los pecadores—Mi mente se siente muy perpleja por estas cosas, pues no las puedo armonizar con la conducta manifestada. Tengo temor de justificar el pecado, y también temo dejar al pecador en su camino sin hacer esfuerzo alguno por restaurarlo. Pienso que, si nuestro corazón estuviera más plenamente imbuido del Espíritu de Cristo, tendríamos su amor purificador y obraríamos con fortaleza espiritual para restaurar al errante, no dejándolo bajo el control de Satanás.TCS 270.3

    Necesidad de religión de corazón—Necesitamos una religión de buen corazón, que nos permita no sólo reprobar, reprender y exhortar con paciencia y doctrina, sino estrechar a los errantes en nuestros brazos de fe y conducirlos a la cruz de Cristo. Tenemos que ponerlos en contacto con el Salvador que carga con el pecado.TCS 270.4

    Estoy más dolida de lo que puedo expresar al ver cuán poca aptitud y habilidad se manifiesta para salvar a las almas entrampadas por Satanás. Percibo un frío fariseísmo que se mantiene a la distancia de un brazo del que ha sido engañado por el adversario de las almas. Luego pienso: ¿Qué pasaría si Jesús nos tratase a nosotros de esa manera? ¿Será que ha de crecer entre nosotros este espíritu? Si así fuere, mis hermanos tendrán que disculparme; no puedo trabajar con ellos. No participaré de este tipo de trabajo.TCS 271.1

    Corazones de carne, no de hierro—Quisiera llamar la atención a las parábolas de la oveja perdida y el hijo pródigo. Quisiera que estas parábolas pudieran influir sobre mi corazón y mi mente. Pienso en Jesús. ¡Qué amor y ternura manifestó hacia el errante, el hombre caído! Por eso pienso en el severo juicio que alguien pronuncia sobre su hermano que ha fracasado ante la tentación, y ello me enferma. Veo hierro en los corazones y pienso que deberíamos orar por corazones de carne...TCS 271.2

    Me gustaría que tuviéramos mucho más del Espíritu de Cristo, mucho menos del yo y menos de opiniones humanas. Si nos equivocamos, permitamos que sea del lado de la misericordia más bien que del lado de la condenación y del proceder duro.—Carta 16, 1887.TCS 271.3

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