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Testimonios Acerca de Conducta Sexual, Adulterio y Divorcio - Contents
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    Capítulo 12—Desobediencia del séptimo mandamiento

    La Ley de Dios es el camino a la felicidad—Antes de la destrucción del mundo antiguo por el diluvio, sus habitantes estaban ennegrecidos de corrupción. Prevalecían el pecado y los crímenes de toda clase. La condición actual del mundo está llegando rápidamente al punto cuando Dios dirá, como dijo en la antigüedad: “Mi espíritu no contenderá para siempre con el hombre”. Uno de los pecados más graves que prevalece en esta era degenerada por la corrupción es el adulterio. Este vergonzoso pecado está siendo cometido en forma alarmante. El sábado y la institución matrimonial fueron establecidos por Dios en el Edén, para que fueran perpetuados en forma sagrada y santa. Ambas instituciones, de origen divino, han sido despreciadas y consideradas sin ningún valor por hombres y mujeres cuyos corazones están determinados a ejecutar solamente el mal.TCS 111.1

    El adulterio es un pecado “cristiano”—Si se encontraran transgresores del séptimo mandamiento únicamente entre los que no profesan ser seguidores de Cristo, el mal sólo sería grave en una décima parte de lo que es hoy; pero el delito del adulterio es cometido, en gran medida, por los profesos cristianos. Tanto pastores como miembros de iglesia cuyos nombres figuran en los registros como si estuvieran en regla, son igualmente culpables.TCS 111.2

    Muchos de los que aseveran ser ministros de Cristo son como los hijos de Elí, que ministraban en los oficios sagrados y se aprovechaban del ministerio para envolverse en crímenes y cometer adulterio, llevando así al pueblo a transgredir la Ley de Dios. Los tales tendrán que rendir una terrible prestación de cuentas cuando los casos de todos sean presentados delante de Dios y juzgados de acuerdo con las acciones realizadas contra el cuerpo... El adulterio es uno de los pecados más terribles de nuestro tiempo. Y este pecado prevalece en los profesos cristianos de todas las clases sociales...TCS 112.1

    Los cristianos son llamados a presentar sus cuerpos como un sacrificio vivo sobre el altar de Dios. “No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia”. Romanos 6:12, 13.TCS 112.2

    Si los cuerpos colocados ostensiblemente sobre el altar de Dios tuvieran que pasar por el escrutinio por el cual pasan los sacrificios judíos, ¡cuán pocos pasarían la prueba y serían declarados perfectos delante de Dios, preservados en santidad, libres de manchas de pecado y contaminación! Dios no recibirá ningún sacrificio defectuoso. No aceptará ofrenda dañada o enferma. Se requería que la ofrenda fuera perfecta, sin mancha, valiosa.TCS 112.3

    Origen de los actos impuros—Nadie puede glorificar a Dios en su cuerpo, tal como él lo requiere, mientras viva en abierta transgresión a la Ley de Dios. Si el cuerpo viola el séptimo mandamiento, es por lo que le dicta la mente. Si la mente es impura, el cuerpo, naturalmente, se ocupará en actos de impureza. La pureza no puede existir en el alma de alguien que rinda su cuerpo a los actos impuros. Si el cuerpo sirve a la concupiscencia, la mente no podrá mantenerse consagrada a Dios. Con el fin de preservar una mente santificada, el cuerpo debe ser mantenido en santificación y honor. La mente servirá, pues, a la Ley de Dios, y le rendirá obediencia voluntaria a todos sus requerimientos... Entonces, como el apóstol, el tal podrá presentar sus miembros a Dios como instrumentos de justicia...TCS 112.4

    No hay gozo real en la vida de los pecadores—El Señor hizo al hombre recto, pero éste pecó y se ha degradado, porque rehúsa rendir obediencia a las demandas sagradas de la Ley de Dios. Si las pasiones del hombre son apropiadamente controladas y correctamente orientadas, contribuirán para el bien de su salud física y moral, y le asegurarán felicidad en abundancia. El adúltero, el fornicario y el incontinente no gozan de la vida. No hay placer auténtico para el transgresor de la Ley de Dios. Sabiendo esto, el Señor ha puesto restricciones al hombre. El dirige, comanda y categóricamente prohíbe... El Señor sabe muy bien que la felicidad de sus hijos depende de la sumisión a su autoridad, y de vivir en obediencia a su norma de gobierno santa, justa y buena.TCS 113.1

    Pensamientos y acciones abiertos delante de Dios—Muchos podrán engañar por un tiempo, y encubrir que son adúlteros; no obstante, el ojo de Dios está sobre ellos. Los tiene señalados. No pueden ocultar de Dios sus crímenes. Hay quien aparentemente se conduce bien ante su familia y la comunidad, y es estimado como hombre bueno. ¿Será que se engaña a sí mismo con el pensamiento que el Altísimo nada sabe de sus hechos?TCS 113.2

    El tal expone su corrupción ante la vista de la Majestad del cielo. El alto y sublime, cuyo ropaje de gloria llena el templo, está al tanto aun de los pensamientos, intenciones y propósitos del corazón del transgresor que se degrada a la vista de los ángeles puros e inmaculados que registran todas las acciones de las personas. Y no sólo es visto su pecado, sino que es anotado por el ángel registrador.TCS 113.3

    El transgresor de la Ley de Dios puede engañar durante algún tiempo y lograr que su violación no sea conocida, pero tarde o temprano será sorprendido en el hecho, expuesto y condenado. Cualquiera que se atreva a violar la Ley de Dios, llegará a saber, por experiencia, que “el camino de los pecadores es duro”.—The Review and Herald, 8 de marzo de 1870.TCS 113.4

    El ojo de Dios lo ve todo—Si abrigáramos habitualmente la idea de que Dios ve y oye todo lo que hacemos y decimos, y conserva un fiel registro de nuestras palabras y acciones, a las que deberemos hacer frente en el día final, temeríamos pecar. Recuerden siempre los jóvenes que doquiera estén, y no importa lo que hagan, están en la presencia de Dios. Ningún acto de nuestra conducta escapa a su observación. No podemos esconder nuestros caminos del Altísimo. Las leyes humanas, aunque algunas veces son severas, a menudo son violadas sin que tal cosa se descubra; por lo tanto, las transgresiones quedan sin castigo. Pero no sucede así con la Ley de Dios. La más profunda medianoche no es cortina para el culpable. Puede creer que está solo; pero para cada acto hay un testigo invisible. Los motivos mismos del corazón están abiertos a la divina inspección. Todo acto, toda palabra, todo pensamiento están tan exactamente anotados como si hubiera una sola persona en todo el mundo, y como si la atención del Cielo estuviera concentrada sobre ella.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 217.TCS 114.1

    Profesos observadores de los mandamientos, culpables—Aun algunos de los que profesan guardar todos los mandamientos de Dios son culpables del pecado de adulterio. ¿Qué puedo decir para despertar su sensibilidad embotada? Los principios morales, aplicados estrictamente, son la única salvaguardia del alma.—Joyas de los Testimonios 1:259.TCS 114.2

    Cuanto mayor el conocimiento, mayor el pecado—No todos los que profesan guardar los mandamientos de Dios mantienen sus cuerpos en santificación y honor. El mensaje más solemne alguna vez encomendado a los mortales ha sido confiado a este pueblo, y podría ejercer una poderosa influencia sobre otros si fueran santificados por él. Algunos adventistas del séptimo día pretenden estar establecidos sobre la elevada plataforma de las verdades eternas y guardar todos los mandamientos; por lo tanto, si consienten el pecado, si cometen fornicación o adulterio, su delito es, en magnitud, diez veces mayor que el de las personas que no reconocen la obligatoriedad de la Ley de Dios. En un sentido peculiar, los que profesan observar la Ley de Dios deshonran al Señor y causan vituperio a la verdad por la transgresión a los preceptos de esa ley.TCS 114.3

    El triste ejemplo de Israel—La prevalencia de este pecado en el antiguo Israel fue lo que atrajo sobre ellos una señalada manifestación del desagrado de Dios. Sus juicios cayeron enseguida sobre su nefando pecado, miles sucumbieron y sus cuerpos contaminados fueron abandonados en el desierto...TCS 115.1

    “Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos. Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga”. 1 Corintios 10:11, 12. Los adventistas del séptimo día, más que otros pueblos del mundo, deberían ser modelos de piedad, santos de corazón y píos en su conversación.—Testimonies for the Church 2:450, 451.TCS 115.2

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