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La Verdad acerca de los Angeles - Contents
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    El endemoniado en la sinagoga de Capernaúm

    Mientras estaba Jesús en la sinagoga, hablando del reino que había venido a establecer y de su misión de libertar a los cautivos de Satanás, fue interrumpido por un grito de terror. Un loco se lanzó hacia adelante de entre la gente, clamando: “Déjanos; ¿qué tienes con nosotros Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Yo te conozco quién eres, el Santo de Dios”. Lucas 4:34.VAAn 189.1

    Todo quedó entonces en confusión y alarma. La atención se desvió de Cristo, y la gente ya no oyó sus palabras. Tal era el propósito de Satanás al conducir a su víctima a la sinagoga. Pero Jesús reprendió al demonio, diciendo: “Cállate, y sal de él. Entonces el demonio, derribándole en medio de ellos, salió de él, y no le hizo daño alguno”. Lucas 4:35.VAAn 189.2

    La mente de este pobre doliente había sido oscurecida por Satanás, pero en presencia del Salvador un rayo de luz había atravesado las tinieblas. Se sintió incitado a desear estar libre del dominio de Satanás; pero el demonio resistió al poder de Cristo. Cuando el hombre trató de pedir auxilio a Jesús, el mal espíritu puso en su boca las palabras, y el endemoniado clamó con la agonía del temor. Comprendía parcialmente que se hallaba en presencia de Uno que podía librarle; pero cuando trató de ponerse al alcance de esa mano poderosa, otra voluntad lo retuvo; las palabras de otro fueron pronunciadas por su medio. Era terrible el conflicto entre el poder de Satanás y su propio deseo de libertad.—El Deseado de Todas las Gentes, 220-221.VAAn 189.3

    El que había conquistado al archienemigo en el desierto, arrebató a este pobre cautivo de las garras de Satanás. Bien sabía Jesús que aunque el demonio había asumido otra forma, era el mismo espíritu maligno que lo había tentado antes en el desierto.—The Spirit of Prophecy 2:180.VAAn 190.1

    El diablo ejercía todo su poder para conservar el dominio sobre su víctima. Perder terreno, sería dar una victoria a Jesús. Parecía que el torturado iba a fallecer en la lucha con el enemigo que había arruinado su virilidad. Pero el Salvador habló con autoridad, y libertó al cautivo. El hombre que había sido poseído permanecía delante de la gente admirada, feliz en la libertad de su dominio propio... Los ojos que hacía poco despedían fulgores de locura brillaban ahora de inteligencia, y de ellos caían lágrimas de agradecimiento.—El Deseado de Todas las Gentes, 221.VAAn 190.2

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