Capítulo 8—Días de conflicto
- Prefacio
- Sumario
- Capítulo 1—Introducción: el espíritu de profecía
- Capítulo 2—La caída de Satanás
- Capítulo 3—La creación
- Capítulo 4—Consecuencias de la rebelión
-
- Capítulo 6—El plan de salvación
- Capítulo 7—El primer advenimiento de Cristo
- Capítulo 8—Días de conflicto
- Capítulo 9—La transfiguración
- Capítulo 10—La traición
- Capítulo 11—El juicio
- Capítulo 12—La crucifixión
- Capítulo 13—La resurrección
- Capítulo 14—La ascensión.
- Capítulo 15—El día de Pentecostés.
- Capítulo 16—Curación del cojo
- Capítulo 17—Lealtad a Dios bajo la persecución
- Capítulo 18—Ordenación evangélica
- Capítulo 19—Muerte de Esteban
- Capítulo 20—El evangelio en Samaria
- Capítulo 21—Conversión de Saulo
- Capítulo 22—Primer ministerio de Pablo
- Capítulo 23—Un indagador de la verdad
- Capítulo 24—Pedro librado de la cárcel
- Capítulo 25—El mensaje evangélico a los gentiles
- Capítulo 26—Últimos años del ministerio de Pablo
- Capítulo 27—En Roma
- Capítulo 28—Pablo ante Nerón
- Capítulo 29—Martirio de Pablo y Pedro
- Capítulo 30—La persecución
- Capítulo 31—El misterio de iniquidad
- Capítulo 32—La reforma en Alemania
-
- Capítulo 34—Alianza entre la iglesia y el mundo
- Capítulo 35—Guillermo Miller
- Capítulo 36—El mensaje del primer ángel
- Capítulo 37—El mensaje del segundo ángel
- Capítulo 38—El santuario
- Capítulo 39—El mensaje del tercer ángel
- Capítulo 40—El espiritismo
- Capítulo 41—¿Es el hombre inmortal?
- Capítulo 42—El fuerte clamor
- Capítulo 43—Terminación del tercer mensaje
- Capítulo 44—El tiempo de angustia
- Capítulo 45—Liberación de los santos
- Capítulo 46—La recompensa de los santos
- Capítulo 47—La tierra desolada
- Capítulo 48—La segunda resurrección
- Capítulo 49—El fin de la controversia
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Capítulo 8—Días de conflicto
Acabada la tentación, Satanás se apartó de Jesús durante una temporada. Los ángeles sirvieron a Jesús de comer en el desierto, le fortalecieron, y la bendición de su Padre reposó sobre él. Había fracasado Satanás en sus más feroces tentaciones; y sin embargo, miraba esperanzado el período del ministerio de Jesús, cuando habría de esgrimir en diversas ocasiones sus astucias contra él. Todavía esperaba prevalecer contra Jesús, inspirando a quienes no quisieran reconocerlo y recibirle, el ansia de odiarlo y destruirlo. Satanás reunió en consejo especial a sus ángeles, quienes estaban desconsolados y furiosos por no haber logrado aún ventaja alguna contra el Hijo de Dios. Resolvieron en consecuencia extremar su astucia y valerse de todo su poder para infundir incredulidad en las mentes del pueblo judío, de modo que no reconociese a Jesús por Salvador del mundo, y lograr así que desistiese Jesús de su misión. Por muy escrupulosos que fuesen los judíos en sus ceremonias y sacrificios, podía inducírseles a despreciar y rechazar a Jesús, si se les ofuscaba la vista respecto a las profecías, dándoles a entender que el Mesías había de venir como un poderoso rey.2TS 55.1
Satanás y sus ángeles estuvieron durante el ministerio de Cristo muy atareados en infundir incredulidad, odio y menosprecio a los hombres. A veces, cuando Jesús declaraba alguna punzante verdad que reprendía sus pecados, la gente se enfurecía, y Satanás y sus ángeles la incitaban a quitar la vida al Hijo de Dios. Más de una vez recogieron piedras para arrojárselas; pero los ángeles lo guardaban, y lo libraban de las iras de la multitud llevándolo a un lugar seguro. Una vez, en que la sencilla verdad fluía de labios de Jesús, la multitud se apoderó de él, llevándolo a la cumbre de una colina con intento de despeñarlo. Se promovió entre los judíos una disputa acerca de lo que habrían de hacer con Jesús, y entonces los ángeles lo ocultaron de la vista de la gente, de modo que pasó por entre ella sin ser visto, y continuó su camino.2TS 55.2
Todavía esperaba Satanás que fracasaría el grandioso plan de salvación. Se valía de todo su poderío para endurecer el corazón de las gentes y exacerbar sus sentimientos contra Jesús. Esperaba también Satanás que serían tan pocos los que reconocerían en Jesús al Hijo de Dios, que él consideraría sus sufrimientos y sacrificio demasiado grandes para tan pequeña grey. Pero aunque sólo hubiera habido dos personas que aceptaran a Jesús por Hijo de Dios y en él creyeran para la salvación de sus almas, se hubiera llevado a cabo el plan.2TS 56.1
Jesús comenzó su obra quebrantando el poder que Satanás tenía sobre el sufrimiento. Devolvía la salud a los enfermos, la vista a los ciegos y el movimiento a los lisiados, de suerte que saltaban de gozo y glorificaban a Dios. Sanaba Jesús a los que durante muchos años habían estado enfermos y sujetos al cruel poder de Satanás. Con palabras de gracia fortalecía al débil, al tímido y al desalentado. Arrancaba Jesús de las garras de Satanás a los débiles y doloridos dándoles salud corporal y gran contento y dicha. Resucitaba muertos que al volver a la vida glorificaban a Dios por la grandiosa manifestación de su poder. Obraba Jesús potentemente en beneficio de todos cuantos creían en él.2TS 56.2
La vida de Cristo estuvo henchida de palabras y obras de benevolencia, simpatía y amor. Siempre estaba dispuesto a escuchar las quejas y aliviar los sufrimientos de quienes se llegaban a él. Con la salud recobrada, multitudes de gente llevaban en sus propias personas la prueba del divino poder de Jesús. Sin embargo, después de realizado el prodigio, muchos se avergonzaban del humilde y no obstante poderoso Maestro. El pueblo no estaba dispuesto a aceptar a Jesús, porque los gobernantes no creían en él. Era Jesús varón de dolores, experimentado en quebranto. Los caudillos judíos no eran capaces de llevar una vida tan austera y abnegada como la de Jesús. Deseaban disfrutar de los honores que el mundo otorga. A pesar de todo, muchos seguían al Hijo de Dios y escuchaban sus enseñanzas, regocijándose en las palabras que tan afablemente fluían de sus labios. Tenían profundo significado y, sin embargo, eran tan sencillas que podían entenderlas los más ignorantes.2TS 56.3
Satanás y sus ángeles cegaron los ojos y ofuscaron la inteligencia de los judíos, excitando al príncipe y a los gobernantes del pueblo para que quitaran la vida al Salvador. Enviaron ministriles con orden de prenderle; pero ellos, al verse en presencia de él, quedaron admirados de la simpatía y la compasión de que por el dolor humano estaba henchido. Le oyeron animar con tiernas y amorosas palabras al débil y al afligido; y también le oyeron impugnar con autorizada voz el poderío de Satanás y ordenar la emancipación de sus cautivos. Escucharon los ministriles las palabras de sabiduría que derramaban sus labios y quedaron cautivados por ellas sin atreverse a echar mano de él. Volviéronse a los sacerdotes y ancianos sin llevar preso a Jesús; y cuando les preguntaron: “¿Por qué no le trajisteis?” ellos refirieron los milagros que habían presenciado y las santas palabras de amor, sabiduría y conocimiento que habían oído, concluyendo por decir: “Nunca ha hablado hombre así como este hombre.” 1Juan 7:46.2TS 57.1
Los príncipes de los sacerdotes acusaron a los ministriles de haber sido también engañados, y algunos de ellos sintieron vergüenza de no haber prendido a Jesús. Los sacerdotes preguntaron desdeñosamente si alguno de los príncipes había creído en él. Algunos magistrados y ancianos creían en Jesús; pero Satanás les impedía confesarlo, pues temían más que a Dios el oprobio del pueblo.2TS 58.1
Hasta entonces, la astucia y el odio de Satanás no habían desbaratado el plan de salvación. Se acercaba el tiempo en que iba a cumplirse el objeto por el cual había venido Jesús al mundo. Satanás y sus ángeles se reunieron en consejo, resolviendo inspirar a los propios compatriotas de Cristo que pidiesen anhelosamente su sangre y amontonasen escarnio y crueldad sobre él, con la esperanza de que, resentido Jesús de semejante trato, fracasaría en conservar su humildad y mansedumbre.2TS 58.2
Mientras Satanás maquinaba sus planes, Jesús declaraba solícitamente a sus discípulos los sufrimientos por que había de pasar: que sería crucificado y que resucitaría al tercer día. Pero el entendimiento de los discípulos parecía embotado, y no podían comprender lo que Jesús les decía.2TS 58.3