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Testimonios Selectos Tomo 2 - Contents
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    En Inglaterra

    Mientras Lutero abría la Biblia ante los ojos del pueblo alemán, el Espíritu de Dios movía a Tyndale a hacer lo mismo por Inglaterra.2TS 189.3

    Era Tyndale asiduo estudiante y ardoroso indagador de la verdad, y había leído el evangelio en el Testamento griego de Erasmo. Denodadamente proclamó su convicción, diciendo que toda doctrina había de estar confirmada por las Escrituras. Al argumento papista de que la iglesia había dado la Biblia y que sólo la iglesia podía interpretarla, respondió Tyndale: “¿Sabéis quién enseñó a las águilas a encontrar su presa? pues el mismo Dios enseña a sus hambrientos hijos a encontrar a su Padre en su palabra. Lejos de habernos dado la iglesia las Escrituras, las escondió de nuestra vista y quema a los que las enseñan, y si pudiera, quemaría aún las mismas Escrituras.”2TS 190.1

    Un nuevo propósito se apoderó del ánimo de Tyndale, y acerca de ello decía: “Los salmos se cantaban en el templo de Jehová en la lengua de Israel; y ¿no hablará el evangelio en inglés entre nosotros? ... ¿Ha de tener la iglesia menos luz al mediodía que al amanecer?”2TS 190.2

    Este propósito que había empezado Tyndale a nutrir, de dar al pueblo el Nuevo Testamento en su propia lengua, pudo ahora realizarse, e inmediatamente puso manos a la obra. Finalmente se publicaron tres mil ejemplares del Nuevo Testamento, y otra edición vió la luz el mismo año.2TS 190.3

    Fué entregado Tyndale en manos de sus enemigos y estuvo preso muchos meses hasta atestiguar su fe con el martirio; pero las armas que había preparado habilitaron a otros soldados para batallar durante siglos y aun en nuestros propios días.2TS 190.4

    Latimer mantuvo desde el púlpito que la Biblia debía leerse en el lenguaje del pueblo. Barnes y Frith, los fieles amigos de Tyndale, se alzaron en defensa de la verdad. Siguiéronles Ridley y Cranmer. Estos caudillos de la Reforma inglesa eran hombres eruditos y la mayoría de ellos habían gozado de gran estimación por su celo y piedad en la comunión romana. Su conocimiento de los misterios de Babilonia les daba autotoridad para testificar contra ella.2TS 190.5

    El principio capital que estos reformadores mantuvieron era el mismo que habían sostenido los valdenses, Wyclef, Lutero, Zuinglio y los que se unieron a ellos, a saber: la infalible autoridad de las Sagradas Escrituras como regla de fe y conducta. Negaban a los papas, concilios, patriarcas y reyes el derecho de dirigir la conciencia en materia de religión. La Biblia era su autoridad, y por sus enseñanzas ponían a prueba toda doctrina y toda afirmación.2TS 191.1

    La fe en Dios y su palabra sostuvo a estos santos varones al dar su vida en la hoguera. Cuando las llamas iban a apagar su voz, le decía Latimer a Ridley, su compañero de martirio: “Ten buen ánimo, que hoy, por la gracia de Dios, confío en que encenderemos en Inglaterra una luz que nunca será apagada.”2TS 191.2

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