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Testimonios Selectos Tomo 2 - Contents
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    Capítulo 27—En Roma

    Este capítulo está basado en Hechos 28:16-31.

    Muchos meses pasaron desde la llegada de Pablo a Roma hasta la comparecencia de los judíos que de Jerusalén vinieron para acusarle. Habían sido repetidamente estorbados en sus propósitos; y ahora que Pablo iba a ser juzgado por el supremo tribunal del imperio romano, no deseaban exponerse a otro fracaso. Lisias, Félix, Festo y Agripa habían declarado todos que le juzgaban inocente. Sus enemigos sólo podían esperar inclinar al emperador en su favor por medio de intrigas. Así que pensaron que lo mejor sería demorar la vista de la causa a fin de poner en práctica su plan, y al efecto aguardaron algún tiempo antes de acusar personalmente al apóstol.2TS 160.1

    Por providencia de Dios, este aplazamiento tuvo por resultado el adelanto del evangelio. Mediante el favor de los encargados de la guarda, le fué permitido a Pablo residir en una cómoda vivienda, donde podía tratarse libremente con sus amigos y también declarar diariamente la verdad a cuantos acudían a oirle. Así prosiguió durante dos años su labor “predicando el reino de Dios y enseñando lo que es del Señor Jesucristo con toda libertad, sin impedimento.”2TS 160.2

    Durante este tiempo no quedaron olvidadas las iglesias que él había establecido en muchos países. Comprendiendo los peligros que amenazaban a los convertidos a la nueva fe, el apóstol procuraba en tanto le era posible atender a sus necesidades por medio de cartas de amonestación e instrucciones prácticas. Y desde Roma envió consagrados obreros a trabajar no sólo en aquellas iglesias sino también en campos que él no había visitado. Estos obreros, como prudentes pastores, intensificaron la obra tan bien comenzada por Pablo, quien se mantuvo informado de la situación y peligros de las iglesias por la constante correspondencia con ellos, de suerte que pudo ejercer prudente inspección sobre todos.2TS 160.3

    Así, aunque aparentemente ajeno a la labor activa, Pablo ejerció más amplia y duradera influencia que si hubiese podido viajar libremente de iglesia en iglesia como en años anteriores.2TS 161.1

    No cabía esperar que Pablo, pobre y desvalido prisionero, fuese capaz de llamar la atención de los opulentos y aristócratas ciudadanos romanos, a quienes el vicio ofrecía todos sus halagos y los sujetaba en voluntaria esclavitud. Pero de entre las fatigadas y menesterosas víctimas de la opresión y aun de entre los infelices esclavos, muchos escuchaban gozosamente las palabras de Pablo, y en la fe de Cristo hallaban la esperanza y paz que les prestaban aliento para sobrellevar las innumerables penalidades que les tocasen en suerte.2TS 161.2

    Sin embargo, aunque el apóstol comenzó su obra con los bajos y humildes, su influencia se dilató hasta alcanzar el mismo palacio del emperador. En menos de dos años, el evangelio se abrió camino desde la modesta morada del prisionero a las salas imperiales. Pablo estaba preso como un malhechor; pero ‘la palabra de Dios no está presa.” 12 Timoteo 2:9. Aun en la misma casa de Nerón ganó trofeos la cruz. No eran cristianos en secreto, sino abiertamente, y no se avergonzaban de su fe.2TS 161.3

    Cuando las iglesias cristianas se enteraron de que Pablo iba a Roma, esperaron un señalado triunfo del evangelio en esa ciudad. Pablo había llevado la verdad a muchos países, y la había proclamado en populosas ciudades. Por lo tanto, ¿no podía este campeón de la fe tener éxito en ganar almas para Cristo aun en la metrópoli del mundo? Pero se desvanecieron sus esperanzas al saber que Pablo había ido a Roma en calidad de preso. Esperaban los cristianos confiadamente ver cómo, una vez establecido el evangelio en aquel gran centro, se propagaba rápidamente por todas las naciones y llegaba a ser una prevaleciente potestad en la tierra. ¡Cuán grande fué su desengaño! Habían fracasado las esperanzas humanas, pero no los propósitos de Dios.2TS 161.4

    No por los discursos de Pablo, sino por sus prisiones, dirigió la corte imperial su atención al cristianismo, al ver que un cautivo quebrantaba las ligaduras que mantenían a muchas almas en la esclavitud del pecado. No fué sólo esto. Pablo declaró: “Muchos de los hermanos en el Señor, tomando ánimo con mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra sin temor.” 2Filipenses 1:14.2TS 162.1

    La paciencia tiene sus victorias lo mismo que el valor. Mediante la mansedumbre en las pruebas no menos que por la gallardía en las empresas pueden ganarse almas a Cristo. Los cristianos que demuestren paciencia y afabilidad bajo los duelos y el sufrimiento, que arrostran aun la misma muerte con la paz y sosiego de una fe inquebrantable, pueden realizar por el evangelio mucho más de lo que hubiesen efectuado en una larga vida de fiel labor.2TS 162.2

    Aunque la obra de Pablo en Roma se veía bendecida por la conversión de muchas almas y el fortalecimiento y estímulo de los fieles, se iban acumulando nubes amenazadoras no sólo de su seguridad personal sino también de la prosperidad de la iglesia. Al llegar a Roma, había sido puesto Pablo bajo la custodia del capitán de la guardia imperial, hombre justo e íntegro, por cuya benevolencia tenía el apóstol relativa libertad para proseguir la obra del evangelio. Pero antes de concluir dos años de encarcelamiento, el capitán de la guardia fué relevado por otro de quien el apóstol no podía esperar ningún favor especial.2TS 162.3

    Los judíos se volvieron entonces más activos que nunca en sus esfuerzos contra Pablo, y encontraron valiosa ayuda en la disoluta mujer a quien Nerón había hecho su segunda esposa, y que por ser prosélita judía prestó toda su influencia en favor de los homicidas proyectos contra el campeón del cristianismo. Pablo no podía esperar mucha justicia del César a quien había apelado. Nerón era hombre de costumbres depravadas y frívolo carácter a la par que capaz de más atroces crueldades que cuantos emperadores le habían precedido. Las riendas del gobierno no podían haber sido confiadas a más despótico monarca. El primer año de su reinado se señaló por el envenenamiento de su hermanastro, el heredero legítimo del trono. Había descendido Nerón de un abismo a otro abismo de crímenes y vicios, hasta asesinar a su propia madre y después a su esposa. No hubo atrocidad que no perpetrase ni vileza ante la cual se detuviese. A toda alma noble inspiraba aborrecimiento y desprecio.2TS 163.1

    Desde el punto de vista de los juicios humanos, era segura la condena de Pablo ante semejante juez. Pero el apóstol comprendía que mientras se mantuviese leal a Dios, nada había de temer. Aquel que en el pasado fuera su protector podría escudarle aún contra la malignidad de los judíos y el poder de César.2TS 163.2

    Y Dios escudó a su siervo. En la vista de la causa no sostuvo nadie las acusaciones contra Pablo; y en contra de la general expectación y con un miramiento a la justicia del todo opuesto a su carácter, absolvió Nerón al procesado. Pablo se vió desligado de sus prisiones y en completa libertad.2TS 163.3

    Si el proceso de Pablo se hubiese diferido por más tiempo, o si por cualquier motivo se detuviera en Roma hasta el año siguiente, sin duda pereciera en la persecución entonces levantada contra los cristianos. Durante el encarcelamiento de Pablo los conversos al cristianismo habían llegado a ser tan numerosos que atrajeron la atención y suscitaron la enemistad de las autoridades. La cólera del emperador se excitó especialmente por la conversión de gente de su propia servidumbre cortesana, y pronto encontró pretexto para hacer a los cristianos objeto de su despiadada crueldad.2TS 164.1

    Por entonces estalló en Roma un terrible incendio que consumió casi media ciudad. Según rumores, el mismo Nerón había sido el incendiario; pero a fin de alejar toda sospecha hizo alarde de gran generosidad yendo a visitar a las víctimas del siniestro que habían quedado sin hacienda ni hogar. Sin embargo, se le acusó del crimen y el vecindario se levantó encolerizado, por lo que para disculparse y al propio tiempo deshacerse de una gente a quien temía y odiaba, volvió la acusación contra los cristianos. Su artería tuvo éxito y millares de hombres, mujeres y niños cristianos sufrieron el martirio.2TS 164.2

    Escapó Pablo de aquella terrible persecución, porque muy luego de verse en libertad había salido de Roma, empleando el tiempo en trabajar entre las iglesias. Era su propósito establecer una firme unión entre las iglesias griegas y orientales, y fortalecer el entendimiento de los creyentes contra las falsas doctrinas que ya se insinuaban para corromper la fe.2TS 164.3

    Las pruebas y penalidades sufridas por Pablo habían quebrantado su naturaleza corporal. Padecía los achaques de la edad. Comprendía que estaba realizando su postrera labor, y a medida que se le iba acortando el tiempo, eran más intensos sus esfuerzos.2TS 164.4

    Su celo no tenía límites. Resuelto en el propósito, rápido en la acción y firme en la fe, pasaba de iglesia en iglesia por diversos países, y procuraba por todos los medios a su alcance fortalecer las manos de los creyentes para que actuasen fielmente en la obra de ganar almas a Jesús, y que en los tiempos de prueba que se acercaban permaneciesen firmes en el evangelio y testificasen fielmente por Cristo.2TS 165.1

    No podía escapar a la atención de sus enemigos la obra de Pablo entre las iglesias después de su absolución en Roma. Desde los comienzos de la persecución neroniana, los cristianos eran por doquiera una secta proscripta. Pasado algún tiempo, los incrédulos judíos concibieron la idea de achacar a Pablo el crimen de haber instigado el incendio de Roma. Ninguno de ellos pensaba ni por un momento que fuese culpable; pero comprendían que semejante acusación hecha con la menor apariencia de probabilidad acarrearía su condena. Los esfuerzos de los judíos dieron por resultado que Pablo fuese nuevamente detenido y llevado en seguida a su final prisión.2TS 165.2

    Al llegar a Roma, lo encerraron en una lóbrega mazmorra, en la cual iba a quedar hasta el fin de su carrera.2TS 165.3

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