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Mensajes Selectos Tomo 2 - Contents
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    Capítulo 6

    Hermanas mías, es necesario que hagamos una reforma en nuestra manera de vestir. Hay muchos errores en el estilo de vestir femenino actual. Es perjudicial para la salud, y por lo tanto un pecado, el que las mujeres lleven corsés apretados, ballenas o que se compriman el talle. Esto ejerce una influencia depresora sobre el corazón, el hígado y los pulmones. La salud de todo el organismo depende del funcionamiento saludable de los órganos respiratorios. Miles de mujeres han arruinado su constitución y se han acarreado diversas enfermedades en sus esfuerzos por convertir una forma saludable y natural en una insalubre y antinatural. Están insatisfechas con los arreglos de la naturaleza, y en sus esfuerzos más fervorosos por corregir la naturaleza y ponerla de acuerdo con sus ideas acerca de lo que es la gracia y el encanto, destruyen su obra y la dejan convertida en una ruina.2MS 538.1

    Muchas mujeres empujan hacia abajo las vísceras y las caderas al colgar de ellas pesadas faldas. Estas no fueron formadas para soportar peso. En primer lugar nunca deberían llevarse pesadas faldas acolchadas. Son innecesarias y constituyen un gran mal. El vestido de la mujer debería estar suspendido de los hombros. A Dios le agradaría que hubiera más uniformidad en la manera de vestir de los creyentes. El estilo de vestir adoptado en tiempos pasados por los cuáqueros es el menos objetable. Muchos de ellos han renegado de esta costumbre, y aunque conservan la uniformidad de color, han consentido en el orgullo y la extravagancia, y sus vestidos han sido confeccionados con el material más costoso. Sin embargo, su selección de colores sencillos y la disposición modesta y pulcra de sus vestidos son dignas de imitación por parte de los cristianos.2MS 538.2

    Los hijos de Israel, después que fueron sacados de Egipto, recibieron la orden de colocar una sencilla cinta azul en el borde de sus vestiduras, para distinguirlos de las naciones circundantes y para dar a entender que eran el pueblo peculiar de Dios. En la actualidad no se requiere que el pueblo de Dios coloque un distintivo especial sobre sus vestiduras. Pero en el Nuevo Testamento con frecuencia se nos señala el Israel de la antigüedad como ejemplo. Si Dios dio instrucciones tan definidas a su pueblo de la antigüedad concernientes a su manera de vestir, ¿no tomará en cuenta el vestido de su pueblo en esta época? ¿No debería distinguirse del mundo por su manera de vestir? ¿No debería el pueblo de Dios, que es su especial tesoro, procurar glorificar a Dios aun en su vestimenta? ¿Y no deberían sus hijos ser ejemplos en lo que concierne a su manera de vestir, y con su estilo sencillo reprochar el orgullo, la vanidad y la extravagancia de los profesos cristianos que son mundanos y amantes del placer? Dios requiere esto de su pueblo. El orgullo es censurado en su Palabra.2MS 538.3

    Pero hay una clase de personas que habla insistentemente del orgullo y la vestimenta, y que sin embargo descuida su propia indumentaria, y que piensa que es una virtud ser sucios y vestirse sin orden ni gusto; y su ropa a menudo tiene el aspecto de haber ido volando y de haber caído sobre ellos. Sus prendas de vestir están sucias, y sin embargo tales personas se atreven a hablar contra el orgullo. Clasifican la decencia y la pulcritud en la misma categoría que el orgullo. Si hubieran estado entre el pueblo que se reunió alrededor del monte para escuchar la ley promulgada desde el Sinaí, habrían sido expulsadas de la congregación de Israel porque no habrían obedecido el mandamiento de Dios: “Y laven sus vestidos”, como preparación para escuchar su ley dada con terrible majestad.2MS 539.1

    Los Diez Mandamientos promulgados por Jehová desde el Sinaí no pueden vivir en los corazones de personas de hábitos desordenados y sucios. Si el Israel de la antigüedad no podía ni escuchar la proclamación de esa ley santa, a menos que obedeciera la orden de Jehová y lavara sus vestidos, ¿cómo puede esa ley santa ser escrita en los corazones de personas que no tienen limpio el cuerpo, la ropa ni la casa? Es imposible. Su profesión puede ser tan elevada como el cielo, y sin embargo no tiene nada de valor. Su influencia disgusta a los incrédulos. Y habría sido mejor que hubieran permanecido siempre fuera de las filas del pueblo leal de Dios. La casa de Dios es deshonrada por tales profesos cristianos. Todos los que se reúnen el sábado para adorar a Dios deberían, hasta donde sea posible, tener un traje pulcro que les siente bien y que sea agradable para llevar a la casa de culto. Es una deshonra para el sábado y para Dios y su casa, que los que profesan creer que el sábado es el día santo del Señor y digno de honra, lleven en ese día la misma ropa que han usado durante toda la semana mientras trabajaban en sus granjas, cuando pueden obtener otras. Si hay personas dignas que desean honrar de todo corazón al Señor del sábado, y el culto de Dios, que no pueden conseguir otra muda de ropa, que los que puedan hacerlo les obsequien un traje para el sábado a fin de que se presenten en la casa de Dios con una vestimenta limpia y adecuada. A Dios le agradaría que hubiese una mayor uniformidad en el vestir. Los que gastan dinero en vestiduras costosas y en adornos superfluos, con un poco de abnegación pueden ejemplificar la religión pura, no sólo mediante la sencillez en el vestir sino también utilizando los recursos que usualmente gastaban en cosas innecesarias, para ayudar a algún hermano o alguna hermana pobre, a quienes Dios ama, a obtener una vestimenta pulcra y modesta.2MS 539.2

    Algunos piensan que para efectuar esa separación del mundo que la Palabra de Dios requiere, deben descuidar su manera de vestir. Hay una clase de hermanas que piensan que están practicando el principio de no conformidad con el mundo al tocarse con una cofia ordinaria y al vestirse el día sábado con el mismo traje que llevan durante la semana, para estar en la asamblea de los santos y participar en el culto a Dios. Y algunos hombres que profesan ser cristianos contemplan bajo la misma luz la cuestión del vestido. Se reúnen con el pueblo de Dios en el sábado con su ropa sucia y manchada, y hasta con roturas en ella, y la llevan con desaliño. Esta clase de personas, si tuvieran que encontrarse con amigos honrados por el mundo y si quisieran ser especialmente favorecidas por ellos, se esforzarían por presentarse con la mejor ropa que pudieran conseguir, porque esos amigos se sentirían ofendidos si aparecieran ante ellos despeinadas, con la ropa sucia y en desorden. Sin embargo, estas personas piensan que no importa en qué forma se vistan ni cuál sea la condición de su persona cuando se reúnen el sábado para adorar al gran Dios. Se congregan en su casa, que es como la cámara de audiencias del Altísimo, donde los ángeles celestiales ministran, con poquísimo respeto o reverencia, según lo indica su persona y su vestimenta. Toda su apariencia revela el carácter de estos hombres y de estas mujeres.2MS 540.1

    El tema favorito de esta clase de personas es el orgullo tal como se manifiesta en la vestimenta. Consideran como orgullo la decencia, el gusto y el orden. La conversación, las obras y los negocios de estas almas engañadas guardan una estrecha relación con la ropa que llevan. Son descuidadas, y a veces tienen una conversación rastrera en sus hogares, entre sus hermanos y ante el mundo. La ropa de una persona y la forma como se la lleva generalmente se consideran como un exponente de su personalidad. Los que son descuidados y desaliñados en su manera de vestir, difícilmente tienen una conversación elevada, y poseen sentimientos muy poco refinados. Algunas veces consideran como humildad la rudeza y la vulgaridad.2MS 540.2

    Cristo representa a sus seguidores como la sal de la tierra y la luz del mundo. Sin la influencia salvadora del cristianismo, el mundo perecería en su propia corrupción. Considerad la clase de cristianos profesos de que hemos hablado, los que son descuidados en su ropa y su persona, y son informales en sus negocios, tal como lo indica su vestimenta; son, además, vulgares y descorteses, sus modales son ásperos y su conversación es rastrera. Y al mismo tiempo consideran esos lastimosos rasgos como distintivos de verdadera humildad y de vida cristiana. ¿Pensáis que si el Salvador estuviera aquí en la tierra los designaría como la sal de la tierra y la luz del mundo? ¡No, nunca! Los cristianos tienen una conversación elevada, y aunque creen que es un pecado practicar la necia adulación, son corteses, bondadosos y benevolentes. Sus palabras encierran sinceridad y verdad. Son fieles en sus negocios con sus hermanos y con el mundo. En su vestimenta evitan todo lo que sea superfluo y la ostentación, pero su ropa es limpia; no es llamativa sino modesta, y la llevan con orden y gusto.2MS 541.1

    Hay que tener cuidado especial de vestirse de tal modo que se manifieste una sagrada consideración por el santo sábado y el culto de Dios. La línea que establece una separación entre esta clase de personas y el mundo será demasiado evidente para ser confundida. La influencia de los creyentes será diez veces mayor si los hombres y las mujeres que abrazan la verdad, que antes han sido descuidados y negligentes en sus hábitos, llegan a ser tan elevados y santificados por la verdad que en adelante manifiestan hábitos de pulcritud y orden, y buen gusto en su manera de vestir. Nuestro Dios es un Dios de orden y no le agrada la distracción, la suciedad ni el pecado.2MS 541.2

    Los cristianos no deberían tratar de convertirse en objetos de curiosidad por vestirse en forma diferente de la del mundo. Pero si de acuerdo con su fe y con su deber de vestirse en forma modesta y saludable, encuentran que no están de acuerdo con la moda, no deberían cambiar su vestimenta a fin de ser como el mundo. En cambio deberían manifestar una noble independencia y el valor necesario para obrar correctamente aunque todo el mundo difiriera de ellos. Si el mundo introduce una moda de vestir que sea conveniente y saludable, que esté de acuerdo con la Biblia, el adoptar ese estilo de vestir no cambiará nuestra relación con Dios ni con el mundo. Los cristianos deben seguir a Cristo y regir su manera de vestir por la Palabra de Dios. Deberían descartar los extremos.2MS 541.3

    Deberían seguir humildemente una conducta recta, independientemente del aplauso y de la censura, y aferrarse a lo recto por sus propios méritos.2MS 542.1

    Las mujeres deberían cubrirse las piernas teniendo en cuenta la salud y la comodidad. Deben tener las piernas y los pies abrigados tal como los hombres. El largo de los trajes de moda de las mujeres es objetable por varias razones.2MS 542.2

    1. Es extravagante e innecesario llevar los vestidos tan largos que barran la vereda y la calle.2MS 542.3

    2. Un vestido de ese largo absorbe la humedad del pasto y el barro de las calles, lo que lo ensucia.2MS 542.4

    3. El vestido embarrado y húmedo se pone en contacto con los tobillos, que no están suficientemente protegidos, y los enfría pronto; ésta es una de las grandes causas productoras de catarros y de tumefacciones escrofulosas, y pone en peligro la salud y la vida.2MS 542.5

    4. El largo innecesario constituye un peso adicional para las caderas y las vísceras.2MS 542.6

    5. Dificulta la marcha y a menudo constituye un estorbo para otras personas.2MS 542.7

    Hay otro estilo de vestir adoptado por las así llamadas reformadoras de la vestimenta. Estas imitan al sexo opuesto tan de cerca como les sea posible. Llevan gorro, pantalones, chaleco, saco y botas, siendo esta última la parte más razonable de su indumentaria. Los que adoptan y defienden este estilo de vestir están llevando la así llamada reforma de la vestimenta a un extremo muy objetable. Como resultado de esto habrá confusión. Algunas personas que adoptan esta indumentaria puede ser que tengan conceptos correctos, en general, acerca de la cuestión de la salud, y podrían ser utilizadas como instrumentos para realizar un bien muy grande si no llevasen a tales extremos el asunto de la vestimenta.2MS 542.8

    Los que adoptan ese estilo de vestir han trastrocado el orden establecido por Dios y han desatendido sus instrucciones especiales. “No vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque abominación es a Jehová tu Dios cualquiera que esto hace”. Deuteronomio 22:5. Dios no desea que su pueblo adopte este estilo de vestir. No es ropa modesta, y no es apropiada para mujeres modestas y humildes que profesan ser seguidoras de Cristo. Las prohibiciones de Dios son tomadas en cuenta livianamente por todos los que abogan por la eliminación de las características que distinguen la ropa de los hombres y la de las mujeres. La posición extrema que adoptan algunos reformadores de la vestimenta con respecto a esto disminuye su influencia.2MS 542.9

    Dios estableció que debía haber una neta distinción entre el vestido de los hombres y el de las mujeres, y ha considerado este asunto de suficiente importancia como para dar instrucciones explícitas con respecto a él; porque la misma vestimenta llevada por los dos sexos causaría confusión y un gran aumento de la criminalidad. Si San Pablo estuviera vivo y viera con esa clase de vestimenta a las mujeres que profesan piedad, pronunciaría expresiones de censura. “Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad”. 1 Timoteo 2:9, 10. La mayor parte de los cristianos profesos descartan completamente las enseñanzas de los apóstoles y usan oro, perlas y adornos costosos.2MS 543.1

    El pueblo leal de Dios es la luz del mundo y la sal de la tierra. Sus hijos siempre deben recordar que su influencia es valiosa. Si cambiaran sus vestidos extremadamente largos por otros sumamente cortos, en gran medida destruirían su influencia. Los incrédulos, a quienes es su deber beneficiar y procurar llevar al Cordero de Dios, sentirían disgusto. Pueden realizarse muchas mejoras en la vestimenta de las mujeres teniendo en cuenta la salud, pero sin efectuar cambios tan grandes que disgusten a quienes las miran.2MS 543.2

    El cuerpo de la mujer no debe ser comprimido ni en el menor grado por corsés ni ballenas. El vestido debe quedar holgado para que el corazón y los pulmones funcionen en forma saludable. El vestido debería llegar un poco más abajo del borde superior de la bota, pero debería ser lo suficientemente corto como para no ser arrastrado por la vereda y la calle, si no se lo levanta con la mano. Un vestido aún más corto que esto sería adecuado, conveniente y saludable para las mujeres cuando trabajan en la casa y especialmente para las mujeres que deben realizar trabajos al aire libre. Con este estilo de vestir se necesita una falda liviana o a lo más dos, y éstas deberían abrocharse en la cintura o suspenderse mediante breteles. Las caderas no fueron formadas para soportar grandes pesos. Las pesadas faldas llevadas por las mujeres con su peso actuando sobre las caderas, han sido la causa de diversas enfermedades que no curan fácilmente, porque las pacientes parecen ignorar la causa que las ha producido y continúan violando las leyes de su organismo ciñendo su cintura y llevando pesadas faldas hasta que se convierten en inválidas para toda la vida. Muchos exclamarán inmediatamente: “¡Pero si ese estilo de vestir está pasado de moda!” ¿Y qué importa si lo está? Quisiera que estuviésemos pasados de moda en muchos sentidos. Si pudiésemos tener la fuerza pasada de moda que caracterizaba a las mujeres pasadas de moda de generaciones anteriores, esto sería muy deseable. No hablo sin tino cuando digo que la forma de vestir de las mujeres, juntamente con su complacencia del apetito, constituyen la mayor causa de su actual estado de debilidad y enfermedad. No hay una mujer en mil que abrigue sus piernas como debería hacerlo. Cualquiera que sea el largo de sus vestidos, las mujeres deberían abrigarse las piernas tan bien como lo hacen los hombres. Esto podría conseguirse llevando pantalones recogidos y abrochados en los tobillos, o bien largos y ceñidos hasta el borde del zapato. De este modo las piernas y los tobillos quedan protegidos contra las corrientes de aire. Si las piernas y los pies se mantienen protegidos con ropa abrigada, la circulación se efectuará armoniosamente y la sangre permanecerá saludable y pura, porque no se enfriará ni será estorbada mientras circula por el organismo. How to Live 6:57-64.*Se invita al lector a considerar que mientras la Sra. de White siempre hizo resaltar ante la iglesia la importancia de una vestimenta saludable, modesta, económica y en armonía con la sencillez cristiana, al mismo tiempo reconoció que la ropa, sin salirse del límite establecido por estos principios, debería ser “adecuada para esta época”. En 1897, cuando ciertas hermanas adventistas preguntaron si, para ser leales a los consejos del espíritu de profecía, debían volver al estilo particular adoptado en la década de 1860, ella contestó que no se le había dado “ningún estilo en particular para que sirviera como regla exacta para guiar a todos en su vestimenta”. Escribió: “El Señor no ha indicado que el deber de nuestras hermanas sea volver atrás a la reforma de la vestimenta”. [Se refiere a la reforma de la indumentaria por la que se abogó en la década de 1860, y no debe confundirse con la reforma auténtica de la vestimenta defendida por la Sra. de White.] La declaración en que establece las razones que respaldan su posición aparece en toda su extensión como un apéndice en el libro de D. E. Robinson, titulado. The Story of Our Health Message [La historia de nuestro mensaje de la salud], p. 427-431; 1955.—Los compiladores.2MS 543.3

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