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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 - Contents
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    Necesidades de nuestras instituciones

    De vez en cuando me he sentido impelida por el Espíritu del Señor a dar testimonio respecto a la necesidad de conseguir el mejor talento para emplearlo en las diferentes instituciones y otros departamentos de la causa. Hasta el presente no se ha ejercido cuidado suficiente para conseguir el mejor talento para usarlo en las diversas fases de la obra. Los que llevan responsabilidades tienen que ser hombres a quienes Dios pueda instruir y a quienes él pueda honrar con sabiduría y entendimiento, como a Daniel. Han de ser pensadores, hombres que lleven la estampa de Dios y que crezcan constantemente en santidad, en dignidad moral y en la comprensión de su trabajo. Han de ser hombres de oración, hombres que suban al monte y contemplen la gloria de Dios y el esplendor de los seres celestiales, a quienes Dios haya ungido para que asuman el cargo de su obra. Entonces, como Moisés, seguirán el modelo que les fue dado sobre el monte; y estarán despiertos para obtener y vincular con la obra el mejor talento que se pueda conseguir. Si es que son hombres que crecen y poseen una inteligencia santificada; si escuchan la voz de Dios y procuran aprovechar todo rayo de luz que procede del cielo, cual el sol seguirán un camino recto, y crecerán en sabiduría y en el favor de Dios.5TPI 518.2

    El departamento de publicaciones es un ramo importante de la obra de Dios, y todos los que están relacionados con él deben sentir que ha sido establecido por Dios y que el cielo entero está interesado en él. Especialmente aquellos que tienen voz en la administración de la obra deben tener una mente amplia y un criterio santificado. No deben malgastar el dinero del Señor por falta de juicio o tacto en los negocios; ni tampoco deben cometer el error de limitar la obra mediante la adopción de planes estrechos o por encomendarla en manos de hombres de habilidad limitada.5TPI 519.1

    Repetidas veces se me ha manifestado que todas nuestras instituciones deben ser administradas por hombres de carácter espiritual y que no inmiscuyan sus propias ideas y planes defectuosos con su administración. Esta obra no debe dejarse en manos de hombres que mezclen lo sagrado con lo profano y que consideren que la obra de Dios está al mismo nivel que las cosas de la tierra y que ha de manejarse más o menos en la misma manera común a que están acostumbrados a manejar sus propios negocios temporales. Hasta que no se unan a nuestras instituciones personas de mente amplia y que puedan trazar planes que estén en armonía con el crecimiento de la obra y con el carácter elevado de la misma, la tendencia seguirá siendo de achicar todo lo que se emprenda y luego Dios quedará deshonrado. ¡Ojalá que todos los que llevan responsabilidades dentro de la causa de Dios pudieran ascender a una atmósfera más elevada y santa, donde todo verdadero cristiano debiera estar! Si lograran esto, entonces tanto ellos como la obra que representan se ennoblecerían y quedarían revestidos de una dignidad sagrada, y se ganarían el respeto de todos los que están conectados con la obra.5TPI 519.2

    Entre los empleados de nuestras instituciones ha habido hombres que no han buscado el consejo de Dios, que no se han puesto en conformidad con los grandes principios de la verdad que Dios ha trazado en su Palabra y que consecuentemente manifestaron marcados defectos de carácter. Como resultado, la obra más grande que haya sido encomendada a los mortales ha sido dañada por causa de la administración defectuosa del hombre; mientras que, si las normas del cielo hubieran sido puestas como principio guiador, hubiera habido una aproximación más cercana a la perfección en todos los departamentos de la obra.5TPI 519.3

    Aquellos que han sido colocados en puestos directivos deben ser hombres que tengan suficiente amplitud mental como para apreciar a las personas de intelecto cultivado y remunerarlas en proporción con las responsabilidades que llevan. Sin embargo, es verdad que los que toman parte en la obra de Dios no deberían hacerlo meramente por el salario que reciben, sino más bien para la honra de Dios, para el adelanto de su causa y para conseguir riquezas imperecederas. Al mismo tiempo, no debiéramos esperar que los que son capaces de hacer precisa y cabalmente un trabajo que requiere imaginación y esfuerzo dedicado, no reciban un pago mayor que el de un trabajador de menor capacidad. Debe valorarse bien el talento. Aquellos que no pueden apreciar el buen trabajo y la verdadera capacidad no deben ser administradores en nuestras instituciones, porque su influencia tenderá a limitar la obra y arrastrarla a un nivel inferior.5TPI 520.1

    Para que nuestras instituciones sean tan prósperas como Dios se ha propuesto que lo sean, tiene que haber más solicitud y ferviente oración en combinación con un celo y fervor espiritual indeclinables. Para unir una clase apropiada de obreros a la obra podría requerirse un gasto mayor de recursos, pero en resumidas cuentas resultará ser económico porque aunque es esencial que se practique la economía en todo lo posible, se descubrirá que los esfuerzos por economizar recursos empleando a aquellos que trabajan por salarios bajos y cuyo trabajo es parecido a su salario, más bien resultarán en pérdida. La obra se retrasará y la causa será desacreditada. Hermanos, podréis vosotros economizar todo lo que querráis en vuestros asuntos personales, en la construcción de vuestras propias casas, en la selección de vuestra ropa, en la provisión de vuestro sustento, y en vuestros gastos generales; pero no impongáis esta economía a la obra de Dios de tal manera que impidáis que hombres capaces y de verdadero valor moral participen en ella.5TPI 520.2

    En los juegos olímpicos, a los que el apóstol Pablo nos llama la atención, los que participaban en las carreras debían efectuar una preparación muy completa. Eran entrenados durante meses por diferentes maestros expertos en ejercicios calculados para dar fortaleza y vigor al cuerpo. Debían ingerir solamente los alimentos que mantendrían el cuerpo en la condición más saludable; su vestimenta estaba calculada para permitir que los órganos y músculos actuaran libremente. Si los que participaban en carreras para obtener honores terrenales estaban obligados a someterse a una disciplina tan severa a fin de tener éxito, cuánto más necesario es para los que se dedican a la obra del Señor disciplinarse y prepararse cabalmente para alcanzar el éxito. Su preparación debiera ser tanto más perfecta, su seriedad y abnegación en sus esfuerzos tanto mayores que las de los aspirantes a honores mundanales, como las cosas celestiales son de más valor que las terrenales. Tanto la mente como los músculos debieran entrenarse mediante esfuerzos de lo más perseverantes. El camino hacia el éxito no es una senda pareja en la que viajamos en coches palaciegos, sino un sendero áspero y lleno de obstáculos que pueden superarse únicamente por medio de trabajo paciente.5TPI 520.3

    Hermanos míos, ni a medias se ha ejercido el cuidado necesario para inculcar la importancia de una debida preparación para la obra en la mente de aquellos que pudieran trabajar en la causa. Con sus facultades indisciplinadas no podrán hacer sino una obra imperfecta; pero si fuesen preparados por maestros sabios y consagrados y fuesen dirigidos por el Espíritu de Dios, no sólo estarían capacitados para hacer ellos mismos un buen trabajo, sino que amoldarían a otros que les toque trabajar juntamente con ellos. Por lo tanto, debieran constantemente estudiar para aprender cómo hacerse más sabios con respecto a la obra en que están involucrados. Nadie debiera reposar en la comodidad y el ocio; sino que todos deben luchar por elevarse y ennoblecerse a sí mismos, no sea que como resultado de su propio entendimiento deficiente dejen de darse cuenta del carácter elevado de la obra y lo rebajen para poder alcanzar su propia norma limitada.5TPI 521.1

    Vi que había una deficiencia grande en la teneduría de libros en muchos de los departamentos de la obra. La contabilidad es, y siempre será, una parte importante de la obra; y los que se han hecho expertos en ella están en gran demanda en nuestras instituciones y en todos los ramos de la obra misionera. Es un trabajo que requiere estudio para que pueda hacerse correctamente, con prontitud y sin preocupación o desgaste; pero la preparación de personas competentes para este trabajo ha sido vergonzosamente olvidada. Es una desgracia permitir que una obra de una magnitud tan grande como la nuestra, se haga en una forma defectuosa e inexacta. Dios exige de los seres humanos un trabajo tan perfecto como sea posible. Es una deshonra para la sagrada verdad y su Autor hacer su obra en forma deficiente. Vi que a menos que los obreros de nuestras instituciones se sujeten a la autoridad de Dios, habría una falta de armonía y unidad de acción entre ellos. Si todos obedecieran sus instrucciones, el Señor permanecería como comandante invisible; pero también tiene que haber una cabeza visible que tema a Dios. El Señor nunca aceptará un grupo de obreros descuidados y desordenados; ni tampoco escogerá conducir hacia adelante y hacia las alturas nobles de una victoria cierta a quienes son voluntariosos y desobedientes. El progreso ascendente del alma indica que Jesús gobierna el corazón. Ese corazón mediante el cual él difunde su paz y su gozo, y el bendecido fruto de su amor, se convierte en su templo y en su trono. “Vosotros sois mis amigos” -dice Cristo-, “si hacéis lo que yo os mando”. Juan 15:14.5TPI 521.2

    Nuestras instituciones están muy por debajo de donde Dios quiere que estén, porque muchos de los que están conectados con ellas no están en comunión con él. No son hombres que crecen. No están constantemente aprendiendo de Jesús; por lo tanto, no se vuelven cada vez más eficientes. Si se acercasen a él y procurasen su ayuda, él andaría con ellos y les hablaría; sería su consejero en todas las cosas y les impartiría, como lo hizo con Daniel, sabiduría y entendimiento de lo alto.5TPI 522.1

    Hace muchos años que vi que nuestro pueblo estaba muy atrasado en obtener ese conocimiento que lo calificaría para puestos de responsabilidad dentro de la obra. Cada miembro de la iglesia debiera esforzarse por capacitarse para hacer la obra del Maestro. A cada uno se le ha asignado una obra, de acuerdo con su capacidad. Aun ahora, en la hora undécima, debemos despertar para educar hombres de habilidad para la obra que, a la vez que ellos mismos ocupan puestos de confianza, vayan educando, por medio del precepto y el ejemplo, a todos los que están asociados con ellos.5TPI 522.2

    Por medio de una ambición egoísta, algunos han impedido que otros reciban el conocimiento que les hubieran podido impartir. Otros no han querido esforzarse para educar a nadie más. Sin embargo, ésta hubiera sido la mejor clase de trabajo que pudiesen haber hecho por Jesús. Dijo Cristo: “Vosotros sois la luz del mundo” (Mateo 5:14), y por esta razón hemos de dejar que nuestra luz brille ante los hombres.5TPI 523.1

    Si todo lo que el Señor ha pronunciado referente a estas cosas hubiera sido acatado, hoy día nuestras instituciones ocuparían una posición más elevada y más sagrada que la de ahora. Pero los hombres han estado satisfechos con pequeños logros. No han procurado elevar sus facultades mentales, morales y físicas. No han sentido que Dios requería esto de ellos; no se han dado cuenta de que Cristo murió precisamente para capacitarlos para hacer esta obra. Como resultado, se han quedado muy en zaga con respecto a lo que pudieran ser en inteligencia y en cuanto a la capacidad de pensar y planificar. Pudieron haber añadido virtud a la virtud, y conocimiento al conocimiento y de esta manera haberse hecho fuertes en el Señor. Pero dejaron de hacerlo. Que cada uno se empeñe en trabajar ahora, con la firme determinación de elevarse. La necesidad presente de la causa no es tanto de más hombres como lo es de mayor destreza y consagración de parte de los obreros. 5TPI 523.2

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