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El Ministerio Médico - Contents
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    La purificación del templo

    Cristo reprendió a los fariseos y a los doctores de la ley debido a las prácticas deshonestas que habían introducido hasta en los atrios del templo. Estos hombres influían sobre los compradores y vendedores para que compraran ganado al costo más bajo, y luego lo vendieran a un alto precio a los que venían de lugares distantes, y que no podían traer sus animales con ellos, y por lo tanto estaban obligados a comprarlos en Jerusalén. Mientras estos hombres se sentaban a sus mesas contando el dinero que habían ganado por el robo y la extorsión, Cristo se paró delante de ellos. Su vista fulguró con indignación al contemplar las transacciones fraudulentas que realizaban. Tomando un látigo de pequeñas cuerdas que había sido utilizado para arrear el ganado hasta el templo, echó a los que vendían y compraban, y derribó las mesas de los cambistas de dinero y las sillas de los que vendían palomas, diciendo: “Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado”.MM 159.2

    Entonces el Restaurador practicó su obra médica misionera. “Y vinieron a él en el templo ciegos y cojos, y los sanó”.MM 160.1

    Los sitios de expendio de víveres y los lugares comerciales necesitan limpieza. Los abogados y la fraternidad médica necesitan purificación. ¿Diremos que la obra médica misionera necesita limpieza? Cristo, quien vino a nuestro mundo para revelar el corazón de tierna compasión del Padre, nos ha mostrado los métodos que los guardadores del sábado deben seguir en su trabajo. Estos son especificados con claridad en el capítulo 58 de Isaías. Dios no tendrá parte en ninguna transacción con falta de honradez. El alma que guarda el sábado recibe la señal del gobierno de Dios, y no debe deshonrar esa señal. Al examinar detalladamente la Palabra de Dios, podemos conocer si tenemos la señal del Rey, si hemos sido escogidos y colocados aparte para honrar a Dios. Por favor leed Deuteronomio 6:4-9 y Ezequiel 20:12-20...MM 160.2

    Dios jamás permitirá que por las puertas perlinas de la Ciudad de Dios penetre ninguna persona que no lleve la señal de la fidelidad, el sello de su gobierno. Toda alma que sea salva albergará principios puros, que procedan de la misma esencia de la verdad. Estará sujeto con eslabones dorados al poder eterno y al amor del Dios de la verdad. Debe ser leal a los principios de la Palabra de Dios, fiel al pacto eterno que es una señal entre el hombre y su Hacedor.MM 160.3

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