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El Ministerio Médico - Contents
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    La ley de la fe y las obras

    La gracia de Dios siempre es reformadora. Todo ser humano está en una escuela, donde debe aprender a abandonar prácticas dañinas y percatarse de lo que puede hacer por sí mismo. Los que ignoran estas cosas, los que no toman la precaución de respirar aire puro y tomar agua pura, no pueden estar libres de la enfermedad. Tienen el organismo contaminado y la estructura humana dañada.MM 298.1

    Tales personas son descuidadas, imprudentes, presuntuosas y suicidas. El conocimiento está esparcido a su paso, pero se niegan a recoger los rayos de luz diciendo que dependen de Dios. ¿Pero hará Dios las cosas que él ha dejado para que ellos hagan? ¿Suplirá él el descuido de ellos? ¿Dejará de notar su ignorancia voluntaria y hará grandes cosas a su favor, restaurándoles el alma, el cuerpo y el espíritu, mientras ignoran los agentes más sencillos, cuyo uso les devolvería la salud? Mientras día a día complacen su apetito comiendo lo que les acarrea enfermedad, ¿pueden esperar que el Señor obre un milagro para restaurarlos? Esta no es la forma como el Señor procede. Al actuar así, hacen del Señor alguien como ellos. La fe y las obras van juntas...MM 298.2

    Que cada cual examine su propio corazón, para ver si no está dando cabida a lo que le es realmente dañino, y en lugar de abrir la puerta del corazón para dejar entrar a Jesús, el Sol de Justicia, se está quejando por la escasez del Espíritu de Dios. Que éstos busquen sus ídolos y los arrojen lejos. Que corten toda complacencia contraria a la salud en su comida, en su bebida. Que pongan en armonía su práctica diaria con las leyes de la naturaleza. Al hacerlo así, y también creerlo, se creará una atmósfera alrededor del alma que tendrá sabor de vida para vida.—Manuscrito 86, 1897.MM 298.3

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