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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 - Contents
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    Los embajadores de Cristo

    Los embajadores de Cristo tienen una obra solemne e importante que algunos consideran con demasiada ligereza. Cristo es ministro del santuario celestial, a la vez que, por medio de sus delegados, es ministro de su iglesia en la tierra. Habla al pueblo por medio de hombres elegidos y lleva a cabo su obra por medio de ellos como cuando, en los días de su humillación, andaba visiblemente en la tierra. Aunque han pasado siglos, el transcurso del tiempo no ha cambiado la promesa que hizo al separarse de sus discípulos: “He aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Mateo 28:20. Desde la ascensión de Cristo hasta el presente, hombres ordenados por Dios, que reciben autoridad de él, han sido maestros de la fe. Cristo, el verdadero Pastor, dirige su obra por intermedio de esos pastores subalternos; de modo que la posición de los que trabajan en el ministerio de la Palabra y enseñan la doctrina, viene a ser muy importante. Urgen a la gente, en lugar de Cristo, para que se reconcilie con Dios.4TPI 387.1

    El pueblo no debe considerar a sus ministros como meros oradores, sino como embajadores de Cristo, los cuales reciben su sabiduría y poder de la gran Cabeza de la iglesia. Pasar por alto y despreciar la palabra hablada por el representante de Cristo no sólo es manifestar falta de respeto al hombre, sino también al Maestro que lo envió. Él está en el lugar de Cristo; y la voz del Salvador debe ser oída en su representante.4TPI 387.2

    Muchos de nuestros ministros han cometido un grave error pronunciando discursos completamente dedicados a la argumentación. Hay almas que escuchan la teoría de la verdad y quedan impresionadas por las evidencias que se presentan, y luego, si una parte del discurso revela a Cristo como Salvador del mundo, la semilla sembrada puede brotar y llevar fruto para gloria de Dios. Pero en muchos discursos no se presenta la cruz de Cristo ante la gente. Tal vez algunos estén escuchando el último sermón de su vida y algunos no volverán a estar en condiciones que permitan volver a presentarles la cadena de verdad y dar una aplicación práctica a sus corazones. Esta oportunidad de oro se habrá perdido para siempre. Si Cristo y su amor redentor hubiesen sido ensalzados en relación con la teoría de la verdad, esto podría haberlos hecho inclinarse hacia su lado.4TPI 387.3

    Más almas de las que nos imaginamos anhelan comprender cómo pueden acudir a Cristo. Muchos escuchan los sermones que se predican desde los púlpitos de las iglesias populares, y al salir no saben mejor que antes de escucharlos cómo encontrar a Jesús y la paz y el descanso que desean sus almas. Los ministros que predican el último mensaje de misericordia deben tener presente que Cristo ha de ser ensalzado como refugio del pecador. Muchos ministros piensan que no es necesario predicar el arrepentimiento y la fe con un corazón completamente subyugado por el amor de Dios; dan por sentado que sus oyentes están perfectamente familiarizados con el Evangelio, y que deben presentarles asuntos de una naturaleza diferente para retener su atención. Si sus oyentes están interesados, lo consideran como evidencia de éxito. La gente ignora mucho de lo que respecta al plan de salvación, y necesita más instrucción acerca de este asunto de suma importancia que acerca de cualquier otro.4TPI 388.1

    De aquellos que se congregan para escuchar la verdad debe esperarse que deseen ser beneficiados, como lo expresaron Cornelio y sus amigos: “Ahora pues, todos nosotros estamos aquí en la presencia de Dios, para oír todo lo que Dios te ha mandado”. Hechos 10:33.4TPI 388.2

    Los discursos teóricos son esenciales para que todos conozcan la forma de la doctrina y vean la cadena de la verdad, eslabón tras eslabón, unida en un conjunto perfecto. Pero jamás debe presentarse un discurso sin presentar a Cristo, y Cristo crucificado, como fundamento del Evangelio, aplicando de forma práctica las verdades presentadas y grabando en la mente el hecho de que la doctrina de Cristo no es “sí y no”, sino “sí y amén” en Cristo Jesús.4TPI 388.3

    Después que se ha presentado la teoría de la verdad, viene la parte ardua del trabajo. No se debe dejar a la gente sin instrucción referente a las verdades prácticas que se relacionan con su vida diaria. Los oyentes deben ver y sentir que son pecadores y que necesitan convertirse a Dios. Lo que Cristo dijo, lo que hizo y lo que enseñó, debe presentárseles de la manera más impresionante.4TPI 388.4

    La obra del ministro apenas empieza cuando se presenta la verdad al entendimiento de la gente. Cristo es nuestro Mediador y Sumo Sacerdote en presencia del Padre. Se reveló a Juan como el Cordero inmolado, como si hubiera estado en el mismo acto de derramar su sangre en favor del pecador. Cuando al oyente se le presenta la ley de Dios, mostrándole la profundidad de sus pecados, debe señalársele el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Debe enseñársele el arrepentimiento para con el Padre y la fe para con nuestro Señor Jesucristo. Así estará la labor del representante de Jesús en armonía con la obra que nuestro Salvador realiza en el santuario celestial.4TPI 388.5

    Los ministros alcanzarían muchos más corazones si se detuvieran más en la piedad práctica. Con frecuencia, cuando se hacen esfuerzos para introducir la verdad en campos nuevos, la labor es casi completamente teórica. La gente queda perturbada. Ve la fuerza de la verdad y anhela obtener un fundamento seguro. Cuando se han serenado sus sentimientos es el momento, más que en ningún otro, de presentar con insistencia la religión de Cristo a la conciencia; pero demasiado a menudo se ha permitido que la serie de conferencias termine sin que se hiciera esta obra a favor de las personas que la necesitaban. Aquel esfuerzo resultó demasiado parecido a la ofrenda de Caín: No tenía la sangre expiatoria para hacerlo aceptable para Dios. Caín obraba bien al presentar una ofrenda, pero dejó a un lado todo lo que le daba valor: la sangre de la expiación.4TPI 389.1

    Es un hecho triste que muchos se entretengan tanto en la teoría y tan poco en la piedad práctica debido a que Cristo no mora en su corazón. No tienen relación viva con Dios. Muchas almas se deciden en favor de la verdad por el peso de la evidencia, sin haberse convertido. No se dieron discursos prácticos en relación con los doctrinales para que los oyentes viesen la hermosa cadena de la verdad, se enamoraran de su Autor y se santificaran por la obediencia. El ministro no ha consumado su obra hasta no haber convencido a sus oyentes de la necesidad de cambiar de carácter de acuerdo con los puros principios de la verdad que han recibido.4TPI 389.2

    Debemos sentir pánico ante la religión formal porque en ella no hay Salvador. Cristo pronunció discursos claros, íntimos, escrutadores y prácticos. Sus embajadores deben seguir su ejemplo en cada discurso. Cristo y su Padre eran uno; a todos los requerimientos del Padre, Cristo daba alegremente su aquiescencia. Él tenía el sentir de Dios. El Redentor era el modelo perfecto. Jehová se manifestaba en él. El cielo estaba envuelto en la humanidad, y la humanidad estaba encerrada en el seno del Amor Infinito. Si los ministros están dispuestos a sentarse con mansedumbre a los pies de Jesús, pronto obtendrán una visión correcta del carácter de Dios y podrán también enseñar a otros. Algunos entran en el ministerio sin amar profundamente a Dios y a sus semejantes. En la vida de los tales se manifestará egoísmo y complacencia propia. Mientras estos centinelas faltos de consagración y fidelidad se están sirviendo a sí mismos en vez de alimentar la grey y atender a sus deberes pastorales, el pueblo perece por falta de la debida instrucción.4TPI 389.3

    En todos los discursos deben hacerse llamamientos fervientes a la gente para que abandone sus pecados y se vuelva a Cristo. Deben condenarse los pecados y complacencias populares de nuestra época y debe darse vigor a la piedad práctica. El ministro debe ser profundamente sincero consigo mismo; debe sentir en el fondo del corazón las palabras que pronuncia, y debe verse incapacitado para reprimir su preocupación por las almas de los seres humanos por los cuales Cristo murió. Del Maestro se dijo: “El celo de tu casa me consume”. Juan 2:17. Y sus representantes deben sentir el mismo fervor.4TPI 390.1

    Se ha hecho un sacrificio infinito en favor del hombre, pero habrá sido en vano para toda alma que no acepte la salvación. ¡Cuán importante es que el que presenta la verdad lo haga comprendiendo plenamente la responsabilidad que recae sobre él! ¡Cuán tierno, compasivo y cortés debe ser en su conducta al tratar con las almas de los hombres, siendo que el Redentor del mundo demostró que las apreciaba tan altamente! Cristo pregunta: “¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su casa?” Mateo 24:45. Jesús pregunta: “¿Quién?”, y cada ministro del Evangelio debe repetir la pregunta en su propio corazón. Al considerar las verdades solemnes, y al contemplar el cuadro trazado con respecto al mayordomo fiel y prudente, su alma debe conmoverse hasta lo más profundo.4TPI 390.2

    A cada hombre le ha sido dada su obra; a nadie se disculpa. Cada uno tiene una parte que hacer, según su capacidad; y al que presenta la verdad le incumbe desentrañar cuidadosamente y con oración la capacidad de todos los que aceptan la verdad y luego instruirlos y conducirlos paso a paso, dejándoles sentir la carga de responsabilidad de hacer la obra que Dios les reserva que recae sobre ellos. Se debe insistir una y otra vez acerca del hecho de que nadie podrá resistir a la tentación, responder al propósito de Dios, y vivir la vida de un cristiano, a menos que asuma su obra, sea grande o pequeña, y haga ese trabajo con fidelidad consciente. A todos les corresponde cierta obra además de ir a la iglesia y escuchar la Palabra de Dios. Deben practicar la verdad oída llevando a cabo sus principios en su vida diaria. Deben trabajar constantemente para Cristo, no por motivos egoístas, sino con el deseo sincero de glorificar a Aquel que hizo todo sacrificio para salvar al hombre de la ruina.4TPI 390.3

    Los ministros deben inculcar a todos los que aceptan la verdad que deben tener a Cristo en sus hogares; que necesitan su gracia y sabiduría para guiar y dominar a sus hijos. Parte de la obra que Dios les ha dejado es educar y disciplinar a estos hijos, trayéndolos a sujeción. Manifiéstense la bondad y la cortesía del ministro en su trato con los niños. Siempre deben tener presente que son hombres y mujeres en miniatura, miembros jóvenes de la familia del Señor. Pueden estar muy cerca del Maestro y serle muy caros y, si se los instruye y disciplina debidamente, le prestarán servicio aun en su juventud. Cristo se siente entristecido por cada palabra dura, severa y desconsiderada que se dirija a los niños. No se respetan siempre sus derechos y se los trata con frecuencia como si no tuviesen un carácter que necesita desarrollarse debidamente a fin de que no se tuerzan y fracase el propósito de Dios en su vida.4TPI 391.1

    Desde niño, Timoteo conocía las Escrituras; este conocimiento le salvaguardó de las malas influencias que lo rodeaban y de la tentación a escoger el placer y la complacencia egoísta antes que el deber. Todos nuestros hijos necesitan una salvaguardia semejante; y debe ser parte de la obra de los padres y de los embajadores de Cristo cuidar de que los niños estén debidamente instruidos en la Palabra de Dios.4TPI 391.2

    Si el ministro quiere recibir la aprobación de su Señor, debe trabajar con fidelidad para presentar a cada hombre perfecto en Cristo. Por su manera de trabajar, no debe dar la impresión de que poco le importa si los hombres aceptan o no la verdad y practican la piedad verdadera; al contrario, la fidelidad y la abnegación manifestadas en su vida deben ser tales que convenzan al pecador de que hay intereses eternos en juego y que su alma está en peligro, a menos que responda a la ferviente labor realizada en favor suyo. Los que han sido llevados del error y las tinieblas a la verdad y la luz tienen que experimentar grandes cambios y, a menos que la necesidad de una reforma cabal se grabe en la conciencia, serán como el hombre que se miró en el espejo, la ley de Dios, y descubrió los defectos de su carácter moral, pero luego se fue y olvidó qué clase de hombre era. La mente debe conservar un vivo sentido de la responsabilidad. De otro modo, recaerá en un estado de negligencia más completa que antes de que se la despertara.4TPI 391.3

    La obra de los embajadores de Cristo es mucho mayor y de más responsabilidad de lo que muchos sueñan. Aquellos no deben quedar satisfechos con su éxito a menos que puedan, por sus fervientes labores y la bendición de Dios, presentarle cristianos útiles, que tengan un verdadero sentido de su responsabilidad y que hagan la obra que se les ha señalado. La debida labor e instrucción tendrán por resultado poner en condición de trabajar a aquellos hombres y mujeres cuyo carácter es fuerte y cuyas condiciones son tan firmes que no permiten que nada de un carácter egoísta los estorbe en su trabajo, disminuya su fe o los aparte del deber. Si el ministro ha instruido debidamente a los que estaban bajo su cuidado, cuando él salga rumbo a otros campos de trabajo, la obra no se disgregará, sino que quedará firmemente unida y segura. A menos que quienes reciban la verdad se conviertan cabalmente y haya un cambio radical en su vida y su carácter, el alma no estará firmemente ligada a la Roca eterna; y después que cese el trabajo del ministro y haya pasado la novedad, la impresión se borrará, la verdad perderá su poder fascinante y dichas personas no ejercerán ya ninguna influencia santa, ni serán mejores por profesar la verdad.4TPI 392.1

    Me asombra que teniendo delante de nosotros los ejemplos de lo que el hombre puede ser y hacer no nos sintamos estimulados a esforzarnos para emular más las buenas obras de los justos. Todos no pueden ocupar una posición eminente; pero todos pueden ocupar puestos de utilidad y confianza, y pueden, por su fidelidad perseverante, hacer mayor bien de lo que se imaginan. Los que abrazan la verdad deben buscar una clara comprensión de las Escrituras y un conocimiento experimental de un Salvador vivo. El intelecto debe cultivarse, la memoria debe ponerse a contribución. Toda pereza intelectual es pecado y el letargo espiritual es muerte.4TPI 392.2

    !Oh, si pudiese disponer de un lenguaje suficientemente vigoroso para causar la impresión que deseo en mis colaboradores en el Evangelio! Hermanos míos, estáis manejando las palabras de vida; estáis tratando con mentes que son capaces del más alto desarrollo si se las dirige en el debido cauce. En los discursos que se presentan hay demasiada exhibición del yo. El Cristo crucificado, el Cristo que ascendió a los cielos, el Cristo que va a volver, debe enternecer, alegrar y llenar la mente del ministro del Evangelio de tal manera que presente estas verdades a la gente con amor y fervor profundo. El ministro se perderá entonces de vista y Jesús será magnificado. La gente quedará impresionada con estos temas absorbentes, y hablará de ellos y los alabará en vez de alabar al ministro, el mero instrumento. Si la gente, mientras alaba al predicador, tiene poco interés en la Palabra, éste puede saber que la verdad no está santificando su propia alma. No habla a sus oyentes de manera que honre a Cristo y magnifique su amor.4TPI 393.1

    Dijo Cristo: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras obras buenas, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”. Mateo 5:16. Dejad resplandecer vuestra luz de tal manera que la gloria sea para Dios en lugar de ser para vosotros mismos. Si se os dirigen alabanzas, bien podéis temblar y avergonzaros, porque se ha frustrado el gran propósito; no se ensalza a Dios sino al siervo. Así brille vuestra luz; tened cuidado ministros de Cristo de qué manera brilla vuestra luz. Si refulge hacia el cielo revelando la excelencia de Cristo, brilla correctamente. Si se vuelve hacia vosotros, si os exhibís a vosotros mismos, e inducís a la gente a miraros, sería mejor que os callaseis, porque vuestra luz brilla falsamente.4TPI 393.2

    Ministros de Cristo, podéis estar relacionados con Dios si veláis y oráis. Sean vuestras palabras sazonadas con sal; rijan vuestra conducta la cortesía cristiana y la verdadera elevación. Si la paz de Dios reina en el corazón, su poder no sólo fortalecerá, sino que enternecerá vuestro corazón y seréis representantes vivos de Cristo. El pueblo que profesa la verdad está apartándose de Dios. Jesús va a venir pronto, y dicho pueblo no está listo. El mismo ministro debe alcanzar una norma más alta, una fe señalada con mayor firmeza, una experiencia viva, no árida y vulgar, como la de los que profesan nominalmente la religión. La Palabra de Dios os presenta un blanco muy alto. ¿Queréis, con ayuno y oración, alcanzar la plenitud y solidez del carácter cristiano? Debéis trazar sendas rectas para vuestros pies, no sea que los cojos se aparten del camino. Una relación estrecha con Dios os proporcionará en vuestras labores un poder vital que despierta confianza y convence de pecado al pecador, induciéndolo a clamar: “¿Qué debo hacer para ser salvo?” Hechos 16:30.4TPI 393.3

    La comisión dada por Cristo a sus discípulos, precisamente antes de su ascensión al cielo, era: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Mateo 28:19, 20. La comisión alcanza a aquellos que crean en su Palabra por medio de sus discípulos. Y todos los que son llamados por Dios a ocupar el puesto de embajadores suyos deben recibir las lecciones de piedad práctica que dio Cristo en su Palabra, y enseñarlas a la gente.4TPI 394.1

    Cristo abrió las Escrituras a sus discípulos, empezando por Moisés y los profetas, y los instruyó en todas las cosas relativas a él mismo, y también les explicó las profecías. En su predicación, los apóstoles se remontaron hasta el día de Adán, y llevaron a sus oyentes a través de la historia profética y, terminando con Cristo y Cristo crucificado, invitaron a los pecadores a apartarse de sus pecados y volverse a Dios. Los representantes de Cristo en nuestra época deben seguir su ejemplo, y en todo discurso deben ensalzar a Cristo como el Ser exaltado, como el que lo es todo en todos.4TPI 394.2

    No sólo el formalismo se está apoderando de las iglesias nominales, sino que está aumentando en grado alarmante entre aquellos que profesan observar los mandamientos de Dios y esperar la pronta aparición de Cristo en las nubes de los cielos. No debernos ser estrechos en nuestras miras y limitar nuestras posibilidades de hacer bien, sino que, mientras extendemos nuestra influencia y ampliamos nuestros planes a medida que la Providencia nos prepara el camino, debemos ser más fervientes para evitar la idolatría del mundo. Mientras redoblamos esfuerzos para aumentar nuestra utilidad, debemos hacer esfuerzos correspondientes para obtener sabiduría de Dios a fin de llevar adelante todos los ramos de la obra según su orden, y no desde un punto de vista mundano. No debemos amoldarnos a las costumbres del mundo, sino sacar el mejor partido de las posibilidades que Dios ha puesto a nuestro alcance para presentar la verdad a la gente.4TPI 394.3

    Cuando, como pueblo, nuestras obras correspondan a nuestra profesión, veremos el cumplimiento de mucho más que ahora. Cuando tengamos hombres tan consagrados como Elías, poseedores de la fe que él poseía, veremos que Dios se nos revelará como se manifestó a los santos hombres de antaño. Cuando tengamos hombres que, aunque reconociendo sus deficiencias, intercedan ante Dios con fe ferviente como Jacob, veremos los mismos resultados. El poder de Dios descenderá sobre el hombre en respuesta a la oración de fe. Hay poca fe en el mundo. Son pocos los que viven cerca de Dios. ¿Y cómo podemos esperar recibir más poder y que Dios se revele a los hombres, cuando se maneja su Palabra con negligencia y los corazones no se santifican por la verdad? Hay hombres que no están siquiera convertidos a medias, que confían en si mismos y se creen suficientes por su carácter, y predican la verdad a otros. Pero Dios no obra con ellos, porque no son santos en su corazón ni en su vida. No andan humildemente con Dios. Debemos tener un ministerio consagrado y entonces veremos la luz de Dios y su poder favorecerá todos nuestros esfuerzos.4TPI 395.1

    Los centinelas colocados antaño sobre los muros de Jerusalén y otras ciudades ocupaban una posición de máxima responsabilidad. De su fidelidad dependía la seguridad de todos los habitantes de aquellas ciudades. Cuando se temía un peligro, ellos no debían callar ni de día ni de noche. A intervalos debían llamarse uno a otro, para ver si estaban despiertos, no fuese que le ocurriese daño a alguno de ellos. Se colocaban centinelas sobre alguna prominencia que dominaba los lugares importantes que debían guardarse, y de ellos se elevaba el clamor de amonestación o de buen ánimo. Este clamor se transmitía de una boca a otra; cada uno repetía las palabras, hasta que daba la vuelta entera a la ciudad.4TPI 395.2

    Estos atalayas representan el ministerio, de cuya fidelidad depende la salvación de las almas. Los dispensadores de los misterios de Dios deben ser como atalayas sobre los muros de Sión; y si ven llegar la espada, deben dar la amonestación. Si son centinelas dormidos y sus sentidos espirituales están tan embotados que no ven el peligro ni se dan cuenta de él y la gente perece, Dios les demandará la sangre de ésta.4TPI 396.1

    “Hijo de hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel; oirás, pues, tú la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte”. Ezequiel 3:17. Los atalayas necesitan vivir muy cerca de Dios, oír su palabra y ser impresionados por su Espíritu, para que la gente no confíe en vano en ellos. “Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; y tú no le amonestares ni le hablares, para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano. Pero si tú amonestares al impío, y él no se convirtiere de su impiedad y de su mal camino, él morirá por su maldad, pero tú habrás librado tu alma”. Ezequiel 3:18, 19. Los embajadores de Cristo deben cuidar de no perder, por su infidelidad, su propia alma y la de aquellos que los oyen.4TPI 396.2

    Se me han mostrado las iglesias de diferentes estados que profesan guardar los mandamientos de Dios y esperar la segunda venida de Cristo. Se advierte en ellas una indiferencia alarmante, como también orgullo, amor al mundo y una fría formalidad. Constituyen el pueblo que se está volviendo rápidamente como el antiguo Israel en cuanto concierne a la falta de espiritualidad. Muchos hacen alta profesión de piedad, y sin embargo carecen de dominio propio. En ellos rigen los apetitos y las pasiones, y predomina el yo. Muchos son arbitrarios, intransigentes, intolerantes, orgullosos, jactanciosos y sin consagración. Sin embargo, algunas de estas personas son ministros que manejan verdades sagradas. A menos que se arrepientan, su candelero será quitado de su lugar. La maldición que el Salvador pronunció sobre la higuera estéril es un sermón dirigido a todos los formalistas e hipócritas jactanciosos que se presentan ante el mundo cubiertos de hojas engañosas pero que no dan fruto. ¡Qué reprensión para los que tienen la forma de la piedad, mientras que en su vida sin cristianismo niegan su eficacia! El que trató con ternura al principal de los pecadores, el que nunca despreció la verdadera mansedumbre y penitencia, por grande que fuese la culpa, hizo caer severas acusaciones sobre los que hacían gran profesión de piedad a la vez que negaban su fe con sus obras.4TPI 396.3

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