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Mensajes Selectos Tomo 1 - Contents
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    Capítulo 28—La enemistad de Satanás contra la ley*Este artículo apareció en The Review And Herald, 28 de enero de 1909.

    Cristo y la Ley

    Desperté de mi sueño anoche con una gran carga sobre mi mente. Estaba dando un mensaje a nuestros hermanos y hermanas, y era un mensaje de amonestación e instrucción acerca de la obra de algunos que sostienen teorías erróneas en cuanto a la recepción del Espíritu Santo y la forma en que éste actúa mediante instrumentos humanos.1MS 259.1

    Se me indicó que se presentaría entre nosotros otra vez, en los días finales del mensaje, un fanatismo similar al que tuvimos que afrontar después de que pasó el tiempo en 1844, y que debemos hacer frente a este mal tan decididamente ahora como lo hicimos antaño.1MS 259.2

    Estamos en el umbral de grandes y solemnes acontecimientos. Las profecías se están cumpliendo. Se está registrando en los libros del cielo una historia extraña y significativa; acontecimientos que, como se declaró, sucederían poco antes del gran día de Dios. Todo en el mundo está alterado. Las naciones se han airado y se realizan grandes preparativos para la guerra. Una nación conspira contra otra y un reino contra otro. El gran día de Dios se apresura rápidamente. Pero aunque las naciones alistan sus fuerzas para la guerra y el derramamiento de sangre, todavía está en vigencia la orden dada a los ángeles de que retengan los cuatro vientos hasta que los siervos de Dios sean sellados en sus frentes.1MS 259.3

    El mundo está comprobando ahora los resultados inevitables de la transgresión de la ley de Dios. Habiendo completado su obra creadora, el Señor descansó el séptimo día y lo santificó como el día de su reposo, apartándolo como el día que el hombre debía dedicar para el culto divino. Pero actualmente, por regla general, el mundo desdeña por completo la ley de Jehová. Se ha instituido otro día en lugar del día de reposo de Dios. El instrumento humano ha opuesto su conducta y su voluntad a las enseñanzas positivas de la Palabra, y el mundo está sumergido en rebelión y pecado.1MS 260.1

    Esta obra de oposición a la ley de Dios tuvo su comienzo en las cortes celestiales con Lucifer, el querubín cubridor. Satanás se propuso ser primero en los concilios celestiales, e igual a Dios. Comenzó su obra de rebelión con los ángeles que estaban a sus órdenes, procurando difundir entre ellos el espíritu de descontento. Y trabajó en una forma tan engañosa que muchos de los ángeles se decidieron por su causa antes de que se conocieran plenamente sus propósitos. Aun los ángeles leales no pudieron discernir plenamente su carácter ni ver dónde llevaba su obra. Cuando Satanás consiguió ganar a muchos ángeles para su bando, llevó su causa a Dios, pretendiendo que era el deseo de los ángeles que él ocupara el puesto que tenía Cristo.1MS 260.2

    El mal continuó obrando hasta que el espíritu de descontento se tradujo en una revuelta activa. Entonces hubo guerra en el cielo y Satanás, con todos sus simpatizantes, fue expulsado. Satanás había lidiado en procura del dominio en el cielo, y había perdido la batalla. Dios no podía dispensarle más honor y supremacía, y éstos le fueron quitados junto con la parte que había tenido en el gobierno del cielo.1MS 260.3

    Desde entonces Satanás y su ejército aliado han sido los enemigos declarados de Dios en nuestro mundo, y han luchado siempre contra la causa de la verdad y la justicia. Satanás ha continuado presentando a los hombres, así como lo hizo a los ángeles, sus falsas descripciones de Cristo y de Dios, y ha ganado al mundo para su bando. Aun las iglesias que profesan ser cristianas se han puesto del lado del primer gran apóstata.1MS 261.1

    Satanás se describe a sí mismo como el príncipe del reino de este mundo y en ese carácter se aproximó a Cristo en la última de sus tres grandes tentaciones en el desierto. “Todo esto te daré, si postrado me adorares”, le dijo al Salvador, señalando los reinos de este mundo que Satanás había hecho pasar delante de Jesús.1MS 261.2

    En las cortes celestiales, Cristo había sabido que llegaría el tiempo cuando debería hacer frente al poder de Satanás y debía vencerlo, si la raza humana había de ser salvada alguna vez de su dominio. Y cuando llegó ese tiempo, el Hijo de Dios depuso su corona real y su manto regio, y revistiendo su divinidad con humanidad, vino a la tierra para hacer frente al príncipe del mal y para vencerlo. A fin de llegar a ser el Abogado del hombre delante del Padre, el Salvador había de vivir su vida en la tierra tal como deben hacerlo todos los seres humanos, aceptando sus adversidades, dolores y tentaciones. En la forma de la criaturita de Belén había de hacerse uno con la raza humana y mediante una vida intachable desde el establo a la cruz mostraría que el hombre, por una vida de arrepentimiento y fe en Cristo, podría ser restaurado al favor de Dios. Proporcionaría al hombre gracia redentora y perdón de pecados. Si los hombres retornaban a su lealtad y no desobedecían más, recibirían el perdón.1MS 261.3

    En la debilidad humana, Cristo había de hacer frente a las tentaciones que presentaba un ser dotado de las facultades más elevadas que Dios haya conferido a la familia angélica. Pero la humanidad de Cristo estaba unida con la divinidad y en esa fortaleza podía soportar todas las tentaciones que Satanás acumulara contra él, y sin embargo mantendría su alma inmaculada sin pecado. Y ese poder para vencer, Cristo lo daría a cada hijo e hija de Adán que aceptara por fe los justos atributos de su carácter.1MS 261.4

    Dios amó tan tiernamente al mundo que dio a su Unigénito para que cualquiera que lo aceptara pudiera tener poder para vivir la vida justa de Cristo. Jesús demostró que es posible que el hombre se aferre por fe del poder de Dios. Demostró que, por el arrepentimiento y el ejercicio de la fe en la justicia de Cristo, el pecador puede ser reconciliado con Dios y puede llegar a ser participante de la naturaleza divina, venciendo la corrupción que hay en el mundo debido a la concupiscencia.1MS 262.1

    Hoy Satanás presenta las mismas tentaciones que presentó a Cristo, ofreciéndonos los reinos del mundo a cambio de nuestra sumisión. Pero no tienen poder las tentaciones de Satanás sobre aquel que contempla a Jesús como el autor y consumador de su fe. No puede hacer pecar al que acepte por fe las virtudes de Aquel que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.1MS 262.2

    “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. No puede ser vencido el que se arrepiente de sus pecados y acepta el don de la vida del Hijo de Dios. Aferrándose por fe de la naturaleza divina, llega a ser un hijo de Dios. Ora, cree. Cuando es tentado y probado, demanda el poder que Cristo dio con su muerte, y vence mediante la gracia de Jesús. Esto necesita entender cada pecador. Debe arrepentirse de sus pecados, debe creer en el poder de Cristo, y debe aceptar ese poder que salva y protege del pecado. ¡Cuán agradecidos debiéramos estar por la dádiva del ejemplo de Cristo!1MS 262.3

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