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Mensajes Selectos Tomo 1 - Contents
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    Uno en Cristo

    Puesto que los hijos de Dios son uno en Cristo, ¿cómo considera Jesús las castas, las distinciones sociales, el apartamiento del hombre de sus prójimos, debido al color, la raza, la posición, la riqueza, la cuna, o las prendas personales? El secreto de la unidad se halla en la igualdad de los creyentes en Cristo. La razón de toda división, discordia y diferencia se halla en la separación de Cristo. Cristo es el centro hacia el cual todos debieran ser atraídos, pues mientras más nos acercamos al centro, más estrechamente nos uniremos en sentimientos, simpatía, amor, crecimiento en el carácter e imagen de Jesús. En Dios no hay acepción de personas.1MS 304.1

    Jesús conocía la inutilidad de la pompa terrenal, y no prestó atención a sus despliegues. En la dignidad de su alma, la elevación de su carácter, la nobleza de sus principios, estuvo muy por encima de las vanas jerarquías del mundo. Aunque el profeta lo describe como “despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto” (Isaías 53:3), podría haber sido estimado como el más excelso entre los nobles de la tierra. Los mejores círculos de la sociedad humana lo habrían cortejado, si hubiera condescendido a aceptar su favor, pero no deseó el aplauso de los hombres, sino que actuó independientemente de toda influencia humana. La riqueza, la posición, las jerarquías humanas con todas sus variedades de distinciones de grandeza humana, no fueron sino otros tantos grados de pequeñez para Aquel que había dejado el honor y la gloria del cielo, y que no poseía esplendor terrenal, que no se complacía en el lujo y que no exhibía otro adorno sino la humildad.1MS 304.2

    Los humildes, los rodeados por la pobreza, asediados por los cuidados, oprimidos por sus faenas, no podían encontrar razón alguna en la vida y ejemplo de Cristo que los indujera a pensar que Jesús no estaba familiarizado con sus pruebas, que no conocía la opresión de sus circunstancias y que no podía simpatizar con ellos en sus necesidades y pesares. La humildad de su modesta vida diaria estaba en armonía con su nacimiento y circunstancias humildes. El Hijo del Dios infinito, el Señor de la vida y de la gloria, descendió en humillación hasta la vida de los más modestos para que nadie se sintiera excluido de su presencia. Se colocó al alcance de todos. No eligió a unos pocos favoritos con los cuales relacionarse, ignorando a todos los otros. Se contrista al Espíritu de Dios cuando el conservatismo excluye al hombre de sus prójimos, especialmente cuando esto se encuentra entre los que profesan ser sus hijos.1MS 304.3

    Cristo vino para dar al mundo un ejemplo de lo que podría ser la humanidad perfecta unida con la divinidad. Presentó al mundo una nueva fase de la grandeza cuando exhibió su misericordia, compasión y amor. Dio a los hombres una nueva interpretación de Dios. Como cabeza de la humanidad, enseñó a los hombres lecciones en la ciencia del gobierno divino, por las cuales reveló la rectitud de la reconciliación de la misericordia y la justicia. La reconciliación de la misericordia y la justicia no implicaban ninguna transigencia con el pecado ni ignorar ninguna demanda de la justicia, sino que dando su lugar debido a cada atributo divino, se podía ejercer la misericordia en el castigo del hombre pecaminoso e impenitente sin destruir la clemencia de la reconciliación ni perder su carácter compasivo, y la justicia se podía ejercer al perdonar al transgresor arrepentido sin violar su integridad [de la justicia].1MS 305.1

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