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Mensajes Selectos Tomo 3 - Contents
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    Dos extractos de sermones de Mineápolis3[Elena G. de White habló 20 veces en Mineápolis, pero no se refirió a la justificación por la fe. Se dedicó a guiar a los presentes para que abrieran sus entendimientos a la verdad basada en la Biblia.]

    Lo que deseamos presentar ahora es: Cómo podéis avanzar en la vida divina. Oímos muchas excusas: No puedo vivir de tal manera que alcance esto o lo otro.3MS 203.2

    ¿Qué queréis decir con esto o lo otro? ¿Queréis decir que fue un sacrificio imperfecto el que fue hecho en el Calvario por la raza caída, que no se nos concede suficiente gracia y poder para sobreponernos a nuestros defectos y tendencias naturales, y que no fue un Salvador completo el que nos fue dado?3MS 203.3

    ¿O queréis reprochar a Dios? Bien, decís: “fue el pecado de Adán”. Decís: “yo no soy culpable de eso”; y además: “yo no soy responsable por su culpa y su caída. Tengo todas estas tendencias naturales en mí, y no debe culpárseme si las revelo”. Entonces, ¿a quién hay que culpar?, ¿a Dios?3MS 203.4

    ¿Por qué le permitió Dios a Satanás tener este poder sobre la naturaleza humana? Estas son acusaciones contra el Dios del cielo, y él os dará una oportunidad, si la queréis, de traer finalmente vuestras acusaciones contra él. Entonces él traerá sus acusaciones contra vosotros cuando estéis ante su corte de justicia.—Manuscrito 8, 1888(sábado 20 de octubre, 1888).4[Las disertaciones de Elena de White que fueron registradas aparecen en un apéndice de 60 páginas en el libro Through Crisis to Victory (De la crisis a la victoria).—Los compiladores.]3MS 203.5

    Si Dios hubiera podido cambiar su ley para encontrarse con el hombre en su condición caída, Cristo no habría necesitado venir a este mundo. Pero como la ley era [y es] inmutable, imposible de cambiar, Dios envió a su Hijo unigénito para morir por la raza caída. ¿Pero tomó el Salvador sobre él la culpa de los seres humanos y les acreditó su justicia para que ellos continuaran violando los preceptos de Jehová? ¡No, no! Cristo vino porque el hombre no tenía ninguna posibilidad de cumplir la ley con su propio poder. El vino a traerle la fuerza necesaria para obedecer los preceptos de la ley. Y el pecador, arrepentido de su transgresión, puede ir a Dios y decir: “Padre, te ruego que me perdones por los méritos de un Salvador crucificado y resucitado”. Dios aceptará a todos los que vienen a él en el nombre de Jesús Manuscrito 16, 1888(domingo 21 de octubre, 1888).3MS 203.6

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