Carácter y obra de los maestros
La obra que se lleva a cabo en nuestras escuelas no debe parecerse a la que se hace en los colegios y seminarios del mundo. En la grandiosa tarea de la educación, la enseñanza de las ciencias no ha de ser de carácter inferior, pero se ha de considerar de primera importancia aquel conocimiento que habilite a un pueblo para estar firme en el gran día de la preparación de Dios. Nuestras escuelas deben asemejarse más a las escuelas de los profetas. Deben ser escuelas preparatorias donde los alumnos sean puestos bajo la disciplina de Cristo para aprender del gran Maestro. Deben ser escuelas familiares donde cada estudiante reciba ayuda especial de parte de sus maestros, así como los miembros de la familia debieran recibirla en el hogar. Se han de fomentar la ternura, la simpatía, la unidad y el amor. Debe haber maestros abnegados, consagrados y fieles, que constreñidos por el amor de Dios y llenos de ternura, cuiden de la salud y felicidad de los alumnos, y procuren hacerlos progresar en toda rama importante del saber.6TPI 157.1
Deben elegirse maestros entendidos para nuestras escuelas, maestros que se sientan responsables ante Dios por grabar en las inteligencias la necesidad de conocer a Cristo como Salvador personal. Desde el grado más alto al más bajo, deben mostrar especial cuidado por la salvación de los alumnos, y mediante su esfuerzo personal procurarán guiar sus pies por senderos rectos. Deben mirar con compasión a aquellos que han sido mal enseñados en la infancia y tratar de remediar defectos, que si se conservan, perjudicarán grandemente el carácter. No puede hacer esta obra quien no haya aprendido primero en la escuela de Cristo la debida manera de enseñar.6TPI 157.2
Todos los que enseñan en nuestras escuelas deben mantener una estrecha unión con Dios y una perfecta comprensión de su Palabra, a fin de que puedan volcar la sabiduría y el conocimiento divinos en la obra de educar a los jóvenes para su utilidad en esta vida y para la vida futura e inmortal. Deben ser hombres y mujeres que no solamente reconozcan la verdad, sino que también sean hacedores de la Palabra de Dios. El “Escrito está” debiera manifestarse en sus vidas. Mediante su propio proceder deben enseñar sencillez y hábitos correctos en todas las cosas. Nadie debe unirse a nuestras escuelas como educador si no ha tenido experiencia en obedecer la Palabra del Señor.6TPI 157.3
Los directores y maestros tienen necesidad de ser bautizados con el Espíritu Santo. La ferviente oración de las almas contritas será acogida ante el trono de Dios y él la contestará a su debido tiempo, si por la fe nos aferramos de su brazo. Ruegue el yo a Cristo y Cristo en Dios, y habrá una manifestación de su poder que enternecerá y subyugará los corazones. Cristo enseñó de una manera completamente diferente de los métodos ordinarios; y nosotros debemos cooperar con él.6TPI 158.1
La enseñanza significa mucho más de lo que muchos suponen. Se requiere gran habilidad para hacer comprender la verdad. Por esta razón cada maestro debe procurar que aumente su conocimiento de la verdad espiritual; pero no puede obtener este conocimiento si se aparta de la Palabra de Dios. Si quiere que mejoren diariamente sus facultades y aptitudes, debe estudiar; debe comer y asimilar la Palabra, y trabajar como trabajó Cristo. Cada facultad del alma que se nutre con el pan de vida será vigorizada por el Espíritu de Dios. Esta es la comida que a vida eterna permanece.6TPI 158.2
Los maestros que aprenden del gran Maestro percibirán la ayuda de Dios como la entendieron Daniel y sus compañeros. Les es necesario ascender hacia el cielo en lugar de permanecer en el llano. La experiencia cristiana debe combinarse con la educación verdadera. “Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados una casa espiritual, y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, agradables a Dios mediante Jesucristo”. 1 Pedro 2:5. Los maestros y alumnos deben estudiar esta ilustración y ver si pertenecen a la clase que, en virtud de la abundante gracia ofrecida, alcanza la experiencia que ha de tener todo hijo de Dios antes de que pueda pasar el grado superior. En toda su enseñanza, los maestros deben impartir luz del trono de Dios, porque la educación es una obra cuyos efectos se verán durante los siglos sin fin de la eternidad.6TPI 158.3
Los maestros deben inducir a los alumnos a pensar, y a comprender claramente la verdad por sí mismos. No basta que el maestro explique o que el alumno crea; se ha de provocar la investigación e incitar al alumno a enunciar la verdad en su propio lenguaje para demostrar que valora su fuerza y se la aplica. Con esmerado esfuerzo deben grabarse así en la mente las verdades vitales. Podrá ser este un procedimiento lento; pero vale más que atender con demasiada prisa asuntos importantes sin darles la consideración debida. Dios desea que sus instituciones sobrepujen a las del mundo por cuanto le representan. Quienes se hallen verdaderamente unidos con Dios mostrarán al mundo que él es quien dirige el timón.6TPI 159.1
Nuestros maestros necesitan aprender de continuo. Los reformadores deben reformarse a sí mismos no sólo en sus métodos de trabajo, sino también en su corazón. Necesitan ser transformados por la gracia de Dios. Cuando Nicodemo, un gran Maestro de Israel, vino a Jesús, el Maestro le reveló las condiciones de la vida divina, y le enseñó cuáles eran las bases de la conversión. Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede hacerse esto? Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto? Juan 3:9, 10 Esta pregunta podría dirigirse a muchos de los que ahora ocupan el puesto de maestros, sin embargo han descuidado la preparación esencial que los habilite para dicha tarea. Si las palabras de Cristo fueran recibidas íntimamente, habría una percepción mucho más elevada y un conocimiento espiritual mucho más profundo de lo que constituye un discípulo, un sincero seguidor de Cristo y un educador a quien él pueda aprobar.6TPI 159.2