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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 - Contents
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    La reforma pro salud

    El 10 de diciembre de 1871 se me mostró que la reforma pro salud es un ramo de la gran obra que ha de preparar a un pueblo para la venida del Señor. Está tan íntimamente relacionada con el mensaje del tercer ángel como la mano lo está con el cuerpo. Los hombres han considerado livianamente la Ley de los Diez Mandamientos, pero el Señor no quiso venir a castigar a los transgresores de dicha ley sin mandarles primero un mensaje de amonestación. El tercer ángel proclama ese mensaje. Si los seres humanos hubieran sido siempre obedientes al Decálogo, y hubieran llevado a cabo en su vida los principios de esos preceptos, la maldición de tanta enfermedad que ahora inunda al mundo no existiría.3TPI 180.1

    Los hombres y las mujeres no pueden violar la ley natural, complaciendo un apetito depravado y pasiones concupiscentes, sin violar la Ley de Dios. Por lo tanto, el Señor ha permitido que sobre nosotros resplandezca la luz de la reforma pro salud, para que veamos el pecado que cometemos al violar las leyes que él estableció en nuestro ser. Todos nuestros goces o sufrimientos pueden atribuirse a la obediencia o transgresión de la ley natural. Nuestro misericordioso Padre celestial ve la condición deplorable de los hombres, que, a sabiendas unos, por ignorancia muchos, viven violando las leyes que él estableció. Pero por su amor y compasión hacia la especie humana, él hace resplandecer la luz de la reforma pro salud. Promulga su ley y anuncia la penalidad que se aplicará a la transgresión de ella, para que todos puedan aprender y procuren vivir en armonía con la ley natural. Proclama su ley tan distintamente y la hace tan eminente que es como una ciudad asentada sobre una montaña. Todos los seres responsables pueden comprenderla si quieren. Los idiotas no serán responsables. Hacer clara la ley natural e instar a que se la obedezca es la obra que acompaña al mensaje del tercer ángel, con el propósito de preparar un pueblo para la venida del Señor.3TPI 180.2

    Adán y Eva cayeron a través del apetito intemperante. Cristo vino y resistió las tentaciones más fieras de Satanás y, en favor de la raza, venció el apetito, mostrando que el hombre puede vencer. Como Adán cayó a través del apetito y perdió el dichoso Edén, los hijos de Adán pueden vencer el apetito a través de Cristo, y mediante la temperancia en todas las cosas recuperar el Edén.3TPI 180.3

    La ignorancia no es excusa ahora para la transgresión de la ley. La luz brilla claramente, y nadie necesita ignorarla porque el mismo gran Dios es el instructor del hombre. Todos están comprometidos con Dios por las obligaciones más sagradas, a prestar atención a la correcta filosofía y a la experiencia genuina que ahora él les está dando con referencia a la reforma pro salud. Él se propone que el gran tema de la reforma pro salud sea debatido y que la mente del público se inquiete profundamente para investigar; porque es imposible que los hombres y las mujeres con todos sus hábitos pecaminosos, que destruyen la salud y debilitan el cerebro, disciernan la verdad sagrada, a través de la cual han de ser santificados, refinados, elevados y hechos idóneos para la compañía de los ángeles celestiales en el reino de gloria.3TPI 181.1

    Los habitantes del mundo del tiempo de Noé fueron destruidos porque se corrompieron mediante la complacencia del apetito pervertido. Sodoma y Gomorra fueron destruidas debido a la gratificación del apetito antinatural, lo que entorpeció tanto el intelecto que no pudieron discernir la diferencia entre las demandas sagradas de Dios y el clamor del apetito, el cual los esclavizó. Se volvieron tan feroces y audaces en sus abominaciones detestables que Dios no los toleró sobre la tierra. Dios atribuye la maldad de Babilonia a su glotonería y embriaguez.3TPI 181.2

    El apóstol Pablo exhorta a la iglesia: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional”. Romanos 12:1. Los hombres, entonces, pueden profanar sus cuerpos mediante indulgencias pecaminosas. Si son profanos, no están calificados para ser adoradores espirituales ni son dignos del cielo. Si las personas estiman la luz que Dios en su misericordia les da sobre la reforma pro salud, pueden ser santificadas mediante la verdad y hechas idóneas para la inmortalidad. Pero si descuidan esa luz y viven en violación de la ley natural deben pagar la penalidad.3TPI 181.3

    Dios creó al hombre perfecto y santo. Pero el hombre cayó de su estado de santidad porque transgredió la ley de Dios. Desde la caída ha habido un rápido aumento de la enfermedad, el sufrimiento y la muerte. Sin embargo, pese a que el hombre [y la mujer] han insultado a su Creador, el amor de Dios todavía se extiende a la raza humana; y él permite que la luz brille para que los humanos puedan ver que a fin de vivir vidas perfectas deben llevarlas en armonía con las leyes naturales que gobiernan su ser. Por lo tanto es de suprema importancia que sepamos cómo vivir de manera que las facultades del cuerpo y de la mente, puedan ejercitarse para la gloria de Dios.3TPI 182.1

    Es imposible para el hombre presentar su cuerpo en un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios, al mismo tiempo que, debido a que el mundo acostumbra hacerlo así, consiente en hábitos que disminuyen su vigor físico, mental y moral. El apóstol añade: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”. Romanos 12:2. Jesús, sentado en el monte de los Olivos, instruyó a sus discípulos concerniente a las señales que precederían a su venida. Dijo: “Como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre”. Mateo 24:37-39.3TPI 182.2

    Existen en nuestros días los mismos pecados que trajeron la ira de Dios sobre el mundo en los días de Noé. En la actualidad los hombres y mujeres convierten sus hábitos de comer y beber en glotonería y embriaguez. Este pecado prevaleciente, la indulgencia del apetito pervertido, inflamó las pasiones de los hombres en los días de Noé y condujo a una corrupción general, hasta que su violencia y sus crímenes llegaron al cielo, y Dios limpió la tierra de su contaminación moral mediante un diluvio.3TPI 182.3

    Los mismos pecados de glotonería y embriaguez entorpecieron la sensibilidad moral de los habitantes de Sodoma, de modo que los hombres y las mujeres de esa ciudad impía parecían deleitarse en cometer delitos. Cristo advierte así al mundo: “Asimismo como sucedió en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos. Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste”. Lucas 17:28-30.3TPI 183.1

    Cristo nos ha dejado aquí una lección sumamente importante. En su enseñanza él no fomenta la indolencia. Su ejemplo era lo opuesto a esto. Cristo fue un obrero esforzado. Su vida fue una vida de abnegación, diligencia, perseverancia, laboriosidad y economía. Sometió ante nosotros el peligro de darle suma importancia a la comida y la bebida. Él revela el resultado de entregarse a la complacencia del apetito. Las facultades morales se debilitan de modo que el pecado no parece pecaminoso. Se toleran los delitos, y las pasiones bajas controlan la mente hasta que una corrupción general erradica los buenos principios e impulsos, y Dios es blasfemado. Todo esto es el resultado de comer y beber en exceso. Ésta es precisamente la condición que él declara que existirá en su segunda venida.3TPI 183.2

    ¿Serán amonestados los hombres y las mujeres? ¿Estimarán la luz, o llegarán a ser esclavos del apetito y las bajas pasiones? Cristo nos presenta algo superior por lo cual trabajar, y no meramente por lo que comeremos y lo que beberemos, y con lo que nos vestiremos. Comer, beber y vestirse son llevados a tal exceso que se convierten en crímenes, y están entre los pecados señalados de los últimos días, y constituyen una señal de la pronta venida de Cristo. El tiempo, el dinero y las fuerzas, que son del Señor, pero que él nos los ha confiado, se malgastan en superfluidades de vestidos y lujos para satisfacer el apetito pervertido, que disminuyen la vitalidad y traen sufrimiento y decadencia. Es imposible presentar nuestros cuerpos a Dios en un sacrificio vivo cuando están llenos de corrupción y enfermedad por nuestra propia indulgencia pecaminosa.3TPI 183.3

    Debe obtenerse conocimiento en cuanto a cómo comer y beber y vestirse de manera que se preserve la salud. La enfermedad es causada por la violación de las leyes de la salud; es el resultado de violar la ley de la naturaleza. Nuestro primer deber, que le debemos a Dios, a nosotros mismos y a nuestros semejantes, es obedecer las leyes de Dios, lo cual incluye las leyes de la salud. Si estamos enfermos, les imponemos una carga tediosa a nuestros amigos y nos inhabilitamos para cumplir nuestros deberes hacia nuestras familias y vecinos. Y cuando la muerte prematura es el resultado de nuestra violación de la ley de la naturaleza, acarreamos tristeza y sufrimiento a otros; privamos a nuestros vecinos de la ayuda que debemos rendirles con nuestra vida; les robamos a nuestras familias el consuelo y la ayuda que podríamos prestarles, y despojamos a Dios del servicio que él nos demanda para que fomentemos su gloria. Entonces, ¿no somos, en el peor sentido de la palabra, transgresores de la ley de Dios?3TPI 184.1

    Pero Dios es todo compasión, benigno y tierno, y cuando viene la luz para mostrar quiénes han perjudicado su salud mediante complacencias pecaminosas, y ellos se convencen de pecado, se arrepienten y buscan perdón, él acepta la ofrenda pobre que se le rinde y los recibe. ¡Oh, cuán tierna es su misericordia que no rechaza el resto de la vida mal usada del pecador sufriente, arrepentido! En su benigna misericordia él salva a esas almas como por fuego. Pero en el mejor de los casos, ¡qué sacrificio inferior, lastimoso, para ofrecer a un Dios puro y santo! Las facultades nobles han sido paralizadas por hábitos erróneos de complacencia pecaminosa. Las aspiraciones son pervertidas, y el alma y el cuerpo, deformados.3TPI 184.2

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