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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 - Contents
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    El trabajo a favor de los que yerran

    Los hermanos C y D fallaron en algunos respectos en su administración de asuntos de la iglesia en Battle Creek. Actuaron demasiado en base a su propio espíritu y no dependieron enteramente de Dios. Fallaron en cumplir con su deber al no guiar a la iglesia a Dios, a la Fuente de aguas vivas, en la cual podían suplir sus necesidades y satisfacer el hambre de su alma. No se le dio suprema importancia a la influencia renovadora y santificadora del Espíritu Santo, que daría paz y esperanza a la conciencia turbada, y devolvería salud y felicidad al alma. No se logró el buen objetivo que ellos tenían en mente. Estos hermanos tenían en forma excesiva un espíritu de crítica fría al examinar a los individuos que se presentaban para ser miembros de la iglesia. El espíritu de llorar con los que lloran y de regocijarse con los que se regocijan no estaba en los corazones de estos hermanos que ministraban, como tendría que haber sido.3TPI 207.1

    Cristo se identificó con las necesidades de la gente. Sus necesidades y sufrimientos eran los suyos. Él dice: “Tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí”. Mateo 25:35-36. Los siervos de Dios deben tener en su corazón tierno afecto y sincero amor por los discípulos de Cristo. Deben manifestar el profundo interés que Cristo hace resaltar en el cuidado del pastor por la oveja perdida; deben seguir el ejemplo dado por Cristo y manifestar la misma compasión y amabilidad y el mismo amor tierno y compasivo que él nos demostró a nosotros.3TPI 207.2

    Las grandes potencias morales del alma son la fe, la esperanza y el amor. Si éstas son inactivas, el predicador puede tener todo el celo y fervor que quiera, pero su labor no será aceptada por Dios y no podrá beneficiar a la iglesia. El ministro de Cristo, que lleva el mensaje solemne de Dios a la gente, debe proceder siempre con justicia, amar la misericordia y andar humildemente delante de Dios. Si está el espíritu de Cristo en el corazón, inclinará toda facultad del alma a nutrir y proteger las ovejas de su dehesa, como fiel y verdadero pastor. El amor es la cadena de oro que liga mutuamente los corazones con vínculos voluntarios de amistad, ternura y fiel constancia, y que liga el alma a Dios. Entre los hermanos hay una decidida falta de amor, compasión y piadosa ternura. Los ministros de Cristo son demasiado fríos e inexorables. Sus corazones no arden de tierna compasión y ferviente amor. La más pura y más elevada devoción a Dios es la que se manifiesta en los deseos y esfuerzos más fervientes por ganar almas para Cristo. La razón por la cual los ministros que predican la verdad presente no tienen más éxito, consiste en que son deficientes, muy deficientes, en fe, esperanza y amor. Todos nosotros tenemos que afrontar y soportar trabajos y conflictos, actos de abnegación y pruebas secretas del corazón. Sentiremos pesar y derramaremos lágrimas por nuestros pecados; sostendremos constantes luchas y vigilias, mezcladas con remordimientos y vergüenza, por causa de nuestras deficiencias.3TPI 207.3

    No olviden los ministros de la cruz de nuestro Salvador su experiencia en estas cosas, mas tengan siempre presente que son tan sólo hombres sujetos a error y a las mismas pasiones que sus hermanos; y que para ayudar a éstos deben ser perseverantes en sus esfuerzos para beneficiarlos, teniendo el corazón lleno de compasión y amor. Deben acercarse al corazón de sus hermanos, y ayudarles en aquello en que son débiles y necesitan más ayuda. Los que trabajan en palabra y doctrina deben quebrantar su propio corazón duro, orgulloso e incrédulo, si quieren notar la misma obra en sus hermanos. Cristo lo ha hecho todo por nosotros, porque éramos impotentes; estábamos atados con cadenas de tinieblas, pecado y desesperación y no podíamos hacer nada por nosotros mismos. Es mediante el ejercicio de la fe, la esperanza y el amor como nos acercamos más y más a la norma de la perfecta santidad. Nuestros hermanos sienten la misma lastimosa necesidad de ayuda que hemos sentido nosotros. No debemos recargarnos con censuras innecesarias, sino que debemos permitir que el amor de Cristo nos constriña a ser muy compasivos y tiernos, para que podamos llorar por los que yerran y los que han apostatado de Dios. El alma tiene un valor infinito, que no puede estimarse sino por el precio pagado por su rescate. ¡El Calvario! ¡El Calvario! ¡El Calvario explicará el verdadero valor del alma!3TPI 208.1

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