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Testimonios Selectos Tomo 1 - Contents
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    Una respuesta a la oración

    En la primavera de 1845, estuve de visita en Topsham (Maine). En cierta ocasión, varios de nosotros nos hallábamos reunidos en casa del Hno. Stockbrige Howland, cuya hija mayor, la Srta. Francisca Howland, muy querida amiga mía, estaba enferma de fiebre reumática y recibía los cuidados del médico. Tenía las manos tan hinchadas, que no se le distinguían las conyunturas. Mientras que, sentados juntos, hablábamos del caso, le preguntamos al Hno. Howland si tenía fe en que su hija pudiera sanar en respuesta a la oración. Respondió que procuraría creer que sí, y muy luego declaró que lo creía posible.1TS 69.6

    Todos nos arrodillamos en ferviente oración a Dios en favor de la enferma. Nos acogimos a la promesa: “Pedid, y recibiréis.” Juan 16:24. La bendición de Dios apoyaba nuestras oraciones y teníamos la seguridad de que Dios quería sanar a la paciente. Uno de los hermanos allí presentes exclamó:1TS 70.1

    —¿Hay aquí alguna hermana que tenga bastante fe para tomar a la enferma de la mano y decirle que se levante en el nombre del Señor?1TS 70.2

    La Hna. Francisca yacía en el dormitorio de arriba, y antes de que el hermano cesara de hablar, la Hna. Curtis se encaminó hacia las escaleras. Poseída del Espíritu de Dios, entró en la alcoba, y tomando de la mano a la inválida, le dijo: “Hna. Francisca, en el nombre del Señor, levántate y sé sana.” Nueva vida circuló por las venas de la joven enferma, poseyóla una santa fe, y obediente a su impulso, levantóse de la cama, se mantuvo sobre sus pies y echó a andar por la pieza alabando a Dios por su restablecimiento. Vistióse en seguida y, con el semblante iluminado de indecible gozo y gratitud, bajó a la sala en donde estábamos reunidos.1TS 70.3

    A la mañana siguiente, desayunó con nosotros. Poco después, mientras el pastor White leía el quinto capítulo de Santiago para el culto de familia, entró el médico, y como de costumbre se encaminó escalera arriba a visitar su paciente. No hallándola allí, bajó presuroso y, con la alarma pintada en su semblante, abrió la puerta de la espaciosa cocina donde todos estábamos sentados en compañía de la Hna. Francisca. La miró asombrado y por último exclamó: “¡Así que Francisca está mejor!”1TS 70.4

    El Hno. Howland respondió:1TS 71.1

    —El Señor la ha sanado.1TS 71.2

    El Hno. White reanudó la lectura del capítulo en el punto interrumpido por la llegada del médico, y era el pasaje que dice: “¿Está alguno enfermo entre vosotros? llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él.” Santiago 5:14. El médico escuchó con extraña expresión de admiración e incredulidad entremezcladas, meneó la cabeza y salióse apresuradamente del aposento.1TS 71.3

    Aquel mismo día, la Hna. Francisca anduvo unos cinco kilómetros en coche. Aunque regresó cuando ya anochecía, y a pesar de que llovía, no sintió daño alguno y su salud continuó mejorando rápidamente. A los pocos días, pidió el bautismo y fué sumergida en el agua. A despecho de que el tiempo era crudo y el agua estaba muy fría, no sufrió en modo alguno. Por el contrario, desde entonces quedó libre de la enfermedad y disfrutó de salud normal.1TS 71.4

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